DISCLAIMER: Los sensuales personajes de InuYasha son de Rumiko Takahashi y esta historia ha sido redactada solo por diversión.
Hola, aquí les traigo este corto producto de varios videos de momentos incómodos con tu crush xD ya me dirán qué tal quedó jajaja
Amigos cercanos, ¿qué tanto?
||...||
Antes de bajarse del auto, Rin le mandó un mensaje a Kagome diciéndole que ya estaba afuera. Se le había hecho un poco tarde mas no podía irse sin antes terminar con sus labores.
Las reuniones por los fines de semana eran una costumbre entre el grupo de trabajo. Les ayudaba a compartir más entre ellos y, asimismo, a liberarse un poco del estrés de la empresa.
La bella mujer avanzaba hacia la entrada cuando recordó que dejaba su bolso dentro del automóvil. Negó mentalmente y retrocedió sobre sus pasos para ingresar nuevamente. Mientras estaba inclinándose hacia adelante para cogerlo fue que...
–Rin.
Aquella voz profunda llamándola la hizo sobresaltarse y que se golpeara la cabeza con el techo del vehículo.
– ¡Ay, señor Sesshomaru, me asustó! –Se llevó una mano a la zona afectada.
El hombre que iba ataviado en un traje azulino y costoso, se mantuvo inmóvil a menos de un metro suyo. Le dirigió una mirada intensa a medida que sus ojos la inspeccionaban. Rin estaba usando un vestido floreado, corto y de manga media con blondas que dejaba al descubierto sus hombros.
Se veía muy bien.
– ¡Me alegra que pudiera venir! –Declaró con una sonrisa que apenas contenía su emoción. –En realidad creí que se volvería a negar.
–Había finalizado mi turno.
Su parca respuesta causó que Rin riera.
–Me alegra que se diera el tiempo. Esta fue una semana muy ajetreada, ¿verdad? Todos estuvimos igual con tanto papeleo, así que... ¿Entramos? –Comenzó a avanzar, instándolo a seguirla.
–Espera.
Ella volteó a verlo ligeramente sorprendida, aunque sus ojos se abrieron incluso más cuando Sesshomaru acortó la distancia en dos pasos. Pensó que iba a decirle algo por cómo la miraba, en cambio, la tomó por sorpresa llevando su pulgar hacia su pómulo como una caricia gentil.
–Una pestaña. –Fue su escueta explicación y por un breve instante observó tras ella.
Rin entreabrió los labios; sin embargo, no alcanzó a decir nada.
– ¡Chicos!
Kagome los miraba muy sonriente. Había abierto la puerta y observado la curiosa escena.
–Hola, Kagome. –Saludó la más joven, devolviéndole la sonrisa contagiosa.
El hombre de ojos dorados apenas si observó con indiferencia a la anfitriona del lugar.
–Pasen, pasen. –Se hizo a un lado para cederles el paso. – ¡Qué bueno que al fin te nos unes, cuñado!
Esta vez Sesshomaru le lanzó una mirada dura por la forma de llamarlo, pero Kagome ya parecía inmune a ese tipo de miradas peligrosas.
–Casi toda nuestra área está aquí. –Sonrió, mostrando su dentadura perfecta. – ¡Siéntanse libres de tomar lo que quieran!
Al ingresar todos centraron sus miradas impresionadas en él. Rin saludó en general a todos los que habían ido saliendo del trabajo, mientras que Sesshomaru se pasó de frente yendo hacia el sofá más arrinconado.
Kagome se regresó a sentarse en el mueble de dos, junto a su mejor amiga Sango, sin poder ocultar su emoción.
– ¿De qué te ríes? –Le cuestionó, divertida.
– ¡Estoy feliz por Sesshomaru y Rin!
–Sí, fue sorpresivo que vinieran juntos.
–No solamente eso. Acabo de verlos afuera, muy cercanos entre ellos –comentó casualmente provocando intriga en la otra.
–Pero no es extraño. Ellos se llevan bien.
–Muy cercanos como pareja. –Se corrigió.
Sango arqueó ambas cejas, incrédula.
–Espera, ¿qué?
– ¡Sí! Cuando abrí la puerta él estaba acariciándole el rostro de manera muy tierna y estaban tan cerca... –Comenzó a narrar con mirada soñadora. –Hasta me arrepentí de haberlos interrumpido. ¡Te juro que estaban a punto de besarse!
Sango comenzó a reír al imaginarse la escena.
–Si no los hubiéramos visto antes en la empresa diría que estás exagerando. –Compuso una sonrisa de complicidad. – ¿Será que al fin hacen caso a sus sentimientos?
Kagome la observó pícaramente.
– ¡Yo creo que están saliendo!
–Después de todo este tiempo...
Las dos mujeres rieron como dos colegialas hablando de su amor platónico, y viraron en dirección a ellos.
Ahora estaban sentados en el mismo sofá: uno en cada extremo y en medio estaba Ayame que ya se levantaba, despidiéndose con la mano.
Kagome atrajo su atención, rápidamente, con aspavientos para que se aproximara a ellas.
¡Debían dejarlos a solas!
•°•°•
Rin siguió bebiendo de su Ramune mientras observaba a sus amigas cuchichear y echar miraditas en su dirección con lo que ellas debían pensar era disimulo.
Parpadeó varias veces, extrañada. ¿Qué se traerían en mente ahora?
Entretanto, Sesshomaru a su izquierda le dirigía un vistazo por el rabillo del ojo, tan grave como era su semblante habitual, pero esta vez sus ojos refulgían en una silente advertencia al resto para que ni siquiera respirasen muy fuerte.
Su molestia iba en aumento a cada segundo que transcurría y seguía cuestionándose la razón detrás de su asistencia a la dichosa reunión.
Ah, pero desde luego conocía la respuesta.
Rin le había vuelto a insistir con que la acompañara incluso si era por esa única vez, que le ayudaría a dispersar su mente de tanto estrés y el resto fue mucho bla-bla-bla.
Los mismos argumentos de siempre para tratar de convencerlo, solo que esta vez parecía estar surtiendo efecto.
Por una razón que Sesshomaru aún no quería admitir le dijo que lo pensaría.
Y ahí estaba.
Soltó un gruñido bajo que llamó la atención de la joven.
– ¿Ocurre algo?
Sesshomaru aseveró su ceño fruncido por tercera vez desde que llegaron y Rin sonrió en respuesta. Se terminó su bebida antes de sentarse más cerca de él.
–Sé que son algo ruidosos, pero también son muy divertidos.
Rin cogió otra botellita de vidrio sobre la mesa de centro y quitó el precinto de la boquilla. Estaba por presionar el tapón sobre la canica en el pico para poder abrirlo, sin embargo, este no cedía.
–Se lo aseguro. –Entonces empezó a removerlo con fuerza. –Quizá si les diera la oportunidad de conoce... ¡Ehh, está muy duro!
Sin decir palabra, Sesshomaru tomó de repente el frasco. Ejerció un poco de presión en la boquilla y la canica finalmente descendió hasta el centro.
Con lo que no contó fue que todo el gas subiera y se rebalsara... Sobre él.
Rin rápidamente le quitó el envase con la mitad del líquido verde y lo dejó en el suelo. No pudo evitar soltar una risita al verlo examinarse su camisa -siempre pulcra-, ahora empapada de soda con sabor a melón.
Sesshomaru volteó de inmediato hacia ella con los ojos entornados. ¿Encima se burlaba de él?
–Lo siento. –Se mordió los labios para evitar sonreír, y buscó un poco de papel dentro del bolso–. Déjeme ayudarle...
–No es necesario.
–Por favor, me siento mal por lo de la botella. Creo que no debí sacudirla tanto... –Le mostró una sonrisa traviesa, aunque él no le encontró ni pizca de gracia.
–Rin. –Advirtió con seriedad.
–Con esto absorberá un poco la humedad, luego se podrá lavar. –Insistió con la mejor carita de niña tierna que ponía para ablandar el rictus severo del hombre.
El apuesto empresario la observó por varios segundos antes de girar el rostro hacia un lado.
–Muy bien. –Rin prosiguió sabiendo que no se lo impediría. Estrujó el papel sobre la camisa blanca de Sesshomaru, cayendo en cuenta de lo firme que se sentía su torso.
Sabía que se ejercitaba con regularidad y se notaba también por cómo se ceñía la camisa a los músculos de sus brazos, pectorales y...
Un tenue sonrojo apareció en sus mejillas al darse cuenta del rumbo de sus pensamientos.
Al menos no le cayó en el pantalón, agradeció en su fuero interno.
Fue entonces que reparó en que ambos estaban mucho más cerca que antes.
Sesshomaru volvió el rostro hacia ella en ese instante, casi rozando sus narices, y Rin pensó que en realidad no importaba que estuviera invadiendo su espacio personal.
•°•°•
– ¿Lo ves, Shippo? Ellos están coqueteando. –Comentó Kohaku que estaba de pie a unos metros frente a ellos, mirando al joven pelirrojo de su costado como diciéndole: «Te lo dije».
– ¡No puede ser! ¡Perderé la apuesta con ese perro tonto! –Exclamó decepcionado, sin apartar la vista de la escena que malinterpretaron a la distancia.
–Me alegra haber escuchado a Miroku. ¡Gané quinientos yenes!
Shippo suspiró. En ese momento Sesshomaru pareció decirle algo a la joven y esta se rio, bajando la mirada.
– ¡Se supone que solo eran amigos!
–Eres muy inocente, Shippo. –Sonrió el otro, negando. –Todos sabíamos cómo iba a acabar.
•°•°•
–Espero que no se vaya tan rápido. –Le había dicho, mirándolo esta vez a los ojos, al terminar con su camisa.
Sesshomaru lo meditó un momento.
– ¿A qué hora te irás?
La mujer miró su reloj de pulsera y luego a él.
–Como a la medianoche.
Asintió simplemente.
–Pero si quiere retirarse antes, no habrá problema. –Murmuró, evadiendo su mirada escudriñadora. Por más que lo quisiese ella respetaba sus decisiones. Aguardó por su respuesta, mas el hierático sujeto se mantuvo en silencio.
Rin le sonrió más animada al ver que la esperaría.
–De acuerdo. ¡Ya regreso! –Avisó, mientras se estaba levantando.
Miroku e Inuyasha también los habían visto, pero más apartados de la escena, y al verlo solo se aproximaron.
–Se lo dije a Shippo... –Empezó a refunfuñar el joven pelinegro, su medio hermano.
Mientras que el otro hombre de camisa azul, Miroku, le sonrió con picardía.
–Así que, Sesshomaru. Al fin estás en planes con Rin, ¿eh?
El susodicho les dedicó una mirada furibunda y les espetó con tono áspero:
– ¿De qué diablos hablan?
Aunque Miroku dudó de si seguir hablando a Inuyasha le valió.
–No te hagas el inocente, idiota.
–Bestia, cuida tus palabras.
– ¡Tú no me das órdenes!
–Calma, calma. –Trató de apaciguarlos Miroku, sin mucho éxito. –Sucede que ya nos comentaron de tu relación con Rin, entonces sólo queríamos felicitarte. ¿Verdad, Inuyasha?
Su amigo no le siguió la corriente y en cambio comenzó a increpar.
–Te lo advierto, Sesshomaru. ¡No te metas con ella! Sé que terminarás por herir sus sentimientos, ¡y no pienso permitirlo!
–Sandeces. –Interrumpió con dureza –. Eso deberías decírselo a tu compañero.
– ¡¿Qué compañero?!
Le tomó varios segundos a Inuyasha comprender que se refería al sujeto de su piso: Suikotsu.
–Feh, ese idiota ya está advertido. –Se cruzó de brazos. – ¿Por qué crees que no está aquí?
–Inuyasha, creo que debemos...
–No, Miroku. ¡Lo conozco, él es un manipulador! –Lo señaló acusador. –Escúchame bien, Sesshomaru. Vienes con tus aires de superioridad, creyendo que todo te pertenece, pero no con Rin, ¿oíste? ¡Así seas el jefe me importa un..!
–Cállate. –Bramó, ya hastiado de sus gritos. –Yo no tengo nada con Rin.
La gravedad de sus palabras hizo que los hombres se miraran entre sí.
–Pero si vinieron juntos... –Comenzó a decir Miroku.
– ¡¿Y por qué otra razón estarías aquí?!
Sesshomaru les lanzó una mirada ácida que les provocó un escalofrío, antes de alejarse. No sabía de dónde carajo Inuyasha sacaba tanta estupidez junta.
Admitía que él podía llegar a ser un insensible en muchas cosas, pero no era ningún monstruo. Y mucho menos con Rin.
–Sí que se molestó. –Suspiró Miroku, al verlo alejarse a zancadas. Se tomó la barbilla y agregó con aire meditabundo. –Sin embargo, no explicó eso último. ¿Acaso corrobora lo que decimos?
– ¡Keh!
•°•°•
Al demonio con todos. No aguantaba estar ni un minuto más en ese estúpido lugar.
Por si fuera poco se había enterado que el tipo que acosaba a Rin no estaba presente. Aunque aquello era lo mejor, y evitaba una futura disputa (que bien podía suceder si se atrevía a acercarse a ella).
Sesshomaru pasó por la puerta de la cocina cuando se dirigía a la salida y se encontró con Rin, de cuclillas, frente al refrigerador abierto.
Arqueó una ceja ante la curiosa imagen.
Entonces la mujer se avecinó apresurada contra él, llevando consigo una cajita de comida rápida.
–Señor Sesshomaru, ¿cree que esté pasado? –Preguntó, acercándole sin previo aviso el envase al rostro.
Incluso con tacones Rin le llegaba como al hombro, por lo que -inconscientemente- se inclinó un poco a su altura, al mismo tiempo que ella también lo olisqueaba.
•°•°•
– ¡LO SABÍA! –Exclamó Kagome, dando brincos de emoción mientras contemplaba la escena desde afuera de la cocina.
–Se están... ¿Besando? –Farfulló una atónita Sango.
En efecto, era lo que parecía si se observaba la escena de espalda a ellos.
Ayame tildó con la cabeza en tanto mordía unas papitas de bolsa.
–Sí, claro que están saliendo. –Esbozó media sonrisa lobezna. –Sabía que se traían algo.
•°•°•
Rin empezaba a sentirse mal de haberlo invitado.
Solo quería distraerlo de su adicción por el trabajo, pero había olvidado que Sesshomaru no tenía confianza con ninguno de sus empleados que estaban ahí.
En realidad con nadie. Exceptuándola a ella, por supuesto, aunque no era subordinada directa de él pues estaba en otra área.
Soltó un suspiro.
Como fuese, él seguía siendo la cabeza de la empresa.
Al notarlo tan tenso se atrevió a tomar su mano e intentó disipar un poco su malhumor, ahora contándole un chiste tonto que leyó en una publicación.
Fatal.
Ni siquiera pudo terminar. Los ojos dorados la examinaban con tanta severidad que casi al instante se arrepintió de haber abierto la boca.
En ese momento, su amiga pelirroja comenzó a llamarla.
–Lo lamento. –Rin sintió sonrojarse, avergonzada de su intento fallido. –Tengo que decirle algo importante, señor Sesshomaru. ¡Así que, por favor, no se vaya! –Anunció, tomando la comida y abandonando su lado.
– ¿Qué ocurre, Ayame?
– ¡Estamos muy felices por ti! –Interrumpió Kagome, estrechándola con fuerza. – ¡¿Pero por qué no lo dijiste antes?!
–Ohh. –Sonrió, conmovida por la efusividad de su amiga. –Es que estoy tramitando mi visa para las vacaciones...
–No, no. Nos referimos a tú con Sesshomaru. –Clamó Sango con una sonrisa.
Rin dejó los palillos que se dirigían a su boca suspendidos en el aire.
– ¿Qué cosa?
–Ya lo sabemos, cariño. ¡Ustedes son pareja! –Dijo Ayame, en tono juguetón y señalándola con su índice. –Cuenta, ¿ya lo hicieron? Porque se notaba que él te tenía unas ganas desde hace... –Silbó.
¡¿Qué carajos?!
– ¡Ayame! No le digas eso, mira cómo la pusiste.
–Rin. –Pronunció Kagome, en serio preocupada. – ¿Estás bien? Te has puesto muy pálida.
La mencionada al fin pudo volver de su trance.
– ¡Claro que no! ¿Por qué piensan eso? –Inquirió, ahora poniéndose roja hasta la médula.
Sesshomaru y ella no podrían haber dado señales de ser pareja ni nada por el estilo. Siempre se trataban con mucho respeto.
Entonces cayó en cuenta de otra cosa y cuestionó con nerviosismo.
– ¿Le han dicho esto al señor Sesshomaru?
–Los chicos sí. –Rin ahogó una exclamación. – ¿Pero por qué le sigues llamando señor? Es tu novio, ¿no? –Contestó Kagome, mirándola perpleja.
Ella suspiró hondo.
–No, nosotros no...
Un momento. Quizás de nuevo le estaban tomando el pelo. ¡Sí, eso debía ser!
Entornó los ojos y se les quedó viendo con ojo crítico unos instantes, pero sus rostros seguían expectante, lo que confirmaba que hablaban en serio. Rayos, ahora tenía que quitarles de la cabeza esa idea tonta...
Y con lo tozudas que eran.
– ¡Argh, cómo pasó esto! –Se lamentó para sí.
–Química, amor a primera vista. Son cosas que pasan.
–Concuerdo con Ayame. Además, se podría decir que siempre te ha tratado diferente, Rin.
–Desde que llegaste a la empresa ha sido casi como si fueras su... –Las tres intercambiaron una mirada cómplice al pensar en lo mismo.
– ¿Protegida? No sabemos cómo explicarlo. –Completó Sango, riendo mientras las otras mujeres asentían fervientemente.
– ¡Rin, seremos concuñadas! –Kagome había gritado aquello de manera inconsciente, haciendo que todos en el salón se voltearan hacia ellas.
Rin viró ligeramente sobre su hombro en dirección a Sesshomaru, solo para toparse con que él ya le exigía una explicación muda con una ceja levantada.
¡Las iba a matar!
No negaría que su relación con él era especial. Por eso, algunos osados hasta bromeaban (cuando el vicepresidente no estaba presente) con que debían salir y demás cosas. Pero a ella le ponía nerviosa que se lo insinuaran.
Rin se había convencido de que solo lo veía como el señor Sesshomaru. Lo llamaba así por respeto y por los casi diez años de diferencia.
No se había detenido a pensar que a lo mejor habría otra razón.
Y pues, también tenía que admitir que se sentía muy atraída por él. Resultaba lógico teniendo en cuenta al hombre endemoniadamente atractivo con el que tenía la suerte de trabajar.
Aun así, se decía que no era nada más allá que un crush pasajero, ¿verdad?
Porque se conocían desde hacía varios años y, sí, tal vez pensaba en él mucho tiempo. Pero eso, y que estuviera al pendiente del señor Sesshomaru o que se sintiera tan bien a su lado, como si siempre hubiera sido así... No podía significar que... Ella no lo... ¿O sí?
¿Era que acaso había confundido sus sentimientos?
Rin negó repetidamente.
– ¡No es lo que creen! –Le entregó a Sango el envase con ramen antes de irse deprisa.
Su mente estaba hecha un revoltijo. Rin tenía que poner orden a sus pensamientos cuanto antes y era mejor si no veía a nadie entonces.
¡En especial no a Sesshomaru!
¿Pero qué tal si él ya lo sabía? O peor, ¿si pensaba rechazar sus sentimientos?
La relación entre los dos no volvería a ser la misma pues sabía bien que Sesshomaru no toleraba lo que consideraba una "sarta de tonterías".
Rin volvió a suspirar.
•°•°•
Sesshomaru también se había aislado.
Al llegar al patio, se aseguró de posicionarse en uno de los sillones más alejados de la entrada, antes de reclinarse sobre el respaldo azul de felpudo.
Renegó entre dientes por la conversación que había escuchado casi en totalidad y cerró los ojos con fuerza.
Estaba contrariado, muy contrariado y todo por culpa de esa mujer que toda la vida se las daba de casamentera. Más bien era una entrometida.
Sí, seguramente, Kagome habría hablado con las otras mujeres, quiénes también sacaron conclusiones apresuradas, para luego comunicar con altavoz de la supuesta relación.
Si eso era cierto, y no creía tener motivos para dudarlo, su nombre en ese instante ya estaría en boca de todos sus empleados. Sin embargo, no era eso lo que le molestaba.
Sesshomaru no podía evitar pensar en Rin y en qué pensaría ella del absurdo embrollo. Ciertamente, a él no le molestaba que los relacionaran, pero lo que sí le sacaba de quicio era que se pregonara que él la lastimaría.
El hombre de cabello platinado gruñó, fulminando al gato negro que acababa de saltar al tejado.
Pese a que podía irse en ese momento, evadiendo la situación que resultaba ridícula había decidido no hacerlo. Porque debía asegurarse que los idiotas que solían llamar su atención, mantuvieran su distancia.
En parte era la razón por la cual había aceptado ir y estuvo esperándola en la entrada para ingresar juntos. Sabía bien que Suikotsu no era una persona confiable, conocido por sus abruptos cambios de humor y ligues de una noche, ahora resultaba que le interesaba Rin.
Era inaceptable.
Por su misma naturaleza confiada, ella ignoraba qué clase de intenciones tenía cuando se le acercaba. Pero él sí lo veía claramente y por nada del mundo estaba dispuesto a pasarlo por alto.
Encontrándose solo más que con sus cavilaciones, Sesshomaru terminó por aceptar para sí lo mucho que le molestaba que aquel hombre la cortejara.
¿Acaso eran... Celos?
No, no solo era por Suikotsu.
Ninguno de esos pobres diablos que le habían precedido era digno de ella. Rin se merecía mucho más.
¿Pero a quién entonces? ¿A él?
Muy dentro de sí supo reconocer que Rin despertaba en él un fuerte sentido de protección y aunque al comienzo le había incomodado, ahora no le desagradaba.
Era una sensación diferente, pues estaba tan acostumbrado a preocuparse por sí mismo.
Nunca albergó ese tipo de sentimientos por nadie: ese deseo de anteponer a la otra persona, velar por su bienestar, no permitir que resulte lastimada...
No obstante, aquello había empezado a cambiar hace un buen tiempo atrás.
•°•°•
Rin iba caminando tan ensimismada, sin siquiera alzar la vista de sus zapatos beige, que cuando dobló la esquina acabó chocándose con Koga. Una de las copas que él llevaba terminó salpicándole de vino.
– ¡Demonios! Rin, yo...
–No, está bien, Koga. Ha sido mi culpa esta vez. –Sin más se encogió de hombros y se regresó sobre sus pasos hacia el baño.
Sintió las piernas muy pesadas con cada paso que daba hacia el lavadero. Al levantar la vista hacia el espejo, resopló al ver su aspecto desaliñado.
Se recogió el cabello en media cola y se dispuso a buscar su polvo suelto. Había leído en internet un tip para quitar ese tipo de mancha, así que aplicó un poco sobre la zona afectada y aguardó a que se secara.
Con un último pensamiento optimista, dejó su bolso en el suelo antes de quitarse el vestido por sobre la cabeza, quedando solo en su ropa interior.
La pequeña mujer ingresó a la ducha con el vestido aún en mano para no mojar el suelo y jaló la mampara.
–Llegando a casa te lavaré bien. –Miró con gracia la prenda, entretanto se encargaba de enjuagar.
•°•°•
Sesshomaru resolvió irse con Rin al cabo de un cuarto de hora. Sabía que no tenía sentido que hiciera caso omiso a la situación cuando ya lo había aceptado.
Tenía muchas cosas que aclarar con ella, pero lo haría en privado. Y esta vez no permitiría irse con rodeos.
Aunque primero debía encargarse de algo más.
El empresario ingresó nuevamente a la casa caminando con parsimonia por el pasillo, y obviando olímpicamente las miradas de los cotillas, hasta que llegó a la puerta con la inscripción «S.S. H.H.»
Enarcó una ceja. Bueno, al menos se había ahorrado el tener que dirigirle la palabra a quién sea para preguntar por el baño.
Vio que alguien había dejado la luz encendida, pero no le tomó importancia y prosiguió con lo suyo.
•°•°•
Ella ya se había puesto el vestido humedecido cuando oyó la puerta cerrarse.
¡Cómo podía olvidarse de asegurarla con tanta gente afuera!
La charla con sus amigas la había perturbado más de lo que creyó, no había otra opción. Ahora sí habían ido muy lejos.
Unos pasos se aproximaban.
Presa de la curiosidad, Rin corrió un poco la mampara opaca y asomó su cabeza con cuidado de no ser pillada. Aunque lo que vio la congeló en su sitio.
Sesshomaru estaba ahí. Orinando frente a ella.
Rin ahogó un jadeo, alucinada y boqueó sin poder emitir sonido alguno.
Oh, no. ¿Se quedaba oculta hasta que se fuera? ¿Carraspeaba como en las películas? ¿O mejor le decía algún cumplido para pasar el momento incómodo?
¡Deja de mirarlo! Ah, se me está pegando las mañas de Miroku.
Rin resolvió hacer lo primero antes que... Rayos.
Sesshomaru se percató de su bolso en el suelo y, desconcertado, oyó un ruido a su espalda. Fue cuando viró por el rabillo del ojo detrás de él y la encontró, observándole con una mezcla de pánico y vergüenza.
Sus ojos dorados se abrieron en su máxima expresión, encarándola. Rin pensó fugazmente que nunca lo había visto tan sorprendido.
Entreabrió los labios sin saber qué decir y trató en vano de sonreír.
Fue un segundo de suspenso antes de que alguien tocara la puerta.
– ¡OCUPADO! –Exclamaron ambos al unísono, mirándose más sorprendidos de que los descubrieran en esa situación comprometedora.
– ¡Oohh! –Exclamó Miroku, arrastrando la sílaba. –Tómense su tiempo, pillines –convino con su habitual picardía.
Así se alejó por el pasillo, encontrándose con unos amigos y entre risas les anunció. –No me van a creer quiénes están ahí...
Sesshomaru terminó con lo propio y Rin se volteó. No salió de la ducha hasta que él comenzó a lavarse.
– ¿Qué estás haciendo aquí? –La interrogó, acercándose con su renovada cara de póquer.
–Lo estaba lavando. –Explicó, señalando su vestido. –Es que le cayó vino.
El peliplata la atisbó, sopesando lo dicho.
–Además, también me escondía –hizo un mohín infantil. – ¡Ellos creen que somos pareja!
Pasaron varios segundos sin decirse nada.
Rin empezó a sentirse demasiado incómoda en su presencia, lo que no sucedía hasta antes de examinar lo que en realidad sentía por él.
–Es extraño, ¿no? –Habló rápidamente–. Me refiero a nosotros dos como pareja. Eso es... –Soltó una risa nerviosa. – ¿Lo imagina?
En realidad ella quería saber si le molestaba, pero no le preguntó.
Sesshomaru solo la observó con enigmática indiferencia.
– ¿Cree que todos piensen eso?
–No.
Fue cortante con su respuesta, pero mintió. Era muy probable.
– ¡Pero por qué! –Exclamó la mujer, con una expresión cómica. –No es como si nos hubiésemos besado ni nada.
Sesshomaru arrugó la nariz.
–Nunca besaría a nadie por primera vez en el baño.
Rin carraspeó y echó una miradita al inodoro.
–Claro.
Otros segundos más de silencio asfixiante. Ella recogió su bolso y se lo cruzó por el hombro.
–Miroku ha malinterpretado aun más la situación.
– ¿Qué propones? –Preguntó ahora él, mirándola con intensidad.
Rin frunció el ceño.
–Tenemos que terminar.
Sesshomaru afiló la mirada.
– ¡Q-Quiero decir...! –Se pausó al verse malinterpretada. –Hay que seguirles la corriente, haciéndoles creer que hemos terminado. ¡Piénselo! –Insistió ante su mirada reticente.
–Es la única forma de salir de aquí. Sólo hay que fingir una pelea creíble y nunca más volver a hablar de esto.
Él pudo decir que le importaba un rábano lo que ellos pensaran, que siempre podía despedirlos si le resultaban una molestia; sin embargo, valoraba mucho a Rin como para desdeñar sus opiniones con respecto a lo que le incomodaba.
– ¿Cómo qué? –Finalmente preguntó. Después de lo del baño iba a ser muy difícil hacerles creer lo contrario.
–Piense en algo que lo haya hecho enojar de verdad.
–Rin.
Ella no lo escuchó y siguió parloteando.
–Como aquella vez que Miroku me confundió con Sango y usó sus artimañas conmigo. No le creyó su error y lo golpeó, ¿recuerda?
Sesshomaru no quería hacer memoria de aquello precisamente para enfurecerse.
–No...
–Tanto como hizo Sango –agregó con una risa suave. –O podemos decir que fue por Inuyasha. A veces en serio le dice cosas hirientes...
–Ha sido suficiente, Rin.
– ¡O ya sé! ¡Cuando el señor Jaken estaba ebrio! Se subió a la mesa para cantarle que lo...
– ¡Rin! –Levantó la voz y la joven se calló en seguida.
–Lo siento. –Desvió la mirada, avergonzada.
Entre las muchas cosas que a Taisho no le gustaba existía una primordial. Rin olvidó lo mucho que él prefería del silencio, y ella respetaba eso, pero ahora se había dejado llevar.
–Eso puede servir. –Sesshomaru se refirió a lo que acababa de suceder, aparentando indiferencia.
Todavía sin mirarse caminaron hacia la puerta.
– ¿Y si esperamos un poco más? –Rin conectó con sus ojos.
–Será lo mismo.
Rápidamente se salieron del baño y avizoraron el entorno. Dieron unos pasos fuera, pero no parecía haber nadie cerca.
– ¡Ey, chicos!
Error.
–Me alegro que no se hayan ido todavía. –Se acercó Kagome desde la esquina, trotando. –Qué pena. Quería decirles que Kikyo nos hizo ver cómo malinterpretamos todo. Empezando por mí.
La pelinegra casi podía escuchar nuevamente el sermón que les dio la jefa de Rin, sobre actuar como unos adolescentes indiscretos y sin tener pruebas reales de nada.
–Además, olviden lo que dijo Miroku sobre ustedes porque está borracho.
Sesshomaru y Rin se vieron con cautela.
–Les ofrezco una disculpa por inmiscuirnos en su vida privada, o si les hice sentirse incómodos. –Les sonrió a modo de disculpa e hizo ademán de retirarse. –Aunque créanme que todos pensamos que hacen una linda pareja.
– ¿Todos? –Fue lo único que dijo Rin.
Sesshomaru fulminaba la figura lejana de Kagome. Entonces atisbó por el rabillo del ojo a la joven de su costado y su voz se suavizó considerablemente al dirigírsele.
–Vámonos.
Rin asintió mucho más relajada. Sentía como un gran peso se le quitaba de encima.
Nadie pareció notar su ausencia, pues apenas y si reparaban en ellos al pasar.
Vaya, Kikyo de verdad es muy buena para resolver malentendidos.
Ambos caminaban al lado del otro, encaminándose hacia sus respectivos vehículos. Toda incomodidad que Rin pudo sentir previamente en su presencia fue reemplazada por una reconfortante calidez que le tiñó las mejillas.
– ¿El señor Jaken vendrá hoy? –Preguntó mientras buscaba las llaves dentro del bolso, todavía sin verle.
–Se ha quedado esperando en el auto –contestó Sesshomaru con el fastidio que le causaba la mención de su zalamero empleado.
Al observarla rebuscando, enarcó una ceja. – ¿Las olvidaste?
– ¡Aquí están! –Exclamó feliz al hallarlas y las alzó en señal de victoria.
En ese momento se detuvieron frente a frente, en la vereda junto al jardín que decoraba el exterior de la casa de Kagome.
–Pensaba comprar helado y ver una película triste si íbamos a "terminar". –Bromeó Rin con una sonrisa contagiosa.
Sesshomaru entrecerró los ojos provocando que ella se carcajeara.
La tensión se había disipado notoriamente e incluso ahora él la miraba con cierto tinte de diversión y… Ternura.
–Rin.
–Dígame, se…
–No es necesario que sigas llamándome señor –le reiteró como en otras ocasiones.
Una sonrisa cómplice se dibujó en el rostro de Rin.
Era cierto. No tenía sentido seguir con aquella barrera que le hacía verlo como inalcanzable.
–Está bien, ¿qué ibas a decir?
–Pensé que eras tú quien quería decirme algo importante.
Entonces lo recordó. Pero resultaba una nimiedad en comparación con el asunto que había descifrado.
–Eso... Bueno, no quisiera explayarme demasiado porque es algo tarde –jugueteó con sus dedos, sin mirarle.
–Pero sí debo ser honesta contigo y comprenderé tu decisión.
Sesshomaru esperó pacientemente a que ella continuara.
–Esta noche he analizado muchas cosas. Creo que ha sido reveladora toda esta situación y quizá deba agradecérselo a Kagome después –sonrió jocosa. –Lo cierto es que… Mis sentimientos han cambiado, Sesshomaru. –Levantó la vista hacia él, transmitiéndole todo lo que sentía.
La admiración, el respeto y el cariño estaban muy arraigados.
Ya no le importaba si no era correspondida, de ser el caso, lo aceptaría con madurez. Supo que era más importante arriesgarse y ser sincera por completo. No solamente con Sesshomaru, sino también con ella misma.
Aunque, muy lejos de lo que Rin temía, el hombre le respondió con sus ojos; sin el mínimo pestañeo y con un amago de sonrisa que acrecentaba su aura enigmática.
No había necesidad de palabras si él entendía perfectamente, pues sentía lo mismo.
Rin compuso una sonrisa inmensa que desbordaba emoción.
Al cabo de unos instantes, Sesshomaru fue el primero en hablar sin despegar sus ojos de los suyos castaños.
Los ojos en tonalidades ámbar brillaron con una particular intensidad.
–Tienes otra pestaña.
Ella parpadeó, pasmada, y contuvo una exclamación ante la rapidez con la que se le acercó Sesshomaru.
Él colocó dulcemente una mano sobre su mejilla derecha y su visión se concentró en sus labios entreabiertos.
En ese momento ascendió hasta sus ojos, notando que tenían un brillo diferente.
Rin se empinó un poco y cerró los ojos despacio, a medida que los centímetros de distancia desaparecían entre ellos.
Se acercaron lo suficiente para que sus narices chocaran y cuando sus labios estuvieron a milímetros de rozarse...
El auto de ella encendió su alarma, acabando cruelmente con el ambiente romántico.
Tanto Sesshomaru como Rin se separaron abruptamente.
– ¡N-Nos vemos luego! –Se despidió nerviosa, caminando hacia la puerta del carro con prisa para apagar la inoportuna alarma.
–Buenas noches. –Fue la seca despedida de Sesshomaru, quien también fue directo a su propio coche, pero se fijó en ella una última vez antes de avanzar.
La mujer ingresó, dejándose caer pesadamente sobre el asiento y echando la cabeza hacia atrás.
Lanzó un resoplido de frustración.
•°•°•
El corazón le latía a mil por hora luego de regresarse corriendo.
Sesshomaru ingresó al vehículo en aquel momento. Parecía echar humo.
– ¿Jefecito?
El asistente se arrepintió casi al instante de haber abierto la boca al notar cómo se tensaba.
Era un alivio que ninguno lo viera apoyándose en el auto de Rin. Oh, podía considerarse afortunado...
La mirada de Sesshomaru fue fulminante.
O tal vez no.
–Silencio o te despediré.
Jaken sintió recorrerle un escalofrío por la espina dorsal ante la agresiva advertencia, y muy angustiado, se dispuso a conducir.
No se atrevió a pronunciar otra palabra durante el resto del camino, aunque tampoco pudo eliminar de su mente la curiosa escena que había presenciado.
Y que seguramente volvería a presenciar, muy pronto.
.
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¡Chan chan!
Gracias por llegar hasta aquí y ojalá les haya sacado siquiera una sonrisa ya que ese era mi propósito. Así que qué me dicen. ¿Bueno, malo, muy tonto? XD
02/19
Update: Se agregará un extra para cerrar esta historia.
