- ¡Ya no soporto! ¡Que se mueran todos!- entró diciendo mi amigo y compañero de habitación Kaito al departamento, arrojando su mochila al suelo con sumo enojo.

-Kaito de mal humor, eso es muy raro.- digo mirándolo con cierto asombro. Eso es verdad, no es para nada común verlo molesto. –¿Qué te pasó para que te pongas así? Tú eres siempre un manojo de felicidad.

-¿Qué me pasó? El peor día de mi vida, eso pasó.- me respondió casi a gritos. –Puras desgracias, molestias, golpes. ¡Odio este maldito día!- exclamó arrojándose a un sillón. –Y también a todo el estúpido mundo.

-Kaito, respira profundo y tranquilízate un poco.- le sugerí acercándome a él, me senté a su lado y le di un abrazo. –Cuénteme todo lo que te pasó hoy, te hará sentir mejor.- agregué con una sonrisa.

-Bien, te voy a contar todo lo que me pasó hoy.- exclamó con cierta ironía en su voz. Se puso de pie frente a mí y comenzó a narrar su horrible día. –Para empezar, me desperté dos horas antes de lo debido gracias a que un borracho me marcó por error pensando que era el teléfono de su amigo. ¡El tipo me siguió marcando por una hora entera! Y cuando por fin se rindió, nuestro loco vecino comenzó a dar de martillazos en su muro, ¡el ruido estaba en toda mi habitación y ya no pude dormir! Pero ya, me resigné a levantarme y mientras me estiraba, bostecé y un maldito mosquito ¡entró a mi boca! Fue horrendo, nunca habían sentido algo así en mi vida.
Durante la ducha no hubo problema, pero al salir, ¡casi me resbalo! Había agua en el suelo y de no agarrarme del toallero, me hubiese herido. Luego intenté desayunar, pero al tomar el vaso de té me queme y lo derramé sobre mi ropa. ¡Me tuve que ir a cambiar y ya no me quedó tiempo para el desayuno! Sólo pude tomar un pequeño pan que dejaste en la mesa, pero ni una mordida le di ¡no! Apenas salí del edificio y un niño chocó conmigo y me tiró el pan.
Y todo empeoró cuando subí al metro. Apenas había espacio en los vagones pero logré entrar a la fuerza al fin. Lo malo fue que después de pasar por dos estaciones me di cuenta que era el tren equivocado. ¡Otra vez un contratiempo y solo me quedaban quince minutos para llegar a la escuela! Tuve que regresarme y tomar el tren correcto, perdí la primera clase y estaba por llegar tarde a la segunda. Cuando llegamos salí corriendo y me tropecé con el maletín de un hombre, se enojó y me cobró el rayón que mi zapato le hizo ¡¿puedes creerlo?!
Y por último, cuando al fin llegue a la escuela con dos horas de retraso, el guardia no me dejó entrar porque ¡hoy no hubo clases!

-Que feo día Kaito.- le respondí desde a cocina; yo sabía cómo calmarlo.

-Yo sólo quiero que se acabe, ya no quiero saber nada.

-Pero alégrate, mañana será otro día. Además…- dije acercándome a él. Cuando quedamos de frente le di un pequeño vaso de su helado favorito. –Todo es mejor con helado.- terminé con una sonrisa.

-Mei-chan.- me contempló un momento antes de tomar el vaso. Lentamente comenzó a comer el helado hasta que se lo acabó. Me miró de nuevo y me sonrío. –Gracias.

-De nada, Kaito.- correspondí con una sonrisa. Él era el Kaito que yo conosco.