Bleach
Ichigo / Rukia
Advertencia: capítulos 342 y 361 del anime
Capítulo I
Ella dijo que sería bonito llevar una vida tranquila y ordinaria y sin dejar de observarla imagine que sí, una vida con esas características no sería algo a lo que no pudiera acostumbrarme, pero fue porque en la visualización de ese futuro ella estaba ahí, a mi lado, pero ahora que no la podía ver y llevaba esa clase de vida que ella mencionó, me sentía atrapado en la monotonía y la añoranza de tiempos mejores. En lo más profundo de mi ser anhelaba poder recuperar mis poderes; sentía que hacía algo de mi vida con ellos, mi existencia tenía sentido. Todavía quería proteger a mis amigos, y a mi familia pero por sobretodo esperaba volver a verla a ella y decirle lo importante que era para mí… porque yo pude decirle adiós ese día sólo porque estaba convencido que no sería duradero.
Hubo momentos en los que deseé no haber conocido sobre los Shinigamis y la Sociedad de Almas y sobre tantas cosas que vi en el pasado pero que ya no podía, y que ya no eran parte de mi cotidianidad, no obstante era momento de aceptar que todo lo que sentía era impotencia por haber perdido lo que alguna vez di por hecho, y me aferré al pasado, añoraba esos días que no aprecié en el momento: nunca nadie sabe qué ese momento que está viviendo puede resultar ser el mejor recuerdo de la vida, y tratando desesperadamente de avanzar y dejar mi pasado atrás, fue que arrojé mi insignia de Shinigami Sustituto al río, lo único que parecía indicar que nada de lo que había vivido había sido producto de mi imaginación y era la prueba material de mi esperanza.
Chad, Ishida e Inoue trataban de no hablar del tema y aunque se los agradecía enormemente, a la vez me hacía sentir peor.
Cuando mi Fullbring fue arrebatado después de haberlo tenido por tan poco tiempo, admito que caí en la desesperación; mi mundo entero se había desmoronado: mis hermanas, mis amigos, todo lo que me quedaba, todos lo que me conocían ahora me repudiaban por cosas que yo no había hecho. Lloré como nunca lo había hecho antes, mi Fullbring era la única y última oportunidad. No quería resignarme, aunque sabía que ya no tenía nada más que hacer, cuando sentí de pronto que algo me atravesó, y fue cuando luego de la sorpresa de hubiesen testigos de mi sintiendome desprovisto de dignidad y fortaleza, que después de tanto tiempo pude volver a verla… sus ojos, su mirada, su voz… ella trajo consigo todo lo que yo anhelaba: mis poderes fueron restaurados y una vez más estábamos uno frente al otro y juro que vi en sus ojos que ella estaba tan feliz de verme como yo. Ese brillo en sus ojos no podía mintiendo.
Las cosas se tranquilizaron luego de que Ginjo fuera derrotado.
En las incontables reuniones posteriores la miraba de reojo, aún sin poder creer que fuera real el que estuviera yo ahí, que ella hubiese ascendido a Teniente y que estuviera tan cerca que podía tocarla si estiraba lo suficiente mi brazo. Había imaginado los posibles escenarios cuando volviera a reencontrarme con ella, sin embargo lo cierto es que aunque confiábamos ciegamente en el otro, verbalizar los sentimientos era algo casi completamente ajeno a nosotros, y aunque quería preguntarle tantas cosas ¿cómo podía empezar una conversación decente si me costaba mirarla a los ojos?
Tan pronto como pude volver a la Sociedad de Almas no sentí deseos de irme. Temía que si me marchaba tal vez no podría volver nuevamente y necesitaba recuperar el tiempo perdido. Todos lucían alegres al verme, pero cuando preguntaba cómo habían ido las cosas se enseriaban y cambiaban el tema, distrayéndome de tal modo que a ratos olvidaba el interrogatorio y de mi necesidad de actualización.
Rukia, por otro lado se comportaba aún más extraña que los demás. Me hablaba con completa naturalidad cuando había más gente con nosotros, pero huía cada vez que nos quedábamos solos. No lo comprendía, porque ella parecía estarme buscando cuando yo me iba a visitar a los distintos lugares del Seireitei, pero al encontrarnos se percibía incomodidad en la atmosfera, y con excusas muy malas terminábamos tomando caminos distintos. Aquello era algo completamente diferente a lo que esperaba... necesitaba respuestas, saber de ella y decidido a obtenerlas llegué a la mansión de los Kuchiki y llegué a la habitación de Rukia. Me escondí como si estuviera haciendo algo que no debiera, y pronto comenzaron a llegar mujeres a desvestir y a medir a Rukia. Cerré los ojos no porque no quisiera verla, por el contrario, pero aquello era violar su privacidad y no me sentía capaz de pasarla a llevar de ese modo. Oía comentarios sobre una boda y risas livianas, y fue inevitable preguntarme ¿quién se casaba? ¿Conocía a esa persona también? Comencé a pensar en los candidatos, y a más de la mitad no los veía estableciéndose, pero mis graciosas suposiciones dejaron de serlo cuando escuché una pregunta directamente formulada a Rukia:
—Kuchiki-dono, queda menos de un mes para su boda. ¿Dejará su puesto como Teniente? — preguntó una de las mujeres que tomaba notas.
Me congelé súbitamente al oír esa pregunta y decodificar su significado: Rukia… matrimonio… dejar su cargo en el Treceavo Escuadrón…
En un tono de voz muy bajo, muy característico de ella, dio una respuesta que hubiese preferido no escuchar, porque seguro había escuchado mal.
—Eso aún no lo he pensado — Respondió y reconocí la voz de ella.
Estaba completamente impactado por lo que escuché. No podía ser cierto. No debía serlo.
Salí de mi escondite buscando desesperadamente su mirada y las mujeres que acompañaban a Rukia se horrorizaron con mi presencia al notarme, no obstante Rukia quedó estática, sin cubrirse, sólo rehuyendo de mis ojos.
Ella solicitó que nos dejaran a solas en cuánto fue capaz de darse cuenta de que yo había oído todo y que necesitaba explicaciones.
—Ichigo… — susurró con pesar.
El escucharla decir mi nombre de esa forma hizo que mi corazón se sintiera estrujado.
—¿Qué es esto, Rukia? ¿Una broma? — interrogué descolocado.
La respuesta nunca llegó. Ella se volteó dejándome ver con claridad donde terminaba su cuello y empezaba su espalda. Sus hombros estaban descubiertos.
—¿Por qué no me lo dijiste? — exigí saber.
Ella seguía sin contestarme y yo sentía como mis extremidades inferiores se rehusaban a sostener más mi peso.
—¡Rukia! — la llamé.
La visión de sus ojos acuosos indagando en los míos fue todo lo que necesité.
—¿Te están obligando? ¿Es algo relacionado con los nobles? ¡Responde! — espeté furioso — ¿Byakuya está involucrado?
—Nii-sama no tiene que ver en esto — respondió a esa única interrogante.
No lo comprendía, no tenía una idea precisa de qué estaba pasando o por qué, pero en mi cabeza no podía concebir la idea de Rukia casándose si no era por alguna imposición o algo por el estilo.
—¿Qué es entonces, Rukia? — insistí.
Me acerqué a ella que había dejado de mirarme hacía unos instantes y posé mi mano izquierda en su hombro desnudo. Fueron dos segundos, pero pude percibir la calidez y lo tersa de su piel. Sentí que ella dio un respingo ante mi toque y posteriormente se ofuscó y quitó mi mano como si mi contacto le repeliera.
—¡No es tu problema! — contestó secamente.
Después ella se marchó y dejandome anonadado por su reacción.
Comprendí que ella no me quería ahí y a decir verdad no me sentía capaz de quedarme e insistir, por lo que me marché, alejándome de esa mansión todo lo posible pero sin dejar de pensar en lo que acababa de saber.
Sólo había una persona que podía responderme, dado que Rukia había dado clara muestra que no lo haría, y esa persona era Renji. Lo busqué en la taberna, en la base de Sexto Escuadrón, y en otros lugares, pero al final lo encontré en el dojo del Onceavo escuadrón, junto con Ikkaku. No sabía por qué, pero encontrármelo así de despreocupado hizo que me hirviera la sangre. Me aproximé a él y lo sujeté de su ropa.
—¿Cómo es eso de que Rukia se va a casar? — le exigí una explicación.
Renji no hizo nada para defenderse o impedir mi brusco agarre, y sólo miró hacia abajo mientras yo lo zarandeaba esperando que con ese movimiento brusco lograr que soltara la respuesta.
—¡Contesta, maldición! — exclamé con ira.
Lo solté y Renji cayó bruscamente sin resistirse a la gravedad.
—¿Es contigo? — interrogué con miedo de la respuesta.
Sólo entonces escuché una risa irónica de su parte.
—No. — respondió rotundamente serio otra vez.
Observé que Ikkaku nos miraba con los brazos cruzados, pero atento. Intuí que estaba listo para separarnos en caso de ser necesario, porque suponía que una pelea por un motivo como ese no era algo digno, no obstante la respuesta de Renji me provocaba sentimientos muy ambiguos y encontrados…
—¡Se suponía que tenías que cuidarla! — escupí con rabia — Se suponía que al menos si no era yo… ibas a ser tú…
Renji me miró avergonzado y lo odié más por eso. Había un código entre nosotros en lo referente a Rukia, nunca fue hablado pero se daba por entendido. Lo ayudé a levantarse, y tan pronto estuvo de pie le pegué un puñetazo que él me devolvió con la misma potencia. Terminamos peleando por pura frustración hasta que Ikkaku nos detuvo. Renji cayó inmediatamente, yo por otro lado sólo sentía una opresión en el pecho antes de sentirme desfallecer.
Desperté en lo que pude reconocer como las dependencias del Cuarto Escuadrón, con Renji aún durmiendo en la cama de al lado. Me dolía el cuerpo, después de todo no me había recuperado del todo de la batalla reciente, y la fuerza de mi pelirrojo amigo no era nada despreciable.
—¿Qué ocurrió, Ichigo Kurosaki? ¿No estás satisfecho con lo tranquilo de los alrededores que buscas un pleito con mi Teniente para tener algo de acción? — preguntó Byakuya.
Byakuya se percató de que estaba despierto y con su altivez se acercó a mí.
—No intentes buscar problemas, Kurosaki — me advirtió.
Lo miré fijamente y simplemente lo único que podía concluir era que de algún modo u otro él tenía que ver con lo del matrimonio de Rukia. Él y las rebuscadas formas de la nobleza para ejercer presión sobre quienes son parte de ella. No era nada que no hubiese visto antes.
—Tú eres el responsable — le dije con tono incriminatorio.
—¿De qué me acusas? — preguntó con desdén.
—De que Rukia vaya a casarse — solté esa oración con reticencia.
Byakuya Kuchiki me miró serio después de escuchar mi aseveración.
—Yo no me casé con Hisana por imposición de nadie. Rukia no se casaría si no es lo que quisiera. Yo no la he obligado a nada y nunca lo haría — aclaró — Si ella va contraer nupcias es por su decisión.
Una vez que salió de la habitación yo seguía conmocionado. La única razón que explicaba el proceder de Rukia se había desvanecido, y sólo me quedaba la cruda verdad: ella se iba a casar y no era bajo presión; había llegado la hora de sopesar de que tal vez aquella unión se daría porque era lo que ella quería, y un sinfín de preguntas surgieron a su vez: ¿con quién…? ¿Se había fijado en él en el transcurso de tiempo en el que yo no estuve? ¿O tal vez de antes? ¿En esos lapsos de tiempo en los que nos separábamos, quizá?
—Ichigo — llamó mi atención Renji.
Lo miré y aprecié que él ni siquiera me miraba a los ojos.
—Lo siento — se disculpó.
—No es tu culpa — respondí mirando al techo.
—Recupérala. Yo sé que ella en realidad te quiere a ti… — confesó él.
Por mucho que intenté que me mirara para corroborar esa información tan valiosa y significativa, él no lo hizo y no lo culpaba… no quisiera estar en su lugar, porque si yo tuviera que decirle algo así a él sería indudablemente doloroso.
—Tu nunca la has escuchado hablando sobre ti, sobre cuánto confía en ti - continuó con su discurso – jamás has visto como brillan sus ojos cuando dice tu nombre o cómo el orgullo de apropia de su voz de modo que ni siquiera se da cuenta de que la eleva un tono… Ella sonríe cuando alguien te menciona… No entiendo por qué lo está haciendo, no tiene sentido.
Mi corazón se sentía hinchado por sus palabras, pero todo lo que me decía se veía contrarrestado por su comportamiento anterior.
—Dices eso, pero la evidencia demuestra otra cosa — refuté su teoría.
Él se quedó callado un instante.
—Tú no eres un hombre que necesite evidencias para creer en la palabra de alguien, pero lo que hagas ahora es decisión tuya. — respondió desganado.
Se dio media vuelta y me dio la espalda, dando el claro mensaje de que no seguiría hablando conmigo.
Noté que tenía vendas en mi frente. Renji se había ensañado con mi rostro.
En tres días me recuperé por completo. Esperé que fuera de noche y me infiltré nuevamente en la mansión Kuchiki. Me parecía extraño que no estuviera demasiado vigilado como siempre, pero no me lo cuestioné demasiado. Mi objetivo era llegar a la habitación de Rukia, quien se sobresaltó al verme, pero hizo parecer como que no.
—Hola, Rukia — saludé más animadamente de lo que me sentía en realidad.
—Ichigo, ¿qué haces acá? Si Nii-sama se entera que entraste… —objetó ella.
Me hinqué a su lado y la miré fijamente.
—¿De verdad vas a casarte? — interrogué yendo directo al grano.
Ella se movió incómoda ante mi pregunta tan directa, pero aprecié que no estaba renuente como hacia unos días y aunque no respondió, sus ojos lo dijeron todo.
—¿Por qué? — insistí. Quería oírlo de ella.
—Cuando llegas a cierta edad hay cosas que se esperan de ti — contestó sonrojada y distante.
Me levanté iracundo por su respuesta tan evasiva. Ella no hacía nunca lo que se esperaba de ella… Rukia había ido en contra las reglas todo el tiempo, había infringido las reglas más estrictas por mi… ¿cómo iba a creerle eso?
—Dime la verdad, Shinigami — exigí.
—No soy Shinigami, soy Rukia — refutó.
La quedé mirando nuevamente, derrotado desde lo más profundo de mi ser.
—Rukia no me mentiría así — rebatí — Rukia me diría las cosas por su nombre. Teníamos un acuerdo en el conveníamos que no necesitábamos ocultarnos las cosas.
—¿Qué esperas escuchar? — consultó dubitativa.
—Que es una broma y que no te casarás… — solté sin pensar
Noté que preguntaría por qué y antes de que formulara dicha pregunta me acerqué lo suficiente para obligarla a que me mirara a los ojos. Me aproximé más y ella desvió por un momento su mirada a mis labios, noté los suyos temblorosos, quería besarla, necesitaba hacerlo y sin pensarlo demasiado lo hice. Fui rápido y ella no lo vio venir. Mis labios estaban contra los suyos sin moverse, estaba nervioso pero adquirí confianza cuando ella no hizo nada para alejarme. Profundicé el beso y sentí sus brazos rodear mi cuello, ella me estaba respondiendo. Dejé sus labios para besar su cuello y aspirar su exquisito aroma, ella gimió y volví a su boca, mi lengua y la de ella se encontraron y fue una reacción inmediata de mi cuerpo: mis vellos se erizaron, mi corazón latió tan fuerte que podía oírlo en mis oídos, mis manos temblaban y comencé a excitarme, aún cuando no había ninguna estimulación sexual propiamente tal. Abracé a Rukia con fuerza y la levanté. Me apoderé con más seguridad de sus labios y besé todo su rostro cuando satisfice en parte mi necesidad de sus ósculos. Sentí su rostro acalorado con mis labios y me permití grabar en mi memoria una imagen de ella completamente entregada a lo que estábamos compartiendo, y cuando notó que la estaba mirando, se ocultó en mi pecho, avergonzada.
Cargándola aún, busqué la pared más próxima y me dejé caer delicadamente. Ella apoyada en mí, entre mis piernas, mientras la abrazaba y no nos decíamos nada.
—Rukia… — la llamé.
—No digas nada… por favor — solicitó.
Ella se arrodilló frente a mí y con sus manos suaves y pequeñas recorrió el contorno de mi rostro para luego volver a besarnos ávidamente. Esos eran mis primeros besos y nunca esperé que fueran tan intensos. No creí que se sintiera como se sentía, pero lo atribuía a que era ella, y lo que ya me había cuestionado minutos antes, de si se había percatado de mi erección fue confirmado en ese momento, cuando volvió a acercarse de frente a mí.
—Lo lamento… — le dije avergonzado.
Ella negó con la cabeza, restándole importancia, pero aunque no hizo nada por aumentar mi excitación, tampoco dejó de hacer lo que hacía…
—¿Por qué te vas a casar si me respondes de esta forma? — demandé saber.
Rukia dejo de besarme y se levantó rápidamente. Al parecer mi pregunta la sacó de un trance.
—Esto fue un error — concluyó ella.
La miré sorprendido y ofendido por sus palabras. Me daba un mensaje y luego otro completamente distinto. Su conducta era muy ambigua.
—Tu y yo no podemos estar juntos — dictaminó.
Sólo la miré ofendido y lastimado. Asentí y me fui, por ese día no podía sentía más ánimos, pero eso no se iba a quedar así, sobretodo cuando al voltear a verla pude leer sus labios y estaban diciendo mi nombre…
Continuará...
Espero que les guste y me dejen saber qué opinan...
