InuYasha no me pertenece, pero las personalidades de los personajes dentro de esta historia y la idea para esta historia, si lo hacen.

Aló nenas del mal. Este es un relato corto de alguno capítulos, nada loco. No va a ser sexual aunque creo que tal vez pueda incluir algo en el último capítulo pero lo dudo, va a ser muy light. Las amo mucho, espero que les guste tanto como a mí. Un beso rico.


Relato 02

―Es de noche, vámonos ya, muero de sueño ―suplicó Kagome cansada y bostezando.

InuYasha lanzó una mano al aire pero siguió platicando con sus amigos, además, ahí estaba esa chica Kikyō que todo mundo sabía moría por InuYasha a pesar de tener novia. Kagome se desesperó y se fue a sentar a una silla sola. La fiesta estaba para morirse de aburrimiento y todos se caían de borrachos. ¿Por qué había insistido en llevarla si no le iba a prestar atención?

Se puso a ver algo en su celular cuando Sango se acercó a ella tomada de la mano de Miroku.

― ¿Kag? ¿Qué haces aquí? ―preguntó viendo a InuYasha por allá y a su mejor amiga sentada y sola.

― ¿Qué no lo ves? InuYasha no me presta atención, no sé qué le pasa.

Sango miró con enojo a su hermano quien hablaba muy animado con Kikyō.

― ¿Vas a dejar que esa zorra le coquetee?

Kagome suspiró.

―Conozco a InuYasha, jamás haría algo así.

― ¿Quién hablo de InuYasha? Esa gata no se le separa, ve ahora y marca tu territorio.

Kagome rodó sus ojos.

― ¿En serio tengo que hacer eso?

― ¿Quieres que esa chica se cree ilusiones?

―La verdad es que no me importa.

― ¿Por qué no eres un poco más celosa? ―preguntó de mala gana y quitando la mano de Miroku para ponerla en su cadera.

Kagome gruñó.

―Confió en mi novio.

―No confíes tanto ―espetó enojada y se hizo a un lado para dejar ver a InuYasha y a Kikyō sentados juntos―. ¿Ves eso? Cualquiera pensaría que InuYasha te engaña y peor aún, frente a tus narices, te hará quedar como una estúpida.

―Miroku, por favor, haz algo con tu novia ―suplicó a su amigo.

Miroku sonrió apenas.

―Cariño, déjala. Conozco a InuYasha, también tú, jamás dejaría que Kagome pareciera eso.

Sango resopló enojada.

―Bien, pero cuando esa chica se le acerque demasiado, no vengas corriendo y llorando a mí, porque lo único que te diré será: te lo advertí ―la apuntó con un dedo acusador.

Sango se fue de ahí sola y sin Miroku.

― ¿Qué le ocurre? ―preguntó Kagome viéndola irse.

Miroku se encogió de hombros.

―Creo que en realidad esta disgustada por la situación. No le agrada en lo absoluto esa chica.

Kagome hizo una cara y escrudiñó la mirada.

―No me importa mucho, ambos sabemos que InuYasha es demasiado bueno, incluso para mí ―soltó una risita.

―InuYasha te ama, todo estará bien ―le sonrió antes de partir tras su novia.

Kagome suspiró y perdió noción de cinco minutos en los que estuvo leyendo cosas en su celular. Una risita chillona y escandalosa la interrumpió y volteó a ver al frente topándose con la mirada negra de Kikyō Ikeda, la chica bonita y zorra que moría por su novio. Kikyō se rio viéndola mientras le rozaba el brazo a InuYasha quien sonreía sin ver a Kagome. Kagome frunció el ceño y Kikyō le hizo una cara de malvada haciendo a Kagome resoplar y volver a sus cosas. De nuevo, Kikyō rio, esa vez más fuerte y haciendo que Kagome gruñera viéndola entrelazar su brazo con el de su novio. ¿Por qué InuYasha no hacía nada?

Se paró de ahí y avanzó resonando los tacones en el suelo de cemento.

― ¿Qué carajos haces con mi novio? ―preguntó Kagome tomándola del brazo y quitándola con brusquedad―. Ándate a la mierda, puta barata ―le espeto aventándola al suelo.

― ¡Kagome! ―gritó InuYasha parándose de inmediato y ayudando a levantar a Kikyō del suelo.

― ¿Qué putas, InuYasha? ―preguntó indignada.

― ¿Qué te pasa, Kagome? ―preguntó molesto y ayudando a una llorona Kikyō―. Esta ebria, no sabe lo que hace.

―Pero tú no lo estas, por el amo del cielo ―exclamó molesta.

Dos amigas de Kikyō fueron después de algunos segundos a llevársela, ambas igual de borrachas y casi cayéndose al suelo.

― ¿Qué te sucede? ¿Cómo pudiste aventarla de esa manera?

―No esta ebria ―dijo de mala gana viendo a Kikyō caminar junto a sus amigas―. ¿Cómo puedes ser tan ciego? Sus amigas están ebrias, ella no, mira como camina, camina a la perfección ―espetó apuntando un dedo a las tres amigas.

InuYasha rodó los ojos.

―Tú no eres así, ¿tanto te molesta que hable con Kikyō?

Kagome resopló como un toro enojado.

―Escucha, InuYasha, jamás te armo escenas de celos, porque no soy celosa, no tengo porque serlo, pero de eso a que permitas que una chica te toque el brazo y por encima lo entrelace con el tuyo… ―arrugó el ceño haciendo a InuYasha frotarse el cabello― es algo muy diferente, por más borracha o lo que sea que ella haya estado, no lo permites y ya, ¡la quitas!

Las varias personas que habían presenciado todo, habían vuelto a sus asuntos tratando de darles privacidad a los novios quienes se habían apartado lo suficiente del grupo de amigos.

―Estaba ebria, Kagome ―dijo desesperado.

―Te estabas riendo con ella, InuYasha ―le lanzó entre dientes.

― ¿Y qué? Tú te ríes con muchos chicos y yo no te digo nada, porque confío en ti.

― ¡Confío en ti también! Pero no me rio con los chicos que quieren conmigo, tu sabes muy bien que ella se muere por ti, si tanto la estas defendiendo ve y hazla tu novia.

InuYasha gruñó.

― ¿Te vas a portar así?

― ¿Disculpa? ―preguntó indignada.

―Así, inmadura ―respondió viéndola.

― ¿Inmadura? ¿Y qué tal tú? Restregándote con ella y riéndote también, frente a todos, para que hablen que me estas poniendo los cuernos con la zorra de la escuela, ¿eso pretendías al estar de ligero con ella?

― ¡Ligero! ―alzó los brazos al aire―. Estas alucinando cosas.

― ¡No alucine que te reías con ella! Tampoco que dejabas que ella te tocara como si fuese yo.

―Escucha Kagome, esta discusión me está cansando, estas enojada por algo sin sentido y haz hecho algo atroz a una chica que solo estaba ebria.

―Entonces, si Bankotsu Shichinintai estuviera ebrio y yo me dejara tocar por él y me sentara junto a él, ignorándote durante una fiesta, ¿estaría bien?

InuYasha gruñó por lo bajo.

― ¡Respóndeme, con un carajo! ―pero InuYasha no dijo nada―. Sabes que es la misma situación. Pero si tanto te importa esa chica como para discutir conmigo, entonces ve con ella y haz lo que se te antoje, yo me largo de esta puta fiesta.

Caminó lejos de él y él la siguió de inmediato.

― ¡Kagome, espera! ―gritó desesperado.

¿Por qué la había cagado así? Claro que se molestaría si ella hubiese estado en esa situación con Bankotsu Shichinintai, era un maldito que quería con Kagome y trataba de hacerle la vida de cuadritos al demostrarlo a viento abierto a todo el mundo sin importarle que ella tuviese novio.

―Déjame, ¿sí? Te pedí que nos fuéramos porque tengo demasiado sueño, pero me mandaste al carajo y para empeorar, dejaste que esa puta se sentara a tu lado, te tocara y me dejaste sola como un hongo, no quiero esperarte, InuYasha, no te quiero ver ―dijo caminando y caminando.

― ¡Y a donde carajos vas! Viniste conmigo ―espetó molesto.

― ¡Kagome! ¡A dónde vas! ¡Te llevo! ―gritó Bankotsu Shichinintai desde atrás.

InuYasha volteó de inmediato para ver al chico de su estatura, moreno y de cabello negro como la noche caminar hacia ellos.

―Aléjate, Shichinintai ―gruñó InuYasha tapando la visión de Bankotsu sobre Kagome.

Ella rodó los ojos pero vio eso como su perfecta oportunidad para vengarse de InuYasha.

Salió del escudo de InuYasha y le sonrió a Bankotsu.

―Hola, Bank… si de hecho, quería saber si me podías llevar a mi departamento ―le pidió amablemente.

El chico de dentadura perfecta, sonrió como el canalla que era y a InuYasha se le calló la quijada al escuchar aquello.

―Claro que si, Kag ―le apodó de cariño haciendo a InuYasha fruncir el ceño.

― ¡Tu no vas a ninguna parte con este! ―gritó InuYasha tomándola del brazo y zarandeándola.

― ¡InuYasha! ¡Qué te pasa! ―gritó asustada.

― ¡Quítate, animal! ―fue al rescate Bankotsu.

Lo tomó de la camisa y lo empujo lejos. InuYasha se le echó de inmediato y lo tumbó al suelo mientras que le pegaba.

― ¡InuYasha, por el amor de los Dioses! ¡Déjalo en paz!

Pero InuYasha no escuchaba, Bankotsu y él luchaban por una chica que se estaba debatiendo entre irse de ahí y dejarlos solos o pedir ayuda.

― ¡Ayuda, auxilio, alguien que me ayude! ―dijo al fin. Varios chicos llegaron a la escena separando a InuYasha quien se encontraba arriba de su oponente.

Kagome corrió hasta Bankotsu para verle el labio sangrado.

―Por dios, ¿estás bien? ―preguntó asustada.

Bankotsu sonrió y se quitó la sangre de la boca.

―Estoy bien, Kagome, gracias.

Kagome suspiró y volteó a ver a InuYasha quien seguía sujetado por dos chicos fortachones.

― ¿Qué te pasa, InuYasha? ―exclamó molesta―. No puedes ir peleándote por ahí y golpeando a la gente así como así.

― ¡Tu empezaste! ¡Pidiéndole que te lleve!

― ¡No! ¡Tú empezaste! ¡Dejando que esa zorra te tocara, poniendo la maldita excusa de que estaba ebria! Ebria o no, no debiste de permitirlo, y me valen mil carajos que todos estén escuchando, me voy a ir con Bankotsu y fin del puto asunto. ¡Que hablen y digan que soy una puta! ¿Vieron a su amiguito ser manoseado por Kikyō? ―preguntó viendo a los demás chicos―. ¿Quién es la puta aquí? ―preguntó mordazmente―. Ustedes ―espetó viendo a todos los hombres―. ¡Todos son unas putas! ―algunas chicas se rieron y aprobaron con la cabeza aplaudiendo un poco y burlándose de los hombres quienes veían todo, perplejos.

Ayudó a Bankotsu a levantarse y se fueron de ahí caminando hasta la motocicleta de Bankotsu.

― ¡Kagome! ¡Regresa! ―gritó endemoniado y siendo sujetado por los dos chicos―. ¡Suéltenme! ―pero Kagome ya estaba sobre la motocicleta de Bankotsu y él chico había arrancado ya, no podría alcanzarla porque aun lo seguían sosteniendo―. ¡Ya, déjenme! ―gritó enojado haciendo que los chicos lo soltaran.

Se subió a su auto y arrancó hasta el departamento de Kagome. Las cosas no se podían quedar así.

R02

―Gracias, Bank… ―susurró Kagome estando en el departamento del chico.

Bankotsu se encogió de hombros y le pasó una cerveza.

―Kagura te adora y también yo, está bien que estés aquí. En un momento llega ella ―le sonrió con camarería―. ¿Estás bien? ―preguntó después de que Kagome no respondiera―. Sabes que puedes contar con nosotros para lo que desees ―le dijo con sinceridad.

Kagome asintió.

―Lo sé. Estoy bien, es solo que InuYasha jamás había hecho eso. ¿Crees que sea alguna señal de que quiera terminar lo nuestro?

Bankotsu se rascó la cabeza.

―No creo ―dijo ladeando la boca.

― ¿Entonces por qué lo hizo?

―Tal vez fue algo inocente.

Kagome asintió de nuevo sintiendo que todo aquello había sido en extremo estúpido.

―Tal vez lo fue y ahora soy la puta de la universidad ―rio irónicamente.

―No lo eres.

―No, pero todos lo piensan así.

―Pero no lo eres.

La puerta se abrió de golpe y una Kagura apurada y despeinada entró en escena.

Kagome rio y Bankotsu corrió a abrazarla.

―Son tan lindos ―pensó en voz alta la pelinegra.

Kagura sonrió y se acercó a ella.

― ¿Qué demonios ocurrió? ―preguntó enojada.

― ¿Cómo es que ustedes no han dado a luz su relación?

Ambos se quedaron callados y Kagome supo que había pisado una piedra que ambos habían mantenido alejada a propósito.

―Es difícil… y complicado ―comenzó Kagura.

―Olvida que pregunté ―aseguró con tranquilidad.

― ¿Estas bien? ―preguntó Kagura.

Kagome asintió.

―Estoy bien, InuYasha esta raro, es todo…

Kagura asintió tomando su mano.

―Puedes quedarte aquí si quieres, en caso de que InuYasha vaya a buscarte a tu departamento.

Kagome negó levemente.

―Estaré bien ―aseguró tímidamente y jugando con sus manos―. Regresaré a mi departamento, solo necesitaba un poco para calmarme, es todo ―suspiró.

―Te llevaré ―anunció Kagura de inmediato.

Kagome asintió, agradeció y se despidió de Bankotsu y salió de ahí junto con una abrumadora Kagura que no dejaba de hablar pestes de InuYasha.

― ¿Qué pasa contigo y Bankotsu?

―Naraku está loco porque ambos estamos juntos ―susurró manejando―. No queremos crear conmoción y hacer que todo se vuelva más grande.

―Pensé que Naraku y Kanna estaban juntos.

―Naraku terminó con ella.

― ¿Qué? ―preguntó confundida―. Es decir… él te dejó por ella y ahora… ―Kagura reprimió una mueca de dolor y Kagome se mordió la lengua―. Lo siento. Es que es muy extraño.

―Lo sé, Bankotsu también está enojado, pero hago lo posible para mantenerlo calmado… es bueno tenerte cerca, te quiere como a una hermana ―le sonrió brevemente para después volver su mirada a la calle.

―Y yo a él, sabes que lo que él sintió por mí fue hace años, cuando apenas entrabamos a la preparatoria, ¿cierto?

Kagura asintió casi riendo.

―Lo sé, no tienes nada de qué preocuparte.

―Ni tú, gracias por hacer esto; Sango me lo advirtió pero yo no hice caso, jamás pensé que InuYasha se comportaría de esta manera, es tan extraño ―dijo restregando su cara entre sus manos.

―Está bien, Kagome. Habla con él para que puedas arreglar todo, es lo que mejor funciona.

Kagura paró el auto frente al complejo de departamentos donde Sango y Kagome vivían y ambas se dieron cuenta de la presencia del auto deportivo que InuYasha Taishō poseía.

―Parece que vino por ti…

―Ugh ―gruñó―. No puede ser, juro que a veces se comporta como un hombre de las cavernas, no siempre pasa… pero cuando lo hace es desesperante.

Kagura rio.

―Suerte, muñeca. Me cuentas como fue ―se despidieron y Kagome bajó del auto, desganada y de mal humor.

Kagome abrió la puerta de su departamento olvidando por completo que InuYasha poseía una llave. Se lo encontró parado viendo por la ventana que daba a la calle.

― ¿Qué haces aquí? ―preguntó de mala gana.

―Sabía que vendrías ―respondió él.

Ella rodó sus ojos.

―Vete, InuYasha. No estoy de humor para hablar contigo.

―Por favor, perdóname ―volteó a verla hecho un desastre―. No sé porque hice eso, no debí haberlo hecho, lo siento tanto ―caminó hasta ella.

Ella arrugó el ceño.

― ¿InuYasha, que pasa? ―preguntó confundida―. Tú nunca eres así, nunca haces esto.

InuYasha se restregó el cabello con fervor.

― ¡Estás ahí, sentada! ¡Simplemente sentada! ―gritó exasperado, ella saltó en su lugar, asustada y sorprendida―. ¡Todos te ven, todos los hombres te comen con la mirada! ¡No haces nada, maldita sea! ―gruñó enojado, ella pensando que se quedaría sin voz si seguía gritando así―. No bailas, no caminas, no te portas como todas lo hacen y aun así… todos ellos…

Kagome rio.

―Sabes que jamás haría algo así.

―Te fuiste con él ―gruñó como animal―. ¡Ahora todos piensan que eres una zorra!

Kagome boqueó al escucharlo.

― ¡Tu empezaste, maldita sea! ¡Cómo pudiste comportarte de esa manera! Dejándome en ridículo, me dejaste sola, por el amor del cielo, InuYasha. Estabas con ella, tocándola, riéndote con ella, y todo por tus malditos celos. ¿Estabas tratando de enseñarme una lección? ¿De vengarte por algo que ni siquiera hice? ¿Por qué otros me veían? Estás loco, InuYasha. Pensé que teníamos algo sólido ―soltó dolida.

InuYasha se quedó callado y temió por lo peor.

―Lo tenemos ―dijo de inmediato―. Lo tenemos, Kag.

―No parece ―respondió yendo a su habitación.

Él la siguió, desesperado, siendo el hombre cavernícola que ella sabía que él era y aun así amaba.

―Lamento haberme comportado de esa manera.

―Lo has dicho ya.

―En realidad lo lamento.

Kagome no dijo nada y se fue quitando la ropa hasta quedar en ropa interior. InuYasha veía atento a pesar de que ella no insinuaba nada más que simplemente cambiarse de ropas.

―No tengo ganas de hablar ahora, vete de mi departamento ―dijo sin verlo.

―No lo hare hasta que me disculpes ―siguió.

―No, en serio, InuYasha… vete, estoy enojada y no quiero decir algo que nos pueda lastimar a ambos, no más de lo que yo ya lo estoy ―lo miro haciéndolo sentir culpable.

―Sabes que te amo ―dijo de nuevo―. Solo te amo a ti, solo te veo a ti, solo eres tú. Lo sabes, Kagome ―dijo en un tono más serio.

Ella bajó su mirada percibiendo la seriedad de InuYasha en todo eso. Nada como eso les había pasado jamás, InuYasha jamás había actuado de esa manera, siempre se había sabido controlar, por lo menos frente a los demás. Pero a pesar de eso, Kagome lo amaba, amaba cada grito y partícula celosa que InuYasha Taishō poseía en su interior porque siempre le demostraba cuanto la amaba, a pesar de todo.

―Lo sé.

―Entonces no me hagas sentir de esta manera ―suplicó viéndola ya vestida en pijamas.

― ¿De qué manera?

―Como si todo se fuese a acabar mañana ―tragó en seco.

―Ve a dormir, InuYasha ―dijo empujándolo a la salida―. También lo haré, ambos lo necesitamos.

InuYasha no dijo nada más y dejó ser arrastrado por Kagome hasta la puerta de la salida en donde ella cerró la puerta y se fue a dormir.