- ¡Ya hemos terminado por hoy, chicos!
La voz de Akagi resonó por todo el gimnasio. Los demás dejaron de correr y se pararon jadeando para luego partir en masa hacia el vestuario, donde cayeron exhaustos sobre los bancos de madera y empezaron a cambiarse conversando alegremente.
- Hiciste una excelente jugada, Hanamichi. No sabía que supieras lanzar triples. Elogió Miyagui mientras se quitaba la camisa de deporte. El pelirrojo lució una amplia sonrisa y gritó con su voz potente:
- ¿Qué te pensabas¡¡Yo soy el genio Sakuragui!
Los demás rieron. Era cierto, el número diez del Shohoku había hecho grandes progresos. Todo llevaba a pensar que muy pronto sería un gran jugador, y tanto Akagi como el profesor Anzai estaban entusiasmados. Para los otros componentes del equipo, aquello también representaba algo muy bueno; el equipo tendría reales posibilidades de ganar el Campeonato Nacional.
Pero había alguien que no se alegraba de que todos los gritos de "¡buena jugada!" y que loschillidos de emoción del público ya no fueran exclusivamente para él, que las animadoras miraran con otros ojos al pelirrojo y que Anzai le enseñara tácticas nuevas día tras día...ese era el que, hasta hacía unas semanas, había sido el jugador estrella, el milagro del equipo, el pilar sin el que no podían hacer nada...
...el número once.
Kaede Rukawa.
Fingiendo no prestar atención a nada de lo que dijeran, salió de la ducha y en menos de cinco minutos estuvo vestido y listo. Seguido de prácticamente todos los demás, cruzó la puerta del gimnasio, y allí se paró un momento, con la mochila en el hombro y el ceño fruncido.
- ¿Sendoh? Murmuró para si mismo. El jugador del Ryonan estaba charlando con Ayako y Akagi. Cuando vio que los demás salían, se les acercó con esa típica sonrisa suya que tanto odiaba.
- ¡Hey! Pasaba por aquí y he visto como jugabas desde fuera... Rukawa sonrió para sus adentros. Sendoh no se dejaría impresionar por un par de jugadas buenas que hiciera el pelirrojo. Él sabría descubrir quién era el que dominaba la pelota de verdad.
El puercoespín pasó de largo a Rukawa y a Mitsui haciendo apenas un saludo con la cabeza y se plantó delante de Hanamichi.
- ¡Sakuragui, has mejorado muchísimo! Me muero de ganas de volver a jugar contigo. Exclamó Akira. El aludido soltó una carcajada.
- ¡Hahaha! Yo que tú no lo estaría tanto... ¡Te superaré de mucho! "
Los dos siguieron hablando del deporte unos minutos. Rukawa no podía dar crédito a lo que oía, mientras les contemplaba atónito.
Apenas lo había mirado.
Su mejor rival y oponente... ni le había hablado. Había ido directamente hacia el mono pelirrojo.
Entonces...en realidad... ¿Hanamichi Sakuragui lo había superado?
Negó con la cabeza y se dirigió a toda prisa hacia el exterior. Los demás ya se estaban marchando andando en grupos. Pensativo, Rukawa arrastró la bici unos metros. Iba a subirse cuando oyó detrás de él:
- ¡Hey, zorro!
Reconociendo aquella voz al instante, se giró aparentando indiferencia.
- ¿Qué?
Sakuragui lo miraba con una sonrisa de burla en la cara. Rukawa apretó los puños. El pelirrojo carraspeó un par de veces y exclamó:
- Creo que es obvio... pero tenía muchas ganas de decírtelo. Te he superado, zorro. Ya soy mejor que tu.
El número once sintió que se le helaba la sangre en las venas. Pero hizo acopio de valor, y susurró:
- Si crees que un par de buenas jugadas pueden hacer que llegues a mi altura, es que no tienes ni idea de lo que es el baloncesto.
- Vamos, Rukawa. No te engañes a ti mismo. Los dos sabemos que es cierto... ¿Te has fijado en Sendoh? Jajaja...ni te ha mirado...
Rukawa no pudo aguantar más y saltó encima del otro, sujetándole por el cuello de la camisa, furioso. Pero Hanamichi no hizo ningún movimiento para defenderse. Sólo acentuó su sonrisa.
- Bueno, bueno...creo que con eso has dejado claro que tengo razón...
El zorro le soltó incrédulo. No pudo decir nada. Se subió a la bicicleta y se alejó pedaleando con todas sus fuerzas, mientras el pelirrojo miraba como se alejaba.
Esto no va a quedar así, Hanamichi Sakuragui. Pensó con la mirada centrada en la carretera.
Por su cabeza pasaron miles de imágenes sobre como podía devolverle al idiota la humillación que había sufrido, pasaron mil ideas por su cabeza. Pero una de ellas era mucho más fuerte y terrible que las demás.
Y por fin una sonrisa apareció en el rostro de la ex estrella del Shohoku...
Aquella niña estúpida.
"Haruko Akagi"
