Con la mirada perdida en el paisaje que contemplaba a través de la la ventanilla mientras aún había un poco de luz, admiraba como la tarde estaba a punto de terminar y todo sería cubierto por la oscuridad de la Luna. Llegaría entonces la hora perfecta para cometer crímenes, pecados y todo aquello que se presenta en el camino de las tinieblas frente a los hombres. Sus ojos se mantenían fijamente en la resplandeciente tonalidad naranjada despedía el sol mientras se ocultaba tras las montañas. Aquella imagen le hizo recordar cual fue el motivo que le llevó a encontrarse a bordo del transporte en el que ahora viajaba.

"FLASHBACK"

A través de un pasillo dentro de lo que parecía un templo, de aquellos que parecían haberse construído durante la época de la inquisición, y que aún después de siglos conservaba su arquitectura original. Las paredes de piedra, los pasillos oscurecidos y el eco de las habitaciones le producían un sentimiento de desconfianza, el lugar era lo suficiente tenebroso como para asustar al más valiente de los hombres.

Se podía observar con dificultad, como a través del lugar caminaba un chico de estatura baja, cabello negro un poco largo y desaliñado y unos ojos azules que podrían cautivar el alma de cualquiera, que caminaba con un tanto de pesadez, mirando cada detalle que le rodeaba, mirando con desdén todo lo que por su camino se cruzara. Si bien era cierto el nunca había querido asistir ahí, pero la insistencia de sus padres por alejarlo de la música lo terminó llevando a ese lugar. Sentía que vivía en un infierno, aquel no era su ambiente. Además de que aún recordaba con tristeza y rencor la última vez que había logrado ver a sus amigos, fue en ese escondite secreto en el que se reunían cada viernes para contar todos los sucesos importantes ocurridos a lo largo de la semana, a veces hasta para beber y fumar un poco. Y fue precisamente un viernes cuando les descubrieron los padres de aquel chico y haciendo abuso de su poder como progenitores, le alejaron de sus amigos.

Deseaba tanto salir de ahí, y al parecer su deseo se vería hecho realidad, aunque no de la forma que él hubiera querido. Esa misma tarde le había llamado la persona que ejercía como su superior, y que era la única con el poder de expulsarlo de ese lugar o de hacer que su vida fuera aún más desgraciada de lo que ya era.

Llegó hasta la habitación a la que debía acudir, se detuvo frente a la ornamentada puerta y por simple educación pidió permiso para entrar. En seguida su llamado fue atendido, una voz un tanto ronca y calmada, como aquellas que pueden hacerte dormir durante una noche de insomnio le concedió el paso.

Frenté a él se formó la figura de un hombre canoso de cabello corto y bien peinado, alto con un poco de sobrepeso, vistiendo un ábito de color negro. Era el arzobispo de la iglesia donde el chico había vivido los últimos ocho años de su vida.

-Buenos días señor Takarai, tome asiento por favor- Le ofreció con suma amabilidad el hombre, haciendo un ademán con la mano señalando la silla que se encontraba frente al hermoso escritorio de caoba.

-Buenos días arzobispo Watson, gracias.- Respondió el chico mientras se sentaba en donde se le había indicado.

-Como ya sabrás debido al comunicado que te hice, tengo una misión importante para ti. Ya tienes veintidós años, es hora de darte una responsabilidad más grande que simplemente actuar como monaguillo durante las misas.- El hombre guardó silencio durante unos momentos, esperando respuesta alguna de su oyente. La cual fue completamente nula. El chico sólo veía fijamente al suelo como si le diera vergüenza mirar fijamente a los ojos de su superior. Pero la verdadera razón por la cual evitaba mirarle, era que sabía que aquellos ojos cautivadores también podían ser como dagas que se encajaban en el corazón de las personas. El odio que guardaba en su corazón tanto por ese lugar como por las personas que pertenecían a él, era tan grande, que prefería ni si quiera intentar mirarlos, o no podría ocultar aquel sentimientos. Al ver que no se le había contestado aún, el religioso dio media vuelta para mirar a las afueras de su oficina por la gran ventana que se encontraba detrás de él. Se podía ver como el sol brillaba de manera hermosa en ese día, como si los ángeles iluminaran el momento en el que la noticia de su salida se le daría a Hideto. –Mañana en la tarde partirás a Londres, Inglaterra. En la Iglesia Divne te darán hospedaje y te tratarán con cariño y respeto. Ejercerás como el nuevo monseñor, debido a que tu antecesor murió en un desafortunado accidente. Espero no te cause problemas ni molestias esta decisión que tome tan repentinamente, pero me parecías el más indicado para que estuviera ahír. En el aeropuerto de Londres te estará esperando uno de los mejores sacerdotes de nuestra congregación, el Padre Ogawa Tetsuya, pienso que tal vez se llevarían bien, ya que ambos provienen de Japón y son casi de la misma edad. ¿No dirá nada señor Takarai?- Finalizó su explicación con una pregunta para evitar de nuevo el silencio de su acompañante.

-¿Mis padres ya saben de esto?- Preguntó con un dejo de desdén en su voz.

-Así es, les hice una llamada apenas ayer y estuvieron completamente de acuerdo en tu partida. ¿Algo más que quieras saber?- El arzobispo se había quedado asombrado ante el poco interés que había mostrado el señor Takarai al enterarse de la noticia. Esperaba que le cuestionara el hecho de haber tomado una decisión con tanta libertad y más sin consultarle, además de que aún tratándose de él, hacer que alguien tan joven ocupara un puesto importante en una iglesia no era lo habitual.

-Nada más, muchas gracias por la oportunidad. Me retiro debo preparar mi equipaje.- Dijo con voz seca e indiferente. El chico se había levantado ya de su silla cuando una mano le tomó por el hombro y le hizo detenerse.

-No olvides tus boletos- Le recordó el arzobispo extendiéndole la mano con un sobre en ella.

-Gracias señor. Con permiso- Tomó el sobre y enseguida salió de la oficina.

Se dirigió hasta su habitación pensado que Londres sería mejor que estar atrapado en aquella iglesia francesa la "rouge rosse".

"FIN DEL FLASHBACK"

Cuando terminó de recordar aquellos momentos, cayó en la cuenta de que el avión comenzaría a descender y que era momento de colocarse el cinturón de seguridad. Miró de nuevo a la ventana con atención, los pequeños edificios que se veían tan lejanos de pronto comenzaron a hacerse más grandes y definidos.

El capitán dio la orden para desabordar por medio del altavoz, las azafatas pronto comenzaron a ayudar y dirigir a la gente con un orden perfecto. En cuestión de minutos el chico se encontraba fuera del avión y tomando sus maletas. Recordó las palabras del arzobispo al decirle que el Cura que le recogería se llamaba Ogawa Tetsuya, la posibilidad de que el hombre no descendiera de una familia nipona era prácticamente nula. Caminó hasta la sala donde las personas recién llegadas son recibidas por otros. Buscaba con la mirada alguna túnica que identificara a la persona que estaba buscando, pero para su sorpresa cuando le llamaron y giró la vista hacia el lugar de donde había provenido la voz, se topó con un chico no muyo mayor que él, vistiendo de una forma muy casual. Pantalones de mezclilla y una camisa rosa. El cabello castaño claro no muy largo y desaliñado tenía algunos mechones de cabello muy cortos que terminaban frente a su cara formando una especie de flequillo. Aquella imagen era sin duda lo que menos esperaba de alguien que perteneciera a la comunidad católica y que ejerciera como un Cura, a menos que fuera él. Siempre había sido muy rebelde en cuanto a eso.

El chico al darse cuenta de que el monseñor no se acercaba a él decidió acercarse. Hideto aún estaba esperando que el hombre saludara en seguida a alguien detrás de él, pero no fue así.

-Buenas noches monseñor Takarai, le esperaba un poco más tarde, el vuelo ha sido rápido.- Hideto no podía pronunciar palabra alguna, había quedado completamente anonadado ante la situación. -¿Monseñor ocurre algo?- preguntó el joven con preocupación.

-Nada hijo nada.- Respondió cuando al fin pudo articular palabra alguna.

-¿Seguro monseñor?- Preguntó persistente al notar el aspecto desconcertado de su superior.

-Si hijo- Respondió con una amable sonrisa. –vámonos ya, quisiera descansar un poco.- Propuso cortésmente. Muy en el fondo sabía que no se encontraba bien. El hecho de que tratara a uno de sus supuestos colegas con tanta amabilidad era un hecho sin precedentes. No solía ser así con nadie desde que había perdido a sus compañeros de batallas en su adolescencia.

-Me han comentado mucho sobre usted, me han contado que es algo rebelde.- Comentó el chico mientras subían las maletas al taxi que les llevaría hasta la Iglesia.

-¿Perdón?- preguntó al ser sacado drásticamente de sus pensamientos.

-Disculpe monseñor no quería ofenderle.- Se disculpó en seguida haciendo una reverencia el castaño.

-No fue ninguna ofensa, no tienes de que disculparte. Es sólo que me asombra que divulguen los defectos ajenos y no los propios, y más dentro de este ambiente. También debieron decirte que estoy aquí por la fuerza, nunca quise entrar a este ambiente.-

-Ya veo- El chico no quiso preguntar más, la expresión que se había formado en los finos razgos de Hideto le había producido una incomprensible sensación de incomodidad. –Usted primero señor Takarai.- Invitó el chico para que Hideto entrara primero al auto.

-Gracias hijo. Pero deja de llamarme monseñor o señor o con cualquier otro tipo de formalismos, soy Hyde, sólo llámame así, extraño que me digan por mi antiguo sobrenombre, y creo que puedo confiar en ti para que me digas de esa forma. ¿Y tú eres?-

-Soy Tetsuya- Respondió el chico

-O bien que lindo nombre Tet-chan vámonos ya.-

-Pero es Tetsuya- corrigió el chico.

-Si Tet-chan anda apúrate no hagamos esperar más al señor.- Dijo con altanería el pelinegro.

Ambos hombres subieron al Taxi y emprendieron su viaje hasta Divine. El conductor no tardó mucho en llegar al destino que se le había marcado. Se detuvo frente a una enorme puerta de madera con un tipo de decoración barroca, de las paredes colgaban enredaderas con hermosas flores moradas en ellas. En seguida el conductor les abrió el portaequipaje para que el pelinegro tomara sus objetos personales. Segundos después de eso los servicios y amabilidad del conductor fueron recompensados monetariamente y pudo retirarse.

-¿Cómo piensas abrir esa gran puerta tu solo?- preguntó con ingenuidad Hyde.

-De ninguna forma doiha-chan.- Respondió el castaño.

-Es Hyde- corrigió el aludido.

-Si doiha-chan como digas, entra ya- Propuso Tetsu al abrir una pequeña puerta que se encontraba en la enorme puerta. De tamaño normal y bien escondida para que sólo aquellos que conocían que existía esa pequeña entrada pudieran atravesarle.

-Vaya me siento como en los cuentos de hadas en el que hay puertas escondidas en las puertas.- Comentó Hyde.

-Pues este lugar siempre ha parecido haber sido sacado de un cuento de hadas- le contestó el chico.

-¿Por qué lo dices?- Preguntó lleno de interés e intriga.

-Porque siempre suceden cosas raras. Ya lo descubrirá durante su estancia aquí. Lo llevaré a su habitación sígame.-

Hyde había quedado sorprendido ante las palabras del chico, por tal razón no hizo ningún comentario más, sólo obedeció al joven castaño y le siguió hasta su nueva habitación. Tetsu abrió la puerta y le mostró su estancia al pelinegro.

-Buenas noches doiha-chan espero que descanses cómodamente, me retiro, yo también estoy cansado y deseo dormir un poco.- Exclamó terminando con un bostezo que cubrió con una de sus manos.

-Buenas noches Tet-chan.- Le respondió con cortesía el pelinegro.