Advertencias: todos los personajes son propiedad intelectual de Cassandra Clare y J.K. Rowling igual que los correspondientes universos en este relato citados.

Este relato es la respuesta al reto de LadyChocolateLover. Sé que es horrible y pésimo y si quiere que otra persona le haga uno nuevo no me importa pero, aún así, aquí está.

¡Gracias por leer y, como siempre, toda crítica es bien recibida!


Blue, like blueberry.


Era su primera fiesta de cumpleaños, al menos propiamente dicha y Magnus estaba entusiasmado. Tenía que ser grandiosa, lo nunca visto. Tenía que ser magnificente, excéntrica y azulada. Sí, muy azulada. Si algo Magnus sabía hacer, eso era, celebrar fiestas. Y para su hijo no iba a faltar nada; incluso había invitado a los famosos magos de Hogwarts. Tampoco es que hubiera muchos niños brujos, al menos no que conocieran. Sin duda nefilims iban a venir; toda la familia Lightwood al completo (incluso Robert había delegado sus responsabilidades como Cónsul para estar en ese día tan importante). También iría Catarina, como madrina que era (aunque probablemente se arrepentiría y se excusaría diciendo que tenía que trabajar, de nuevo porque "Tengo casi cuatrocientos años, Magnus, no sé qué haría ahí entre todos esos niños pequeños"). Obviamente Clary y Jocelyn asistirían también. Incluso Luke, si conseguía convencer a Maia de que cerrase la librería por él. Simon estaba dentro, por supuesto, junto con Jace.

Como fuera, Magnus lo tenía todo bajo control; Max iba a tener la fiesta de cumpleaños más excepcional del mundo (porque su padre era excepcional, evidentemente) y porque él lo merecía todo. Y porque Alec parecía muy feliz ante la idea y hacer feliz a Alec era su prioridad. Siempre.

La fiesta era perfecta, todo azul y brillante, con piñatas, confeti y canciones aptas para todas las edades. Max no dejaba de sonreír, sus blancos dientes resaltando bajo el azul profundo de su piel, sus ojos deslumbrantes, mirando a todos lados con asombro e inocencia, su vocecita dando las gracias, tan tierna y dulce, cada vez que le daban un regalo. No podía pedir más. Todo lo que quería, todo lo que alguna vez soñó y ambicionó lo tenía ahora en sus manos; algo precioso y especial; su familia, algo nuevo y formidable, algo que pensaba que él jamás podría tener y que ahora tanto atesoraba, cada instante, cada segundo con ellos.

Estaba pensando en ello, en lo afortunado que era, cuando la infantil voz de Max llenó sus oídos.

- ¡Tienes el cabello azul! – a veces su hijo se emocionaba un poco. Pero con siete años no se podía pedir otra cosa.

- ¡Y tú eres todo azul! Tío Harry, ¿has visto este niño? ¡Es como un arándano!, ¿me lo puedo comer? – quien fuera que hubiese dicho eso podía considerarse maldito. Incluso aunque su tío fuese el mismo Harry Potter, con su rayo protector en la frente. Magnus estaba a punto de decirle algo (unas amables palabras, sin duda), cuando el niño del cabello azulado abrazó a Max. Abrazar quizá no era la palabra adecuada, más bien lo apretó entre sus brazos y le hizo dar vueltas, entusiasmado. - ¡Es como mi pigmypuff verde, pero azul!

- ¿Qué es eso? – el niño del cabello azul arrufó sus azules cejas, perplejo de que su nuevo compañero no supiese qué era eso.

- Me lo regaló tío Draco. Es como una bolita peludita y verde. Si vienes a mi casa te dejaré jugar con él – y sin decir más le tomó de las manos y saltó, emocionado.

- ¿Quieres que vaya a tu casa? – Max parecía inseguro, como si fuera la primera vez…

- ¡Clarooo! – volvió a saltar, agitando a Max con sus movimientos – vivo en Londres, con mis abuelos, pero seguro que no les importa que lleve a un amigo. ¿Cómo te llamas?

- Yo soy Max. Deberías saberlo, ya que has venido a mi fiesta de cumpleaños – replicó, haciendo que el pecho de Magnus se hinchase de amor.

- ¡FELICIDADEEEEES! – exclamó el otro niño. De la emoción sus rasgos se diluyeron, cambiando. Su nariz se estrechó y su cabello, un momento atrás perfectamente azulado, se tiñó de verde y morado. Max parpadeó, asombrado, como si no viese cosas así teniendo al padre que tenía, como si acabase de descubrir la magia. Y sus ojos se volvieron dos agujeros de luz y fantasía mientras miraba, extasiado, a su nuevo amigo – Yo soy Ted, por cierto – y le tendió la mano, sonriendo de oreja a oreja por tener toda esa atención, porque Max le observaba embelesado, sus ojos recorriendo esas facciones cambiantes, cada recoveco que no podía memorizar.

- ¿Me vas a enseñar a cambiar de rostro? – preguntó, con toda la emoción infantil tiñendo su voz aguda.

- No sé si puedo. ¿Tu madre o tu padre es metamórfo? – preguntó, todo inocente.

- No… mi padre es un brujo y mi otro padre es nefilim… - explicó, contrayendo su rostro, tratando de encontrar algo que pudiese servir, concentrándose todo lo posible – mi padre Papi hace magia, pero no sé si puede hacer lo que tú haces… - y al ver que su padre negaba con la cabeza, sombras tristes bailaron en sus ojos – si no es así… si ninguno de mis padres es eso… ¿no puedo hacer lo que tú has hecho?

- No… mi tío Harry – y señaló hacia un hombre de cabello negro y una cicatriz en forma de relámpago – me lo explicó. Mi madre, que murió en la guerra contra Voldy – asintió, muy serio – también podía cambiar su cara. Yo no lo sé, porque no la conocí, pero mi tío Harry lo dice y mis abuelos también… Y tía Ginny explica cosas muy divertidas… Mi padre era un hombre-lobo, ¿conoces a alguno? – preguntó con cierto interés, con las ansias de conocer él más personajes ilustres y diferentes.

- ¡Sí, sí que conozco hombres lobos! ¡Y mujeres también! Está tía Maia, que viene a jugar mucho… dice que es trabajo, pero siempre me trae un libro. Y Luke, es el padre de tía Clary… También conozco vampiros. Tía Lily…

- ¿Tienes una tía que se llama Lily? – le interrumpió, feliz – tengo una prima que se llama Lily. ¿Se llama Lily por ella? – preguntó.

- Mmm… no lo sé. Se lo preguntaré cuando la vea – dijo Max, muy serio – aunque no la puedo ver mucho, ¿sabes? Porque es un vampiro y si le toca el sol se desintegra. Y no quiero eso, mi padre Papa la aprecia mucho y trabajan juntos. Pero le diré a papa que le pregunte por mí y te lo diré - meditó un instante - ¿cómo te lo puedo decir?

- Puedes mandarme una carta con una lechuza – explicó Teddy, muy sorprendido de que no conociese ese método básico de comunicación entre magos (había dicho que era un brujo, como él). Max frunció el ceño nuevamente, porque si no tenían uno de esos, ¿cómo podría decirle a su nuevo amigo si tía Lily se llamaba así por su prima?

- ¿No hay ninguna otra manera? – preguntó preocupado. Realmente quería poder decirle eso, pues parecía genuinamente interesado en conocer la respuesta.

- No – Ted negó con la cabeza – pero igual tu padre Papi sabe algún otro método. Deberíamos preguntarle. Igual mi tío Harry sabe algo también – y así fue como los dos se tomaron de la mano para ir a buscar a los dos adultos. Primero encontraron a Magnus, porque era el más alto de la sala y porque su cabello oscuro brillaba, lleno de purpurina y destellos. Y porque su ropa era tan llamativa como él mismo siempre era (la paternidad no le había dulcificado su sentido de la moda). Max tiroteó de su manga y, con los ojos muy abiertos y preocupados, le preguntó si tenían una lechuza para mandar cartas.

- No, pequeño bichito azul, pero se pueden mandar igualmente por correos – explicó tranquilamente. Pero eso no sirvió para consolarles, pues correos tardaba mucho tiempo (¡Londres estaba muy muy muy lejos! ¿cómo iba a cruzar su carta todo ese mar?) – Mmm… siempre podéis usar los mensajes de fuego – y eso les gustó un poco más, o les habría gustado si Teddy Lupin supiese qué eran. Pero era un tipo de magia que desconocía, algo de lo que nunca había oído hablar.

- Igual tu tío Harry sí lo conoce. Igual es algo que aún no sabes porque eres muy pequeño… - y fue entonces cuando ambos, agarrados aún de las manos, se perdieron entre la muchedumbre de invitados buscando a Harry Potter, el más famoso de entre todos los magos por haber derrotado al brujo tenebroso (Max parecía realmente fascinado con esa breve historia y tenía muchas ganas de conocerle en persona. ¿sería tan deslumbrante como papi?, ¿tan fuerte, ágil y veloz como papa?). Pero cuando le alcanzaron se quedó decepcionado. Harry Potter no era nada despampanante. No tenía nada heroico (salvo una marca en la cara). Era… normal. Y tampoco sabía qué eran los mensajes de fuego.

- Igual tendríamos que dejarlo estar – Max confesó, después de negar con la cabeza cuando Harry le dijo si podía usar la Red Flu para ir a verles algún día.

- Niños, ¡pero si no hace falta la magia para poder hablar entre vosotros! – rió Alec después de encontrar a los dos pequeños sollozando porque no podrían mantener su amistad a través del espacio que les separaría cuando Teddy se fuese – existe internet y los teléfonos móviles – explicó – y eso es algo que todos tenemos.

- ¿Y me vais a comprar uno?, ¿y a Teddy también?, ¿cuándo podemos tenerlos? – Alec sonrió ante tanto entusiasmo, pero firmemente les dijo que aún eran muy pequeños.

- Pero siempre podemos intercambiar nuestros teléfonos y llamarnos por Skype – dijo – y así podréis veros.