Bienvenidos (as) al nuevo ¡Vuelve mierda!
Pero, tranquilos, que no hay realmente mucho cambio. Al menos no ahora.
Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen.
California. Quinceañero de Himeko Shirogane. Once de la noche.
— ¿Estás segura?
La pregunta de aquel pelirrojo de catorce no hizo más que reafirmarle su cruel, pero necesaria, decisión.
—No como para gritarlo a los cuatro vientos, pero no tengo opción. Si pasa eso que dices, me quedaré como si nunca hubiese recibido aquella carta, pero si no entonces…
Kaoru desvió su mirada hacia el suelo, recorriéndolo hasta llegar al borde de aquella camiseta holgada que traía puesta.
— ¿Malibú?
—Malibú —afirmó la muchacha con igual temor que su mejor amigo, el cuál suspiró sin convencimiento al oírla.
—No hay de otra, hagámoslo.
Su oración fue acompañada con una sonrisa amigable, aunque a simple vista no se le notaba la pizca de desconfianza en aquel gesto. Y es que él no conocía completamente a su hermano menor en cuanto a sentimientos se refiere, por lo que no tenía la mas mínima idea de qué estupidez soltaría esa noche. El que se encargaba de esos temas era su otro hermano: Boomer, él entendía mejor esto ya que, bueno, tenía una castaña novia.
—Vamos allá —dictaminó la chica, tragándose todo su miedo sumado a su orgullo, que de una u otra forma iba a ser auto-destruido ese mismo día.
Brick fue hacia el otro lado de la casa a buscar a cualquier chica que lo pudiera distraer aunque sea un poco mientras esperaba hacer su aparición si es que algo salía mal, y Kaoru se dirigió decidida hacia su perdición contemporánea.
— ¡Hola, Butch!
Aquel saludo entusiasta lo exaltó levemente, dirigiéndole a la voz toda la atención que podía producir su organismo.
—Hola —le contestó algo extrañado por su inusual actitud de una niña emocionada antes de comer pavo en navidad.
— ¿Qué tal, te estás divirtiendo?
Ambos hablaban casi a gritos, ya que por la música casi no se oían el uno al otro.
—Algo así, digamos que cincuenta y cincuenta —contestó gesticulando con las manos y haciendo una mueca que acompañara su respuesta.
— ¿Por qué? ¿No andas de galán de telenovela?
Esperaba que aquella pregunta le diera alguna especie de pista con respecto a su revoltijo de emociones, pero, bueno, era Butch.
—Claro que no, las chicas son unas taradas.
— Ah… ¿sí?
Se le quebró un poco la voz a la vez que trataba de formar una sonrisa, fallando en el intento. El muchacho se percató de este gesto, dándose cuenta por fin de la idiotez que había dicho.
— ¡No, no, no! —Rectificó negando con las manos exageradamente—No te incluía a ti. Tú eres más como…bueno, más como un chico
¡Crash!
Así no era precisamente como esperaba que el idiota cabeza de sandía la describiera.
— ¿Dijiste un…un chico?
Fase uno: Negación.
—Sí, ¿por?
— ¿Eh? Am...Bueno, yo…
Fase dos: Tristeza
— ¿Te pasa algo?
—No, nada, es sólo que…—Y fase tres: Ira, ira y más ira— ¡Ugh, eres un imbécil!
Sacó su celular y marcó «Brick Him», el nombre de su pelirrojo amigo. Una, dos, tres timbradas; suficiente para saber que había entendido el mensaje, luego cortó. La gorra andante se fue acercando a ambos pelinegros, para luego plantarse frente al imbécil y verlo con una cara de «Eres un idiota, fue tu última oportunidad».
— ¡Ey! —llamó desafiante— Observa, estúpido.
Acto seguido, besó a Kaoru como si fueran dos amantes a punto de ser separados. Aunque la verdad, lo de separarse sí sería realidad.
Butch se quedó de piedra, incapaz de realizar siquiera un movimiento al no entender lo que sentía al ver esa escena ni cuándo se había producido un amorío de telenovela mexicana frente a sus narices.
Al terminar, Kaoru plantó otro beso en la frente del pelirrojo, para luego acercarse a su oído susurrarle un leve, pero agradecido, «Adiós, Brick» y luego irse con la frente en alto como si nada hubiese sucedido aquella noche.
Dos días después, en la escuela. Lunes. Muy temprano.
Brick entró al aula, lanzó su mochila al suelo sin importarle que alguien la pisara y se tiró al asiento de su carpeta individual. Tenía grandes ojeras y el cabello más despeinado de lo normal. Ese día su aspecto estaba del asco, aunque a él poco le importaba ¿Y? ¿A quién mierda habría de importarle esas cosas si el día anterior tu estupenda y mejor amiga se había mudado a Malibú por quién sabe cuánto tiempo?
«Este definitivamente no es mi día» Pensó justo al momento que el hermano del medio de su familia se acercaba. ¡Claro, el muy imbécil ocupaba la carpeta de al lado! En ese momento odiaba más que nunca a aquel profesor idiota que había dejado que ellos se sentaran cerca, ¡era obvio que tarde o temprano armarían un desmadre! Ya sea bueno… o malo.
—Hola —saludó como de costumbre, obteniendo un gruñido— ¿Qué pasa? ¿Se murió alguien?
—No, pero se siente así cuando tu mejor amiga se ha ido del país, ¿te enteras?
— ¿Acaso tu osito de felpa de fugó? —bromeó aún sin comprender.
— ¡Yo no duermo con un osode felpa! —le gritó cómicamente, para luego volver a enojase y bufar—Kaoru se mudó a Malibú.
— ¿Qué?—Bastaron esas simples palabras para hacer que las comisuras de sus labios cayeran lentamente— ¿Cuándo?
—Ayer. Hace dos días ella tenía dudas sobre quedarse con su familia o irse a vivir a un internado de lujo en Malibú, en el que consiguió una beca completa y con el que podía aspirar a las mejores universidades del mundo, así que juntos llegamos a un acuerdo.
— ¿Qué clase de acuerdo?
—Acordamos que…—Suspiró enojado— Si el día de la fiesta tú mostrabas alguna señal que le indique que la querías contigo, ella se quedaría. Pero si no, bueno, ¿ves?
—Qué tontería, ¡pero si ustedes se besaron!
Cruzado de brazos y con el seño fruncido, escupió aquellas palabras con desagrado.
— ¡Eso fue sólo actuación! Ella me dijo que si todo fallaba, haríamos eso como una última venganza.
Ahora sí que estaba totalmente desencajado. Brick se levantó y golpeó frustrado la mesa, tratando de que su autocontrol le permitiera no dejar deformado a su hermano ni mandarlo en una caja a Australia…y no precisamente en buen estado.
— ¡Imbécil! ¿Qué no lo entiendes? ¡Si le hubieras dicho «te necesito», ella aún estaría aquí! —Respiró para calmarse, se sentó cerrando los ojos sosteniendo con su brazo su cabeza y bufó—Pero bueno, ya se fue ¿o no? No hay nada que se pueda hacer ya.
«Mierda, por eso la actitud que tenía. Ella tenía la esperanza de que le dijera eso y yo…yo le dije que…Por dios, ¡soy más estúpido que Boomer!» Se recriminó a sí mismo mientras golpeaba la palma de su mano contra su frente; luego todo encajó y se dio cuenta de que su «Soy soltero y hago lo que quiero» le había impedido ver lo obvio.
— ¡Espera! Entonces, ¿eso significa que ella estaba enamorada…de mí?
Obviamente, él era el Him más torpe en lo que a cosas del corazón se refería.
— ¿Eres o te haces, hermano? ¡Eso es lo que te estoy tratando de decir!—gritó volviendo a golpear la mesa, ahora con sus manos hechas puño— ¡De verdad que no tienes remedio! —Sentenció para luego irse de ahí.
Poco o nada le importaba perder una clase en ese momento, con tal de no verle la cara. Incluso pasó todo el día anterior ayudando a Kaoru con sus cosas y paseando por las calles en la noche hasta llegar una hora en la que todos dormían, sólo por evitarlo.
Detuvo su paso abruptamente para luego dejar que su boca llegara hasta el suelo. ¡Había olvidado su mochila!
Malibú. Internado Magnetic Status. Atardecer.
— ¡Bienvenida al internado más prestigiado del mundo!
Cuando enfocó la vista en ella, vio a una mujer refinada que ya rodaba la treintena, pero tan arreglada como si fuera a presentarse a la reina de Inglaterra o alguna estupidez.
—Gracias, creo—Masculló nuestra ya famosa pelinegra, mientras hacia un intento por no vomitarle encima a tal combinación de colores rosa pardo y blanco.
—Bueno, su uniforme está colocado en su habitación, la cual compartirá con ella. Cualquier inconveniente, avíseme.
Al mismo tiempo que se iba, una chica de larga cabellera se fue acercando a ella.
—Bonjour—Empezó con un perfecto francés—. Mi nombre es Momoko Akatsutsumi, tengo catorce años y seré tu compañera de habitación —terminó su saludo con una sonrisa y sorprendentemente con un acento poco marcado. De hecho, parecía divertirle utilizar algunas palabras en francés, más que necesitar.
La pelirroja la veía con interés mientras Kaoru hacía un intento por no gritarle a la cara todo lo que pensaba sobre ese lugar.
—Em, soy Kaoru Matsubara —respondió fingiendo algo de cortesía mientras pensaba si tendría que pasar el resto de su adolescencia portándose como una damita.
— Enchantée. Y bien, ¿qué esperamos? Te llevaré a ver nuestra habitación, ¡es maravillosa!
Momoko se llevó casi a rastras a la pelinegra directamente hacia su cuarto y se plantó frente a una puerta como si fuera a entrar al camerino de un famosísimo ídolo.
— ¿Lista?
—Supongo.
—Genial. Uno, dos, esta es mi parte favorita, ¡Et trois!
La pelirroja abrió la puerta lentamente y dejó que la boca de Kaoru terminara por los suelos. ¿Y quién no estaría así? Aquella habitación parecía sacada de un palacio, más bien el cuarto de Lady Gaga.
Kaoru fijó su vista en un paquete sobre una cama color verde que supuso era suya.
—Ese… ¿es mi uniforme?
—Oui. Adelante, míralo —incitó Momoko en tanto señalaba el paquete.
La pelinegra se acercó dudosa, abrió lentamente el paquete y sacó la prenda que había dentro.
—Debes estar bromeando —escupió con asco. Y es que aquel uniforme era, por no decir otra palabra (sí, claro), de zorra con tema de cupcake.
— ¿No te gusta?
— ¡Por supuesto que no! ¡Es demasiado femenino para mí! —«Y estúpido, también.»
— ¿Qué? Pero eres una chica, se supone que debería encantarte eso.
—Lo soy, ¡pero eso no significa que ande obsesionada con el rosa!
—Pero…
— ¡No! ¡Jamás, me niego! ¡Ni muerta me voy a poner esto!
— ¡Oye!—estalló en tanto la cogía por los hombros y la zarandeaba de atrás para delante como si fuese una muñeca de trapo—A ver, por lo poco que he visto, eres una chica ruda que odia todo lo femenino.
—Uy, que lista.
—Sí, sí —Rodó los ojos— A lo que quiero llegar es a que, bueno, ¿Nunca alguien te ha hecho sentir mal? Digo, te ha menospreciado por ser quién eres o quizá algún chico que no te haya tomado en cuenta por vestirte y actuar como…am, ¿un chico?
En ese momento, todo lo sucedido en aquella fiesta volvió a su mente como un desgraciado flashback.
—De hecho, …sí.
—Pardon, no quería hacerte sentir mal.
—No te preocupes, es común que eso suceda. Los chicos son unos imbéciles conmigo, la mayoría me juzga por ser como soy: ruda, brusca y sin ningún sentido de feminismo. Todos se comportan así, bueno, todos excepto mi mejor amigo y su hermano —sonrió con nostalgia al nombrar a estos últimos.
—Al parecer, los quieres mucho.
—Pues sí, sobre todo al primero que nombré, pero no en ese sentido. Ha sido mi mejor y único verdadero amigo desde los cinco años.
— ¿El único?—Frunció el seño.
—Pues…creo que sí. Sólo hablaba con él, además de sus dos hermanos.
—Ah, entonces eran tres —intentó comprender la rosadita. Sí, nuevo apodo creado.
—Eran, porque hace dos días descubrí que el del medio sólo es uno más de los estúpidos que me aborrecen por ser así.
—No te subestimes, amiga. ¿Por qué no intentas cambiar aquella primera impresión?
— ¿Cambiarla?
Muy bien, de acuerdo, ¿en qué momento había ido a parar a una consejera?
— ¡Exacto! Claro que hasta donde soportes, para que cuando vuelvas los dejes con la boca abierta.
— ¿Y cómo se supone que haría eso?
—Tú déjamelo a mí —afirmó cruzando los brazos con una expresión de suma seguridad. Marcó un número en su celular y a los cinco minutos una chica apareció por la puerta con un enorme maletín, mientras sonreía como si fuera a hacer una travesura.
—Toc, toc.
—Ay, por dios. ¿Quién es ella?
La señaló con los ojos entrecerrados temiendo encontrarse con una Momoko más, suficiente con la que se había estado comiendo un chocolate discretamente todo ese tiempo.
—Mi nombre es Miyako Gotokuji, un placer —Sonrió amablemente.
—Igualmente, creo. Me llamo Kaoru Matsubara.
— ¡Bien! ¿Lista para aprender? —preguntó Momoko, acabando con aquella pequeña introducción.
— ¿De qué hablas?
—Pues…querías cambiar, ¿o no? Nosotras no somos magas, lo único que podemos hacer es enseñarte todo lo que sabemos sobre moda, actitud y...chicos.
— ¡Exacto!—corroboró la rubia—Así que… ¡a trabajar!
La emoción se le contagió a aquella morena, dando por sentado que ya tenía que dejar atrás la mitad de esa personalidad que no la iba a llevar a nada favorecedor.
— ¿Por qué no? Enséñenme —aceptó encogiendo los hombros. Miyako abrió su gran maletín y de él sacó decenas y decenas de revistas adolescentes—Ay por dios, esas revistas van a comerme. No, me aplastarán y luego me comerán.
—Prepárate, que vas a aprender todo lo que está escrito aquí. De inicio a fin —habló Momoko, sosteniendo una de ellas—. Revista número uno, Go!
— ¿No eras francesa?
— ¿Qué importa? ¡También me gusta el inglés!
Horas después. Dos tiradas en la alfombra y una sobre la cama.
—"Aferrarte a alguien a sabiendas de que debes dejarlo ir es una forma de aplazar lo inevitable para esa persona…y también para ti."—citó Miyako.
—Tal vez sea cierto, Kaoru —dijo Momoko, consciente de lo ocurrido con Butch, al igual que Miyako. La pelinegra suspiró.
—Lo sé. Maldita sea, ¡lo sé!
—"El amor es una grave enfermedad mental", Platón —volvió a citar Miyako y luego sonrió—. Me encantan ese tipo de frases.
—Oye —comentó Kaoru, cayendo en cuenta y colocándose boca abajo en la cama para enfocarlas mejor—, conozco a alguien a quien también le gustan. N
— ¿En serio? A poca gente les gusta, ¿Cómo se llama?
—Boomer. Tiene novia, rubia; ni lo pienses.
—Ah, que decepción —Sonrió haciendo un mohín, tampoco era como si estuviera buscando un chico que seducir.
—Aunque, personalmente, nunca me inspiró confianza.
La forma en que lo dijo les causó gracia.
—Chicas, ya que somos mejores amigas ahora (o eso quiero suponer por las nueve horas que llevamos encerradas aquí), bueno… —comenzó la rubia, algo incómoda. Suspiró—. Les conté de mi novio, Cody, ¿verdad?
—Claro.
—Bueno, él…creo que está saliendo con otra.
— ¿Por qué crees eso?
—Anoche fui a dar un paseo por la plaza y lo vi con Bell, la chica más estúpida, creída y también la más…
—Perra —completó la pelirroja con odio puro en sus ojos.
—Exacto. El caso es que lo vi abrazándola como si estuviese a punto de acabarse el mundo, y ella bien que lo aprovechaba.
— ¿Y por qué piensas que te está traicionando?
—No lo sé, sólo lo supongo, pero no creo que este noviazgo llegue a más.
— ¿Por qué no?
—Pues, como dicen por ahí: "Con las suposiciones…"
California. Departamentos Promise.
—"…muere toda relación" —terminó Boomer con resignación y un aura de suma inteligencia.
—Tal vez no sea nada, déjalo pasar y ya.
— ¡¿Qué no han oído la frase que acabo de decir?! —se quejó cómicamente, dejando sordos a sus hermanos por medio segundo, y luego suspiró—Ella se comporta extraño últimamente, además habla demasiado con ese tal Josh y sonríe como estúpida.
—Sí, pero quizá…—empezó Brick, dejando la frase al aire al oír como timbraba su Galaxy-mini. Les hizo un gesto de "Esperen un momento" y contestó a la llamada—. ¿Sí? ¿Quién habla? —Se oyó a una voz femenina que contestaba, él abrió los ojos como si de pronto le hubiesen dicho que se ganó la lotería, para luego pararse de golpe de su cómoda cama con una enorme sonrisa de comercial— ¡Mierda! ¿Kaoru?
— ¡¿Kaoru?! —preguntaron sorprendidos ambos hermanos, sobre todo Butch. Brick cubrió con la palma de su mano el celular.
— ¡Cállense, idiotas! —Ellos vacilaron mientras que el pelirrojo volvía a hablar— ¿Qué tal todo por allá? ¿Te gusta el internado?
Malibú.
—Em…—balbuceaba la pelinegra al tiempo que sus amigas le hacían señas de "¡Pon a prueba lo que aprendiste!" o "¡Enséñale tu cambio de actitud!" Ella aclaró su garganta y pensó en todo lo que había aprendido— ¡Me fascina, Brick! Es agradable y además conocí a muchas chicas —dijo, recibiendo felicitaciones por parte de sus nuevas amigas.
California.
Después de unos segundos en los que el pelirrojo pensó en la leve posibilidad de que fuera un robot ultra modificado o que un ser de otro mundo intentaba hacer contacto con él, volvió a soltar palabra.
— ¿De verdad eres tú, Kaoru? —preguntó totalmente extrañado por tal uso de palabras de la chica, la cual usaba usualmente un lenguaje muy brusco.
Los hermanos del pelirrojo tenían la misma expresión extrañada: ¿De qué mierda habla nuestro hermano?
Un leve «Por supuesto que soy yo, tonto» se oyó de la otra línea, y la cara de los tres Him pasó a una de "¿Es enserio?" y luego de "No, me niego. Esa no puede ser Kaoru" y negar con la cabeza mirándose entre sí.
Pero al final, el oyente se inclinó por hacerle caso a su cerebro, que transmitía la señal de que esa era definitivamente su voz; volvió a tomar la palabra.
—Bueno, te creo. Y… ¿ya sabes cuándo podrás volver a California?
Se oía una leve respuesta.
— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo que no volverás hasta graduarte?!
— ¡Lo lamento! Pero se me vuelve imposible hacerlo, perdóname.
Brick refunfuñó como un niño pequeño y luego suspiró.
—Lo entiendo, Kaoru. Supongo que me llamarás de vez en cuando, ¿no?
— ¡Claro que sí! ¡Es una promesa!
—Es una promesa —repitió nostálgicamente—. Bueno, nos vemos, gruñona.
—Nos vemos, tarado —Respondió cariñosamente la pelinegra, hizo sonar un "Muack!" por el teléfono y luego cortó la llamada.
«Nos vemos» Dos palabras que dejan mucho que desear.
