- ¿Ronald Weasley haciendo deberes? ¡Ya no me queda anda extraordinario por ver! – rió Hermione.

Él le dedicó una amplia sonrisa y siguió a lo suyo.

- ¿De qué son?

- De... Mmm... pociones.

- ¿Pociones? Pero si ya no damos pociones...

- Oh... quería decir Defensa Contra las Artes Oscuras – y el chico bajó la cabeza.

- Ya... – la joven frunció el ceño.

Hermione se despidió de él y salió de la biblioteca.

A la tarde, la chica volvió a la biblioteca para buscar algunos libros y vio que el pelirrojo se había olvidado algunos apuntes ahí, seguramente porque salió deprisa al entrenamiento de quidditch. Cogió la hojas para dárselas después y entonces cayó una hoja al suelo. La recogió y leyó tan sólo la primera línea:

Nunca en mi vida pensé que tendría tanta suerte...

Esa frase despertó su curiosidad y decidió leer el resto:

Nunca en mi vida pensé que tendría tanta suerte de encontrarte.

Aunque sé que nunca podré tenerte,

Tocarte,

Abrazarte,

Besarte,

Merece la pena simplemente poder admirarte.

No pretendo que me quieras, no pretendo que me ames,

Me conformo con que de mí nunca te olvides.

Te quiero, Hermione.

Tras leer la última palabra, el corazón le dio un vuelco. No pensó. Simplemente se dispuso a correr como si no fuese a hacerlo nunca más. Llegó cansadísima al campo de quidditch y ahí estaba él: parando balones.

- ¡RON! ¡RON! – chilló saliendo al césped.

- Hermione, no puedes estar aquí... – le dijo Harry, que estaba dirigiendo al equipo desde abajo.

- ¡Aparta! – y empujó al chico, que se le quedó mirando asombrado y desconcertado.

Cogió una escoba del suelo y, torpemente, comenzó a volar.

Ron vio cómo Hermione se acercaba hacia él con una asombrosa rapidez.

- ¡Hermione! ¿Pero, qué..?

Para cuando quiso acabar la frase, Hermione ya había agarrado al chico de la camiseta del uniforme y lo estaba besando.

- Te quiero, Ronald.

- Y-yo... – el pelirrojo no podía articular palabra alguna.

- Lo sé.

- ¿E-el qué?

- Que tú también me quieres.

- ¡Tú lo sabes todo! ¿Por qué siempre lo sabes todo? – rió Ron relajándose.

- Cállate, anda – y lo volvió a besar.