Hey Arnold no me pertenece.


Día de los inocentes

Desde que Arnold había regresado a Hillwood, se dio cuenta que muchas cosas, como en todo los pueblos pequeños, no habían cambiado. Parecía que para la casa de huéspedes, el parque pequeño, la PS 118, el tiempo no había pasado.

Sin embargo, el cambio era inevitable y él los notaba, eran apenas pequeños detalles para los demás, pero que para Arnold significaban un mundo paralelo.

Cómo la casa de huéspedes con wifi. O la nueva tienda de electrónicos de Bob Pataki. O la nueva tienda de discos de lo que antes era el Karaoke Klub.

O cómo Helga Pataki no burlándose de nadie —

Helga Pataki no burlándose de él.

Era como vivir en otro Hillwood. Arnold, denso cómo es, tardó en encontrar qué era lo que encontraba tan diferente en ese Hillwood, porque, aunque todo parecía igual, nada se sentía igual.

Claro, en parte era porque él no era igual. Había un Arnold pre-jungla, que era más serio, más nostálgico, más desesperado por ayudar, un Arnold huérfano y soñador. Y estaba este nuevo Arnold post-jungla, con padres, más aventurero, menos nostálgico y menos soñador, más feliz.

No es que él esperaba ser molestado, pero Helga-post-Arnold-post-jungla era diferente y aunque Arnold no esperaba que todo fuera a ser igual; ella ya no lo molestaba como antes (cosa que él agradecia) pero aún los sorprendía tal desinterés por parte de su amiga — Si es que a esa relación de tira-afloja-me-odias-pero-me-ayudas que tenía con Helga se le podría llamar amistad —.

Pero era primero de Abril y Helga no le había hecho ninguna broma.

Ni una sola. Ningún pastelazo, ni pintura sobre su ropa ni sorpresas en su casillero. Nada.

Arnold, sorprendido y confundido por la falta de bromas hacia él ese día, se sintió como que todo volvía tener sentido en la vida cuando vio a Helga en un solitario pasillo arrastrando una bolsa negra y grande por el suelo.

¿Quien diria que ver a Helga haciendo cosas raras era normal?

Helga, quien arrastraba la bolsa por el suelo, ni siquiera notó su presencia, llevaba puesto sus característicos chucks rosas y pantalones rasgados, además de una gorra (seguramente para pasar inadvertida, pensó Arnold) negra que cubría todo su cabello.

— No estarás preparando una broma, ¿cierto, Helga? — preguntó Arnold sintiéndose como quien resuelve el misterio primero que el protagonista de la película.

— ¡Ay! — Helga, asustada por ser sorprendida, dejó de jalar la bolsa y pegó un brinco — ¡Cabeza de balón deja de andar asustando a la gente así! ¿Qué haces escondido ahí?

— Yo no estaba escondido, Helga, estoy esperando a que Gerald salga de la práctica de baloncesto.

— Sí, sí como sea Arnoldo. — Helga rodó los ojos y agitó la mano quitándole importancia — El punto es que tienes que disculparte por asustarme.

— A lo mejor no te hubieras asustado sino te hubiera cachado en pleno acto criminal.

— ¿Acto criminal? ¿Quién eres, el agente Benson? — Helga frunció el ceño y volvió a tomar la bolsa para arrastrarla — Apártate de mi camino, cabeza de balón, tengo cosas que hacer.

— ¿Una broma del día de los inocentes? No esperes que yo caiga en una después de ver el acto criminal.

— Si sigues con eso de tu acto criminal… — murmuró Helga entre dientes.

— Ya, Helga, confiesa. — Arnold se estaba divirtiendo mucho. Helga siendo atrapada en sus faenas nunca sería normal.

— Estoy sacando la basura, zopenco.

— Ajá, al menos inventate una historia mejor.

— ¿Vas a poner basura en un casillero?

— ¡Callate, Arnoldo, trato de cuidar del medio ambiente!

— Helga. — Dijo simplemente Arnold con un tono medio regaño, media súplica. Helga lo ignoró y siguió su camino, pero por supuesto, Arnold la siguió.

— ¿Tan obvia soy? ¿He perdido mi toque? — Preguntó Helga después de ver que Arnold no se iba, más para ella misma que para él.

— La intención es lo que cuenta Helga — La tranquilizó Arnold — Además, para ser honesto, ya se me hacia raro que no me hubieras hecho una broma este día.

Helga levantó altivamente su (uni) ceja.

— Pues considérate afortunado, Arnoldo, porque esta broma no es para ti.

Arnold se sintió tan confundido que se preguntó a si mismo si estaba soñando, o si estaba en clase de matemáticas o si estaba soñando en clase de matemáticas.

— ¿Qué?

— ¿En serio eres un masoquista? ¿O quieres una excusa para dejarme ciega de nuevo?

— ¿Para quién es la broma?

— Entonces en serio quieres otra oportunidad para dejarme ciega — siguió Helga y resopló — Qué antipático eres.

— ¿Para quién?

— ¿Crees que soy estúpida, cabeza de balón? no necesito que vayas corriendo a avisarle — escupió Helga, — Además no es de tu interés y ciertamente no podrás evitarlo.

— Vamos Helga, no diré nada.

— ¿Para qué quieres saber?

— Para alejarme de esa persona.

— Es para ese estúpido niño, Iggy.

— ¿Iggy? — Preguntó Arnold a pesar de que sabía perfectamente quien era, un chico de su clase de cuarto grado quien, además de Gerald, se consideraba el niño más cool de la clase.

— El de lentes y faldita.

— ¿Qué te hizo Iggy?

— Es un imbécil, eso me hace. — Refunfuñó Helga, frunciendo el ceño como si sólo pensar en él se le antojaba desagradable.

— Iggy no es tan interesante.

— Iggy es un imbécil. Primero me invita a salir y cuando digo que no, va y hace puras idioteces.

— ¿Le haces una broma porque te invitó a salir? — preguntó sorprendido, no muy seguro si porque alguien había invitado a salir a Helga, o porque ella quería llenar de basura el casillero de un chico porque la invitó a salir.

Tampoco no estaba muy seguro de querer saber la respuesta.

— Le hago una broma porque es un imbécil. — Dijo Helga sin ofrecer explicaciones, ipso facto, se dirigió a un casillero, puso la clave del candado y sin preámbulo le pidió a Arnold que la ayudara a cargar la bolsa para vaciarla en el casillero.

— ¿Este es el casillero de Iggy? — preguntó asombrado, luego cuando se dio cuenta de la estupidez de su pregunta, se contestó solo. — Por supuesto que lo es, y ni siquiera voy a preguntar cómo conseguiste la clave.

— Bien cabeza de balón, porque la paciencia se me acaba. Ahora deja de ser perezoso y ayudame con la bolsa.

— No voy a ayudarte con eso. — Contestó rápidamente.

— Y yo que pensaba que yo era la mal educada. — Helga frunció los labios y arrebató la bolsa de Arnold — Bien, no me ayudes, entonces vete.

— No voy a dejar que hagas eso. — Contestó Arnold, luego para probar lo serio su declaración, le arrebató de la mano la bolsa.

Helga abrió los ojos, como si Arnold le acabará de negar la paz mundial.

— ¿Qué? — se lamió los labios resecos y puso la mano sobre la cadera — Te sugiero que reconsideres lo que acabas de decir Arnoldo.

— ¿Por qué quieres hacerle una broma, Helga? — preguntó Arnold de nuevo.

Se sentía como si tuvieran nueve años, diferente situación, pero él ya sabía reconocer el patrón. El patrón donde Helga lo molestaba todos los días, pero después lo Helga ayudaba y le declaraba su amor, para luego decirle que todo era el calor del momento y finalmente Helga haciéndole pasar un martirio el día de los inocentes.

— Ya te dije es un imbécil.

— ¿Te hizo algo? — Preguntó, pero no espero respuesta — ¿Es porque te invito a salir? ¿Esto es una clase de… respuesta?

— Te lo advierto, cabeza de balón… — Helga cerró los puños y el cejo se le frunció, un claro signo de que se le estaba colmando la paciencia.

— ¿Te gusta? — la interrumpió.

— ¿Eh? — Helga frunció más el ceño, más por la sorpresa que por la pregunta — ¿Por qué demonios piensas eso?

— Porque te invito a salir — Declaró Arnold, como si fuera obvio.

— Tienes una mentalidad retorcida — Murmuró Helga, preguntandose quién estaba más confundido, si Arnold por sacar esas conclusiones — a pesar de ser tan denso — o si ella por entender lo que él quería decir.

— No me gusta alguien sólo porque me invita a salir.

— ¿Pero te gusta?

Helga lanzó un resoplido, y maldijo con la mirada a Arnold y a su persistencia, pero en lugar de vociferar su frustración (como Arnold estaba seguro que haría) se quitó el gorro y se lo aventó a la cara.

— Pongo basura al casillero de Iggy por esto. — Dijo, y apuntó a su cabeza. Arnold no necesitaba más instrucciones, la diferencia era obvia, las largas coletas de Helga se había ido, el moño también, en cambio, ahora las puntas de su cabello rubio le rozaban las mejillas.

— ¿Porque tienes el cabello corto?

Helga resopló de nuevo (había perdido la cuenta de cuántas veces había resoplado en la última hora) — Por qué Iggy me invitó a salir y yo dije que no y el imbécil me pegó chicle en el cabello y lo tuve que cortar.

— ¿Por qué alguien haría eso?

— ¡Exacto! — dijo — Ahora, ¿me vas a ayudar o vas a seguir haciéndome perder valioso tiempo?

— Entonces ¿Fue porque dijiste que no querías salir con él porque no te gustaba?

— Supongo que elegiste lo segundo — Helga rodó los ojos y a duras penas, comenzó a cargar la bolsa. Arnold, de repente ya más a gusto con la situación la ayudó.

Para cuando el timbre de fin de hora sonó, el casillero de Iggy estaba lleno de basura, Helga y Arnold ya se habían lavado las manos rigurosamente y se dirigian a la salida por un bien merecido sandwich de pastrami.

Antes de salir, Helga alzó la mano hacia Arnold — Mi gorra, cabeza de balón.

Arnold, que la tenía guardada en el bolsillo de su de su suéter, estaba a punto de tendersela, pero impulsivamente, la dejo ahí.

— Te ves linda así, Helga.

— ¿Eh? — Helga apartó la mirada rápidamente, pero Arnold pudo ver el rubor en sus mejillas, también pudo sentir como sus propias mejillas se le calentaban.

— Deja de decir estupideces, cabeza de balón, vamos por ese pastrami.

Las cosas eran diferentes. Pero diferente no era malo.


NA — ¡Hace años que no escribia fanfic (como cinco)! y estoy muy feliz de estar de vuelta con un perfil y un fandom diferente, las viñetas no van a tener continuidad, pero si forman partel del mismo universo. Espero que les guste este primer capitulo, dudas y reviews son bienvenidos.

También especialmente gracias a mi bff jo-stranger por betearme el capitulo y dejarme comentarios muy lindos en los margenes.