HISTORIA DEL PRIMER AMOR
by Xiina
ESTA HISTORIA ES HASTA CIERTO PUNTO UNA ADAPTACION CON ALGUNOS PERSONAJES DE CLAMP.
PROLOGO
A pesar de ser verano, el ambiente era sombrío y desolador en aquel cementerio. El clima había cambiado bruscamente sumándose al dolor que se respiraba en el lugar. Amigos y familiares acompañaban a los dolientes en la última despedida del ser querido. Mientras que la ceremonia seguía, el joven de ojos ámbares tenía la vista perdida sobre el cajón donde descansaba el cuerpo de su esposa. No podía creer como la muerte se había llevado a la persona que mas quería en el mundo. A una mujer, que ahora solo descansaba frente a ellos y que jamás despertaría. Con quien compartió momentos, pocos pero intensos. Entonces, cerró los ojos sin poder contener más las lágrimas que caían amargas de ellos, mientras que los recuerdos golpeaban contra él asiendo su dolor mucho más profundo.
¿Porque?
¿Por qué la muerte se había llegado a su esposa a tan temprana edad?
– ¡Hey, Shaoran! ¿Quieres que seamos amigos?
Esa frase lo inicio todo.
Casi podía jurar que escuchaba la voz de su esposa cuando se conocieron, y no pudo evitar que nuevas lágrimas surcaran su rostro. Los recuerdos siguieron pasando por su mente: su boda, los viajes, compras, paseos. Todo, absolutamente todo pasó por su mente tan rápido, aturdiéndolo más y sintiendo un profundo dolor en su pecho. Todo tan veloz y tan abruptamente que maldijo una vez más por su desdicha. Ella lo dejaba solo, solo en ese mundo sin vivir más con su compañía.
Otro hombre se acercó a su lado y depositó un ramo de flores de cerezo sobre el cajón. Se situó a su lado y lo abrazó sintiéndose también abatido. Y es que no era para menos, a todos los había sorprendido la terrible noticia. Ella lo sabía y no les había querido decir nada para evitarles dolor. Un dolor que ahora era mucho más fuerte y que ya nada se podía hacer para evitarlo. Porque ella era su única hija y su única razón de vivir.
Ahora una mujer se acercaba a ellos, llorando en silencio y llevando entre sus brazos un pequeño bulto blanco que dormía profundamente, inconsciente de lo ocurrido. Una recién nacida producto de del amor de dos personas, tan chiquitita e inocente, que ni siquiera imaginaba la falta de una madre en su vida.
Un sonido llamó la atención del castaño y volvió la vista al féretro de su esposa que ahora descendía en el nicho donde sería su último hogar. Él se acercó al hoyo donde bajaba lentamente, tan lento como un sueño, y tomó de un costado un poco de tierra para tirarla sobre el ataúd y las flores de cerezo que tanto le encantaban. Cerezos, esas hermosas flores primaverales que siempre adoraba. Y allí se quedó, estático y con un miedo terrible que lo consumía. Pensaba en su pequeña hija, en su familia incompleta y en su propia vida, ahora ¿Cómo viviría él sin ella?
–Shaoran.
Su madre se situó frente él para secarle las lágrimas y entregarle a la niña, a quién no había querido cargar por el temor de hacerle daño.
–Hijo, es hora de irnos.
Shaoran Li no quiso moverse de su lugar. No quería alejarse de ella.
No.
No tan pronto.
No quería enfrentar al mundo sin su compañía, sin su sonrisa. Pero ya todos se habían ido, dejándolo solo con sus pensamientos, y su pequeña bebé.
Pero tenía que ser fuerte, por él y por su hija. Así que mirando la lapida por última vez, apretó con cuidado el bulto suave entre sus brazos. Giró, despidiéndose en silencio, y siguió a su madre. Caminando con pasos inseguros. Una pequeña brisa de viento removió la manta blanca con bordes rosados haciendo que el rostro sonrosado de la criatura se dejara apreciar, para que luego sus orbitas chocolates le miraran atentamente. El también la observó en silencio mientras que a su mente llegaban uno de los recuerdos más maravillosos de su vida.
El día que ella le había dicho que estaba embarazada.
Todo tan hermoso e irreal, que en ningún momento el siquiera sospechó que aquella dulce muchacha le estuviera ocultando algo.
Hace ya nueve meses atrás. Los días pasaban entre la espera del bebé, las cosas que compraron para la nena y los extravagantes antojos que enfrentaba su esposa. Así, al fin llegó el día del nacimiento. Era un sábado de madrugada. El pensó que era una broma de su parte, pero no lo fue y manejando como un demente al fin llegaron al hospital. Al verla ingresar en el quirófano, sintió un temor genuino. Como si presintiera que algo malo sucedería.
Y no se equivocó.
Porque, antes de ingresar a ver a su esposa, lo mandaron llamar.
– Shaoran, es muy difícil decirte esto… pero… Megumi está en un estado muy crítico, más delicado de lo que suponíamos–la mujer de ropa blanca rodeó su escritorio y llegó hasta él, claramente se notaba en su rostro que lo que veía a continuación no sería nada agradable – hemos hecho lo mejor que estaba en nuestras manos, pero a ella no le queda mucho tiempo. – la doctora suspiró, y él sintió un estremecimiento repentino – Tenía una hemorragia interna severa y no pudimos hacer nada. Ella sabía que tendría complicaciones en el parto, como también sabía lo mucho que tú deseabas tener a esta niña– la mujer se quitó los anteojos y masajeó el puente de su nariz – Quiso tener a su hija, aun en costa de su propia vida. Ella ama tanto a su bebé, que hasta tenía pensado morir si con eso asegurábamos que la pequeña sobreviviera al parto.
El miedo lo invadió.
La mujer volvió a colocarse los anteojos y caminó hasta la puerta, pasando por el hombre y colocando su mano sobre su hombro, brindándole apoyo y fuerza.
Fuerza que Shaoran sintiera escapar de su cuerpo. ¿Cómo pudo pasar eso sin el siquiera darse cuenta? ¿Acaso nunca se fijó en los síntomas de su esposa? ¡Tonto! Se reprochó.
Claro que los síntomas se habían manifestado. ¡Por supuesto! Reconocía que esos meses había estado tan ocupado con lo de la nueva sede de la empresa en Japón, pero no había dejado sola a su esposa, su prima estaba con ella cuando él viajaba. Pero Megumi siempre se mostraba fatigada, cansada y muy pocas veces habían salido juntos esos últimos dos meses. Pero su madre y la prima le habían confirmado que esos se debían a que ya llegaban los días para el parto y era difícil caminar con tremendo bulto entre las caderas.
Volvió a la realidad al escuchar un llamado insistente en los altavoces dispersados por todo el hospital. Al parecer él no era el único con la pena creciente en su pecho. Había ocurrido un terrible accidente.
Salió de ese frío consultorio para dirigirse por entre los pasillos hacia la habitación donde suponía se encontraría su esposa, aún la imposibilidad de asimilar toda la situación. Detuvo su paso frente a la puerta blanca. Y las sirenas exteriores ayudaron a aumentar su pánico. Ese momento podría ser el último que vería a su mujer con vida. Y quiso llorar, pero debía ser fuerte. Los hombres son fuertes ¿no?
Tomó del pestillo y lo giró lentamente, tan lento como todo lo que ocurría a su alrededor. Pausadamente, como si el destino jugara con él e hiciera más tortuosa su agonía. Un par de sollozos invadían el ambiente, llantos que reconoció de la mujer sobre la cama que abrazaba a al bulto rosado contra su pecho y de su propia madre sentada al lado de ella. Observó largamente a su esposa desde el poco espacio que hizo con la puerta.
–Yo no pude conocer a mi madre y ni siquiera tuve un recuerdo de ella, nada. – la sintió exhalar con fuerza. Sabía que ella estaba haciendo un gran esfuerzo al hablar – Pero quiero que mi hija me conozca… quién era su madre… como era – la escuchó decir, mientras su acompañante enjuagaba las lagrimas con un pañuelo – quiero que se conteste todas esas preguntas ella misma… mamá… es por eso que quiero dejar estas 8 cartas para ella… para cada uno de sus primeros 8 cumpleaños… – Megumi observó con adoración a su pequeña hija –…estas cartas tienen todo lo que le quise decir a mi niña… estas letras serán sus recuerdos.
Sintió un nudo en la garganta, e ingresó a la habitación con la mirada gacha y dolida. No la miraría a los ojos, no lo haría, porque se conocía y sabía que rompería en llanto si se veía reflejado por última vez en sus orbes verdes. Ieran Li miró a su hijo y se levantó de la silla donde estaba. Se secó las lágrimas y se acercó a la muchacha de cabellos largos y oscuros. La muchacha supo que había llegado el momento. Respiró profundo antes de besar son devoción las mejillas de su bebé, y entregándosela, las lagrimas volvían a sus ojos verdes. Ieran salió de la habitación, dándoles el tiempo precioso que necesitaban. Shaoran retuvo la mirada en la puerta al ver salir a su madre. Giró, tenso y conmocionado, caminó unos pasos hasta llegar a la cama y sentarse sobre ella, al lado de su esposa, quien se secaba las lágrimas y trataba de sonreír para él.
–Eres muy mala…–le medio dijo con la voz estremecida – muy mala… solo piensas en ti y no en mí ni en la bebé…
–Shaoran… – lo llamó, pero él se negó a mirarla a la cara – ¡Hey, Shaoran! ¿Quieres que seamos amigos? – ella repitió la frase que dijo cuando se conocieron, le tomó del mentón obligándolo a mirarla a los ojos. Sus hermosos ojos ámbar estaban tristes y llorosos – prométeme que no lloraras…por favor… – El negó rotundamente su petición, – de todas manera… pareces muy feo cuando lloras– la muchacha trató de hacerlo sonreír un poco. Ambos se miraron intensamente, Shaoran tomó sus manos y las besó con devoción, la amaba ¡Cuánto la amaba! Pero el destino se empeño en hacerlos sufrir – prométeme también que… nuestra hija de llamara… Sakura –los ojos masculinos demostraron la sorpresa. Los labios femeninos temblaron, demostrando que nuevamente el llanto era inminente – perdóname Shaoran… – sollozó – por lo que te hice en el pasado y lo que te estoy haciendo ahora…lo siento mucho… –sollozó – daría todo porque ya no sufrieras como lo hiciste antes... perdóname…
–Megumi… – él la calló con un beso – no me pidas perdón por algo que tu no hiciste…soy yo quien te pide que no te vayas… que no me abandones… ¡Entiende que no podré vivir sin ti! – Megumi no pudo evitar llorar más y abrazarlo con fuerza. Había llegado el momento, y sintió miedo. Un miedro atroz.
–Abrázame, Shaoran – El joven la tomó con delicadeza, recostándose con ella en la cama – Tengo miedo. No quiero alejarme de tu lado.
Estuvieron largos y silenciosos minutos, sintiendo la respiración del otro, hasta que una de fue pagando lentamente. Megumi cerró los ojos y con un último suspiro dejó caer su mano inerte a un costado. Shaoran sollozó con fuerza sobre su cuello, negándose a creer que eso estaba pasando.
Que, Megumi había muerto.
Regresando al presente, se limpió unas lágrimas del rostro antes de subir al auto que lo regresaría a su hogar. Mientras que en su mente aún se repetían estas palabras:
…Prométeme que nuestra hija se llamara Sakura…
N/A: Hola ¿Cómo están? Espero que puedan leer mi historia, en realidad es la primera que escribo, así que cuando dejen sus comentarios no sean tan duros conmigo, ¿si?
¿Qué les pareció este prólogo? Espero que no les aburra tanto... bueno dejen sus REVIEW.
¡Cuidense!
NOTAS DE REEDICIÓN: Dando mis disculpas y reportandome, evitando también que "Fina" haga una huelga de hambre en mi casa porque ya descubrió donde vivo. Bueno, comenzando de nuevo. ¿PORQUE? Porque vino un mal hombre y me robo la cartera. ¿Y que tenía en la cartera? Mi USB, donde estaba algunos bocetos de la continuación de la historia. Así que entre depresión por lo sucedido volví a ajustar algunas cositas que necesitaba esta historia. Pff!
¡AMABA ESE USB!
