N.A: Esta historia comienza justo después de El Gran Juego, y no es la continuación de la anterior historia, The road less travelled.

Nota de la Traductora: Esta historia es una traducción de la original 'The heart in the Whole' que pertenece a VerityBurns. La traducción está hecha con su permiso, y se recomienda leer la versión original si es posible, ya que siempre será mejor.
Hay aclaraciones al final del capítulo, por si fuesen necesarias.

ADVERTENCIA:Por TCE (traumatismo craneoencefálico.) Si no significa nada para ti, supongo que no tienes que preocuparte por la advertencia.


Dos disparos.

Habían sido dos disparos.

Rebobina…

Esperando, espalda tensada contra la pared de la cabina, piernas tensadas y listas.

Esperando, el poder enroscándose en su cuerpo, su mirada estrechándose, concentrada en el arma en la mano de Sherlock, y en el dedo de Sherlock que comenzaba a apretar el gatillo.

Esperando, pasado el punto en el que había alguna posibilidad de que Sherlock cambiase de opinión o se detuviese, hasta el momento en el que el disparo se volvió inevitable.

Solo en ese momento se movió, liberando toda aquella energía en un arranque acelerado que lo envió volando a través del suelo de baldosas, directamente hacia Sherlock, con los brazos extendidos para estrecharle entre ellos, retorciendo el cuerpo para maximizar la velocidad mientras hacía que los dos se hundieran en la piscina, a la vez que la bola de fuego del chaleco bomba estallaba sobre sus cabezas y la fuerza de la explosión les enviaba al fondo del agua.

Ruido, luz, presión, falta de aire, todas las sensaciones inundando su mente pero ninguna de ellas tocando el horror subyacente mientras su cerebro se conectaba con sus oídos. La falta de respuesta de Sherlock, el recuerdo de su cuerpo sacudiéndose de repente mientras John le giraba, y la insoportable, petrificante consciencia de haber oído dos disparos.

Dos disparos, cuando solo debió haber sido uno…


John se despertó tambaleándose, agarrotado e incómodo en la silla del hospital, con la mirada yendo inmediatamente a la figura quieta en la cama, y después a los indicadores de las máquinas situadas a cada lado.

Ningún cambio.

Bajó la vista a la mano que estrechaba la suya. La mano fuerte, hábil, que normalmente se movía con tanta precisión y determinación. Los largos dedos, que podían dominar un violín y hacerle entregar sus más exquisitas notas. Parecen tan frágiles ahora, tan quietos, las venas azules tan evidentes a través de la pálida, pálida piel…

Casi sonrió pensando en la reacción de Sherlock si abriese los ojos y viese a John sujetando su mano. Definitivamente elevaría la ceja ante tal imposición, lo sabía.

Movió la vista, como si por mirar fijamente a las cejas de Sherlock las animase a moverse, pero no ocurrió nada. Sus ojos recorrían los marcados pómulos, la larga mandíbula, y los sorprendentemente carnosos labios. La más viva, la más consciente y vibrante de todas las personas que John había conocido… ¿Dónde estaba ahora?

La puerta se abrió detrás de él, pero no se giró para mirar. El personal había intentado mantenerlo fuera al principio, insistiendo que no era de su familia, no tenía relación, ni derecho, pero John bajó la cabeza y se negó a moverse. Mycroft entró antes de que estuviesen a punto de sacarle.

'Solo tienen un paciente gracias a John.' puntualizó Mycroft, con una sonrisa de aprobación que John apenas percibió. Fue él quien alcanzó y giró a Sherlock, de manera que la bala que habría entrado por detrás de su cabeza, en cambio, solo pasó rozándola.

Hubo una discusión, pero John había dejado de escuchar. Tenía ya suficiente experiencia con los hermanos Holmes para saber quien ganaría.

'¿Ningún cambio?' – Era Anthea, haciendo su control matinal en nombre de Mycroft.

John negó con la cabeza. No quería a Anthea en la habitación. No estaba preocupada por Sherlock. No le importaba si la figura en la cama todavía albergaba un alma o si solo era un caparazón, una casa vacía. A ella no le importaba, Sherlock solo era un punto en su agenda, le traía sin cuidado.

Miró a su alrededor. Ningún vendaje alrededor de la cabeza de ella, ninguna aguja en sus brazos, ningún ventilador manteniendo su respiración. Ojos abiertos, consciente, alerta, despierta….no podía mirarla por mucho tiempo mas. ¿Por qué tenía que ser el cuerpo de Sherlock el que yacía en esa cama? Tantas otras personas, y ninguna de ellas tan viva como Sherlock, ninguna tan única, ninguna tan importante.

Como doctor, John sabía que no estaba bien pensar así, claro que lo sabía. Ofenderse con todo el mundo por caminar y hablar mientras que Sherlock no podía, estaba mal.

Como hombre, le daba igual. Mejor si fuese cualquier otra persona, mejor si fuese Anthea, mejor si fuese él mismo. Mejor que fuese cualquiera menos Sherlock Holmes, quien dejaría un hueco tan grande en el mundo.

Cuando recordó girarse de nuevo, ella ya se había ido.


Habían pasado seis días y siete noches desde la explosión.

La primera noche fue de pánico, de horror; una imagen borrosa de movimiento y color en la memoria de John.

El viaje en ambulancia, la sangre, los gritos, la actividad frenética con una total quietud en su centro. Ninguna respuesta de Sherlock, ninguna reacción. Todavía vivo, pero de alguna manera ya ausente.

Gente empujando a John, luces en sus ojos. 'Shock' decían. 'Estas en shock.' Sentado a un lado, de espaldas a la pared, mirando a un hombre que no estaba allí. Impotente.

El hospital. Sherlock trasladado. Cirugía de emergencia para mitigar la presión en su cerebro. Reparando el daño provocado por la trayectoria de la bala que se dirigía directamente a la parte de atrás de su cráneo. El deseo desesperado de que sobreviviese.

Sentado en la sala de espera, con las dos manos temblando, la gente hablaba pero era solo ruido, no tenía sentido. En su cabeza las palabras daban vueltas y vueltas…Tan solo vive después de la operación Sherlock, tan solo no te mueras. Vueltas y vueltas alrededor del jardín, como un osito de peluche. No te mueras, Sherlock, solo no te mueras. Una y otra vez, hasta que creyó que se volvería loco.

Después,el primer día solo, sin rumbo, perdido.

Un día de café sin beber y preguntas de la policía que no significaban nada, no tenían sentido, eran irrelevantes - ¿No podían ver que no importaba? ¿Qué importaba ya?

Un día de espera a que Sherlock despertase. Que despertase y respondiese las preguntas, y pidiese ser liberado para poder irse a casa - ¿Es que no sabían que tenía varios experimentos en fase crítica?

Un día largo, interminable, un día que pasaba y Sherlock no se despertaba, y no saltaba fuera de la cama para salir corriendo detrás del maldito Moriarty, y no le gritaba a John por ser aburrido y predecible y un idiota, y no se despertaba…y tan solo no se despertó.

Una noche silenciosa. El pitido de los monitores, el siseo del ventilador, se desvanecían en ruido de fondo.

Silencio.

'A veces no hablo durante días,' Sherlock le había advertido. '¿Eso te molestaría?'

John no había respondido a esa pregunta realmente, pero su respuesta habría sido 'No' si hubiera dicho algo. Ahora le molestaba. Ya no diría que no nunca mas.

El segundo día trajo a más expertos. Por primera vez John deseó no haber sido doctor, y así no entender el significado de la escala de Coma de Glasgow, no estar familiarizado con el diagnóstico del Traumatismo Craneoencefálico, y no saber cuanto habían caído las posibilidades de Sherlock una vez que habían pasado 24 horas.

Mycroft estaba allí, estaba hablando con los médicos, haciendo preguntas, pidiendo una información que John sabía que no podían darle. Ninguna cantidad de poder o influencia podía deducir los misterios del cerebro humano. No había manera de saber cuando, o si Sherlock se despertaría, o como podría estar afectado.

Los especialistas estaban hablando con Mycroft. John podía oírles mencionar posibles problemas de memoria, de habla, de visión o equilibrio. Sherlock podría sufrir cambios de humor, y su personalidad podría verse completamente alterada.
Las cuestiones mas importantes tendrían que ver con sus habilidades cognitivas – atención, concentración, procesar información…todas las cosas que Sherlock valoraba mas en si mismo podían haber desaparecido.

¿Lo sabría? Se preguntaba John. Si se despertase como un hombre diferente, un hombre corriente, como todos los demás, ¿Sabría lo que ha perdido?
A veces la gente no lo sabía – salían de un coma en rechazo, incapaces de comparar su comportamiento de después de la lesión con sus capacidades anteriores a ella, sin entender o aceptar que habían cambiado. Así sería mejor, pensó John. Para Sherlock sería mejor. Lo vería cuando despertase.

Los días pasaban, volviéndose noches, vigilando, esperando a que Sherlock volviese. La gente iba y venía mientras que John se quedaba, casi tan quieto como su amigo, hablándole todo el tiempo. Hablándole de los casos, de gente que conocían, hasta del puñetero sistema solar. Dejándole solo brevemente y cuando era estrictamente necesario, entonces Mycroft venía a ocupar su lugar mientras se duchaba, comía y hacía lo mínimo para mantenerse activo.

Mycroft le hablaba, y por él, John trataba de hacer el esfuerzo. Por el hermano de Sherlock lo intentó, concentrándose en las palabras, pensando en que decir, empujando a través de la niebla de negación en su cabeza. La niebla que decía que todo aquello no estaba sucediendo realmente, que decía 'Te despertará el violín a las cuatro de la mañana', que decía que todo era un mal sueño, el peor que había tenido nunca; un asunto horrible, sin lugar a dudas, pero que no era posible que fuese real.

Mycroft se rindió después de un rato, mirando a John con compasión en los ojos aunque fuese su hermano quien estaba en la cama, su familiala que nunca se recuperaría. Aun así, sonrió a John y le dio una palmada en el hombro.

Había leído los informes, decía, había visto la declaración que John vagamente recordaba haber hecho, había interrogado al francotirador responsable del disparo.

Sabía lo que había hecho Moriarty, lo que John había intentado hacer, lo mucho que John había querido sacrificarse para salvar a su hermano. Lo sabía. Lo sabía todo.

Seis días y siete noches. Un día más y John se tendría que ir a casa. Volver a casa e intentar aceptar que Sherlock probablemente se habría ido, que el cuerpo en la cama era solo eso, un cuerpo. No sería Sherlock nunca más. No sería Sherlock de nuevo.

Se había dado siete días a si mismo, siete días para esperar y rezar a un Dios que no sabía si estaba escuchando, en el que no sabía si creía, pero aun así rezó.

Después de siete días, el diez por ciento de posibilidades de recuperación bajó a un tres. Un diez por ciento estaba bien. Un diez por ciento estaba dentro de lo posible. Podrías esperar con un diez por ciento, podías esperar y aun creer que Sherlock abriría los ojos.

Que abriría los ojos y vería a John sentado allí, agarrando su mano aun sabiendo que Sherlock lo odiaría y le fastidiaría, y no querría que las emociones y el sentimiento de John gotearan sobre el.

Apartaría su mano y le dedicaría a John una mirada arrogante tan pronto como abriese los ojos. Pronto abriría los ojos. Los abriría y vería a John esperar. Esperar a que su mundo volviese.


Oscuridad. Dolor. Confusión. Estaba flotando, desconectado, perdido en el vacío. Recuerdos inconexos, ¿Lo eran? ¿Eran recuerdos, o visiones? Imágenes destellando a través de su mente. Impresiones de ruido, luz, de brazos cerrándose alrededor de él. El vacío ascendiendo y tragándole de nuevo. Negrura.

Una presencia. Una voz. Palabras sin sentido, solo sonidos, sin significado, pero familiares. Sonando cálidas, seguras, como en casa. Apagándose.

Tacto. Algo tocándole. Alguien. Una mano más caliente que la otra. Disparidad. ¿Qué era? ¿Quién le estaba tocando? Alcanzando…


John miraba fijamente a la mano que estaba sujetando, con la boca y los ojos abiertos.

¿Se lo había imaginado? ¿Sus plegarias habían conseguido un milagro o su anhelo había producido una ilusión?

No, estaba casi seguro. La mano de Sherlock se había movido. Esperó, indeciso, asustado; La esperanza es una emoción muy peligrosa.

No volvió a suceder de nuevo durante varias horas, pero entonces los dedos de Sherlock se apretaron. John echó un vistazo a su otra mano – también se doblaba.

Buscó el timbre, apretando el botón que traería a la multitud, que haría saber a Mycroft que su hermano estaba volviendo, intentando desesperadamente acallar la esperanza traicionera; recordándose a si mismo que el progreso al nivel II no garantizaba ningún avance al nivel VIII y que Sherlock se podía estancar en cualquier punto de la escala y quedarse ahí, perdido en su cabeza, durante meses, o incluso años.

Por la tarde, Sherlock estaba mucho mas receptivo, moviéndose en la cama, tirando de los vendajes y dando golpes si era tocado. Ya no tenía ventilador, respiraba por si mismo y hablaba, aunque sus palabras eran aleatorias, incoherentes. Sus ojos estaban abiertos, pero no miraba a nadie, su vista vagaba desenfocada.

'Confuso y agitado' el especialista dijo a Mycroft. 'Nivel IV en la escala Rancho. Excelente' El hombre parecía encantado.

John permitió a la esperanza en su pecho crecer un poco más, dejándola desplegarse ligeramente, un optimismo tentador pero cauteloso, todavía abrazado por la desilusión pero haciéndose más fuerte.

'El nivel III es el punto de fijación' continuó el experto. 'Si ha llegado tan lejos, es probable que progrese mas'

Mycroft murmuró algo y John oyó al doctor hacer un chasquido en desaprobación. 'No, no. Me temo que eso solo ocurre en televisión. La gente no se despierta de golpe de un coma; el cerebro no es un interruptor de la luz, le lleva tiempo reorientarse.'

Más murmullos. John durmió en una cama por primera vez en una semana. Hay que reconocer que la cama estaba en una de las habitaciones de visitas del hospital, realmente no abandonó el edificio, pero Mycroft estaba sentado con su hermano aquella noche, y John no confiaba en si mismo en no tomar la mano de Sherlock inintencionadamente, como había acostumbrado a hacer. No quería aumentar la agitación de Sherlock; era muy común en los pacientes con daño cerebral que no les gustase que les tocasen, especialmente al principio. A veces incluso percibían el contacto físico como dolor.

Era demasiado pronto para juzgar hasta que punto la persona que estaba volviendo sería el Sherlock que conocían. Estaba progresando ciertamente muy rápido – naturalmente, siendo Sherlock, tendría prisa. La sonrisa casi afloraba en la cara de John y durmió profundamente, exhausto de la vigilia, por una vez sin soñar con explosiones o disparos, pero si con los ojos de Sherlock, y con esa mirada penetrante que te recorría y sabía todos tus secretos. 'Tendría que tener cuidado con esa mirada' fue el ultimo pensamiento de John antes de caer en el sueño; Tenía que volver de nuevo a la guardia por la mañana, o Sherlock vería…Sherlock sabría…que John durmió.


Sherlock se despertó la mañana siguiente sabiendo quien era. Escuchó los pitidos de las máquinas y el crujido de alguien que cruzaba las piernas en una silla junto a él. Podía sentir una aguja en su brazo, y le dolía la cabeza. El hospital, entonces. Abrió los ojos, era de noche.

Mas crujidos, después una voz. Era Mycroft, pero decía cosas sin sentido – ningún cambio. Sherlock sonrió para si.

Oyó una puerta, pasos. ¿Es que nadie iba a encender la luz?

Alguien se aproximaba, eran pasos conocidos, que sonaban como en casa. '¿John?'

La voz de John respondió a su izquierda, pero sus palabras sonaban malamente. Sherlock giró la cabeza.

John no caminaría en la oscuridad, ¿no? ¿Estaría su cabeza vendada? Alzó la mano para comprobarlo. Había un vendaje, pero su cara estaba descubierta.

Sherlock alargó la mano, que fue rápidamente agarrada de forma familiar.

'John, ¿Por qué no te puedo ver?'


Se aceptan comentarios y correcciones si las consideráis necesarias!

Aclaraciones:

La Escala de coma de Glasgow es una escala para medir la capacidad cognitiva de los pacientes que han sufrido un Traumatismo Craneoencefálico durante las primeras 24 horas después del trauma.

La escala Rancho, sería una escala equivalente a la Glasgow creada por un hospital americano (Rancho Los Amigos.)