Las gotas de sudor se adherían a tu piel, cubriéndola de un tono brillante que no hacía más que acentuar la palidez que te caracterizaba. Es verano, y con él empieza la temporada vacacional que todos ansían al inicio del año escolar. Gimes, porque el calor es insoportable, por tu torpeza al olvidar el bloqueador solar en casa y por tener que escuchar los constantes reproches de tus padres frente a tu descuido.
Mencionan en voz alta el tener que ir a la tienda más cercana a comprar una nueva botella antes que los rayos solares invadan de células cancerígenas toda su piel, típica exageración de su parte, conduciendo 3 horas de camino para así dejarte a cargo de tu hermana menor. Menor, así en cursiva, pues sus 19 años empiezan a notarse en todo su cuerpo, en la curva de sus senos que parece querer tentar a quien la observa, en la forma como sus dedos se deslizan por su vientre al querer atrapar con sus yemas algunas gotas de sudor, en el cabello rojo teñido con el mismísimo fuego del infierno.
No puedes evitar observarla con cierto deseo, aquel mismo que empezó a crecer aquella mañana de navidad en la que, en forma inocente, robaste un beso de sus labios sabor a chocolate. No pudiste evitar sentirte culpable, disgustada contigo misma. Te encerraste en tu habitación por semanas, tratando de borrar la sensación delicada del beso que ahora parecía estar arraigado en tu memoria. Ladeas la cabeza, obligándote a saltar al agua para calmar el calor que estaba formándose en tu cuerpo. El verano ya no era la razón del rubor de tus mejillas.
Ella busca seguirte en el agua, tratando de alcanzar tu paso al nadar. Aceleras a propósito, obligando a tus piernas a seguir a pesar del cansancio que te agotaba; no quieres estar a su lado, no quieres volver a romper la inocente figura de tu hermana que aún vive en tus recuerdos. Pero no contabas con las clases de natación que había tomado el año pasado, ni con la corriente que parecía querer atraerte hacia ella.
Pronto sus manos están rodeando tu cintura, sus dedos bordeando atrevidamente el elástico del bañador grisáceo en el cual habías gastado parte de tus ahorros. Lo siguiente que recuerdas es como tus labios se acoplan a la perfección con los de ella, tu voz gimiendo su nombre en una forma tan desesperada que creías sonar como una perra en celo. Te separas solo para tomar aire y admirar el característico aquamarina de sus ojos, casi el mismo color del agua que limpiaba lo impuro de sus cuerpos.
Susurras que esto no puede volver a pasar, que ha sido un error para luego escuchar la voz de tus padres segundos después. No tienes valor para verlos a los ojos, nunca lo tuviste, y secándote con rapidez te apresuras a entrar al auto, encendiendo el aire acondicionado y observando como los tres se divertían en la distancia. Sin ti. Sin que tus padres sospechen la forma en que tus dedos se deslizan bajo tu ropa y sollozas el nombre de tu hermana corriéndote sin apartar tú vista de sus movimientos. Una lágrima se desliza por tu mejilla hasta bordear la comisura de tus labios, cayendo sobre el folleto vacacional que les habían entregado al iniciar el viaje.
Jamás creíste odiar el verano de esta manera.
Wow, 7 meses sin publicar ni actualizar ninguno de mis fics. Lo cierto es que por problemas personales, jamás se imaginarán el infierno que he vivido, me mantuve alejada de la escritura. Ni una sola palabra o frase coherente lograba salir de mi memoria, hasta hace 15 minutos cuando escribí este corto (muy corto relato).
Espero les guste, y me den su opinión. No sé si voy a actualizar los dos fics que dejé pendiente (No Hay Nada de qué Lamentarse y ) pero sí que espero poder publicar nuevas historias en el futuro.
Gracias por leer.
