Bien, en primer lugar esta historia es un SNARRY, y por lo tanto se sale de lo habitual en mí. No está terminada en estos momentos (diciembre 2011) y si no suscita interés….

En fin, como advertencias, y tan como tengo planeada la trama, cuando Harry y Severus tengan sexo por 1ª vez, Harry será menor de edad todavía. Aunque la edad del consentimiento legal en España es de 13 años, y en esta trama, Harry la habrá rebasado, entiendo que en muchos lugares es a los 16 e incluso superior.

Albus Dumbledore va a ser malo, pero malo, malo. Y Riddle, un villano redimible.

Por último, acompañando la trama principal, tendremos a Remus/Sirius, y posiblemente, alguna otra pareja más. Todavía no estoy segura de con quién emparejar a Draco….

El brujo y su aprendiz.

Los comienzos.

El Sorteo de Harry.

Decir que Harry Potter había logrado sorprender a Severus Snape, es muy poco. El hombre frunció el ceño cuando Alistar, el sombrero seleccionador, no le proclamó de inmediato un Griffindor. Ver al menudo chiquillo, de negro pelo revuelto y tez pálida, casi engullida por la copa del sombrero, tensarse rígidamente, hasta que los nudillos se le blanquearon de tanta presión contra la banqueta fue algo inesperado. ¿A qué tanta duda? ¡Era un Potter, Merlín bendito! Pero finalmente, tras una larga espera, el sombrero proclamó el anhelado veredicto, y Potter, algo sonrojado y tras una mirada fugaz hacia Slytherin, desde detrás de sus gafas, se escurrió rápidamente a la ruidosa mesa de los Leones, su lugar sin duda alguna y el hombre desechó sus momentáneas dudas, enterrándolas bajo prejuicios y rencores desplazados.

Si, el mocoso no era más que un malcriado, engreído, bravucón y pendenciero como su padre, innegablemente un Potter, aunque su físico ciertamente frágil, no era el más adecuado para intimidar por la fuerza bruta a sus oponentes. No había más que verle, sentado en su pupitre, escribiendo despreocupadamente, ¡Ignorando su magnífica charla inaugural!. Aunque rápidamente, Severus se encargó de ponerle en su lugar, gracias a una lluvia de preguntas que no fue capaz de contestar; el muy insolente, aun tenía la audacia de mirarle fijamente, desde detrás de tan horrendas gafas, con aquellos ojos tan grandes y tan verdes, sorprendentemente familiares, sin duda muy parecidos a los de su madre.

Su tendencia a meterse en líos, y porque no, la feroz competición por la copa de Quidditch, - el rapaz se las había ingeniado para engatusar a su Jefa de Casa para que le hiciera buscador el equipo - hicieron que Severus mantuviera un ojo vigilante en él, aunque no era un miembro de su Casa. Después de todo, convenía conocer al rival también como a uno mismo, no?. Sus conocimientos de las materias no eran nada del otro mundo, y Severus tuvo que aceptar tras una dura lucha consigo mismo y a regañadientes, que era cierto que había sido educado por sus parientes muggles y que no sabía nada del mundo mágico hasta su ingreso en Hogwarts. Y siempre andaba ridículamente vestido con ropas exageradamente grandes, en alguna extraña tendencia de las que suelen arrasar entre los adolescentes. Pese a que todo el mundo cantaba alabanzas del Niño que Vivió, el pilluelo parecía…extrañamente humilde, inclusive tímido., Algo aun más sorprendente, considerando quien era su padre, desde luego. Pero realmente, el tema de la odisea con la Piedra Filosofal…eso hizo saltar todas las alarmas del espía.

Ningún niño de once años, ninguno, hubiera pasado semejantes trampas por sí solo. Y aunque Potter había tenido la colaboración del joven Weasley y la Srta Granger, descifrar su acertijo era algo que casi ningún mago habría hecho y aunque había sido la Srta Granger la que desentrañó el resultado, desde luego, beber la poción desconocida requería una dosis de valor increíble. O de estupidez supina. Tal vez, de ambas. Después de todo, nada aseguraba que el contenido de todas las botellas no fuese veneno, simplemente, la confianza en unas frases escritas por él en un pergamino. Y la última trampa…esa, esa la pasó completamente solo, demostrando una férrea determinación de carácter, completamente inusual en alguien de su edad; salvando el último obstáculo, el espejo de Oesed plantado por Dumbledore mismo. Y aun así, pese a que era virtualmente imposible, el crio se las había arreglado no solo para cruzar el fuego mágico que guardaba el espejo, sino también recobrar la Piedra Filosofal, privar de nuevo a Voldemort de un cuerpo…y matar al ambicioso Quirrel en el proceso. Toda una proeza. ¡Increíble!. Y Severus se prometió observar aun más atentamente. Aunque el chico fuese un Potter.

¿Un hablante de parsel?

Pese al incordio materializado en la forma del rubio y vacuo "profesor" de Defensa Gilderoy Lockhart, Severus Snape se las ingenió para mantenerse vigilante y atento a las andanzas del ya famoso Trío Dorado en su segundo curso. Sobre todo visto el espectacular comienzo de año, con Potter y el pelirrojo llegando a lomos de un coche volador no registrado. Todo un desafío a las normas y al respeto, una travesura rayana en delincuencia. Y desde luego, verle caer de su escoba y ser parcialmente deshuesado por el fatuo, pretencioso y falso rubio Profesor de D.A. no fue agradable. Pero pese a todo, el chico soportó estoicamente una muy dolorosa curación. Pronto el año comenzó a desmandarse y entre tratar de localizar al monstruo que atacaba a los alumnos, la aparente indiferencia de Dumbledore por la suerte de los alumnos y especialmente la de su chico icono, y comenzar los preparativos para restaurar la salud de los petrificados (Pomona Sprout se encargaba de cultivar las mandrágoras, pero sobre él recaía todo lo demás) Severus le perdió un tanto la pista a Potter.

Por eso, el descubrir que el joven era un hablante de Parsel le sorprendió tanto interiormente, haciéndole dedicarle a…Harry una nueva mirada astuta y calculadora. El perfecto Griffindor, el Niño Que Vivió…hablando con las serpientes. Era realmente insólito que un mago con semejante talento natural – considerado erróneamente como malvado y oscuro - no hubiese acabado en Slytherin, verdaderamente muy extraño. Después de todo, esa era una de las más renombradas habilidades de Salazar. Y de Lord Voldemort, por supuesto. Además, Severus sospechaba que el Trío Dorado había estado involucrado en la desaparición de ciertas cantidades de cuerno de bicornio y de piel de serpiente arborícola africana. Weasley era un inepto, incapaz de tan siquiera comprender las instrucciones para elaborar la única poción que llevaba ambos ingredientes. Harry…bien, el chico no destacaba especialmente en pociones, de hecho, muchos de sus esfuerzos e intentos acababan en desastres; pero siendo justos, Severus reconoció interiormente, que el nivel de sabotaje que sufría el moreno era inusualmente alto. Si no eran sus Serpientes, era algún otro compañero, intencional o inadvertidamente. Y el muchacho apuntaba potencial…aunque era uno de esos raros casos que necesitaban otro sistema, y una especial atención para demostrar de que era capaz; tal vez…en el ambiente adecuado, su desempeño fuese otro. Pero ciertamente, la Srta Granger parecía capaz de llevar a cabo la tarea. Aunque no se le ocurrió nada para lo cual los tres adolescentes pudieran querer poción multijugos; era algo demasiado complicado y arriesgado para una diablura o una simple broma pesada.

Desde luego, en ese segundo año, Harry Potter se había superado a sí mismo, y el merito de la hazaña de la Cámara Secreta, pese a la colaboración inicial del Sr. Weasley, era por completo en exclusiva de Harry. Severus Snape estuvo tentado, muy tentado de examinar sus memorias mientras dormía, usando sus habilidades como legilimens; pero también supo a ciencia cierta que el joven nunca le perdonaría una intrusión semejante en su intimidad. Harry había demostrado ser realmente mucho más; al igual que la mayoría de sus serpientes, ocultaba su verdadera naturaleza detrás de una perfecta fachada, tal vez más eficaz por lo inusual de la misma; revelando un lado reservado e introvertido, muy diferente de lo que su aparente jovialidad por los pasillos y el comedor apuntaba. Más que capaz de guardar celosamente un secreto. Y de soportar no solo su fama, sino también la presión negativa de ser tachado como responsable de los ataques del monstruo, aparentemente volcándose y trabajando a escondidas para descubrirlo. La desconfianza del muchacho en los adultos que le rodeaban se hacía cada vez más patente; la tendencia a resolverlo todo por si mismo hablaba claramente de que no esperaba recibir ayuda o apoyo de nadie. Severus se preguntó si sus amigos le conocían realmente, o si tal vez, su amistad estaba basada en otra faceta de su cuidada máscara…dejando totalmente aislado al moreno de sus aparentes compañeros.

El colmillo del basilisco, que tan descuidadamente llevara el muchacho consigo al despacho del Director, ahora reposaba en una urna de cristal especialmente reforzado en las estancias privadas del Maestro de Pociones, tras dejar quemaduras en la mesa de madera del anciano mago. La en otras circunstancias mortal y grave herida sufrida a consecuencia de su lucha con el gigantesco reptil – el hombre había hecho los cálculos en función del tamaño del diente y sus cifras más conservadores eran…alarmantes - debería haber dejado mucho más que huellas permanentes en su cuerpo, pese a la inmediata intervención de Fawkes, el fénix. Tal vez, más que las meramente visibles. Pero pese a que su brazo debiera haber quedado destrozado, probablemente paralizado irremediablemente, el muchacho no parecía resentirse de tan brutal herida ni sufrir secuelas negativas aparentes por la exposición al poderoso veneno, sin antídoto conocido. Ni tampoco a la entrada directa de las lagrimas del fénix en su torrente sanguíneo. Y su enfrentamiento con Lucius…bien, realmente muy… Slytherin por su parte engañar al adulto de esa manera, despojándole del elfo y ganándose la absoluta e incondicional lealtad de la criatura. Muy arriesgado, pero muy astuto. Ya arreglaría cuentas más tarde con Lucius. Perder de esa manera un artefacto mágico de semejante calibre…una reliquia muy peligrosa en manos equivocadas y peor aún, no informarle de inmediato! ¿Acaso el hombre esperaba que quien quiera que fuese que había robado el diario, no intentase utilizarlo?

Lupín, una...feroz competencia?

Completamente convencido de que Harry es realmente mucho más de lo que aparenta, tanto como para considerarle definitivamente candidato merecedor de su atención, Severus Snape había iniciado una labor de seguimiento más intensiva y visible. Al menos, de cara a Harry. Pretextando que su reciente herida necesitaba atenciones especiales, aunque la enfermera le mandó a su dormitorio sin mucha espera, y tras varias revisiones privadas y exhaustivas por parte del hombre –con resultados claramente indignantes- acompañadas de numerosas pociones endosadas sin dilación, Harry se fue a casa de sus parientes para pasar el verano armado de un relicario transformado en ingenioso pastillero colgado al cuello en una cadenita, invisible para todos excepto para él, irrompible, imperdible y antirrobo, con dos compartimentos, autodosificantes y autorellenables con comprimidos de pociones concentradas. El Maestro de Pociones tampoco quería arriesgarse a que Harry se intoxicase con una sobredosis de sus propias creaciones, y el contenedor del pequeño recipiente de pociones restaurativas solo le dispensaría un comprimido de cada clase al día, uno en cada comida. El otro lado…bien, el otro le ofrecería un comprimido de poción nutritiva, una receta muy especial, con un suplemento vitamínico cada vez que el joven lo utilizase, hasta un máximo de tres dosis al día. No calmarían por completo la sensación de hambre, pero asegurarían un mínimo aporte nutritivo.

Discreta, muy discretamente, Severus había indagado sobre los parientes muggles de Harry entre los miembros de la Orden, sobre todo los Weasley, y esperaba que al menos el joven no regresase de sus vacaciones en peor estado físico. Cuando comprobó tras una semana que el joven usaba todas las dosis asignadas de los comprimidos nutritivos, en una pauta repetitiva, suspiró pesadamente y añadió desde el frasco al que estaba conectado el pastillero una dosis doble para la noche. Además, el objeto contenía hechizos protectores, de manera que si el chico sufría cualquier daño físico más serio que un moretón, funcionase disuadiendo a los muggles de persistir, activando un ligero hechizo repelente y además, avisándole del suceso, permitiéndole hacer un discreto chequeo en el chico. Lo cual sucedió demasiadas veces a lo largo del verano. Por desgracia, el maltrato psicológico no era evitable, pero al menos el hombre se aseguró de que Harry no sufriese más lesiones. Incluso se dedicó a vigilar discretamente al muchacho cuando este salió huyendo de su casa en el Autobús Noctámbulo y muy extrañamente, el Ministro decidió que era más seguro que permaneciera en el mundo mágico. Al estricto hombre le parecía un autentica temeridad, dadas las circunstancias, pero una terrible sospecha se estaba fraguando poco a poco en su mente; los fragmentos de evidencias que estaba recolectando silenciosamente, apuntaban cada vez más en una misma dirección. Su observación oculta le hizo apreciar un lado callado y tranquilo, estudioso incluso, usualmente poco visible del muchacho y le vio deambular por el Callejón Diagón despertando una curiosidad creciente en él.

Pese a que su ayuda a final de segundo curso y durante ese verano debía haberle puesto en mejores términos con el joven, Severus Snape había pasado gran parte del tercer curso intentando ganarse realmente la confianza del joven. Sin mucho éxito, todo sea dicho. Con la aparente confirmación de que el prófugo Sirius Black va detrás de su cabeza, tras su irrupción en el castillo y su ataque a la Señora Gorda, Snape pensó que un adulto en el que poder apoyarse debería ser bienvenido. Pero Harry esta mucho más próximo a Remus Lupín, un recién llegado, un advenedizo, que le cuenta historias de sus padres, y eso molesta sobremanera al seco y poco expresivo hombre. El lleva dos años y algo observando, atento a los signos, y Lupín ha tenido la osadía de interponerse entre ellos. No lo reconocerá nunca, pero Severus Snape esta…celoso. Por eso el ensayo sobre como reconocer a un hombre lobo. Aunque Harry no se percata claramente de ello, Severus está intentando decirle a su manera, discreta y sutil, que no puede confiar ciegamente en Remus Lupín, porque este tampoco le está contando toda la verdad. Cuando Draco regresó de Hogsmeade contando disparates sobre una cabeza voladora y haber sido atacados por un espíritu cerca de la Cabaña de los Gritos, Severus Snape sumó dos más dos. Sus intenciones eran confrontar al joven, hacerle ver lo arriesgado e imprudente de sus acciones, pero su proverbial mal genio y su falta de habilidades sociales dieron de cabeza al traste con sus firmes propósitos. Lo que debiera haber sido una charla degeneró en discusión, rápidamente espoleados los vivos temperamentos de ambos. Y Lupín volvió a llevarse a Harry de entre sus manos.

Y finalmente, lágrimas y sonrisas, Harry.

Y ahora…ahí estaba el muchacho, por fin, en el lugar en que deseaba verle, suplicando casi con lágrimas en los ojos su ayuda, sus imposiblemente verdes ojos fijos, expectantes en él. Ojos que no eran para nada como los de Lily, su madre, alegres, transparentes, limpios y sinceros. Los de Harry… eran mucho más grandes e intensos y estaban sombreados habitualmente por una profunda tristeza, escondida tras un velo de falsa jovialidad. Aquellos verdes e insondables lagos, eran los ojos de un adulto que ha visto demasiado, no los ojos jubilosos e inocentes de un niño.

Harry estaba cubierto de moretones y arañazos, además de sudoroso, pálido y nervioso, tras haber dejado al intimidante Profesor y Maestro de Pociones Severus Snape mirar en sus memorias, el único adulto además de Remus Lupín que le había ofrecido realmente ayuda útil, y actualmente, el único disponible. La sensación le había dejado algo mareado, como cuando giras demasiado sobre ti mismo, pero como prometiera, no le había dolido ni hecho daño. El Profesor nunca le había tratado como a una celebridad o alguien a quien reverenciar, solo como a otro alumno más, aunque era especialmente cáustico y mordaz con él; y era el único que había hecho algo práctico y útil para ayudarle a sobrevivir al pasado verano con sus tíos. Mordiéndose nerviosamente el labio, aun con los ojos fijos en los del adulto, Harry susurró de nuevo, lleno de angustia y al mismo tiempo contenida esperanza:

-Por favor, Profesor, tiene que ayudarme…es mi padrino, por favor…

Y entonces, el habitualmente seco e impasible Slytherin hizo algo impensable. Con lentitud, como un amanecer entre brumas, una sonrisa, cálida y suave, se instaló en su rostro, comenzando en sus labios y ascendiendo hasta iluminar los habitualmente sombríos e impenetrables ojos negros, llenándolos de afecto. Harry sonrió en respuesta, una sonrisa tímida, pero a la vez viva y radiante, que borró la negrura de su mirada, casi a punto de arrojarse en los brazos del hombre y este asintió, depositando una mano en su hombro, mientras se inclinaba, para mirar el chiquillo directamente a los ojos.

-Por supuesto Harry. Te dije que tan solo tenías que pedírmelo.

Harry le abrazó impulsivamente y el hombre le acarició levemente la espalda; finalmente habían logrado conectar y entenderse y sonrió de nuevo. El niño deshizo el abrazo, algo cohibido, y Severus tendió su mano, firme y segura, y Harry, enlazando sus dedos en la del adulto, entró, tranquilo y sereno, en sus habitaciones con él.