Sí, demoré bastante para comenzar con estas pequeñas historias. No es fácil la vida diaria, el posgrado, y además de que estoy escribiendo otras historias por ahí, pero justo hace unos días leí los últimos capítulos de este fanfic y sentí tanta nostalgia, que en mí entró la necesidad de seguir relatando las aventuras de Lina-chan, aunque específicamente no serán de ella, sino de sus hermanos, los pequeños traviesos Hiro y Eri.

No esperen capítulos muy largos ni demasiado seguidos, pero, por supuesto, no abandonaré el proyecto ni mucho menos, así como no lo hice con el de Lina-chan.

Aquí vamos, espero me regalen un review, los comentarios siempre son bien recibidos.

One Piece es una obra de Eiichiro Oda y sus personajes originales le pertenecen. Lina, Hiro y Eri son "invención" mía dentro de su mundo.

Monkey D. Luffy se propuso ser el Rey de los Piratas, ser el hombre más libre y con mayores aventuras de todos los mares. Era sólo un pequeño de siete años cuando recibió el sombrero de paja de las manos del pelirrojo Shanks. Ahora veía ese sombrero en otra cabeza o en dos, ya que peleaban por él.

–¡Es mi turno de usarlo! –gritaba una niña, vestida con un limpio, impecable y lindo vestido, peinada de modo perfecto y que intentaba arrebatar aquel sombrero de las manos de un niño igual a ella, sólo que éste era un desastre.

–¡Quítamelo si puedes! –le dijo él. Un chiquillo con el rostro sucio, sin zapatos y sólo ataviado con unos pantalones azules que le llegaban hasta las pantorrillas. Justo hacía dos meses que Luffy había abandonado su sombrero para siempre, regalándoselo a sus pequeños hijos, a la misma edad que él lo había recibido.

Estaba sentado en una roca de la playa, la única realmente grande, y ubicada justo en el lugar donde alguna vez se había levantado Arlong Park. Remembró entonces aquellos tiempos, que parecían ya tan lejanos. Después de todo habían pasado más de 23 años desde ese entonces.

Ahí fue donde rescató a su navegante de las garras de aquel Arlong. Y quién le diría que pronto ella se convertiría en la madre de su hija, de Lina, quien, así, pequeña, les acompañó en sus aventuras hasta que él se convirtiera en el segundo pirata en conquistar el Grand Line tras Roger.

La era pirata había quedado atrás y como adolescente –y una muy inteligente-, Lina había decidido estudiar, primero la preparatoria y luego la universidad. Luffy poco sabía acerca de ese tipo de cosas, ni para qué servían realmente, pero la alegraba saber que su hija mayor estaba haciendo cosas que le gustaban.

Justamente a Luffy le iba a llegar una noticia sobre ello. Estaba mirando hacia el cielo y vio entonces una nube un tanto extraña. El color era grisáceo, pero por alguna razón no le pareció natural. Cuando la nube estaba sobre él, se desvaneció y de ella cayó una carta.

El Rey Pirata, con sorpresa en su rostro, tomó el papel y comenzó a leerlo. Se asombró aún más al ver que era precisamente de Lina.

– "Padre, madre" –decía al inicio– "ha llegado un momento muy importante para mí. Finalmente me graduaré de la Universidad. Por desgracia estoy demasiado ocupada con los asuntos previos a todo esto y es por eso que no he podido ir a Kokoyashi. Pero siendo este un momento tan importante, necesito que estén conmigo. Si no me equivoco, esta carta la recibirán el primer día de abril. Si es así, la graduación será exactamente en dos meses. Mariejoa puede lucir como un lugar donde ustedes no podrían entrar, pero, no se preocupen, todo ha cambiado mucho sin el Gorousei, incluso hay quien te ve como un héroe por aquí, papá".

"He enviado cartas al resto de la tripulación y espero que todos estén por aquí. Quisiera que la tía Nojiko también los acompañara. Mamá, espero que puedas hacer que Hiro vista una camiseta por primera vez en su vida. Los quiero y espero que estén aquí".

Luffy ni siquiera recordó que sus niños estaban en la playa y regresó a toda velocidad a su casa para enseñar la carta a Nami, quien la leyó con cuidado. Hiro y Eri regresaron entonces, llegando agitados a la casa.

–Desapareciste de pronto, papá, ¿qué pasó? –preguntó Hiro, quien todavía tenía el sombrero de paja en su cabeza.

–Mamá, dile a Hiro que es mi turno de tener el sombrero.

–¡Silencio los dos! –les ordenó Nami– Ahora mismo estoy terminando de leer algo importante –continuó y luego dobló la hoja–. Prepárense, porque nos vamos de viaje, vamos a la graduación de su hermana.

Los dos chiquillos se pusieron felices. Tenían ganas de ver a su hermana y tres segundos después, ambos salían ya con maletas listas. Eri tenían tres bolsas repletas de ropa y otros utensilios; Hiro llevaba sólo un morral con otro pantalón.

–¡Estamos listos! –gritaron al unísono, antes de que Nami les diera un pequeño coscorrón en la cabeza a ambos.

–Nos iremos mañana –afirmó la pelinaranja– y vestirás apropiadamente Hiro, al menos al llegar a Mariejoa –Nami se había rendido en hacer que su niño vistiera bien y sabía que no podría lograrlo en el barco, pero lo obligaría a la hora indicada.

Así, al siguiente día, muy temprano, estaban por partir. Parecía que el Sunny incluso sonreía por volver a navegar. Tal vez así fuera. Hiro y Eri corrían rumbo a la playa por delante de Luffy, Nami y Nojiko, y también fueron los primeros en subir al barco.

–Estoy segura que a mi onee-san le dará más gusto verme a mí, que a ti –le aseguraba Eri a Hiro con un tono burlón mientras que éste decía lo contrario.

Los gemelos detuvieron su pelea al ver que se acercaba un pequeño velero, el cual se contoneaba tranquilamente por el mar, cuyas olas estaban calmadas cerca de la Isla Conomi. No era común ver barcos a tan temprana hora de la mañana. Los dos chiquillos agudizaron su vista lo más posible y reconocieron a los tripulantes.

–Vamos a ser más en el barco –dijo Hiro con una amplia sonrisa. Eri también veía lo mismo que su hermano. Zoro, Nico Robin y su hijo, Seta se acercaban y finalmente llegaban a la isla. Tras saludar, expresaron su agrado hacia que el Sunny aún no hubiera partido.

–Seguramente quieren venir con nosotros porque Zoro-san habría hecho que se perdieran –carcajeó Hiro antes de que el espadachín le golpeara con su espada envainada. Al mismo tiempo, Eri ya estaba abrazada de la mano de Seta.

–Seta-chan… tenía muchas ganas de verte –le decía la pequeña Eri– recuerda tu promesa de casarte conmigo.

–Pero… –Seta no respondía, más que nada porque era muy tímido. El chico de trece años era muy alto para su edad, pero todavía conservaba el rostro infantil. Usaba su cabello negro muy corto y con su cuerpo algo flacucho, no se parecía demasiado a su padre.

–Tú sabes que eso no es cierto, Eri –le dijo Nami– déjalo en paz ya.

–Algún día nos casaremos, yo eso lo sé –afirmaba la pequeña pelinaranja al tiempo que jalaba del brazo a Seta mientras ambos subían al Sunny.

–A Lina nee-san la defenderé de cualquiera que quiera casarse con ella –decía Hiro mientras se subía a la proa del barco como siempre lo hiciera su mismo padre– pero tú puedes quedarte con Eri, Seta. Después de todo, ¿quién va a querer casarse con un monstruo como ella? –dijo antes de reír a carcajadas, las cuales fueron interrumpidas por un relámpago que le cayó, aunque sin hacerle mucho daño, obra, por cierto, de su madre, quien pidió dejarse de tonterías y partir de inmediato.

Pero todavía no podían irse. Hubo un grito que los detuvo, y aunque el Sunny estaba tomando algo de velocidad, no había otra opción más que al menos aminorar la marcha. Era otro rostro conocido el que agitaba las manos a pesar de que ya le había visto.

–Pensé que irías tú solo, Usopp –reía Luffy al ver a su amigo llegar hasta la costa de la isla Conomi.

–¿Estás loco? –respondió el tirador– ¿no recuerdas qué tan lejos está Mariejoa?

–Sigues siendo un cobarde, tío Usopp –le dijo Hiro a modo de saludo haciendo que el tirador de molestara de forma cómica, pero luego esto se le pasó cuando Eri también le recibió, ella con un abrazo. Luego de ella siguieron los demás.

–¿Cómo están Kaya y Naria? –preguntó Nami sobre la familia de Usopp.

–Ellas están bien, pero Naria sólo tiene cuatro años, así que decidimos que no podíamos viajar tan lejos, al menos no hasta que crezca –respondió él– ella no es Lina-chan.

Así, con ocho tripulantes, el Thousand Sunny partió de Kokoyashi, como en los viejos tiempos, para un viaje que, como todos, sería una nueva aventura. No importaba que Luffy y sus compañeros ya hubieran visto todo el mundo, salir al mar era divertido. A pesar de que su familia se hubiera establecido en Kokoyashi, Luffy y Nami habían zarpado con el Sunny y los gemelos a bordo por buena parte del East Blue. Incluso un par de ocasiones al Grand Line, sólo para que Hiro y Eri le conocieran un poco.

Al llegar la primera hora de comida de ese viaje, Luffy estaba maravillado, y así también Hiro y Eri. Los tres devoraban todo un festín preparado por Seta, quien ya estaba haciéndose un experto en la cocina.

–Siento que los tres coman tanto –se disculpó Nami, quien miraba un poco enfadada a su familia, incluso si ya estaba acostumbrada.

–Está bien –respondió Seta– para mí es mejor tener a alguien de este apetito, me gusta cocinar para quien se come todo lo que cocino.

–Yo prometo comerme todo lo que cocinarás cuando nos casemos –dejó Eri un momento de llevarse comida a la boca.

Así transcurrieron cerca de veinte días hasta que el Sunny llegó a Mariejoa. Habían pasado por Sakura y por Water 7, pero tanto Chopper como Franky ya se habían ido desde antes y se suponía que Sanji y Vivi llegarían por separado, así que no había cabo suelto alguno.

Ninguno de los Mugiwara sabía qué esperar. El barco se estacionó en el puerto desde donde se podía subir a esa que fuera llamada la tierra santa y ahí guardias vieron con cuidado la situación. No era común ver un barco pirata del que bajaban lo que parecían ser familias, con niños y todo. Aquéllos detuvieron a Luffy y los suyos, pero tras hablar con Nami, supieron qué hacer y los escoltaron hasta lo que parecía ser la entrada.

Había varios métodos para subir los cinco mil metros de aquella rocosa elevación. Algunas más modernas que otras y los elevadores creados por genios de la talla de Vegapunk, o, bueno, más bien, casi de la talla del brillante científico.

Fue entonces el elevador, un aparato alucinante que tenía la capacidad de llevarlos hasta la cima. Hiro y Eri no podían cerrar su boca de asombro e incluso intentaron ver cómo es que funcionaba pero su madre los reprendió para que se quedaran quietos.

Así, tras varios minutos, en los que la paciencia de los pequeños -y la de Nami para con ellos- fue realmente puesta a prueba, el elevador terminó su trayecto y finalmente la puerta se abrió. Detrás de ella estaba una sonriente y bella joven, ataviada con una ajustada falda negra hasta sus rodillas y una blusa blanca de botones, con cabello negro largo, atado en una cola de caballo pero dejando libre un mechón rebelde al lado izquierdo de su rostro.

–¡Onee-san! –gritaron Hiro y Eri a la vez y luego ambos abrazaron a su hermana derribándola incluso.

–Oigan, oigan, van a ensuciarme la ropa –rió ella y luego advirtió el sombrero de paja en la cabeza de Hiro.– No sé si eso realmente combine con tu ropa. Veo que por fin tiene el torso vestido.

–Mi mamá me obligó –dijo él, pero luego le arrebataron el sombrero.

–¡Es mi turno! –afirmó Eri y para evitar ser atrapada salió corriendo por los pasillos de aquel importante lugar.

–No será fácil mantenerlos en orden –suspiró Lina antes de saludar a sus padres y al resto de sus seres queridos acabados de llegar. La Princesa Pirata comenzaba a preguntarse si realmente habría sido una buena idea que sus hermanitos fueran llevados a Mariejoa.

Esto es sólo el comienzo. Tras la continuación de este capítulo, vendrán más bien capítulos unitarios. No se sorprendan si de pronto en un capítulo los gemelos tienen diez años, en el siguiente tienen 15, para el siguiente sólo tienen cinco y en el otro tienen 12, ya que realmente no seguiré una continuidad demasiado estricta.

Espero que les guste y espero también comentarios al respecto. Un saludo a todos.