Disclaimer: Si yo fuera Rowling habría dado un giratiempo a cada alumno de Hogwarts. ¡Caos! Este fic participa en el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Edito: Este fic ganó el reto anual "Long Story" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
PERDIDOS EN EL TIEMPO
Capítulo 1: 1 de septiembre de 2021.
Albus se mira un instante al espejo. Está en uno de los baños del expreso Hogwarts. Es pequeño, de paredes asfixiantes, y está algo desgastado. Los bordes del espejo están corroídos por la humedad y una pequeña raja lo atraviesa de lado a lado.
Todo el mundo dice que es como la sombra de su padre, aunque él no está tan seguro. Sí, es cierto. Tiene sus ojos y su pelo. Incluso ha heredado su nariz y la forma de su mandíbula. ¿Pero idénticos? No sabría decir…
El martilleo de la puerta del baño le saca de sus pensamientos.
—¡Venga, sal ya! ¡Llevo casi quince minutos esperando!— grita una voz femenina al otro lado.
Frunce el ceño (y piensa, le gusta pensar, que lo hace como su madre. Porque en algo se tienen que parecer) y abre la puerta de mala gana. La chica que está al otro lado, con el escudo de Slytherin en la pechera de su túnica, arruga el ceño.
—Gryffindor tenías que ser— le espeta apartándole de su camino y pasando al baño.
Se ahorra el comentario. Su padre siempre ha dicho que Slytherin no tiene nada de malo (aunque su tío Ron y su madre arruguen el ceño con desagrado ante la simple idea) y no es que Albus no le crea. Simplemente es que, cada día que pasa, lo tiene más claro. Los chicos de Slytherin no son, para nada, agradables.
Se arregla la túnica sobre los hombros y sale directo hacia el compartimento que compartía con sus amigos. Se han sentado al final del tren, en un compartimento que tiene uno de los asientos estropeados. Cuando salió para ir al baño estaban empezando una partida de naipes explosivos. Albus solo espera encontrárselos todavía jugando.
—¡Ey, Al, Al!— sobre el traqueteo del tren se alza la voz de James. Albus se para algo irritado. No es que se lleve mal con su hermano, simplemente… Bueno, quizá la palabra es que son demasiado diferentes.
—¿Qué quieres ahora, James?— pregunta volteándose.
Su hermano hace una mueca. Es pelirrojo, con un rostro que recuerda demasiado al de su tío Ron, y tiene los ojos oscuros de su madre. Es bastante más alto que él, cosa que además irrita a Albus.
—Necesito que veas una cosa— explica en tono conciliador. Aún no se ha cambiado la ropa muggle por el uniforme de Hogwarts. Lleva sus vaqueros favoritos y una camisa que nunca antes le había visto.
Albus sospecha que es para impresionar a alguna chica. En el fondo espera que pierda los carruajes y le toque ir andando hasta Hogwarts.
—¿Qué pasa?
James le agarra del brazo y tira de él. No le responde, no se molesta, por supuesto. Lo lleva directamente a la otra punta del tren y lo empuja contra un compartimento.
En él está Rose, sentada al lado de Scorpius Malfoy. Tienen las cabezas muy juntas y están sonriendo. Parece que están teniendo una de esas conversaciones que es mejor no interrumpir.
—¡Mira!
—¿Qué?
James bufa.
—¿No te das cuenta?
Albus vuelve a mirar. Todo parece perfectamente normal. Ya llevan puestos sus uniformes de Ravenclaw y la placa en el pecho que les confiere el rango de Prefectos de quinto. Hay envoltorios de golosinas por todo el compartimento y un libro tirado en el suelo.
—¿Qué?— repite perdiendo un poco los nervios.
—¡Qué lo hace para molestar! No podía cortarse un poco más…
Albus frunce el ceño.
—James, están…
—¿Qué demonios os pasa a vosotros dos?— Rose ha aparecido de la nada frente a ellos. Bueno, no literalmente, por supuesto. Porque no tiene la edad necesaria y no sabe hacerlo, claro.
Está furiosa. Tiene el ceño fruncido y los labios apretados. Y da miedo. Sobre todo eso.
—¿Que qué nos pasa a nosotros? ¿Qué te pasa a ti?— repone James, cruzándose de brazos, sin amedrentarse.
—¿Perdón?
—Con ése chico— sisea dando un paso hacia delante—. Vamos, reconócelo. Lo haces sólo para dejarnos en evidencia.
Rose abre mucho los ojos. Son azules, como los de su padre, y están llenos de decepción y de ira mal contenida.
—Estáis mal de la cabeza.
—¡No somos nosotros los que nos vamos besuqueando con…!— Rose ni siquiera se ha molestado en escucharle. Se ha dado la vuelta, ha entrado de nuevo en el compartimento y ha bajado el estor de la puerta—. ¿Y tú? ¿No piensas decir nada?
—Deja de dejarla tú en evidencia— gruñe Albus dándose media vuelta.
—¿Qué? ¿No entiendes por qué lo hace?— James da un par de pasos hacia delante—. Es para molestar al tío Ron, ni más ni menos.
Albus se calla que nadie se estaba besando con nadie. Que Rose lleva siendo amiga de Malfoy desde que ambos quedaron en la misma casa. Que lo único que repite James son las paranoias de su tío Ron. Se calla porque su hermano ya tiene diecisiete años y es hora de que se dé cuenta de las cosas por sí mismo.
—Lo que tú digas.
Oye a James protestar y lo ignora.
No tiene ninguna gana de volver a escuchar la misma mierda que siempre. Así que decide volver al plan original: volver rápido su compartimento y echar una partida rápida de naipes explosivos antes de que llegue el tren a Hogsmeade.
Pero, a mitad de camino, cambia de opinión. James tiene razón una cosa, aunque parezca mentira, no podía dejarlo estar.
Así que se da la vuelta, directamente hasta donde estaban su prima y Malfoy. Llama para avisar de que va a entrar y entreabre la puerta.
—¿Se puede?— pregunta, asomando la cabeza.
—¡Si nos seguís molestando nos vamos a ver obligados a quitaros puntos!— avisa Rose sin que su voz le tiemble.
Albus acepta la amenaza como un "sí" y da un paso al frente. Rose está roja de ira y tiene el pelo echado hacia atrás. Siempre hace eso cuando se pone nerviosa.
—¿Qué quieres ahora, Albus?— sisea intentando contener el tono.
—Hablar— murmura incómodo. Clava la mirada en su prima, a fin de cuentas no tenía nada que ver con Malfoy—. Ya sabes que James siempre está… Bueno.
—¿Qué es un niñato al que le falta un hervor? Sí, lo sé, gracias.
Albus suelta una risotada débil.
—En el fondo se preocupa, a su manera— murmura. Ni siquiera tiene claro por qué lo está defendiendo.
Rose se estira uno de sus rizos y niega la cabeza.
—Ya lo sé. Pero ya tengo suficiente con un padre, ¿sabes lo difícil que es?
Albus sonríe.
—Rose, deberías hacer caso a tu primo— Malfoy interviene, haciendo que Albus pegue un salto. Casi se había olvidado de él. Es un chico alto y delgado, con el pelo muy rubio y casi tan largo como el de su prima.
—No pienso dejar de ser tu amiga— replica Rose apoyando la espalda contra el respaldo y haciendo un puchero—. Albus, tú no sabes lo que es. Cualquiera diría que en Ravenclaw serán inteligentes, pero solo son unas cotorras. Solo hablan de chicos y… no dejan de anularse a sí mismas para gustarles.
—No… no tienes que darme explicaciones— murmura incómodo.
Rose sonríe un poco y señala los asientos frente a ella.
—No sé yo, ¿eh?— murmura Albus dejándose caer en él—. Arruinará mi reputación si me ven sentado con dos prefectos.
—Eres idiota, Albus— Ríe.
—Quizá por eso no acabé en Ravenclaw— repone él sacándole la lengua.
Rose deja de reírse. De pronto está muy seria, con esa expresión que le recuerda a Albus tanto a su tía Hermione cuando está leyendo.
—Me hubiese gustado que entraras en Ravenclaw— confiesa.
—A mí también…
—Suficiente para mí— Malfoy se levanta—. Me voy a dar una vuelta, tenéis diez minutos para dejar las cursiladas sentimentaloides.
Albus espera hasta que la puerta del compartimento se cierra y entonces, solo entonces, se inclina hacia delante.
—Tu amigo es un poco pomposo, ¿no?— murmura con una sonrisa en los labios.
—Es un buen chico.
Albus repite las palabras en su mente. Se fija en la sonrisa de medio lado que adornan los labios de su prima. Es un buen chico… ¿Y si James no estaba tan equivocado?
—Rose— tantea con voz seria—, ¿puedo…? ¿Tú y…?
Frunce el ceño, parece dudar la respuesta. Toma aire lentamente antes de soltar:
—Albus, Scorp sólo es mi amigo. Nada más.
—¿Y por qué no?— Rose se ruboriza. Está tan roja que parece un tomate. A Albus le recuerda más que nunca a la Rose que llevaba trencitas y que jugaba en la arena con él. La que siempre se enfadaba cuando sus castillos se desmoronaban.
—Oh, Al, no voy a hablar contigo de eso— protesta echándose el pelo hacia atrás, nerviosa.
—Antes nos lo contábamos todo…
Rose clava sus ojos en él.
—Albus, antes venías todos los días a la hora del té a casa.
Es como si le hubiera pegado una bofetada. Le está gritando que se han separado, que ya no son los mejores amigos del mundo, como cuando eran pequeños. Y que, por supuesto, es culpa suya.
Así que asiente, derrotado.
—Tienes razón… mejor cambiemos de tema, ¿qué estás leyendo?— Albus coge el libro que está tirado en el suelo.
Es una novela con tapas negras. La portada la constituye la imagen de una calavera humana, parece una fotografía. En un parpadeo, abre la boca y de ella sale una serpiente que le enseña los colmillos, amenazantes.
Albus tiene que controlarse para no soltar el libro.
—¿De qué va?
—Es una novela sobre la primera guerra contra Voldemort— Rose le arrebata el libro de las manos—. Es la primera parte de una saga, "Amor en tiempos de muerte".
—No tiene un título muy…
—La autora, Bones, oculta tras el amor prohibido de un mortífago y una hija de muggles una verdadera fuente bibliográfica. Tiene algunos datos escalofriantes, por ejemplo, ¿sabías que el primer gran golpe de Voldemort fue en un centro comercial muggle?
Albus cierra la boca. Rose parece tan ilusionada que prefiere no decir nada malo.
—Ahora está súper interesante— añade Rose, asegurándose de que el marcador del libro siga en su sitio—. Elise, que es la chica, acaba de descubrir que la madre de Rigel, que es el mortífago, era muggle. ¿No es escalofriante?
—Ya ves— murmura Albus algo incómodo.
—Si quieres puedo dejártelo, cuando lo termine, claro.
Se moja los labios, dubitativo. No encuentra manera de poder escabullirse sin herir los sentimientos de su prima. Nota más que nunca el traqueteo del tren y como la túnica se le pega al cuello.
—Bueno… la verdad…
El golpeteo producido por la puerta del compartimento al abrirse detiene sus balbuceos.
—Rose, no te vas a creer lo que…
Malfoy no llega a entrar. Se queda muy quieto, con uno de sus brazos extendidos, en la entrada. El rostro inmóvil (delgado, de nariz alargada y barbilla puntiaguda), la boca entreabierta y los ojos muy abiertos.
—¿Scorpius?
Se tambalea y Albus se echa instintivamente hacia atrás. Solo un instante después Scorpius cae como un peso muerto hacia delante. Rose deja escapar una exclamación entrecortada cuando alarga los brazos para evitar que caiga de bruces al suelo.
—¡Scorpius!
—¡Accio giratiempo!— jadea la voz un chico bajito desde el pasillo.
Albus saca rápidamente su varita y apunta al muchacho.
—No te muevas— ordena levantándose.
El chico palidece en el instante. La idea de enfrentarse al hijo del Gran (con mayúscula) Harry Potter parece que le hace retroceder. Aprieta con fuerza el objeto que acaba de invocar y mira a ambos lados.
—Joder, Mike— Otro chico, salido de la nada, cierra con un golpe seco la puerta del compartimento.
Albus apenas tiene tiempo de reaccionar. Salta por encima de Malfoy y tira de la puerta corrediza.
Apenas puede moverla unos milímetros.
—¿Por qué le has seguido?
—¡Mi padre me matará…!
—¡Abrid, abrid ahora mismo!— protesta Albus golpeando la puerta.
—¡Trae eso! ¡Y sujeta bien la puerta!
Aprovecha y vuelve a tirar, intentando concentrar todas sus fuerzas. Los chicos al otro lado la tienen tan bien agarrada que apenas es capaz moverla.
― ¡Dejadnos salir!
― Si lo pierdo mi padre me matará― vuelve a quejarse el chico.
― Oh, cállate.
Harto, Albus rebusca entre sus bolsillos su varita, apunta a la puerta y exclama:
―¡Alohomora!
De la punta su varita en un rayo de luz azulado que, al chocar contra la puerta, no hace absolutamente nada.
Albus gruñe y vuelve a tirar de ella. Cede un poco, pero no acaba de abrirse. De fondo se oye el traqueteo del tren y un golpeteo rítmico.
―Mierda― masculla Albus echándole un vistazo a Scorpius. Rose lo ha puesto bocarriba y algo de sangre le chorrea de la nariz por el rostro, se mezcla con su cabello y ensucia su uniforme.
Rose levanta un dedo, señalando a la puerta.
―Mira.
Desde ella, de manera gradual, una extraña luz azulada se extiende por el compartimento.
―¡Protego!― exclama Albus. Pero no consigue detener el hechizo, que sigue extendiéndose gradualmente.
Hasta devorarlo por completo.
La luz desaparece.
No es un cambio brusco, que los ciega temporalmente. Ocurre poco a poco, gradualmente.
Albus mira a su prima, sin saber exactamente qué hacer.
Ella está pálida y se aferra a la pechera de Scorpius, como si se le fuera a escapar. O como si él fuera su única sujeción.
―¿Qué ha sido eso?
―¿Y cómo se supone que voy a saberlo?
Rose sonríe un poco. Es una mueca nerviosa.
―¿Qué hacemos ahora, Albus?
―Podríamos gritar. Ya sabes― añade incómodo―, quizá alguien nos ayude.
Rose suspira.
―Ayúdame a sentarlo…
Entre los dos tiran de él. Scorpius es un peso muerto y su cabeza se balancea de manera tétrica a un lado y al otro.
―Apártate― aconseja mientras reposa la cabeza de su amigo en el respaldo. A continuación, saca su varita y apunta a su nariz con determinación―. ¡Episkey! ¡Rennervate!
Scorpius pega un pequeño salto y abre los ojos de par en par. Tiene las pupilas dilatadas y parece bastante confuso.
―¿Qué…? ¿Qué ha pasado?― Scorpius se toca la cara y mira asqueado la sangre, aún fresca, que ha manchado sus dedos.
―Que se van a reír de vosotros: dos prefectos vencidos por unos chavalines― bromea Albus, intentando quitarle hierro al asunto.
―Qué gracioso, Potter― Scorpius sonríe con desgana―. Entonces, ¿los habéis cogido?
Rose mira a Albus y él se encoge de hombros.
―Nos han encerrado.
―Estás de broma. ¡Esos niñatos tenían un giratiempo!― se incorpora de golpe―. ¿Sabes lo peligrosos que pueden llegar a ser?
Albus no puede evitar soltar una risotada.
―Sí, ya, claro.
―¿No me crees?― Scorpius achica los ojos, peligrosamente.
―¿Cómo van a tener unos muchachos un giratiempo?― dice mirando a Rose, en busca de apoyo.
―Bueno, nosotros estudiamos el año pasado su funcionamiento en Aritmancia― murmura ella, en cambio―, creo que sabrá distinguirlo de un cachivache.
Scorpius sonríe de lado a lado y aparta a Albus con prepotencia.
―Vamos a ver esa puerta que no se abre.
Agarra con las dos manos el manillar y tira con todas sus fuerzas. La puerta cede sin problemas y Scorpius cae al suelo. De culo.
Rose deja escapar una suave risita y Albus no tarda en acompañarla.
―Idiotas― masculla incorporándose. La verdad es que, desde un punto de vista objetivo, Scorpius se ve apaleado y derrotado.
Pero es que ha sido tan gracioso ver como se caía.
―Oh, vamos, no te enfades― pide Rose.
No la escucha. Sale del compartimento y cierra con un golpe sordo.
Albus pasa un brazo por los hombros de su prima.
―Pedazo Episkey te has gastado, ¿no?
Rose sonríe. Intenta parecer modesta, pero no puede ocultar un brillo de orgullo en sus ojos claros.
―Me voy a ir a buscarlo, ¿vale?
Rose se detiene a la entrada. La puerta está entreabierta y entre sus manos hay un reloj de bolsillo.
―¿Tienes miedo de que maldiga a esos chavales?― bromea Albus detrás de ella.
―Scorpius tenía razón― Le ignora―: es un giratiempo.
―¿Cómo van a tener unos críos uno de esos?― replica con cierto deje de incredibilidad.
Pero ahí está. Es un reloj de arena incrustado en lo que debería ser un reloj de bolsillo. El recipiente de la arena está terriblemente dañado y vacío.
―Será de juguete― le resta importancia.
―Lo importante es que ya no se puede usar― asiente Rose guardándoselo en algún bolsillo de la túnica―. ¿Nos vemos luego?
Albus asiente y cierra la puerta con cuidado una vez ha salido del compartimento. Ahora le toca volver con sus amigos…
¿Seguirán jugando a los naipes explosivos? Espera que sí.
Sale del Expreso Hogwarts. La noche ya ha caído y el frío de septiembre es más que palpable. Además, está enfadado. Sus amigos han desaparecido del mapa. Se ha peleado con unos chicos de Slytherin por ocupar su compartimento y se ha pasado el resto de la tarde buscándolos.
Menudos idiotas, ya podrían haberle esperado.
De todas formas, y porque no le apetece soportar todo el camino hasta Hogwarts con desconocidos, decide quedarse hasta que reconozca a alguien. Aunque esa persona sea Lucy con sus amiguitas.
Y no es que Lucy le caiga mal, pero sus amigas… Son guapas, sí, pero también unas cotorras. No paran de hablar y de hablar y de hablar…
―Oye, ¡suéltame!
¿Rose?
Albus se gira rápidamente. Su prima está cara a cara a un chico de Slytherin, frente a uno de los carros. Scorpius ha sacado su varita y lo apunta.
El chico de Slytherin tiene consigo tres muchachos más.
―Ese carro es nuestro, bonita.
―¿Pero tú quién te crees que eres? ¡Te he dicho que me sueltes!
Su padre tiene razón: Slytherin no es el problema. El problema radica en los chicos y chicas que acaban allí, piensa con desagrado Albus.
―Si no queréis perder puntos, id a buscar otro carro― Scorpius señala su pechera con la mano que tiene libre, desafiante.
Se ríen. De esa manera tan desagradable de la que solo los de Slytherin sabe reírse.
― Se lo diremos a la profesora McGonagall― añade soltándose.
―Uooo, mira como temblamos.
―Sí, eso. Díselo a esa mestiza.
Albus, con más mala leche de lo que pretendía, empuja a uno de los chicos lejos de su prima.
―¿Qué coño os pasa?― pregunta con desagrado―. Iros a molestar a otra parte.
El chico al que ha empujado sonríe enseñando sus dientes. Es alto, mucho más que Albus, y tiene el pelo rubio muy corto.
―No sabes lo que acabas de hacer― dice con expresión sádica―. Venga, vámonos.
Rose se recoloca la túnica sobres los hombros y suspira con cansancio.
―Será mejor que subamos.
Continuará.
