PROLOGO

Un espacio oscuro, donde la vida no tiene un lugar donde ocupar. No hay un suelo donde las platas puedan crecer, no hay agua que se pueda beber, no hay ni siquiera ni un cielo al que mirar. No. Solo hay oscuridad, pura e inquietante. Y sin embargo, por muy inexplicable y sorprendente que parezca, justo en medio de tanta tiniebla se veía una figura que flotaba con tranquilidad sobre su reflejo. Bajo sus pies parecía que hubiera agua, pues se veían las ondas que se extendían cuando sus dedos lograban rozar la superficie, más aquello era imposible. Ese sitio solo creaba lo que uno deseaba…o lo que uno soñaba. Nada era real.

Aquella figura flotante correspondía a una joven muchacha quien yacía parada en una relajada posición que se acentuaba con sus tranquilos ojos cerrados, daba la impresión de estar esperando pacientemente algo… o a alguien.

Sus cortos cabellos plateados se movían suavemente hacia varias direcciones, sutilmente y con suavidad. Sus ropas de un color amarillo viejo, antiguas y algo estropeadas propias de los campesinos de la Edad Media, se movían al son de su cabello. Sus manos estaban entrelazadas entre sí tras su espalda, con los hombros relajados y caídos.

El sonido de una gota cayendo sobre la superficie resonó como un débil eco a su alrededor. La muchacha entreabrió sus ojos dejando ver que eran de un bello color ámbar. La persona a la que estaba esperando se encontraba a punto de llegar. Inmediatamente soltó sus manos y las dejó de nuevo entrelazadas aunque esta vez cerca de su regazo, tomando una actitud servicial y paciente.

Entonces unas alteradas ondas aparecieron delante de ella, las cuales se iban haciendo cada vez más grandes y rápidas. Una mano blanca salió de entre aquellas ondas y la joven muchacha no mostró ningún tipo de expresión de desconcierto o miedo ante aquel hecho que para cualquier otra persona como poco sería algo insólito. Tan sólo se quedó flotando donde estaba, aguardando.

De aquel portal, después de la mano, le siguió una cabeza encapuchada y al poco el resto del cuerpo. El recién llegado no sólo ocultaba su rostro bajo una capucha, también iba vestido con una túnica negra que cubría todo su cuerpo dejando ver únicamente un adorno con forma cruz colgando de su cuello. Otra cosa que no pasaba desapercibida de este personaje en particular era la cosa alargada que portaba en su mano derecha: Un largo báculo negro que prácticamente lo superaba en altura donde en una de las puntas, la que tocaba el suelo, tenía una forma que inevitablemente recordaba al de una llave, sin embargo, la otra punta que estaba sobre su cabeza, tenía la forma de una gruesa bola que sin duda representaba un planeta el cual estaba rodeado claramente por dos anillos que se entrecruzaban entre sí y que tenían inscripciones en latín.

A esta persona en particular no le costaba ningún esfuerzo atravesar aquel portal, pero por lo que podía apreciar la muchacha de cabellos plateados es que también llevaba prisa puesto que no le costó reconocer que respiraba algo agitado como si estuviera huyendo de algo.

-Bienvenido-saludó la muchacha al encapuchado con voz cortés pero sin hacer una reverencia, tan sólo se limitó a mirarlo a la espera de que hiciera algo.

-Tú…-murmuró el encapuchado alzando su cabeza para mirar a la muchacha.-¿Qué haces aquí?

-La señora supo que ibas a venir. Me ha mandado para que te esperase y te guiara con ella.-hizo una pequeña pausa por si el otro quería decir algo, pero al notar que estaba algo desconcertado por lo que dijo se dio media vuelta dispuesta a guiar el camino, aunque antes de eso mencionó-Si estás aquí es porque hay algo que deseas pedirle a mi señora.

-No tengo nada que pedirle a esa mujer-gruñó el encapuchado empuñando fuertemente el misterioso báculo que traía en su mano.

-Si eso es así ¿Por qué estás aquí?-preguntó la muchacha mirándole fijamente sin sentir la menor intimidación.-Aquí solo vienen las almas que tienen un deseo.

-Ya le hice una petición antes y lo pagué muy caro.-gruñó aquella persona dejando ver su mandíbula fuertemente apretada.

-Pero se hizo lo que tú pediste. Ni más ni menos-afirmó la chica sin aceptar la más mínima protesta a esa cuestión.-Todos aquellos que quieran ver realizado un deseo inevitablemente afectaran a los que les rodean, ya sea para bien o para mal. Y si las cosas no te salieron como querías fue porque no supiste darte cuenta de cuán grande era el peso de tu deseo.

El encapuchado, sin tener argumento con el cual defenderse de aquella acusación, sólo se mantuvo callado y bajó la cabeza en señal de derrota. La chica tenía razón: Todo lo que ha pasado había sido fruto de lo que él quiso; por curioso y prepotente perdió a las dos personas que más lo amaron y tuvo que sacrificar a la persona a la que juró proteger con su vida. Y todo aquello pasó porque él lo quiso, porque así lo deseó. Nunca se paró a pensar que el anhelo que él creía común de todos pudiera ser tan dañino como se lo estaban demostrando.

-Entonces…-volvió a hablar la chica de cabellos plateados quien, todavía seguía flotando sobre las ondas de agua, comenzó a aproximarse al encapuchado personaje hasta quedar lo suficientemente cerca de su persona como para inclinarse hacia su dirección y mirarle la cara-¿Quieres hablar con mi señora?

Y antes de que pudiera pensar en nada, el extraño personaje asintió.

Al recibir una respuesta positiva, la muchacha de ojos ámbar finalmente puso sus pies sobre ese suelo imaginario provocando esta vez varias ondas en cuanto lo pisó. Se dio la vuelta y comenzó a caminar siendo seguida por el encapuchado que portaba el báculo negro. Lo notaba nervioso, mirando discretamente a cada lado como si temiera que algo saliera de la oscuridad a atacarlos.

-No te preocupes…-dijo ella sin voltear a verlo y sin dejar de caminar-Ellos no pueden llegar hasta aquí.

Aquello hizo que el portador del báculo se relajara por completo y continuará siguiendo a la campesina. Ni él mismo sabía qué era lo que estaba haciendo. Hacer tratos con esa persona sin duda era la condena permanente para cualquiera…

-Señora, el joven mago ya ha llegado y, tal y como dijisteis, desea hablaros-anunció la muchacha con sumo respeto pero sin exagerar mientras un hilo de humo gris la rodeaba.

-Vaya, al final has venido-dijo una voz serena y melodiosa con un ligero matiz de burla.-Bienvenido de nuevo, Joven Mago.

Y, sin embargo, ahí estaba otra vez, dispuesto a cometer un nuevo error para enmendar el anterior.

-Hola, Hechicera…-le saludó el extraño, o bien dicho mago, elevando su mirada y dejando ver unos ojos azules como el cielo y unos cuantos mechones del cabello rubio.

-Señora-habló la muchacha de cabellos plateados esta vez haciendo una respetuosa reverencia hacia la elegante mujer que se encontraba delante de ellos-Con su permiso, yo me retiro.

-Sí, muchas gracias por tomarte la molestia de guiarlo hasta aquí-la mujer le sonrió con amabilidad, a lo que la joven le devolvió la sonrisa antes de darse media vuelta e irse flotando hacia algún lugar. A los pocos segundos, su cuerpo incorpóreo desapareció entre las tinieblas.

-Y dime, Joven Mago…-habló la llamada Hechicera mirando al visitante con unos ojos marcados con una ligera burla-¿Qué te trae de nuevo por aquí?

-No he venido aquí porque quisiera… el artefacto este me trajo-contestó huraño el encapuchado moviendo el báculo que portaba su mano.

-Mmmm-sonrió la Hechicera con su rostro apoyado en la palma de su mano mientras que la otra hacía el trabajo de sostenerse el brazo, dándole un aire burlón pero sin perder esa elegancia que la caracterizaba-Haya sido por el artefacto o por otra cosa, está claro que si has regresado aquí es porque tú deseas pedirme algo ¿verdad?

-Yo no he dicho eso…-intentó esquivar el portador del artefacto negro.

-No te habría traído aquí si no lo hubieras deseado.

-¡Esto es una vil mentira!- le reclamó con ímpetu.

-Aquí nadie te ha mentido.-repuso la Hechicera cruzando los brazos y mirándolo con suma seriedad-Tu deseaste algo, pagaste y te di el artefacto para que tu deseo se cumpliera. Sin embargo, nunca pensaste que tu pago por tu deseo era de un valor superior al que realmente era. Tienes en tus manos el Código del Hacedor, Joven Mago, un artefacto digno de un Dios ¿de verdad esperabas que un artefacto de semejante envergadura podría ser usado por cualquiera?

-¡Pero yo no deseé esto! ¡He perdido a gente!-gruñó el chico apretando los dientes-….he perdido a mi familia…

La mujer hizo una pausa para mirarle largamente, tan sólo con la expresión de sus ojos dejaba claro que estaba lejos de sentir compasión aunque tampoco sentía regocijo ante el sufrimiento del muchacho. Y después de esos poco segundos de silencio continuó hablando manteniendo su serenidad.

-El pago por tu deseo fue superior al valor del mismo. Pero tu poder no es suficiente para controlar el Código del Hacedor y esto ha traído consecuencias. No hemos sido el artefacto y yo los que te hemos quitado lo que amabas, fuiste tú.

Y al escuchar eso, el joven mago de cabellos rubios gruñó apretando los dientes con fuerza lleno de impotencia. Después de todo sabía que ella tenía la razón aunque se empeñara en pensar lo contrario.

-…Y sin embargo, aquí estas.- continuó la elegante mujer- Y si es así…. ¿qué es lo que deseas ahora?

El visitante apretó su puño alrededor del báculo que la Hechicera llamaba Código del Hacedor pero aflojó a los pocos segundos el agarre al ver que no tenía otra salida más que volver a recurrir a sus poderes una vez más.

-No hay forma alguna de que dé vuelta atrás y rectifique mi primer deseo ¿verdad?-preguntó con tono desdichado el encapuchado sabiendo bien cuál era la respuesta que iba a recibir.

-La hay,- dijo quedamente atrayendo la atención de su visita- pero debo advertirte que el precio por hacerlo es muy elevado, puede que ni siquiera ofreciendo el artefacto te permita cumplirlo-agregó sin ninguna perturbación en su semblante.

-Entonces dame poder-pidió, o mejor dicho, exigió el viajero alzando la cabeza dejando ver sus ojos azules brillar lleno de determinación.

-¿Qué tipo de poder?-preguntó la mujer.

-El de recuperar lo único que me queda-aclaró el chico.

-Todo deseo, aún habiendo dado algo a cambio, tiene sus consecuencias ¿estás dispuesto a correr el riesgo?

-Nada puede ser peor que todo lo que ha pasado…

-No estés tan seguro de ello…-murmuró la Hechicera con una voz que poseía un tono que recordaba al de la melancolía.

-¿Cómo dices…?-preguntó el encapuchado sin haber llegado a escucharla bien.

La Hechicera dejó descansar uno de sus brazos mientras que con el que le quedaba libre lo alzó a la altura de su cabeza, entonces una luz brilló justo en su palma y a los pocos instantes una joya rojiza apareció girando sobre sí misma dejando ver un notable brillo.

-¿Qué es eso?-preguntó el muchacho mirando con atención aquella joya.

-Lo que hará que tu deseo se cumpla-dijo mirando al joven mientras la joya rotaba sobre sí misma en su palma-Tiene grandes poderes, tanto como para que consigas tu deseo y que logres dominar por completo el poder del Código del Hacedor.

El encapuchado arqueó una de sus cejas completamente desconfiado. Aquello parecía demasiado bueno y él ya tenía experiencia como para saber que las cosas que ofrecía la Hechicera no siempre resultaban ser tan buenas como aparentaban.

-¿Y cuál es el precio?-preguntó en tensión esperándose cualquier cosa que sin duda iba a resultarle doloroso.

-No es necesario. El pago ya lo he recibido-dijo la mujer haciendo que el visitante la mirara con los ojos muy abiertos.

-¡¿Cómo es eso posible?!-exclamó exaltado el visitante.

-Otra persona me dio el pago por tu deseo.

-Pero… ¿Quién?-fue lo único que pudo articular el joven con los ojos abiertos de par en par ¿alguien más había hecho tratos con la Hechicera?

-La persona que más aprecias…-murmuró la Hechicera y cuando el otro quiso darse cuenta, la joya ya estaba muy cerca de su pecho, guiado por la mano de aquella mujer-…dio el pago para que se cumpliera tu deseo. Tú verás que haces con él a partir de ahora.

Entonces la joya se comenzó a introducirse con tortuosa lentitud en el interior del pecho del de ojos azules.

-AAAAARG-gritó sin poder evitarlo el muchacho sintiendo un horrible dolor al sentir como la joya se iba introduciendo en el interior de su pecho. No había heridas, no había sangre, pero la sensación de dolor que tenía era comparable al de la sensación de sentir desgarro en la carne, sentir como algo afilado cortaba y se hacía paso entre los músculos para llegar hasta el corazón.

-Bienvenido a tu nuevo destino, Joven Mago…no-dijo la Hechicera antes de sonreír mientras veía al joven retorcerse de dolor y sosteniéndose el pecho-…Master.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-bramó el rubio fuertemente desde lo más hondo de su garganta al tiempo que los ecos de aquel grito empezaban a rebotar por toda aquella penumbra.

CONTINUARÁ

Y he aquí el prologo y principio de esta historia. Es un RokuSora, no es muy popular esta pareja pero intentaré hacer que esta historia sea algo diferente. Habrá magia y algunas cosas inesperadas. Claro, si os gusta esta historia y queréis que la siga. Si es así dejad review y decidme que os gustaría ver. Chao acepta sugerencias.

Ah, y debo dar gracias a Jaakuna Sakkako por ayudarme en la corrección de este prologo. Gracias compañera ¡Seguiremos contando la una con la otra!

Un saludo a todos.

Chao Ling-Yin.