Capítulo 1- Demonio
-¡Demonio!
Con esa palabra sonándome en los oídos me levanté. Las pesadillas eran tan comunes que ya ni me despertaban en las noches. Sentí el sol en la cara y un agradable calor entro en mi cuerpo. Me levanté lentamente y con cuidado me arreglé las ropas y el pelo, intentando que quedaran lo más presentables posibles. Después de eso fui a un riachuelo cercano a beber un poco de agua. El murmurante sonido del agua que fluía era tan agradable que decidí tomar mi desayuno ahí. Los ruidos del bosque que se despertaba empezaban a llenar el ambiente. Pronto fueron complementados por el casi apetecible olor de la hierba mojada por el rocío. Mientras me comía más olores y sonidos llegaban y dibujaban una clara imagen de mis alrededores en mi mente. Ya casi se me habían acabado las provisiones así que no tenía demasiado para comer, pero no tenía que preocuparme ya que sabía que había un pueblo no demasiado lejos. Antes de reemprender el camino palpé mis bolsillos para asegurarme que tenía todo conmigo. Después de ver que no se me olvidaba nada era el momento de mi último ritual. Dejando todo a un lado lleve ambas manos hacia mi cara. Lentamente puse las manos en las mejillas y empecé a deslizarlas hacia arriba. Siempre me daba mucha ansiedad ese momento y no pude resistir un suspiro cuando el suave tacto de la tela hizo contacto con las yemas de mis dedos. Con cuidado palpe la cinta que cubría el lugar donde deberían estar mis ojos, asegurándome de que ni el menor resquicio se asomara. No quería que nadie viera lo que había abajo. Después de varios minutos de eso por fin pude relajarme y agarré el bastón que estaba a mi lado y emprender el camino.
El camino estaba bien aplanado a pesar de ser de tierra así que podía caminar sin preocupaciones y a un buen paso. Caminaba despreocupado y disfrutando de los placeres que el camino le daba a mis sentidos. Me sentía con bastante energía ese día, pues había soñado relativamente poco. Poco a poco escuchaba a más gente alrededor y tenía que esquivar a los que no se fijaban en mi condición. También me llegó el olor a comida recién preparada así que no debía de estar lejos de mi destino. Era un pueblo de mayor tamaño de lo que me esperaba a juzgar por el tráfico. Ya a las casi a las afueras de la población me llegó el esperado aroma salino. La mar estaba cerca. Siempre me había gustado la mar aunque nunca había podido verla. Las olas eran muy versátiles en los ruidos que hacían, desde arrulladores susurros hasta atronadores gritos. También su olor salado siempre me había parecido muy cálido y acogedor, casi como si de mi casa se tratara. Me detuve un momento para ver si podía escuchar las olas o a los marinos preparándose para zarpar pero lo que había frente a mi impedía que llegaran hasta mi los esperados sonidos.
Era el día de mercado y la calle principal estaba llena comerciantes que anunciaban a viva voz sus productos. Y sumándose a ese griterío estaban las voces de sus clientes intentando comprar dichos productos. Por el nivel de actividad a este pueblo le iba bastante bien. Tenía suerte pues así no sería difícil conseguir alimentos y hasta un pasaje hasta otra isla. Con el ánimo en niveles insospechados me interné en la masa de gente. Empecé a olfatear el aire como un perro, buscando los productos de mejor calidad. Como en todos los mercados parecía que había de todo, desde productos que casi estaban podridos hasta productos de la mejor calidad. Sin embargo entre todos los olores hubo uno en particular que me llamó la atención. Esquivando a la gente seguí ese suculento aroma. Para mi sorpresa tuve que alejarme del mercado y de la calle principal e internarme en las callejuelas traseras para encontrar el origen. Cuando finalmente llegué la voz de una mujer bailo hasta mis oídos.
-Bienvenido. Ah, lo siento probablemente se perdió y no viene a esta modesta tienda. Para regresar a la calle principal y el mercado tiene que…
-No, vengo a ver sus productos.- Intenté interrumpirla antes de que se hiciera una idea equivocada.
-¿En serio?
-Por supuesto tienen un aroma muy agradable.
-Gracias, por favor entre y vea la…- No terminó la frase pues debía de haberse fijado en la banda que estaba sobre mis ojos.- Lo siento.- Dijo en un tono que parecía indicar que estaba bastante apenada.
-No se preocupe. Si no le importa entraré, aunque espero que no le moleste que toque algunas cosas.
-No hay problema. Adelante por favor.
-Gracias.- Estuve un rato en la tienda buscando cosas de mi agrado y agarrando la fruta para verificar que tan madura estaba hasta que unos pasitos atrás de mí me llamaron la atención. Con cuidado me di la vuelta para darle la cara a mi pequeño acechador.
-¿Por qué lleva eso?- Canturreo la curiosa voz de una niña. Suponía que estaba señalando algo pero no podía saber que era.
-¡Eso! La cinta que tienes sobre los ojos. Si te los cubres así no podrás ver. Es bastante tonto.
-¡María!- Llegó la alarmada voz de la propietaria.- Discúlpela, es demasiado curiosa y a veces dice cosas que no debería.
-Señora, es normal así que no es necesario disculparse.- Dije intentando poner una sonrisa. Mis palabras parecieron tener efecto pues un suspiro aliviado me llegó. Sin perder la sonrisa le respondí a la chiquilla.- Llevo esto por que yo no puedo ver de todos modos.
-¿Por qué no puedes ver?
-Por que yo no tengo ojos. Y como no se ve muy bonito alguien sin ojos paseándose por todos lados es mejor tenerlos cubiertos.
-¿En serio no tienes ojos? ¿Puedo verlo?
-No. Te daría tanto miedo que no podrías dormir en días y entonces tu mamá se enojaría conmigo y me daría mala fruta. Y eso no estaría nada bien.- Escuché la risa de la niña y supe que no insistiría en el tema.- Ahora si me permites tengo que seguir buscando cosas ricas para comer.
Poco a poco fui eligiendo los vivieres que necesitaba mientras escuchaba a madre e hija hablar despreocupadamente. Como me lo imaginé desde la calle principal este lugar tenía una calidad excelente. Justo cuando estaba terminando mi selección el ruido de muchos pasos llegó desde la entrada.
-¡Buenos días Eli!- Una ronca voz llego con el olor a ron de los recién llegados. Por las respiraciones y ruidos diversos que hacían calculé que se trataban de unos cinco.- Hoy si tienes clientes. Es una buena noticia.
-Bu… buenos días Malduk.
-Supongo que sabes por lo que vinimos.
-Lo se pero,
por favor, tienes que darme más tiempo. No puedo conseguir esa
cantidad de dinero tan rápido…- Un muerte pisotón sobre el suelo
resonó en mis oídos.
-¡¿Tan rápido?! Mira te prestamos dinero después de que tu esposo muriera para que pudieras mantener esta tienda. Pero no somos una caridad, lo queremos de vuelta y pronto, con todo e intereses. Estoy harto de tener que esperar.- El enojo en su voz era patente y el ruido de la tela siendo estrujada me indicaron que la situación no estaba muy lejos de salirse de control.- Pero bueno tal vez podamos arreglar de otra forma.- Tendría que intervenir.
-¡Deja a mi mamá en paz!- Se me adelanto la pequeña valiente. Sin embargo una niña no podría hacer nada contra esos bestias. Prestamente me moví y la intercepté con el brazo y le susurré que se calmara. Después de retener a la fiera me volví hacia los matones.
-¿Hay algún problema aquí?
-No, ninguno.- Respondió. Sabía que esa sería la respuesta, estaba bastante seguro de que no querrán testigos, ni siquiera a un ciego. Así que se calmarían las cosas un poco de momento.- No te olvides del dinero Eli.- Comentó el tal Malduk antes de irse seguido de sus compañeros.
-¿Está bien?- Le dije a la madre de la niña después de asegurarme de que los pasos de los maleantes se habían alejado bastante.
-Si. Gracias por su ayuda.
-No hay de que. ¿Quiénes eran esos tipos?
-Son una pequeña banda por aquí.- Su voz sonaba muy triste. Lo único que podía suponer es que tal vez necesitaba que alguien la escuchara.- Cuando perdí a mi marido al mar necesitaba una forma de mantenerme a mí y a María.- Al empezar el discurso la pequeña que se estaba revolviendo en mis brazos se detuvo. Al poco tiempo unas lágrimas empezaron a mojar mi manga. Por supuesto recordar la muerte de su padre debía ser horrible para una niña de su edad. Sin embargo yo no podía hacer mucho, lo único que pude hacer fue poner mi mano sobre su cabeza.- Pero es difícil encontrar a alguien que le preste dinero a una mujer sola. Desesperada fui a ver a Malduk y le rogué que me diera dinero para poder poner esta tienda. Esperaba que me fuera bien pero nunca tuve demasiados clientes, así que cada vez se me hacía difícil pagar las cuotas. Así llegamos a esta situación. Y la verdad es que ya no se que hacer.- Después de terminar su tristemente común historia el sonido de la caída de un par de gotas me indicó que ella también debía de estar llorando.
-Lo siento.
-Usted no tiene nada que ver.
-Cierto. Pero aún así me da pena su historia. Bueno, espero que este dinero le ayude un poco.- Era lo único que podía hacer para ayudar, así que escarbando mis fondos pagué lo que había agarrado. Lo único que me sobraba era para un pasaje en barco.
-Gracias.
-No hay de que. Eso, si debe alejarse de ese tipo de gente lo antes posible.- Metía todo en la bolsa que llevaba y me dirigí hacia la suave brisa que soplaba desde la puerta.- Una pregunta.
-¿Sí?
-¿Puedo conseguir un pasaje hacia otra isla desde este puerto?
-Sí puede, pero tendrá que esperar hasta mañana. Hoy dejaron de salir los barcos para impulsar el mercado.
-Ya veo.- Otro día de dormir a la intemperie.
-Quédate.- Escuché la voz de María desde abajo. Parecía que le había caído bien a la pequeña.
-No me gustaría causarles molestias.
-No sería una molestia. Sería agradable tener a alguien más en casa, aunque sea un solo día.
-Pero…
-Si mamá dice que está bien, está bien.- Sentenció la pequeña. Ya no tenía salida.
-Gracias por su hospitalidad.
Fue agradable tener un día como ese. Ayudé un poco en la tienda a pesar de las protestas de Elizabeth que insistía que era su invitado y no debía trabajar, después jugué un rato con María que le sorprendía bastante que no me cayera siempre al no poder ver y después cenamos. Básicamente nos comportamos como una familia. Hacía bastante tiempo que no así. Al final del día me dirigí al almacén para dormir, a pesar de que la dueña me insistía que podía dormir arriba en la sala. Todo bastante relajado. Pero las cosas no podían quedarse así para siempre. Esa noche actuarían, ya estaban molestos y supondrían que sólo estaban las dos mujeres solas. Y justo como esperaba cerca de media noche escuché las pisadas a unas calles de distancia. Me aseguré de que lo que había sacado de mi equipaje estuviera en su lugar y me cubría con mi capa.
No se preocupaban para nada, con la ilusión que atacarían a unas pobres chicas indefensas, así que iban haciendo mucho ruido por lo que fue bastante fácil localizarlos. El fuerte olor a ron que me llegó me indico que habían bebido por lo que esto no sería demasiado difícil. Me planté en medio de la calle pero tardaron aún un poco en darse cuenta de que estaba ahí. Supongo que la calle no estaba demasiado iluminada y como se supone que mis ropas son negras pues siempre las pido de ese color debían dificultar mi identificación a la gente que confiaba en su vista. Escuché varias exclamaciones y hasta un grito ahogado que sonó como "¡Fantasma!", pero pronto cambiaron a suspiros de alivio.
-Vaya si es el ciego de esta tarde ¿Qué haces aquí?- Interrogó Malduk.
-Vengo a pedirles un favor.
-¿Un favor?- Un coro de risas llenó el aire nocturno.- Por supuesto puedes pedirnos lo que quieras chico.- Le hice una reverencia y con una sonrisa hice mi petición.
-Me gustaría pedirles que dejaran en paz a Elizabeth y a María. Si les dan suficiente tiempo les regresaran el dinero. Así todo mundo será feliz.- El coro subió de volumen como respuesta. A mi petición.
-¡Qué buena!- Suspiró con un tono satisfecho.- Gracias por las risas pero es imposible. Es nuestro trabajo.
-¿No pueden hacer una excepción? Después de todo no tienen a nadie a quien rendirle cuentas.
-Lo siento pero realmente no podemos hacerlo. Si hacemos una sola excepción todo el negocio se vendrá abajo. Mala suerte.
-Si tienes razón, eso es bastante mala suerte.- Me imaginaba que ese sería el resultado pero era mejor intentar resolverlo de forma pacífica. Era momento de empezar.
Ni siquiera necesitaría a mi compañera. Sabía cuantos eran, sus tamaños, su estado, su posición, incluso como estaban parados, sabía todo lo que necesitaba. Y ellos me consideraban un ciego inútil. Fui hacia uno de los que estaban a mi izquierda. Ni siquiera le di tiempo para reaccionar antes de romperle la rodilla. El grito paralizó a sus amigos que no esperaban un ataque. Pronto otro más estaba gritando ahora con el codo destrozado. La respiración de los otros se estaba acelerando. Mientras me movía al siguiente empezaron a rebuscar en sus ropas. Sin embargo estaban tan aturdidos por el miedo y el alcohol que pude patear en el mentón dejándolo inconciente. Aprovechando el movimiento hacia delante recorté las distancias hacia el siguiente. Justo cuando alcanzaba el arma que tan desesperadamente buscaba golpeé su cuello robándole la conciencia a él también. Malduk y el otro estaban temblando. El subordinado hizo un torpe intento de ataque, dándome la oportunidad de entrar y dislocarle el hombro. Sólo quedaba el líder. Al voltearme hacia él escuché unos pasos hacia atrás. Eran rivales de poca monta. Sin problemas me acerqué a él y lo desarmé. El pobre estaba tan espantado que piso mal y cayó. Quedaba muy bien. Deslicé mi mano bajo la capa y desenfundé a mi amiga. El conocido sonido siseánte del metal saliendo sólo incrementó el nerviosismo de mi víctima. Sin embargo ya no podía huir, estaba contra la pared, literalmente. Apoyé mi espada contra su vientre y empujé penetrando los primeros centímetros de músculo. No se acercaba a una herida fatal pero si debía de ser bastante dolorosa. El resto de sus compañeros parecían haberse desmayado por el dolor. Era el momento.
-Bueno, supongo que tengo tu atención.- El pobre temblaba como una vela al viento, lo notaba a través de mi espada. Eso solo lo debía hacer peor.- Hay dos formas de hacer esto la fácil y la difícil.
-¡Vete a la mierda!- Intentaba hacerse el valiente. Su voz temblaba tanto como él y su corazón corría como loco. Estaba muerto de miedo. Puse mi mejor sonrisa.
-Yo prefiero la forma difícil. Es muy divertida. Cortaré la capa de músculo de tu abdomen. Lo haré con mucho cuidado, no quiero dañar tus entrañas y que mueras. Una vez que te haya abierto con delicadeza empezaré a enrollar tus intestinos alrededor de mi espada, tanto como pueda. Cuando me canse o ya no pueda más cortaré. Eso será muy doloroso pero se pondrá peor. Antes de que mueras perforaré tu estomago. Tengo entendido que los jugos gástricos son muy dolorosos cuando se derraman. Entonces te dejaré así hasta que mueras. Serán unos muy largos minutos agónicos. Con eso me aseguro de que tú no hagas nada más y tus amigos tendrán tanto miedo que desaparecerán. Eso me asegurará que dejen en paz a mis amigas.
-¿Y…y… la fácil?
-Tú y tus amigos van con las autoridades y se entregan. Además me prometen no volver a acercarse a ellas y salirse de esta clase de negocios. Si rompen la promesa volveré, y tú y todos tus amigos me pedirán, me suplicarán que sólo les haga lo que te acabo de describir. ¿Qué te parece?
-Si haré eso. Lo prometo, prometo lo que quieras.- Lancé un suspiro apesumbrado.
-Está bien. Otra cosa. No me gusta mucho la publicidad y supongo que a ti no te gustaría que se supiera que un ciego te derrotó. Así que no des una descripción mía ¿Está bien?
-Po…por supuesto.
-Muy bien. Los estaré vigilando.- Dije retirando la punta de la espada y limpiándola contra Europa. Después desaparecí en la oscuridad.
La mañana siguiente fingí haber dormido toda la noche. Tomamos el desayuno y me acompañaron al puerto. De camino nos enteramos de que Malduk había seguido mis instrucciones. Además se hablaba de un justiciero desconocido. No se había desviado en ni en el mínimo detalle. Muy bien. En el puerto conseguí un pequeño descuento en mi pasaje así que pude hacerle un pequeño favor a María. Por lo que me había comentado el día anterior hacia mucho tiempo que no comía un helado, así que con lo poco que me quedaba me permití comprarle uno a la chiquilla. Cuando el presenté el frío dulce su voz adquirió un color inesperado, parecía realmente feliz. Pasé el tiempo que quedaba con ellas. Cuando por fin llegó el momento me despedí de ambas. Justo cunado estaba a punto de abordar sentí una manita agarrarme de la manga. La danzarina voz de maría volvió a llegar a mis oídos.
-¡Quédate!
-¿Qué?
-¡Quiero que te quedes! ¡Me caes bien!
-Tú también me caes bien María pero no puedo quedarme.
-¡¿Porqué no?!
-Lo siento mucho pero no puedo quedarme por que…- Solté la manita de mi ropa y con cuidado di un paso atrás para abordar la pequeña barca que me llevaría a la siguiente isla. El barco empezó a moverse, era momento de terminar mi frase.- Yo soy un demonio.
