Hoy me levanté como otro día cualquiera. Podríais definirme como una chica antisocial, incomprendida y todo lo que queráis, pero era de esperarse de una chica que ha vivido desde los cinco años en un orfanato. Mis padres murieron en un accidente de tráfico, yo sobreviví por pura suerte, el 16 de diciembre de 1884. Bajé de mi habitación cuando llegó una cuidadora.
–Marceline tengo buenas noticias para ti, hemos encontrado a un familiar que va a venir a por ti-. La señora me sonreía amablemente mientras que yo sentía que por primera vez en la vida me latía el corazón.
Subí a hacer las maletas y cuando acabé, eché un vistazo a esa pequeña habitación. Salía del orfanato ante las atentas miradas de todos. Cuando crucé las puertas que daban a la calle, me giré por última vez para ver ese orfanato, esa casa. Miré hacia delante y vi a un señor viejo apoyado en su coche negro.
–Hola Marceline es un gusto conocerte. Me llamo Simón Giotto y soy tu tío-.
Lo miré con el ceño fruncido -Hola-. Hizo una reverencia y me invitó subir al coche.
Cuando paró tenía ante mis ojos una mansión, más grande que mi orfanato.
–Te va a encantar vivir conmigo y con mi hijo, sabes tiene tu misma edad-. Lo miré sin importancia y bajé del coche.
Cuando abrió la puerta y me encontré con un gato albino que me miraba con sus ojos azules que me desgarraban el alma.
La voz de Simón me sacó de mis pensamientos –Se llama Shawn-. Asentí y lo seguí mirando hasta que, otra vez, alguien me habló.
–Hola Marceline soy Héctor, tu primo-. Levanté mi mirada hacia él, tenía unos ojos azules parecidos a los del gato y el pelo azabache. –Hola- volví a decir secamente.
–Padre hoy es el día en que vendrán mis amigos a ver la película- Simón asintió ante esas palabras. –Me alegro, así se los presentarás a Marceline-. Me miró y me sonrió pícaramente.
–Simón podrías decirme donde esta mi habitación- le dije secamente.
-Venga Héctor ya has oído- dijo con un tono medio serio medio alegre. –Está bien padre-.
Cuando me llevó a mi habitación vi que era gigante.
–Marceline espero que te lo pases bien con nosotros-. Lo miré de reojo. –Claro- me moleste a decir.
–Tengo ganas de presentarte a mis amigos, ¡te van a caer genial!-. Solo asentí.
–Bueno, te dejo para que te acomodes, padre ya nos llamará cuando sea la hora de bajar-.
–Eres muy educado con tu padre-. Me sonrió de medio lado.
–Nadie le contesta al Tercero-. Dicho eso se fue y me dejó intrigada, ¿Tercero? pensé. Me eché a dormir.
