Génesis
Irene hace una de sus preguntas, que sabe que están fuera de lugar, pero necesita llenar el silencio con algo que no sea un gemido o suspiro de placer. De todos modos, le intriga desde hace tiempo, prologado contra la almohada en soledad, de ciudad en ciudad, el polvo del suelo enredándose en sus cabellos y otras veces la hierba.
-¿Cuál de nosotras dos es el hombre?-Mientras que Teresa desabrocha las cintas de cuero sobre su pecho y libera sus senos, para sumergirse en ellos. Porque no son voluptuosos como los de ella.
Su cuerpo es más andrógeno que el de Teresa y sin embargo es ella quien a menudo se deja llevar por sus caricias, sorprendida por la falta de brusquedad en las mismas. Pensó que sería como hacer el amor con un yoma, que el final sería como el de una batalla, con sangre y humillación derramadas en las sábanas.
-La mujer eres tú, en todo caso.-Y Teresa mete la cabeza entre sus piernas sin falta, entregándole un placer tan rastrero que le cuesta determinar a qué género pertenece. Pronto deja de importar también.
