Capítulo I
"Una extraña invitación"
Si bien era común recibir mensajes de Sherlock, aquél me intrigó sobremanera cuando lo leí, un jueves por la tarde, a finales de marzo.
Venga a cenar, 19h30, George's. Lestreade paga
SH
No pude resistirme y mandé preguntar qué era ese sin sentido. No recibí respuesta. No me extrañó en absoluto, pues se había envuelto en un asuntillo tan curioso que lo mantuvo absorto durante una semana, lo que, no es necesario decir, fueron unas vacaciones para mí. El trabajo mejoraba cada día y me llevaba muy bien con mi jefa y los demás, y aunque me encanta trabajar con Sherlock, un tiempo sólo para mí es bien recibido siempre. Lo realmente intrigante era que Lestrade estaba involucrado, pero no le di más importancia y continué en mis labores, hasta que recibí otro mensaje a las seis para recordarme el compromiso de las siete.
En George's. Acuda, Lestreade paga. Parece interesante.
SH
Aquel "interesante" hizo que torciera una mueca. No era buena señal, pero me arreglé un poco y tomé un taxi para el restaurante, uno muy bonito y agradable, en el centro. Entré y el acomodador preguntó por una reservación. Tuve que admitir que estaba allí como invitado, y mencioné el nombre de Lestrade, suponiendo, por supuesto, que realmente estaba pagando todo. Ahí estaba el nombre, para mi alegría.
-Ya hay alguien esperando-me dijo el acomodador con una sonrisa-, por favor sígame.
Me guió a través de la suavemente iluminada habitación, espaciosa y elegante. Todas las mesas estaban ocupadas por personas que bebían vino, hablaban en voz baja y vestían elegantemente... No pude dejar de ver mis zapatos sucios. En el sitio flotaba una atmósfera de paz, y alguna pieza de jazz se podía escuchar, muy suavemente, por los parlantes, hermosamente disimulados entre los costosos adornos y cortinas.
Se me sentó en una mesa para cuatro, con manteles rojos oscuro y blancos. Una de las copas estaba servida, a medio beber. Una mochila, café y raída, estaba sobre el asiento. Los asientos, parecidos a sillones, estaban dispuestos para que dos personas siempre quedaran frente a las otras dos, por lo que previniendo al extraño inquilino, me senté en el del otro lado. No esperé mucho cuando alguien tocó mi hombro.
-Disculpe-dijo-, ¿espera a alguien?
Me volteé y encontré a una jovencita muy mal vestida, con una chaqueta muy grande para ella.
-Sí, ¿por qué?-respondí, desconfiado. Su acento era definitivamente americano.
-Porque esta es mi mesa… -dijo, como si yo fuera un tonto. Señaló la mochila- ¿Ve? Eso es mío.
-Eso, señorita, no prueba nada, si me disculpa-repliqué, ofendido por su tono prepotente-. Espero aquí porque me pidieron que esperara aquí. No tengo la culpa si ha habido una confusión… Esta es mi mesa.
Ella chasqueó la lengua.
-Nop, señor. Creo que está equivocado, pero parece seguro de lo que dice. Dígame, ¿quién lo llamó?... Antes de que yo llame al gerente. –y se sentó con una sonrisilla en el lugar de la mochila, mientras le daba un sorbo al vino. Aquello fue el colmo para mí, pero debo admitir que estaba molesto porque Sherlock no se presentaba, y Lestrade tampoco, y ya eran las ocho y diez.
-Señorita, no quiero armar una escena… No aquí. ¿Por qué no mejor se retira? A menos que venga en busca de…
-No, señor. A quién yo busco no le importa, pero a mí tampoco. ¿Lo llamó Lestrade?- y cruzó los brazos sobre la mesa, prestando atención a mi cara.
Eso fue un giro muy grande. Iba a balbucear algo cuando me interrumpió.
-No…-dijo, pensativa- No, no, fue alguien más. ¿Cómo…? ¡Oh!-exclamó, llevando la cabeza hacia atrás. Luego se puso en pie y, estirando el cuerpo sobre la mesa, acercó su cara a la mía; yo, asustado, me incliné hacia atrás- Tiene una muy interesante nariz, señor…
-Por favor, retírese-le dije, con gesto de enfado.
-¡Como guste!-dijo ella, echándose atrás, relajada.
-¿Está usted bien? ¿Cómo conoce a Lestrade?-le pregunté, extrañado, sin saber qué pensar de ella. Su rostro era muy cambiante, respecto a sus expresiones. De pronto levantaba los ojos hacia algún ruido o se detenía a mirar una mancha en el mantel, así como trataba de apreciar mi cara ante la poca luz o hacía alguna morisqueta para sonar su nariz.
-Muy bien, gracias. ¿Ha visto mi bolígrafo?-añadió, de la nada, tocándose los bolsillos de la chaqueta.
-No…-respondí, aún más extrañado- ¿Cómo conoce a Lestrade?
-Debí dejarlo en el baño… Vuelvo en un dos por tres, doctor.
Y se escabulló de allí, tan rápido como había llegado. La seguí con la vista, mientras esquivaba dos camareros con platones llenos de comida y una maceta con una planta enorme. Fue cuando la familiar voz de Lestrade y su mano en mi hombro me distrajeron.
-¡Doctor! ¿Cómo está usted? ¿Puedo preguntar qué hace aquí?-lucía bastante confundido, se quitó los guantes y se sentó donde antes estuvo la muchacha.
-Sherlock… -empecé, nervioso, y él se rió.
-Típico. Como sea, es bueno verlo de nuevo-y me dio la mano. Estaba muy alegre para su actitud habitual, pero no tuve mucho tiempo de sospechar porque sonó su teléfono. Se disculpó y salió para atender la llamada.
Poco después, como a modo de comedia, sentí una voz en mi oído.
-¿Ya bebiendo, John? No esperaba a Lestrade tan sediento… -giré y le sonreí a Sherlock, de pie a mi lado. Mis dudas me atacaron de nuevo, e iba a reclamarle cuando continuó hablando, muy rápidamente, según su costumbre:- Lo vi afuera, ya se nos unirá… ¡Lindo lugar! ¿No crees? Deberíamos venir más seguido… El pequeño caso en el que estaba trabajando ya se ha resuelto, John-añadió con una sonrisa, buscando el asiento de enfrente-. No fue el final dramático que imaginé pero no siempre lo es, tal vez te interese publicarla en tu blog de la manera novelesca que te gusta, yo sólo apunto que está terminado y lo sencillo que era. Esta copa no es tuya-observó, señalándola con el índice-, ¿y de quién es eso?-añadió, haciendo lo mismo con la mochila café que la joven había movido hasta la pared, para que no estorbara.
-No tengo idea…
-Como suele ocurrir. Mismo dueño, obviamente. Ya lo viste, tienes preguntas. ¿Hombre o mujer?
Yo tenía la boca abierta.
-¿Qué? ¿Qué, qué es esto, por cierto?-tartamudeé- ¿Tienes idea de qué hago aquí? Parece que Lestrade no me invitó a mí, exactamente…
-Él sabe que no viajo solo-se limitó a responder, tomando la mochila, observándola con atención. Luego, la olfateó, y se disponía a abrirla cuando yo lo detuve.
-… ¿Por qué me escribiste, entonces? ¿Qué haces? ¡Eso es propiedad ajena! Sherlock, ¡deja!-y le arrebaté la mochila.
-¿De quién es, entonces?
-Una loca que dice que esta es su mesa también…
-¿Y la loca, dónde está?-preguntó Sherlock, estirando el cuello para ver todo en derredor.
-¡Ya están aquí!-interrumpió Lestrade, muy alegre. Nos dio una palmada a ambos en la espalda, riendo. Era bastante perturbante, realmente. Le devolví la sonrisa y Sherlock respondió con entusiasmo… Todo el que cabe esperar, por supuesto- No puedo dejar de hacer notar, Sherlock, que invitaste a tu amigo también…
-Porque querías que lo hiciera. Anda, ¿qué es lo que tan desesperadamente querías mostrar? ¿La dueña de ésa bolsa, debo suponer?-y señaló la maleta que aún tenía yo junto a mí, entrecerrando los ojos y sin dejar de mirar al inspector. Yo se la alcancé, tratando de explicarme.
-Creo que mejor llamamos a seguridad-dije, buscando en derredor alguna señal de la joven-. Esta mujer dice que esta es su mesa… Pero parece que sí lo es-añadí, cuando vi que Lestrade identificaba la bolsa.
-¿Dónde está?-preguntó, riendo- Ella te va a encantar, Sherlock. Hazme espacio, ¿quieres?
-¡Ella!-exclamé en voz alta.
-Lo dudo- respondió Sherlock, ignorándome-, pero adelante, dime: ¿por qué?-y juntó las yemas de los dedos, sin moverse.
-Quieres saber, ¿no es cierto?- se burló él, sin preocuparse en ocultar su satisfacción,
-Muchas cosas, como por qué insistes en alardear con una escuálida mujer de otro continente.
-¿Escuálida?
Los tres nos volteamos, y "la loca de la mochila", estaba parada, detrás de Holmes. Nadie la vio llegar ahí, ¡ni siquiera yo! Estaba bastante divertida con el comentario del detective privado, que se relajó en cuanto vio que no la había ofendido.
-Hola, inspector-añadió la chica-. Tienes frío, debiste tomar tu abrigo. ¿Quiénes son estos caballeros, que tanto me quisiste presentar?-dijo, sonriéndonos, y poniendo sus manos en sus caderas.
Yo traté de disculparme por nuestro malentendido cuando ella me interrumpió, para decir que no importaba nada. Callé con vergüenza, pero Sherlock se volteó a verla de arriba abajo, encontrándola en tan desgarbada pose, que casi vi una sombra de desdén en sus ojos azules.
-¿Es esto, Lestrade-dijo, con cruel sarcasmo-, lo que quería mostrarme?
-¿Y él es…?-dijo la joven, molesta, pero su rostro de pronto cambió de expresión.
-Lamento esto-se disculpó el inspector con la muchacha, volteándose hacia Holmes con los ojos chisporroteantes de ira-. Estoy fuera de horario de trabajo pero te recuerdo que debes tener modales con las señoritas.
-Perdone usted, es cierto-dijo él, entonces, levantándose para sentarse a mi lado-. Espero que pueda perdonar mi comportamiento, estoy irritable, es todo-suspiró, con ironía.
Lestrade y la chica tomaron asiento del otro lado. El inspector le tomó la mano a la joven, y yo me asusté al pensar que estaban relacionados de alguna forma. Sherlock entrecerró los ojos.
-Querida… Lo siento. Él es Sherlock Holmes-dijo, estirando una mano para señalarlo-, aunque ya debiste haberlo averiguado, y él es el doctor John Watson… Obviamente.
El "obviamente" me molestó un poco pero no me importó mucho en el momento.
-Entonces…-inició Holmes, pero Lestrade lo detuvo.
-Sherlock, John, ella es mi sobrina: Irene Adler.
