Nota de autor: Avatar The Last airbender es propiedad de Mike y Bryan.
He unido los dos días de la Semana Zutara, Voices y gravity para hacer esta historia.
VOICES
El último año había sido el más intenso de los que Zuko tuvo que vivir como Señor del Fuego después del fin de la guerra que sus antecesores habían iniciado para enriquecerse con el control del mundo… llevar la prosperidad de la Nación del fuego hacía las otras, fue lo que en su día dijo el Señor del Fuego Sozin a su anterior mejor amigo, el Avatar Roku, con el pretexto de iniciar una campaña imperialista que le favoreciera a él. Aún desean cumplir ese estúpido sueño. Pensó Zuko molesto, en esos últimos nueve meses parecían haber reaparecido los focos radicales que amenazaban con la frágil paz mantenida en esos once años después de ganar la guerra… Reaparecido, no, nunca se disolvieron, han estado inactivos todos estos años… esperando el momento más apropiado para volver a sus actividades. Meditó cuidadosamente sentado en el pequeño diván de su estudió. ¿Cuál serán su próximo objetivo… cuándo harán su próximo movimiento? Era lo único que tenía en mente en esos momentos, la sangre había corrido meses antes; homicidios al azar, militares y civiles, sin ninguna causa aparente con los hechos. ¿Alguna relación debe de haber? Pensó mientras bostezaba, el cansancio se empezaba apoderar de su cuerpo después de noches en vela observando cada minucioso detalle que podía relacionar con todas las muertes sin un patrón aparente.
Se dirigió hacía una reunión con tres de sus siete consejeros, los tres más templados, ante todas las decisiones que él podía tomar, los había reunido en la sala del trono. Entró discretamente sin decir nada, oyó murmullos, voces que no dicen nada, sus consejeros le miraron con rostros de hielo y bajaron sus cabezas de cabellos blancos en una reverencia.
- Mi Señor, tanto Inbo, Uragiri y yo lo hemos meditado y creemos haber encontrado una razón a los atentados hacía aquellos inocentes… observé. Le dijo el más viejo un hombre llamado Uwaki mientras acercaba un trozó de papel sostenido en sus huesudas manos.
- Lo encontramos en las manos de uno de los radicales muertos en el último atentado producido en plaza real. Dijo Uwaki, Indo y Uragiri mostraron una pequeña sonrisa en sus rostros de hielo. Zuko observó el pedazo de papel, estaba muy desgastado y figuraban el nombre de diferentes personas y fechas escritas, uno de los nombres correspondía a un noble influyente llamado Mujakina la fecha era esa misma noche.
Una lista de muertes es esta la razón por las que han matado al azar, al parecer parecen ser considerados traidores por su desaprobación hacía la guerra de los cien años… ¿Es esta la razón de tanta muerte? Pensó mientras observaba el rostro frío y sereno de sus consejeros.
- Mujakina, será asesinado esta noche, debemos estar preparados… le notificaré de su intenciones de asesinato antes de la hora establecida, reclutar a los mejores guardias que podáis… esta noche será complicada. Dijo con solemnidad, los tres consejero le mostraron una sonrisita y volvieron ha iniciar aquel murmullo cuando abandono la sala.
Zuko se empezó a vestir para visitar al noble Mujakina, decidió ponerse vestirse de manera adecuada, un taje cómodo para luchar y suficientemente grueso para evitar la herida de cualquier arma pequeña, la situación era muy sospechosa y temía un ataque desprevenido. La madera robusta de la puerta de su habitación empezó ha sonar con los golpes en el exterior, mientras el guardaba sus espadas dao en la funda protectora sujeta en su cintura.
- Entré… gritó mientras se ajustaba la cinta que sujetaba la funda de sus espadas.
- Mi Lord, déjeme advertirle... La cara de su consejero más anciano mostraba la mueca del miedo.
- ¿Que le ocurre Ryota? Preguntó irritado aún ajustándose la cinta.
- Me temo que hay una conspiración, creadme no me fió de Inbo, Uragiri y Uwaki. Le respondió el hombre mayor.
- ¿Por qué debería creerte? Siempre te opones a mis decisiones, sean buenas o malas… además tanto Inbo, Uragiri y Uwaki son fieles a mis decisiones… y por lo tanto a mi.
- ¡¿Es que no se da cuenta?! ¡Eres incapaz de ver las cosas aún cuando las tiene de frente! ¡No me opongo a sus decisiones por que sean malas, sino porque no piensa en las consecuencias a largo plazo! Ryota empezó a discutir con señor.
- ¡Ryota, fuera! El humo salía de sus fosas nasales.
- ¡Que conste que yo le avisé, haga lo que considere mi lord! Dijo al cerrar la puerta con un portazo.
- ¡Estúpido, viejo cascarrabias! Gritó mientras incendiaba una silla. Katara, donde mierdas estas cuando te necesitó. Pensó aún más irritado.
Era las diez, una hora antes del ataque Mujakina, allí estaba bajo su capa roja delante de la puerta lujosa de la casa del comerciante de joyas de jade. Golpeó la puerta sin recibir respuesta, volvió a golpearla. Después de varios minutos de golpes sin sentido, un hombrecillo le abrió la puerta y le ofreció entrar, sin decirle ni una palabra lo llevó a un pequeño salón.
- No esperaba su visita, señor… ¿A que se debe? Le preguntó el hombre pequeño y arrugado por la edad, mientras le servía un vaso de agua.
- Señor Mujakina… alguien quiere matarle. Le soltó Zuko sin medir sus palabras después de darle un sorbo al vaso de cristal lleno de agua transparente. El hombre se quedó en silencio durante dos minutos. Luego le sonrió maliciosamente.
- Eso ya lo sabía mi lord. Rió a carcajadas. El cuerpo de Zuko se sentía más pesado, y rígido.
- ¡Que me ha dado! Gritó mientras notaba como su cuerpo se tensaba cada vez más y más.
- No te preocupes mi lord… no te matará… de eso se encargaran otros. Rió histéricamente mientras observaba la cara de dolor de Zuko.
- ¿Por qué?… tu muerte figuraba en el papel… además eran un ciudadano fiel a mi reinado. Le gritó
- ¡Necio! ¿Enserió creíste que era fiel a tu causa? ¡Niño insolente… merecías la muerte… tu glorioso padre fue muy misericordioso! No intentes atacarme con tu fuego será inútil, el agua que te has bebido contenía un paralizante muscular, un bloqueador del chi… ¡Oh pobre Señor del fuego no podrá usar su fuego! Se burló el anciano con pura maldad. Los ojos de Zuko se abrieron totalmente, esta estupefacto.
- Me temo que se acabado el tiempo de cháchara… ¡Encargaros de él! Gritó mientras abría la puerta. En menos de un momento la sala se lleno de hombres armados, eran más de ocho. El viejo se ocultó entre las sombras de una columna cercana a la puerta para disfrutar del espectáculo.
Zuko sacó sus espadas dao, había errado en sus pensamientos pero no había sido idiota de no ir armado. Dos hombres se abalanzaron con un una espada cada uno en la mano, Zuko los esquivó con facilidad y bloqueó los ataques lo mejor que pudo, los hombres volvieron a correr hacía él desde extremos opuestos, imbéciles van a morir por bobos. Pensó con una sonrisa en los labios, en el momento preciso se agacho, los dos hombres cayeron muertos en el suelo al clavarse las espadas en sus pechos.
-¡Idiotas, imbéciles, sois basura! Gritó Mujakina frustrado al ver como dos de sus hombres morían por un error tan estúpido.
Dos menos… solo que dan seis más. Pensó Zuko y continuó luchando. Zuko hábilmente fue acabando con cada uno de los hombres de Mujakina para su desgracia. Después de un corte en el brazo propinado por la afilada hoja de acero de la espada del último hombre de Mujakina, Zuko lo derrotó con un corte limpio en el cuello, el esbirro cayó muerto a los diminutos pies de Mujakina, este intento huir pero su anciano cuerpo no le dio la rapideza necesaria para evitar que los fuertes y largos dedos de Zuko le agarraran de sus sedas. El anciano lo miró con una mueca de puro miedo.
- Mi Señor… yo… no quería… cumplía ordenes. Dijo mientras le caía el frio sudor del miedo.
- ¿De quién? Preguntó con el rostro desfigurado de la rabia. El hombre empezó a emitir sonidos, antes de que pudiera terminar de pronunciar cada palabra quería decir un puñal le atravesó el cuello y murió desangrado en los brazos de Zuko.
- ¡Mi lord se encuentra bien! Los tres consejeros de Zuko se acercaron con sus rostros fríos. Zuko los miró, qué hacían allí pensó. Los tres hombre rodearon a su señor, Zuko los observaba con cautela.
- ¿Qué hacéis aquí? Zuko preguntó con desconfianza, no sabía que creer.
- Le hemos venido ha advertir de que Mujakina en realidad no era quien creíamos que era… nos equivocamos… lo sentimos. Dijo Uwaki, Zuko no vio a los otros dos ancianos, entonces sintió el frío acero atravesarle la ropa y la piel dos veces. Cayó de rodillas mientras la sangre brotaba de su boca. No me fió de Inbo, Uragiri y Uwaki. La voz de Ryota resonaba en su cabeza.
- ¿Por qué?... erais fieles a mi. El rostro de Zuko se contrajo de dolor al sentir como Uwaki le apuñalaba, con el mismo puñal que había matado a Mujakina, en el pecho.
- ¿fieles? ¡Jamás! Jugamos contigo siendo tus fieles consejeros durante estos largos años para poderte matar en el momento oportuno. Rió con los demás consejeros, Zuko sintió como el acero volvía a penetra la piel, el dolor era insoportable, la oscuridad se apoderó de él.
- Zuko… vuelve a mi… por favor… por favor te lo pido… mi amor vuelve. Aquella dulce voz femenina fue lo único que escuchó en la más negra oscuridad.
Disculpen si hay algún error ortográfico o mal uso de los signos de puntuación, soy pésima en esto. También espero que al editarlo no se me cambie nada de sitio (algo bastante molesto, por que después lo leo y me muero de vergüenza)
Esta parte es más corta, me querido centrar en Zuko, pero no se preocupen Katara aparecerá en la siguiente parte.
