Bienvenido nuevamente a otro fic de los Juegos del hambre. Una pequeña explicación antes de iniciar.
Contiene lemmon (escenas para adultos) por lo que el rating de este fic es M y no apto para menores, lees bajo tu propio riesgo.
Declaimer. La Trilogía "Los Juegos del Hambre" y sus personajes no me pertenecen, solo soy una fan con suficiente imaginación como para inventar locuras.
Un descanso luego de la gira.
La gira de la Victoria ha terminado. No han convencido a Snow así que la vuelta a casa resulta dura para todos. Katniss está envuelta en una manta y mira el paisaje correr al lado del tren. Peeta la mira a ella porque a pesar de que todo es una vil mentira él no puede evitar el amor que siente por su aliada, por su "amiga". Se acerca a ella suavemente y se sienta a su lado. Unos ojos grises, tristes, lo miran de pronto, notando su presencia. La chica recarga su cabeza en el hombro del rubio y aunque en su mente sabe que está mal, su corazón late desbocado.
— ¿Qué haremos ahora Katniss? — su voz suena más atemorizada de lo que debería, teme por su familia, pero teme aún más por la de ella, porque sin Prim, Katniss no es nada y si ella se deja ir, el morirá también.
— No lo sé — suspira y él involuntariamente dirige su mirada a los labios rosados de la chica deseándolos —Peeta…no quería ocultártelo — repite esas palabras por infinitésima vez desde lo ocurrido en el once.
— Katniss — se voltea hacia ella tomándola por los hombros — deja eso en el pasado ¿sí? Encontraremos la manera de solucionarlo.
Las orbes grises que hasta ese instante lo miraban fijamente se desvían observando el vacío vagón. Peeta cree que ella está dando fin a su conversación de esa manera y se sorprende al sentir el roce de sus húmedos labios en los suyos. Las fuertes manos antes posadas en los hombros de la castaña ahora viajan a las mejillas acariciándolas suavemente correspondiendo el beso. Un beso llano, pero aun así es más real que los que se dieron ante las cámaras.
— Estamos a unos quince… Oh— aquella pequeña exclamación en los labios de Effie hizo reír a Peeta.
— Ejem… ¿sí, Effie? — una sonrojada Katniss miraba a la escolta que se había quedado petrificada en su lugar, los había visto pelear durante todo el viaje, fue extraño encontrarlos así.
— Quince minutos para llegar al doce — exclamó con su horrible acento del Capitolio — los quiero arreglados, listos y bueno… juntos aunque quizás eso no sea algo que arreglar — la extravagante mujer guiñó su ojo derecho y sus largas pestañas casi se enredan con el gesto.
Los tacones resonaban mientras la diva salía del vagón principal. La chica de la Veta fue la primera en levantarse, le sonrió al rubio y se fue por el mismo lugar que la otra mujer había tomado dejándolo solo tocando sus labios sin entender aun porque lo había besado.
…
Tres semanas han pasados desde que el Tour terminó y aún no había señales de Snow y sus represalias. Cinna y Portia ya habían pasado por el doce a tomar las medidas para confeccionar los trajes de novia para Katniss y de novio para Peeta.
La llegada del nuevo jefe de guardianes de la paz no es una novedad, pero sí lo son sus actos brutales para con los habitantes del doce. Los más grandes recuerdan actos parecidos ocurridos antaño. Para Peeta, Prim y Katniss ver como Gale, recostado sobre la mesa de la cocina de esta última, tiene la espalda en carne viva era todo un sacrilegio. La castaña no soporta ver el cuerpo medio muerto de su amigo y sale al camino que conduce a cada casa de la Aldea de los Vencedores. Prim convence a Peeta de que vaya con ella.
Él no se sorprende cuando la ve con sus manos en el rostro sollozando, acurrucada en la fuente que está en el centro del predio. Se queda ahí, de pie, sin saber muy bien que hacer. Por un lado está roto porque ella sufre, pero por el otro lado su corazón late a mil porque teme que esas lágrimas sean por amor más que por la amistad que comparte con el cazador. Se convence de que eso da igual, de que lo que en realidad importa es ella y se pone a su altura, rozando sus rodillas con las de ella. Katniss alza la mirada, los ojos grises chocan con los azules y ella se aferra a él haciendo que pierdan el equilibrio y caigan en la nieve.
Se quedan en esa posición más tiempo del recomendado, ella sollozando y él acariciando rítmicamente su espalda. Cuando al fin se levantan ambos están empapados y temblorosos.
— No puedo volver aún — susurra sin separarse de Peeta mirando hacia la iluminada casa Everdeen.
— Ven a mi casa — recita él, emprendiendo el camino hacia la casa frente a la que miraba la chica — te darás un baño y descansaras un rato, luego si quieres vuelves.
— No… no quiero molestarte — sus ojos nuevamente en los de él, rojos por haber llovido tanto, él niega y la aferra aún más a su cuerpo cuando ella se estremece.
— No lo entiendes aun Kat… es lo que hacemos — susurra abriendo la puerta de su hogar dejándola pasar primero — nos cuidamos el uno al otro.
Peeta perdió en piedra papel o tijeras y debe ducharse primero. La chica aprovecha el momento para encender la chimenea y se queda ahí hasta que el dueño de casa sale del baño. Se queda mirándolo inconscientemente, parándose a observar los rubios cabellos que aun gotean, la piel blanca algo rosada por el calor de la ducha, su remera negra ajustada al atlético cuerpo. Él sonríe y ella sabe, muy en el fondo que está perdida.
En cuanto la ojigris se mete en la ducha Peeta va a la cocina y prepara una pequeña merienda. Chocolate caliente y bollos de queso. Puede que no fueran amantes, pero empezaba a conocer mejor a su vecina y sabía que le gustaba y que no. Katniss sale de la ducha unos cuarenta minutos después vestida con unos pantalones y una camisa que le quedaban demasiado grandes como para pertenecerle y sin embargo a él le resulto demasiado atractiva. Su cabello, ondulado está prácticamente seco y Peeta entiende porque ha tardado tanto.
— Mmmm… sentí el olor desde la otra habitación — se sienta en la alfombra frente a una taza de chocolate y toma uno de los bollos — mis favoritos — musita mirándolo halagada — eres… demasiado bueno Mellark.
— Lo sé — exclama el desviando la mirada hacia la chimenea y su corazón duele, sabe que sus palabras tienen un doble sentido y solo puede fruncirle el ceño al leño que se quema poco a poco.
— Gracias por dejarme quedar — dice después de un silencio de algunos minutos que pareció durar horas.
— Para eso son los amigos Kat— una sonrisa genuina se forma en los labios del panadero mientras levanta las tazas vacías y las deja en el fregadero de la cocina — ¿quieres ir a dormir ya?
— No, aún no — exclama y va hasta el cuarto de baño y vuelve con una toalla — tienes el cabello demasiado húmedo… si duermes así amanecerás con un resfrío.
Se sienta como indio frente a él y cubre su cabeza con la toalla. Masajea el cuero cabelludo del chico intentando quitar toda la humedad de sus cabellos. Bajo la toalla el rubio no puede evitar sonrojarse. Le desespera lo ambigua que Katniss puede llegar a ser. En un momento es ruda y le recuerda que él no es nadie para estar con ella y al siguiente esta tan preocupada por su salud que le seca el cabello. Respira, inhala y exhala, decide que no puede enojarse con ella y entonces se rinde ante sus caricias.
De un momento para otro deja de sentir las manos en su cabeza y levanta la toalla para encontrarla sonriendo. Adora su risa, le gusta desde que la vio por primera vez en preescolar. Esta vez es él quien se encarga de robar los centímetros hasta los carnosos labios. Le roba un beso que la chica no responde. Insiste, llevando su mano a su nuca para atraerla más a él, besa la comisura de sus labios sin atreverse a más. Ella responde, adormilada, besa su labio inferior con ternura y luego corresponde cada beso que él le brinda.
De un momento a otro ella está sentada en sus piernas, a horcajadas, y lo besa más y más. La lengua de Peeta roza discreta la piel de los labios de la chica y ella le brinda el permiso de ir a por más. Y sus besos ahora son menos puros y más apasionados, menos castos, sus lenguas se entrelazaban en una pelea que indiscutiblemente Peeta ganaría.
Las pequeñas manos de Katniss ahora se enredan en el cabello de su nuca. Están tan pegados que puede sentir el corazón de la chica latir a mil por hora como el suyo, acelerados por una pasión indescriptible a la vez que inaceptable. Él lo sabe y de igual modo no puede detenerse. Un suspiro que es casi un gemido le hace perder los estribos. Ha rozado, inocentemente, un pecho de la joven cuando su mano se dirigía a su cadera. Una llama que hasta ese momento parecía controlada, se libera de repente y no es capaz de controlar su buena voluntad.
La echa en el suelo separándose unos escasos centímetros para observarla. Los castaños cabellos se esparcen sobre la alfombra en un abanico. La chica respira agitada, su pecho sube y baja sin control, incapaz de recuperar todo el oxígeno que los labios del rubio han robado. Sus labios están algo hinchados y más rosados que antes por la intensidad de los besos pero él no quiere parar y ella tampoco. Las pequeñas manos se aferran a la tela de la remera incitándolo a juntar sus labios una vez más. Mira las orbes grises y las pupilas están tan dilatadas que apenas un arco gris las enmarca. Ve el deseo en los ojos de su acompañante y sabe que su mirada debe ser la misma porque no soporta un segundo sin probar sus labios.
Sus manos se escurren bajo la tela de la remera del chico. Las manos frías le provocan un sonido, mezcla de gemido y gruñido, y le obligan a besar con más ímpetu esa boca que deseó por mucho tiempo. Las pequeñas manos recorren su espalda deteniéndose en cada costilla, en cada vertebra. Cada caricia es un impulso eléctrico a su zona baja y los dedos de Katniss ahora queman contra su piel.
Una de sus grandes manos se cuela bajo la tela de la camisa que viste la chica. Acaricia su abdomen, plano y firme y sube con un objetivo concreto. Toma uno de sus pechos y se sonríe cuando ella suspira su nombre. Roza apenas un botón que enciende un gemido y él teme perder la cabeza por ella. Las caricias en su espalda se han convertido ahora en pequeños rasguños que no hacen más que excitarlo.
Tiene calor, demasiado calor. Se separa apenas lo suficiente como para quitar la remera que tanto le estorba ahora. Katniss lo mira desde abajo y sus manos recorren su pecho, deslizando sus dedos por sus abdominales y por su ombligo. En ese instante, la chica que se avergonzaba por tener que limpiarlo en la arena le pareció tan distinta a esta. La joven debajo de él acariciaba sin tapujo la piel recientemente descubierta y él quiso verla igual.
Uno a uno desprende los botones de la camisa. La abre sin quitarla aun y no le sorprende no encontrar un sostén que le opaque la visión. Observa sin tocar, la belleza de la chica de la Veta, que ruborizada por completo, intenta cubrir sus senos con su brazo. Suavemente toma su mano besando cada dedo, la palma de la misma, su muñeca y la afirma sobre la cabeza de la chica mientras recorre con sus labios un camino imaginario desde su boca hasta su cuello y de ahí a su pecho besando aquí y allá arrancando pequeños gemidos incontrolables de los labios de la castaña que se estremecía bajo su cuerpo.
Se sentía en la gloria. Capaz de estar con la chica que amaba desde hace tanto tiempo. Lamió apenas uno de su botones y arrancó de ella un gemido que de primeras le supo a gloria y luego a culpa. Se detiene en seco, preso de la culpabilidad busca su mirada y los ojos azules están tan preocupados que Katniss casi ríe, pero se contiene y solo esboza una sonrisa. Acaricia la mejilla del panadero que esta igual de roja que la suya y tibia como sabe que también lo está su mejilla.
Lo atrae hacia ella y besa superficialmente sus labios. Le susurra que siga y Peeta se siente renacer. Se deleita con sus pechos y sigue su camino de besos hasta llegar al elástico del pantalón de la chica. Pantalón que le pertenece a él y que con cuidado quita y tira para que quede abandonado en algún rincón de la habitación. Otra ola de vergüenza ataca a Katniss que cierra inmediatamente sus piernas, cohibida. Él acaricia las esbeltas extremidades de la chica, besa sus rodillas y los dedos de sus pies. Ella no evita la carcajada por las cosquillas que el otro le imparte, pero ese gesto le da la confianza que necesita y se abre para él. Y Peeta no sabe qué hacer, porque el jamás había estado con una chica y no quería echarlo a perder.
Desliza sus manos por sus caderas tomando las bragas, quitándolas lentamente. Ella tiembla y él no sabe si es por el frio o por su tacto. La mira a los ojos pidiendo su permiso y ella asiente completamente roja, incapaz de saber qué hará el, sin importarle, porque sabe que Peeta nunca le hará daño. Lo llama, le exige un beso que él se encarga de proporcionar mientras su mano izquierda acaricia la zona recién descubierta arrancando otro gemido femenino. Uno de sus dedos va más allá, el lugar es húmedo y caliente, ella se estremece y él siente una ola de calor directamente en su entrepierna que hace ya mucho que duele. Al primero le sigue otro y mueve su mano lentamente, besando más sus labios, acariciando más su pecho con la mano libre, mientras las manos de Katniss se pasean por su espalda haciéndolo estremecer.
Sus respiraciones se agitan más y más, Katniss exige un respiro y él se aleja sentándose un metro mas allá, consternado, pensando que le ha hecho daño. Pero ella se acerca y muerde su labio inferior y lo besa como antes y sus manos viajan por su piel hasta el botón de sus jeans. Él ahoga un gemido ayudándole a deshacerse de las prendas que de repente son demasiado pequeñas para su entrepierna. Ella se sorprende con la visual y sus ojos demuestran el bochorno pero también algo más, algo que Peeta describe como intriga, pero bien pudiera ser pasión; porque la chica pasa a besar su cuello, mordiendo aquí y allá, mientras sus manos acarician por completo su erección.
Él tiembla bajo su tacto, siente la sonrisa de ella pegada a su arteria y tiene que tomarle las manos porque si no todo habrá acabado. Se miran por unos segundos. En una mirada gris ella le demuestra que lo desea, tanto como él a ella y que lo añora de una forma que no puede expresar con palabras porque es demasiado terca para demostrar sus sentimientos.
Se besan una vez más y de nuevo ella está sobre la alfombra. Otra vez, él está sobre ella, entre la separación de sus piernas. Se miran, ella asiente y él irrumpe en su ser lentamente, midiendo la reacción de la chica que aprieta los ojos tan fuerte que una lagrima escapa, y él se detiene esperando una afirmación por su parte. Pasan los minutos y un gemido, leve, equivalente a un ronroneo, es todo lo que recibe. Y sus caderas se mueven al compás y los pequeños suspiros se quedan cortos y ella gime más fuerte y Peeta acalla los gritos con besos. Se mecen, sus manos entrelazadas, cada estocada más profunda que la anterior, más seguros de lo que hacen. Ella grita, para sorpresa de él, su nombre mientras alcanza a tocar el cielo con sus manos. Y él se apega a ella tanto, que sus respiraciones se confunden y el éxtasis lo sacude a la vez que susurra el nombre de la chica en llamas.
Despierta sobresaltado, la luz del Sol apenas se cuela por la ventana, recién amanece. Esta desnudo y helado. Por un momento, esta desconcertado. Al instante, busca la melena castaña a su lado, pero ella se ha ido. Se levanta, sus músculos están tensos y su cabeza pesa por haber dormido en el piso. Vislumbra sus pantalones y los coloca en su sitio, también su remera. No hay signos de la ropa prestada a la chica así que es obvio que lo ha dejado solo en mitad de la noche.
Su cabeza da vueltas, los pensamientos no paran de arremolinarse frente a sus ojos. Una y otra vez la ve, hermosa bajo su cuerpo, la luz de la chimenea iluminando cada facción, cada rincón de su cuerpo. Esta feliz por haber pasado su primera noche como hombre con ella, pero esa felicidad parece efímera al lado del otro sentimiento. Porque no es tonto y lo sabe. Katniss Everdeen no habría abandonado su casa sino fuese por una señal de claro arrepentimiento. La culpa y la desdicha siempre le ganan a la pequeña felicidad.
Golpea con fuerza la pared y siente un dolor punzante en la mano. Se arrepiente al instante porque no puede haberse quebrado la mano. Se revisa y por suerte solo tiene los nudillos lastimados. Se mete a la ducha, se baña, se viste y venda su mano, en piloto automático. Se pregunta si habrá vuelto a casa, si le odiara, si estará con Gale, si esa noche había sido una suerte de despedida porque no quería volver a verlo jamás. Pensó en volver a darle a la pared, pero se decantó por descargar su furia en el cuarto de pinturas y eso hizo; y para la noche el lienzo está completo por el rostro sonrojado de Katniss, su cabello castaño y ondulado es un abanico sobre la alfombra, sus labios, entreabiertos buscando el aire, están algo hinchados y rosados. Quería recordarla así, pletórica, suya, amándolo, porque temía que jamás fuera a verla otra vez de esa manera.
Bien, bueno, no sé. Este es el segundo fic subido de tono que subo a Fanfiction y claramente este es muuuucho más que el primero. Debo aclarar que son las 6 am del 28 de Diciembre, aquí en Argentina y que claramente, a pesar de que muero del sueño, no podía dejar de escribir esto hasta llegar al final.
Prometo ser constante. Estoy de vacaciones así que no debería ser difícil poder terminar esto antes de febrero, pero se verá. De momento espero que hayan disfrutado este primer capítulo y que dejen sus sugerencias, amenazas de muerte, palabras de cariño, en forma de reviews.
Con cariño atentamente, Anna Scheler.
