Capítulo 1: NEGATIVA
Disclaimer: como ya saben, J.K Rowling se nos adelantó a todos y los personajes le pertenecen a ella. Sin embargo, esta horrenda historia es mía (no al plagio).
N/A: ¡Domingo de estrenos! Otra nueva horrenda historia, dedicada a todos los Fickers y lectores que amamos este maravilloso mundo de los fanfics, en especial a SALESIA y xXm3ch3Xx que comentaron hasta el final en mi otra loca historia (a todos mis lectores, en general). ¡Son las mejores!
Espero les guste y ojalá actualizar seguido XD. Aunque no prometo nada. ¡Cualquier falta ortográfica o detalles que les moleste, mil disculpas! Pueden escribirme y restregarme en la cara mis errores (con amor sipo). También ideas locas o críticas son bienvenidas.
Capítulo 1: NEGATIVA
Draco Malfoy, hijo único, sangre pura, rico de nacimiento, Slytherin hasta los huesos, cabrón sin remedio, narcisista voluntario, estaba en problemas y en unos muy serios.
Y desde que comenzó su octavo año en Hogwarts ―sí, después de la guerra―, lo estaba atacando una grave y extraña enfermedad con un único y repelente nombre: Hermione Granger.
No lo entendía, pero le estaba afectando.
Primero, Granger llegaba más madura y cambiada.
Segundo, le dirigía como si nada la palabra ―la muy desgraciada se aprovechaba de la nueva conciencia social mágica―.
Tercero, ya no le parecía tan repugnante ni detestable como antes.
Como ven, estaba entrando en un estado del que quizás no podría volver.
-Para el trabajo de esta clase… -hablaba el profesor Slughorn a su curso de Pociones, inconsciente de los pensamientos de cierto Slytherin- Deben hacer parejas –levantando un dedo en el acto, indicó-, pero deben ser entre Gryffindor's y Sytherin's, ya saben de las nuevas reglas del colegio.
Aquellas sencillas, pero conflictivas palabras le recordaron la primera vez en que trabajo con ella, precisamente a los once años, justo en esa misma clase. Draco se encontraba con el ceño fruncido, no es que no quisiera trabajar, simplemente tenía fresco en la mente el desaire que Potter, alías el famoso niño que vivió ―de Gryffindor, cabe destacar―, le hizo el primer día y todo por un Weasley, ¡ja! Pero cuando la silla a su lado se movió y se sentó una niña de la otra casa de enredados cabellos castaños y de apariencia común, sonriéndole como si nada, se le fue de la cabeza.
-Hola, mucho gusto, soy Hermione Granger- la niña estiró su mano, demostrando una contundente confianza y el niño no pudo evitar alzar su ceja rubia ante ello, sentía que la conocía de algo.
Ah, el tren. Es la chica del sapo, la reconoció. Demostraba la misma confianza de cuando ayudaba a su perdedor― según él― amigo. Pero ¿a quién se le ocurre tener un sapo por mascota? Inútil.
-Un gusto, soy Draco Malfoy, ya habrás escuchado de mi familia- estrechó su mano con cierto recelo, su educación estaba primero.
Pero la niña castaña solo hizo una expresión de extrañeza.
-Disculpa, pero no, ¿debería?
El pequeño Draco no sabía si sentirse ofendido.
-Claro, mi familia pertenece a una…
Y antes de que hablará de su importancia en la sociedad y la pureza de su sangre, el profesor hizo callar a toda el aula. Menos mal, o sino en ese mismo instante la ínfima y frágil relación que habían forjado se habría roto. Fueron los mejores de la clase, obviamente, por un lado la pequeña Hermione estaba feliz mientras Draco estaba complacido al demostrar sus habilidades y superioridad. En ese entonces, todavía no sabía de la impureza de su sangre…
Mucho tiempo después, volvieron a ser equipo recién en su octavo año y no por el azar, como en primero, sino porque nadie quería ser con él, así es como la heroína varias veces se emparejo con él.
-No soy tu maldito gesto de caridad, Granger- la atacó una vez reunidos en la biblioteca, pero la muchacha ni siquiera le prestó atención, buscando otro libro en las estanterías.
-No seas apático, Malfoy, estamos recién empezando- le contestó la Gryffindor sin ánimos de armar pelea. Afortunadamente, se había acostumbrado a no contestarle con el primer insulto que le venía a la cabeza gracias a los anteriores trabajos junto a él.
Y el Slytherin de verdad creía que le estaba tirando flores, pero en serio, cómo quería que no fuese apático si estaba colocando un libro tras otro en sus brazos, parecía un jodido burro de carga.
-¿Para qué tantos libros?- gruño, observándola con un enfado concentrado. Solo quería hacerla explotar, ya estaba aburrido de la santa y paciente sabelotodo Granger. No aguantaba más su buena presencia.
-Es tu parte- dijo sin más la castaña.
Grave error.
El que terminó explotando fue él. Abrió los brazos y dejo caer los libros que provocaron un estruendoso ruido en toda la biblioteca, mientras la castaña giraba en el acto y lo miraba con la boca totalmente abierta. Y Draco estaba tentado a reírse de ella, como de matarla allí mismo, pero solo giró sobre sus talones y se retiró del lugar. Entre tanto, Hermione pensaba en Madame Pince y en la restricción de por vida que le daría; también ella quería matar a Malfoy.
No obstante, al día siguiente, el rubio tiró su parte de la tarea en el banco de Hermione al pasar por su lado en clases.
Draco se cuestionaba si fue en ese momento en que los síntomas comenzaron.
Como lo había dicho Slughorn segundos atrás hasta que sus palabras se asentarán, apuntó con su varita al pergamino sobre su escritorio que se estremeció y dejó escapar un líquido negro, formando unas pequeñas frases en el aire. El profesor sonrió antes de pronunciar:
-Señorita Brown y joven Goyle, por favor.
Hubo un momento tenso antes de que los nombrados alumnos se movieran para reunirse con su pareja, todos los demás estudiantes contemplando a su alrededor, decidiendo si era bueno o malo que los emparejaran al azar. Y entre tantas miradas, la de Draco se cruzó con la de cierta Gryffindor que la desvió en el acto.
El gesto le hizo rememorar su rechazó.
Aquella noche Draco no podía dormir porque estaba molesto. Desde inició de año sabía que Granger estaba con Weasel, pero verlos a cada maldito segundo juntos le resultaba… Enfermo.
Y necesitaba aire.
Había salido de su sala común, recorriendo los mejores pasillos que lo llevaran hasta la salida del colegio y, por ende, al campo de Quidditch, cuando…
Ouch.
Por un leve impulso se vio forzado a retroceder un paso mientras escuchaba a la perfección el golpe de alguien cayendo directo al piso, junto al sonido de porcelana quebrándose. Un lumos fue suficiente para ver a la persona que besó el piso con la capa entreabierta, mostrando partes de su cuerpo y restos de un vaso roto a su lado, el Slytherin apresurándose en enfocar sus ojos en el rostro de la chica. Un caballero ante todo.
-Merlín, Granger, te encuentro hasta en la sopa- se quejó el rubio, agachándose y tirando de la mano caliente de la castaña para levantarla-. Voy a comenzar a creer que te gusto.
Escuchar levemente los nombres de su silencioso amigo Theodore Nott y la menor de los Weasly lo sacaron temporalmente de su recuerdo, concentrándose de inmediato en la mano de Granger que giraba de forma errática sobre su pergamino. Y no era para menos, la castaña hace un rato sentía que estaba siendo observada y suponía por quién, gastando tinta en tontos círculos para no caer en la tentación de comprobarlo. El Slytherin medio sonrió ante el ligero temblor de la pluma a lo lejos, su mente volviendo a aquel momento en que tomó esa mano, tirándola un poco demasiado fuerte y sin querer ella casi se golpea con su pecho si no fuera por la otra mano que interpuso entre ellos. Eso no impidió que quedará cerca, tanto que el joven rubio percibió con claridad el aroma a café con leche que desprendía su boca, fijando sus ojos en el acto en aquel punto.
Detestaba el café, pero le encantaba la leche, descripción que se ajustaba a sus sentimientos por la Gryffindor.
Hermione se sonrojo un poco ante la evidente burla del rubio y la caída, por supuesto, sin saber que éste disfrutaba secretamente de ello. Definitivamente, prefería los insultos.
-En tus sueños, Malfoy- contestó rabiosa y antes de poder alejarse para rehacer el vaso que le regalo Ron con su varita se vio acorralada entre la pared y los brazos del Slytherin-. ¿Qué…?
-A mí me gustas.
Diablos, qué estaba diciendo. Draco no supo en qué momento su cerebro se desconectó para tener en contra de la pared a Granger y soltarle tamaña… Verdad, complicada y tonta verdad, admitiéndoselo por primera vez. Por otro lado, Hermione estaba en shock.
-Me gustas, Granger, no sé qué me hiciste, no sé por qué te lo estoy diciendo, pero me gustas.
Más tensa la castaña no podía estar, tendría que despertar a Madame Pomfrey para que la revisará y le dijera qué estaba mal con su mente. Es decir, ¡vamos! Solo debía estar muy cansada por la ardua ronda en el castillo, era simplemente imposible que Draco Malfoy, por años anti sangre sucia, se le estuviese confesando.
-Disculpa, creo que no te he oído bi…
Un beso. No había de otra.
El brusco movimiento a su lado y un sarcástico: "genial, con San Potter", le hizo percatarse que otra pareja fue escogida: "Nuestro magnífico héroe de guerra Harry Potter y el galán de Hogwarts Blaise Zabinni, por favor", se notaba que el profesor Slughorn no escatimaba en referencias. Mientras, Draco reparó en que sus ojos ya no estaban fijos en la mano de la castaña sino en sus labios fruncidos, sintiendo unas repentinas ganas de tirarlos con sus dedos para despejar aquel gesto e hiciera cosas más útiles con ellos.
Como esa vez.
Draco también se iba a revisar después con la enfermera ante su actuar, pero… Era de noche, estaban solos en un pasillo y esa maldita boca le estaba matando con el aroma. Nunca creyó que el café y la leche supiesen tan bien juntos en los labios de la leona. ¡Maldición! De ninguna manera pensó que alguna vez le podría gustar el café, lo degustaba en los labios de la Gryffindor, en sus dientes, en su lengua… Quería capturar hasta la más ínfima gota que pudiese alojarse todavía en esa boca.
Pero la efímera ensoñación se vio interrumpida por un empujón y una resonadora bofetada en su mejilla. Hermione estaba toda roja y qué echaba humos por las orejas.
-Tú…- lo apuntó con un dedo, su respiración entrecortada- Yo…-definitivamente la perturbación le ganaba- Estoy con Ronald- y más que eso, años de insultos y humillaciones pasaron en un segundo frente a sus ojos, porque ahí estaba el dueño de todas ellas. La perturbación dio paso a la seriedad y una mirada extremadamente venenosa-. Y tampoco he olvidado los años de maltrato. Soy amable, pero no tanto, Malfoy- escupió su apellido y se alejó furiosa, indignada.
Draco no pudo hacer más que tocarse la mejilla y tener la decencia de sentirse mal en aquel momento.
Así terminaba su recuerdo porque, más pronto de lo deseado, Slughorn nombró a la siguiente pareja:
-La alumna más brillante de nuestra generación y heroína de guerra, Hermione Granger junto al joven y también inteligente Draco Malfoy.
El rubio no supo si se trataba de buena o mala suerte, para la castaña, claro estaba la segunda opción. Apenas el profesor comenzó la frase, supo que se trataba de ella, todos lo sabían, a nadie más se le tachaba de "brillante" en su generación y Hermione cerró con fuerza los ojos rogándole a Merlín para que no se tratará de él, obviamente no la escuchó.
Como tenía la vista fija en la Gryffindor, Malfoy vio como ésta tomaba una profunda respiración y se ponía de pie, claramente dudando, siendo brevemente retenida por el héroe pelirrojo que negaba con su cabeza ante un comentario y gesto fruncido de la castaña antes de soltarla.
Más pronto de lo esperado ya estaba sentada junto al rubio.
-Podías haberte negado- la afrontó, como siempre, no podía ser de otra manera.
-Orden del profesor, Malfoy- repitió lo mismo que al pelirrojo. A Hermione nunca se le dio bien los berrinches-. Y no me hables- lo menosprecio, arrugando la nariz.
Qué desagradable, pensó el rubio.
-Y antes que lo olvide… Me gustaría que este curso entré más en la acción- expresó el profesor una vez terminó de emparejar a todos, paseando por el salón, observando la nueva reorganización de la clase y prestando real atención a los rostros de los alumnos-, mediante la creación de su propia poción. ¿Qué les parece?
La cabeza de Draco volteo de inmediato hasta la Gryffindor sentada a su lado que paró de escribir como una loca a pesar de que el profesor no estuviese diciendo nada que valiera el esfuerzo ―para evidentemente ignorarlo, creía Draco ―, levantando en el acto su brazo y abordándolo con varias preguntas, el joven rubio riendo entre dientes por ello.
-La idea deben traerla la próxima clase- finalizó las preguntas Slughorn, agotado por la embestida de la heroína y ordenando a las parejas que comenzaran el trabajo de esta clase.
Y observándola revisar el libro de Pociones, más todos los trabajos realizados con la Gryffindor evocados en su mente antes del incidente, le susurró:
-No crees que es el destino, Granger- justo en el oído, sin poder evitarlo al verla tan concentrada.
La castaña giro la cabeza alterada, como si de un robot se tratará, rozando sin quererlo la blancuzca y suave nariz del Slytherin, retrocediendo de un salto en el acto, totalmente avergonzada y mirando en dirección a su novio a lo lejos, indiferente a tal hecho.
-En tus sueños, Malfoy- le contradijo media nerviosa e irritada-. Y no te vuelvas a acercar de esa manera- golpeando el libro en la mesa se levantó para buscar los ingredientes.
Las mismas palabras de aquella vez y la mente de la serpiente hizo click.
Oh, qué interesante.
-¿Una poción para comunicarse entre sueños?- le preguntó Slughorn, tocando su mentón, pensativo- Me parece una idea maravillosa- aplaudió con ambas manos, emocionado- ¿Y se le ocurrió ahora, joven Malfoy?
-Una compañera me inspiró- dijo con amabilidad, pensando en la castaña.
-¡Qué original!
El Slytherin salió del aula con una gran sonrisa. ¿Comunicación entre sueños? No…
Más que eso.
