La pequeña cabaña se veía humilde, la rodeaban monjes, aunque estos monjes eran especiales, no vivían para rezar y hacer el bien, su propio placer era lo que mas le interesaba, perdieron su camino por supuesto. Para nadie era desconocido que en esa cabaña se encontraba un bandido, un gran pez, un demonio humano, tenía muchos nombres apelando el lado cruel y sanguinario del mismo. Temido por muchos, incluyendo demonios… rodeado de sacerdotisas y monjes que lo protegían… Casi invencible... Casi…
Entre las sombras se encontraba un demonio, uno verdadero en todos los sentidos. Pálido y de cabello blanco y largo, mirada fría, una persona seria.
Camino lentamente, con pereza. El siempre había sido así, su tiempo era mas extendido que el de los humanos, así que jamás pensó andar con prisa. Un monje lo vio, y sonrió
—Demonio, quien te ha mandado te debe odiar
Se detuvo un momento y lo miro. Ciertamente esperaban que lo mataran. Desterrado como estaba, lo preferían muerto. Y habiendo dejado de lado todo su orgullo, se unió a un clan de demonios asesinos. Irónico. Así pagaba el, la mala jugada de aquella humana. Maldita humana, pensó. Estas muerta ahora, déjame en paz.
No respondió. Alzo su mano y unió sus dedos dejando muy en claro su deseo de atacarlos con sus garras. El monje tiro pergaminos, uno le dio de lleno en la cara. Hubo una pequeña corriente eléctrica, algo dolorosa, sin embargo le gustaba. El dolor era una forma más de pagar su estupidez.
Se quito con los dedos el pergamino ante la mirada atónita del monje y una sacerdotisa que apuntaba con un arco y flecha dispuesta a purificarlo. Abrió los ojos y la flecha como asustada, se detuvo y desintegro.
Un movimiento de sus manos y la sangre corrió en la tierra. Un humano más muerto. Dos, Tres. Miro a la sacerdotisa que callo de rodillas con lagrimas en los ojos.
Ciertamente no le importaba matarla, sin embargo, aun quedaba en su mente el recuerdo horrible de una matanza, violaciones, la mirada perdida de una muchacha mientras era violada y el sonido que hizo su carne cuando cortaron el cuello, y el grito de su hermano, un niño, al verla morir. Se había jurado "Ni mujeres, Ni niños" luego de eso. Algo estúpido en esa época. Las mujeres y los niños eran débiles y morían por cualquier cosa.
Paso a lado de ella, seguramente el momento mas largo en la vida de esa mujer e ingreso en la cabaña.
En un rincón se encontraba un hombre, bajo y regordete. Asustado cual ratón ante un gato. Ciertamente no era como un demonio real.
Un paso, dos, tres.
El humano sentía su vida irse.
—Hay dinero y joyas en esos bultos. Son tuyos—dijo con desesperación, ante la mirada aburrida del demonio se asusto—¿Cuanto te pagan?, T-te doy tres veces mas.. ¡No¡ … cin-cinco veces mas, dijo a punto de echarse a llorar
Llevo su mano a su cinturón y de allí saco un papel, arrugado.
—lee—ordeno.
Temblando cogió la carta y leyó. Su cara adaptaba una matiz de miedo y horror distinto en cada línea que leía
—E-esta bien—dijo temblando—Me iré, lo juro, dígale eso a el Señor Kouga. Lo juro
El demonio asintió.
—De todos modos debo decírtelo. Kouga no te quiere muerto hoy. Pero si mañana, si te encuentras en esta zona.
o-o-o-o-o-o
La niña estaba sentada bajo un árbol, fumaba algo de tabaco. Era la hija de un monje, otro monje que había perdido el camino.
Sesshomaru le dio una corta mirada. Tenía un golpe en la mejilla que comenzaba a amoratarse y el labio partido. La niña tiro el tabaco y se levantó mirándolo apenada.
—¿Que te paso?—pregunto
Ella escondio la mirada
—Me cai de este árbol, ayer—alzo la cabeza y le miro—Oiga no le diga a mi padre que fuma ¿si?
Asintio y giro queriéndose ir. Sin embargo…
—¿La vida es así o solo cuando uno es niño?
La pregunta se le hizo de lo mas graciosa. Más no rio porque la niña hablaba con tanto hastio, que simplemente no quiso darle una razón más para odiarse
—La vida es así—respondió siendo sincero.
—Mi padre quiere que vaya a pescar—murmuro—¿Quiere un pescado? o talvez dos… Quiere tres ¿no es así?
Solo conocía a un humano capaz de pasar, de la tristeza a la felicidad y era esa niña. Rin
—No me gusta la comida humana—respondió rudamente
—Ah.. Cierto—los ojos se le iluminaron, como encontrando una respuesta y agrego rápidamente—Quiere que le lave esa ropa que lleva en sus manos, esta llena de sangre. ¿Iba a lavarla cierto? Además después de pescar, lavare ropa, así que no me importaría.
Lo que sea para que se calle pensó.
—Esta bien—y tiro las prenda por sus pies, la chica chillo emocionada como si le hubiesen tirado flores
—Me esforzare, se lo aseguro
—Haz lo que quieras
La chica sonrió y asintió. Él se alejó.
