Hola!

Bueno, es mi primera vez en Pokémon, así que le digo hola al Fandom =D

En esta historia, utilizo únicamente el mundo de pokémon y los personajes y el Equipo Eterno los he creado yo. Pero no se olviden de que Pokémon en sí no es de mi propiedad.

Advertencias: No muchas, pero puede que haya algo de lenguaje vulgar y escenas macabras y algo sangrientas. Pero creo que no es muy fuerte

Ojalá les agrade =D


Capítulo 1: Enloqueciendo en el silencio.

— ¡Me largo de esta casa, ya no aguanto más esta vida! —Gritaba furioso el chico de quince años. Su hermano, de doce años, sólo lloraba en silencio escuchando la escena. No estaba presente en la habitación donde acontecía el doloroso suceso, pero podía imaginárselo perfectamente. Abrazó con más fuerza al Eevee que tenía en sus brazos, como si fuera un peluche. La criatura, notando su tristeza, se separó y comenzó a dar pequeños saltos y giraba sobre sí mismo en el suelo, como si intentara animarlo de alguna manera. El pokémon que pertenecía a su hermano había sido su única compañía a lo largo de todos estos años.

Estos años, estos seis años tan tortuosos. Su padre había muerto hace seis años, y su madre ahora trabajaba tanto para mantenerlos. Ella tenía poca educación, así que cualquier trabajo al que podría tener acceso sería de sueldo bastante bajo. Por eso mismo tenía varios trabajos, por lo cual no estaba en casa. Otra cosa de ella, es que era demasiado sobreprotectora. Aunque Robert tenía ya cinco años que pudo iniciar su viaje y él también tenía la suficiente edad, ella simplemente no podía dejarlos ir. No quería confesarlo a sus hijos, pero había sido criada en un ambiente tan tradicional que todavía no se hacia la idea de vivir sola en casa sin algún hombre que dirigiera la casa.

Durante toda la mañana, tarde y parte de la noche la residencia Kageshi estaba ausente de cualquier presencia femenina. Sólo estaban Maro y Robert. Sólo Robert había ido a la escuela, hasta que cumplió nueve años. Después, a su madre le comenzó a aterrar la idea de que aprendiera lo suficiente como para irse de casa.

A decir verdad, sólo Maro estaba ahí en casa en la ausencia de su madre. Robert siempre salía cuando su progenitora no estaba. Le había dicho, de la manera más dura y amenazadora que el niño creía que pudiese existir, que jamás le contara a su madre de sus salidas. Él sumisamente acató la orden, quizás por miedo. Pero, siempre que se iba de su casa llevaba una vieja mochila, cuyo contenido jamás le fue revelado.

Bueno, no todo el contenido de la mochila fue revelado. Un día Robert llegó corriendo a casa, aparentemente al olvidar que los viernes su madre no tenía trabajo por la noche, y al querer llegar antes que ella, impactó contra la puerta antes de tan siquiera abrirla. Maro, quien observaba desde la ventana esperando el regreso o de Robert o de su madre, le pareció graciosa la escena de ver a su hermano tropezar con la puerta de madera gastada, pero firme, y caer al suelo. Pero, notó que un objeto parecido a una esfera había caído de su misteriosa mochila y, al caer, vio un extraño resplandor blanquecino y una pequeña bola de pelo marrón había cerca del lugar en donde había impactado la esfera. El menor de los Kageshi reconoció un poco la criatura, Eon Evoli (1), el pokémon con mayor inestabilidad genética. Aparentemente el pequeño Eevee se había asustado al sentir el impacto en la pokebóla y salió de inmediato de ella. Robert se molestó un poco al tropezar de manera tan estúpida. Pero a la vez se asustó ya que su madre quizás tardaría segundos en llegar. De inmediato le ordenó a la peluda criatura que se metiera de nuevo a la esfera y la guardó de inmediato en su mochila. Al entrar, y percatarse de que Maro había presenciado aquello, logró comprar su silencio a cambio de dejarle ver al pokémon, ya que era la primera vez que veía uno.

La especie Eon Evoli era especialmente afectuosa con los niños, así que no tuvo muchos problemas para jugar con él. Su hermano utilizaba poco al Eevee, aunque Maro desconocía por completo qué otros pokémon tendría Robert en su poder. Según sabía, los pokémon iniciales de la región Kanto eran Charmander, Squirtle y Bulbasaur, así que era imposible que su hermano tuviese como primer pokémon a un Eevee. Pero, por seguridad suya, prefirió no indagar.

— ¡Robert, no puedes irte de aquí! —Intentando detener la huida de su hijo, lo tomó del brazo con el cual no sostenía la mochila que cargaba y que hasta ahora ella no había visto.

— ¡TÚ NO PUEDES DETENERME! —Quizás ese era el grito más horrible que Maro había escuchado en su vida, seguido de un sonido que él reconoció perfectamente como un golpe en la mejilla. Su llanto aumentó, aunque los gritos cesaron. Eevee salió de la habitación, dejando atrás a Maro, para ver qué había ocurrido con su entrenador.

Robert, viendo al pequeño pokémon como si casi lo hubiese olvidado, le hizo una seña con la cabeza para que fuera con él. Eevee miró la puerta abierta de la habitación donde había dejado al menor de los Kageshi. Maro no quería que su amigo se fuera, y menos así. Pero no había manera de detener a su hermano. La señora Kageshi se sorprendió, ya que ignoraba que hubiese un pokémon en su casa.

Él se hartó de esperar y simplemente arrojó la pokebóla a la cabeza del cuadrúpedo, obligándole a entrar. El menor, desesperado, se aferró a la pierna de su hermano en un rápido movimiento —bastante rápido, ya que se encontraban casi a dos metros—, y, rogándole que no se fuera, sollozaba.

En los ojos rojizos de Robert no había compasión, sólo la frialdad y la indiferencia. Su cabello negro, lacio y tan largo que le llevaba a los hombros y le tapaba un ojo. Su piel tan blanca por no exponerse demasiado a la luz del sol, casi parecía estar enfermo. Esas facciones algo finas pero notoriamente masculinas. Sus ropas siempre oscuras, y esta vez no era la excepción. Su complexión era un poco delgada, pero musculosa. Quizás era porque ahora lo estaba viendo mientras se aferraba a su pierna pero era bastante alto. Todo eso conformaba la figura que era Robert. Una figura amenazante, una figura fría... una figura cruel.

Simplemente con un movimiento muy violento con su pierna izquierda, a la cual estaba su hermano aferrado, y le obligó a separarse.

— ¡Déjame en paz, enano! —Le gritó como despedida, antes de irse por la puerta y cerrándola violentamente.

Maro se quedó ahí, viendo la puerta. Parecía no asimilar del todo qué había sucedido. Creía que en cualquier segundo despertaría de esa pesadilla. Sólo estaba ahí, arrodillado y sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Perdió tanto ese día, desde su hermano, hasta su amigo... y sobretodo, perdió algo muy importante con ese evento...


Maro ahora contaba con catorce años. Desde que su hermano se fue había notado que, con él, se fue también la cordura de su madre. Una vez la vio entrar a la habitación que solía ser de Robert, y mirando la ventana donde la luna posaba sus rayos, se había sentado en su cama y tomó uno de los peluches que alguna vez le pertenecieron en su infancia. Parecía como jugar con él, como si le imitara cuando su hermano era niño. Su mirada parecía vacía, perdida... como si su alma ya no estuviese en su cuerpo.

Él tampoco estaba muy bien, mentalmente hablando. A veces escuchaba voces y veía cosas extrañas. Pero en realidad no quería pensar en ello. Prefería ignorarlo. ¿Y si era un error ignorar una enfermedad que puede llevarlo a la verdadera locura? Por el momento, quizás estaba enfermo. Pero no estaba "loco". Sólo se llamaría loco a sí mismo si llegara a perder el control sobre sí mismo y la brecha de la irrealidad y la verdad se rompiera. Por algún extraño motivo así había dividido su definición de "enfermo mentalmente" y la de "loco". ¿Y? ¿Realmente importaba? ¿A quién asesinaría, si todo el tiempo estaba confinado a su casa? ¿Y qué si se suicidaba? Su madre ya no estaba entre los vivos, no podría llorar por él. Y aunque matara a su madre, ¿y si era algo que en realidad ella deseaba? Ya había perdido a su marido y a su primogénito. ¿Qué más daba?

Un día lluvioso, que no se molestó en marcar en el calendario, recibió una llamada telefónica. Lo cual era bastante raro. Su madre no estaba en el hogar, estaba en el trabajo. Pero no quiso contestar, por un motivo muy diferente a la pereza. Simplemente indiferencia. Al final perdió la llamada al no contestar a tiempo, pero sonó la contestadora. Una voz robótica y femenina dijo "Lo sentimos, por el momento no nos encontramos en casa, por favor deje su mensaje y le llamaremos lo antes posible" y después emitió un extraño sonido, uno que no había escuchado antes, pero no le tomó importancia. El mensaje después de ese ruido era lo importante.

"Buenas tardes, habla Takahashi Kenji, lamento avisar que la señora Kageshi Yuko tuvo un accidente fatal en su trayecto hacia su trabajo. Murió en el acto. Mis más sinceras condolencias, familia Kageshi"

Familia, familia... ya no había eso en la casa de los Kageshi.

Maro estaba indiferente ante la noticia. Se miró al espejo y trató de verse hace dos años. Lo logró. Vio a un niño de doce años, de mirada rebosante de vida y de luz. Su sonrisa que, según su madre, era hermosa y siempre mostraba una felicidad contagiosa...

Luego se vio a sí mismo ahora: Su realidad. Realidad que por el momento no se vio alterada. Esos ojos, esos ojos que parecían casi dos cuencas vacías de lo dilatadas que estaban sus pupilas y lo vacíos que parecían. Sin vida, sin luz... sin nada. Su sonrisa, ¿qué había pasado con ella? Ahora sólo era una línea recta, sin expresión. Eso había en su rostro: Nada.

No se había roto bajo la tristeza por la noticia. No podría decir que odiara a su madre. Al contrario, la quería mucho. Pero, con la partida de Robert, fue ahí cuando verdaderamente la perdió. En ese tiempo ya lloró lo suficiente. Ahora, ¿qué más daba? Lo único distinto sería que ya no podría depender de alguien que está muerto. Una idea llegó a su mente, casi como un flash. Sabía qué hacer ahora.

Fue directamente a la habitación de su madre y abrió uno de sus cajones. Encontró un frasco en donde ella guardaba dinero en caso de emergencia. ¿Qué mayor emergencia que esta?

Vació todo su contenido. No había mucho, pero lo suficiente como para vivir durante algunos meses con lo mínimo. La casa era realmente de la familia Kageshi, no necesitaba pagar una renta o algo por el estilo. De lo que sí debería preocuparse era de los servicios, la comida y demás cosas indispensables. También debería considerar conseguir alguna fuente de ingreso. No podría vivir todo el tiempo de ese ahorro. Ya se las arreglaría después. Por el momento su única preocupación sería sobrevivir con lo mínimo ahora. Solo, sin su madre, sin su hermano... sin su padre.

Alejó de su mente cualquier pensamiento triste. Lo último que necesitaba ahora era entrar en depresión. No debía sentirse triste. Y no sabía cuando adquirió ese control tan total sobre sus emociones, pero logró no sentir ningún tipo de dolor. De hecho, hasta sentía una extraña hilaridad...

Hilaridad que rompió con la inexpresión de su rostro, y estalló en una carcajada demente.


(1) Eon Evoli= Como muchos sabrán, el nombre de Eevee originalmente era Eon -por lo cual sus evoluciones tienen esa terminación en su nombre- y Evoli es el nombre que recibe Eevee en italia, así que creí que ese sería un buen nombre científico.

Bueno, este ha sido el primer capítulo. Como pequeño dato, el tipo de enfermedad mental que padece mi OC es la esquizofrenia, y algo característico de aquellos que la padecen es que les puedes dar una buena noticia y lloran o les puedes dar una mala noticia y se ríen. Como si tuvieran una reacción equivocada a la situación. O bien, algunos no pueden sentir en absoluto nada. Espero manejar bien esto y me pondré a estudiar sobre el tema.