Capítulo 1
Aclarándose la garganta, el castaño procedió a iniciar su clase de literatura, acomodándose de vez en cuando las gafas que se movían conforme las anotaciones en el pizarrón aumentaban bajo el ruido de la tiza que incesantemente golpeteaba contra la pizarra. Cada día, desde que había tomado la decisión de convertirse en profesor, pasaban agónicamente para él conforme los recuerdos se enfatizaban más y más, ¿por qué no desaparecían? Con la fatiga al máximo, dejó caer pesadamente el libro sobre el escritorio, retirándose las gafas.
-Lo dejaremos hasta aquí – dijo ante el silencio de sus estudiantes
Alegres de haber concluido la clase, todos procedieron a salir del aula desordenadamente mientras el castaño frotaba su sien con fastidio. Una taza de café era lo que necesitaba, una taza con un toque especial. Cerrando el aula, se encaminó hacia la sala en donde rogaba no encontrarse con las fastidiosas profesoras que insistían e invitarlo a cenar a sus casas – buscando una relación en pocas palabras -. Agradeciendo que el lugar estuviese vacío, procedió a servirse un poco de café humeante, sacando discretamente su licorera y vertiendo un poco en la taza. Tomando entre sus manos la bebida humeante, dióse media vuelta con rapidez, topándose con el rostro de una rubia que por poco pierde el equilibrio.
-¡Maldición! – masculló el castaño al sentir el líquido caliente sobre su mano
-Lo siento – se disculpó en seguida la rubia, colocando una servilleta en la mano
-Basta, basta – dijo molesto, depositando la taza a un lado suyo para poder limpiarse
Refunfuñando, posó fugazmente la mirada en la mujer que no sabía cómo actuar ante él. Creyendo no reconocerla, volvió a verla con mayor fijeza, acercando un poco al rostro al de ella quien retrocedió ligeramente con recato.
-Me resultas vagamente familiar – dijo él, tratando de ver a través de aquellas gafas que la ocultaban de su recelosa mirada
-Oh, no… yo… – respondió con el rostro inclinado
Enarcando las cejas y cruzándose de brazos, volvió a acercar el rostro al que insistía en inclinarse con timidez, viéndolo a los ojos de vez en cuando.
-¡Oh! Veo que ya se conocen – intervino el director
-Se equivoca, señor William – corrigió el castaño
-Terry, ella es Candice White, nuestra nueva profesora de literatura – presentó el rubio – Candy, éste es nuestro profesor de teatro y auxiliar de literatura, Terrence Grandchester
-Es un placer – apenas murmuró Candy sin atreverse a levantar el rostro, levantando la mano en espera de que no la aceptara aquel hombre de mirada intimidatoria
Ligeramente fastidiado por la recates en ella, extendió la mano de mala gana, estrechándola rápidamente.
-Seguro… – dijo él, irrumpiéndose al tener una sensación extraña
-Vamos, Candy – la guió el director – Te mostraré el aula en donde darás tus clases… ¡Nos veremos, Terry!
Observó fijamente la mano con la que había estrechado la de aquella rubia, creyendo que tan sólo se trataba de una mera coincidencia. Sacudiendo la cabeza, tomó rápidamente su taza de encaminó al auditorio en donde sería su próxima clase.
-Imposible – farfulló, consultando brevemente su reloj de muñeca
Sabiendo que gozaba aún de tiempo, se encaminó al piano de cola que yacía en el rincón del escenario. Retirando la funda, se sentó en el banquillo, posando sus alargados dedos en las teclas e iniciando aquella melodía que compuso sólo para aquella chica que le robó el corazón una vez.
ºººFlash Backººº
Era la primera y última fiesta a la que acudía: la fiesta en honor a la graduación de todos los universitarios. Realmente no acababa de entender la razón de que haya asistido, ¿le había parecido interesante? Posando su vista en todas las personas disfrazadas, sonrió y recordó que parecía interesante porque para él era como si estuviesen en un teatro. Bebiendo el último sorbo de aquel desagradable ponche, decidió regresar a casa pero fue cuando la vio descender tímidamente por las escaleras en compañía de amigas que tenían pareja.
-¡No seas tímida! – escuchaba que le decía la pareja de una morena
Hipnotizado por aquella figura enmascarada, acercóse hasta las escaleras, poniéndose frente a la visión y alargando una mano.
-¿Me permites esta pieza? – preguntó
Con una tímida sonrisa, aceptó luego de que una de sus amigas le dio un ligero codazo.
Cuando sostuvo aquella mano escondida tras el guante, supo que el universo había conspirado para que aquel encuentro se diera, ¿estarían destinados el uno al otro? Aquellos ojos como esmeraldas brillaban escondidos tras el antifaz mientras le observaban fijamente, ¡hermosa mirada que hechizaba bajo el efecto sutil de la música! Las palabras sobraban en aquel instante en el que ambos salieron a la terraza iluminada por la luz de luna.
-¡Qué hermosa luna! – comentó él apoyándose en el barandal
-Si – respondió ensoñadoramente la chica, apoyando ambas manos
Un silencio los envolvió, haciendo que sus miradas nuevamente se encontrasen. Tímida ella, desvió la mirada buscando incorporarse. Él, resistiéndose a perderla, sujetó su mano enguantada hasta que recuperó nuevamente aquellas esmeraldas que parecieron brillar con mayor intensidad al sonrojarse sus mejillas.
-Es hermosa tu mirada- comentó mientras acariciaba la tersa mejilla sonrosada
Poco a poco sus labios se curvearon hasta convertirse en una tímida sonrisa que terminó por cautivarlo e impulsarse hacia delante para atraparlos en un apasionante beso al que ella no protestó.
-¿Cuál es tu nombre? – susurró, separando ligeramente los labios de los de ella
Suavemente acarició la mejilla de Terry, analizando con el tacto cada centímetro en el rostro masculino que aguardaba impaciente una respuesta. Sus labios se abrieron en señal de dar una respuesta pero prontamente se vio asustada, alejándose precipitadamente de él quien permaneció estático y confundido ante la repentina reacción de la chica.
-¡Espera! – reaccionó al fin, persiguiéndola a lo largo de la pista de baile - ¡Por favor!
Desesperadamente se abría paso entre las parejas que le reclamaban a espaldas suyas pero poco le importaba si lograba alcanzarla. Se detuvo al pie de las escaleras, encontrando únicamente el antifaz perteneciente a ella que había perdido en su huida.
Desde aquel día, guardaba como un preciado tesoro aquel antifaz en la vana espera de reencontrarse con aquella chica de mirada verde que le robó por siempre el corazón.
ºººFin del flash backººº
-Lo siento, no sabía que estaba alguien – lo irrumpió la misma voz que hacía poco había conocido
-No importa – respondió entre suspiros, cerrando la tapa del piano
-Es hermosa – comentó tímidamente – Triste y a la vez pasional
Sonriendo melancólicamente, tomó su taza de café y dio un largo sorbo, sintiendo lo rasposo del licor en su garganta. Posando su vista en ella, cayó en la cuenta de que permanecía oculta en las sombras.
-¿Por qué no te acercas un poco más? – animó sin saber el por qué
A través de las sombras, pudo percibir cómo llevaba con nervios una mano a sus labios.
-Sé que no seré amable pero no muerdo – dijo, acercándose a ella para sujetarla de brazo
-No… me toques – protestó con cierto temor, retrocediendo de la mano
Confuso, puso los ojos en blanco, dándole la espalda para regresar por su taza de café.
-No te tocaré si es lo que deseas – repuso molesto, apurando otro sorbo mientras hundía la mano libre en el bolsillo de su pantalón – Por favor abandona este lugar, mi clase está por empezar
La rubia pareció querer disculparse, no obstante, ante la llegada de los estudiantes, optó por retirarse discretamente del lugar.
-¡Vaya! – farfullo el castaño con molestia, dejando a un lado su taza para dar inicio a su clase
-Genial, seguro lo ha tomado a mal – se decía ella con reproche, levantándose un poco la manga de su suéter para analizar el enorme hematoma formulado a lo largo del brazo
Presionando levemente con la yema de sus dedos, hizo una mueca de dolor.
-Espero que se quite pronto – habló una voz a espaldas suyas
Ocultando nuevamente su brazo, dióse media vuelta para toparse con un rubio que sostenía una botella de agua.
-¿Qué te pasó? – preguntó dando un sorbo a su botella
-Oh… una caída – respondió
Acabando el líquido, botó la botella en el bote de basura.
-¿En serio? – preguntó receloso, sujetándola del brazo para destaparlo y analizarlo – Bastante grande como para una simple caída, ¿en verdad fue una?
Recuperando su brazo, asintió nerviosa.
-Sí, tengo un niño pequeño en casa – explicó – Resbalé con uno de sus juguetes y me golpeé con el borde de la mesilla… Supongo que soy afortunada de no haberme golpeado en otras parte del cuerpo
-Supongo lo mismo – alargó una mano hacia ella – Mi nombre es Anthony Brower, profesor de arte
-Es un placer – correspondió al saludo – Soy Candice White, recién profesora de literatura
-Así que eres la chica de la que ha estado hablando William – sonrió – Al parecer a Terry no le entusiasmaba la idea de ser profesor de literatura por siempre
-¿Le disgusta la literatura?
-Al contrario – negó con la mano – Disfruta de ella pero siempre ha sido mayor su pasión por el teatro, ¿sabías que por una breve temporada fue un famoso actor en Broadway?
-¿En verdad? ¡Es asombroso!
Asintió con las manos metidas en los bolsillos.
-Nadie sabe la razón de que haya decidido dejarlo – se encogió de hombros – Supongo que son datos que difícilmente compartiría con nosotros – le sonrió – Tal vez tengas suerte y logres ser cercana a él
-Lo dudo – respondió casi para si
-¿Perdona?
-Nada, debo ir a mi clase – hizo una leve inclinación – Es un placer conocerle
-Igualmente, ¡suerte!
Retomando su camino el rubio, se alejó a lo largo del pasillo hasta perderse en un aula.
-Parece ser que todos son muy amables – pensó sonriente, cubriendo nuevamente su brazo
-¡No, no! – intervino Terry con molestia en la escena montada - ¡Son jóvenes! ¿Cómo es posible que no sepan representar la pasión?
Todos guardaron silencio ante la crítica del castaño.
-Para esta clase de escenas, deben de recordar que…
-Pssssss….jejeje
El mismo Terry guardó silencio ante el ruido emitido.
-¿Quién ha sido? – preguntó con cierta molestia, analizando cada expresión en el rostro de sus alumnos
Todos negaban con la cabeza y alzaban los hombros en señal de inocencia.
-No toleraré esta clase de…
-Psssss… ¡oh no!
Agudizando el oído, dio la espaldas a los estudiantes y posó su vista en las butacas de donde parecía provenir el ruido.
-Como les decía…
-¡Sálvense todos! Wooo… – volvió a escuchar la vocecilla
-¿Qué es? ¿Es un fantasma? – murmuraban los estudiantes entre sí
Silenciosamente descendió Terry del escenario y se adentró en el pasillo lateral, buscando sigilosamente entre los asientos vacíos.
-¡Oh! Jejejeje… ¡Pssss!
Con una sonrisa triunfal, saltó a los asientos, descubriendo a un niño de poco más de tres años de edad que jugueteaba con carros y soldados de juguete. Lo único que atinaron a hacer ambos fue el enarcar sus cejas castañas.
-¿Quién se supone que eres tú? – preguntó Terry
Analizando cada gesto del mayor, el menor mantenía sus ojos verdes muy abiertos. Lo que pareció un tenso momento se dio entre ambos hasta que el infante restó importancia a la autoridad y continuó con sus juegos.
-Te he hecho una pregunta – insistió con poca paciencia
-Ethan – respondió sin perder la concentración en su juego
Levantando la vista hacia los estudiantes y tratando de contener la paciencia, inspiró profundamente.
-Te he visto en la tele – comentó el menor, incorporándose para escalar una butaca y adoptar una pose - ¡Eres un actor!
Ambas cejas del castaño se arquearon con sorpresa, después de todo, no era muy común que un niño reconociera a un ex actor de teatro. Esbozando una risilla, observó cada ademán que imitaba el niño.
-¿Quién es tu madre o padre? – preguntó divertido
-Es un secreto – respondió
Observándolo mejor, notó cierto parecido con la recién llegada profesora.
-Puedo apostar a que eres hijo de Candice – dijo en casi una afirmación
-A mamá le gusta que la llamen Candy – protestó el menor, haciendo alusión de que sacaba una espada
-Supongo que tendrá problemas si saben que estás aquí – murmuró, cruzándose de brazos
Posando el infante sus piececillos en el borde del asiento, intentó mantener el equilibrio en vano, cayendo e impulsivamente aferrándose a Terry quien reaccionó y lo sostuvo en brazos.
-¿Será la torpeza de familia? – se preguntó con una media sonrisa – Escucha, si te atrapan aquí será tu madre quien tendrá problemas
-¡No quiero que mamá tenga problemas! – protestó con ojos vidriosos
-No te atrevas a llorar – amenazó ante la reacción del menor
Hipeando y posando sus manos en sus ojos, unas leves lágrimas empezaron a asomar a los ojos del menor.
-¡Espera, espera! ¿Qué te parece si te permito estar en la obra? – ofreció sin saber qué más decir
-¿Habrá soldados? – preguntó
-No abuses de tu suerte, mocoso – respondió con el ceño fruncido
Ethan volvió a la amenaza de romper en llanto.
-De acuerdo, de acuerdo… ganas tú, habrá soldados
-¡Hurra! – celebró, zafándose de los brazos del castaño para correr hasta el escenario en donde fue curiosamente recibido
-Manipulado por un mocoso – pensaba Terry con la paciencia al límite - ¡Soy yo el que debería poner las condiciones!
-¡Señor, señor! – agitó su manita desde el escenario
-Solo respira, Terry… ¡Muy pronto se aburrirá y me dejará en paz! – consultando su reloj de muñeca, suspiró al ver que había perdido demasiado tiempo en aquel niño – ¡En definitiva, su madre me debe un favor!
Regresando a donde los estudiantes, subió ágilmente al lugar para mayor impresión del menor a quien le resultaba imposible alejar la mirada del hombre. Frotándose la barbilla, Terry tomó del cuarto de vestuario un viejo traje de árbol y cubrió con este al menor que pareció confundido ante la maniobra.
-Como un buen soldado debes estar camuflajeado, ¿no es verdad? – explicó el castaño – Por ende, tu papel consiste en no moverte ni siquiera un centímetro
Cruzándose de brazos, aguardó la respuesta del infante que se contemplaba con el vestuario.
-¡Bien! – aceptó con entusiasmo el menor
El castaño esbozó una sonrisa triunfal.
-Sólo será cuestión de tiempo hasta que se canse y opte por regresar a sus ilusos juegos – pensó maliciosamente Terry - ¡Todos a sus lugares!
En un principio, Terry prestaba absoluta atención a la actuación de sus alumnos, sintiendo orgullo de que los errores eran cada vez menores en comparación a hacía unos meses atrás cuando el curso había iniciado. Poco a poco su atención se fue desviando a Ethan quien permanecía estático en su lugar sin siquiera protestar o hacer mueca de disgusto, ¿estaría interesado en la actuación? Una discreta sonrisa curveó los labios del castaño mientras indicaba el final de la clase.
-Buen trabajo, chicos – les despidió – Los veré la semana próxima
Agotado el pequeño, sentóse mientras se frotaba cansadamente los ojos.
-Creo que me excedí – se reprochó al contemplar al menor – Hiciste un buen trabajo
Sin dejar de frotarse los ojos, sonrió con orgullo perezoso.
-¿Tiene auto tu madre? – preguntó
Negó con la cabeza.
-Ven conmigo – lo levantó entre sus brazos, cubriéndolo con su abrigo – Necesito que guardes silencio, ¿de acuerdo?
-Sí – respondió, acomodándose en el torso del castaño y cerrando los ojos con cansancio
Sintiendo una agradable sensación al tenerlo entre sus brazos, Terry salió discretamente del lugar, cerciorándose que nadie le viese mientras recorría los pasillos hasta llegar al estacionamiento en donde abrió la puerta de su deportivo, reclinando el asiento para recostar al menor que estaba profundamente dormido.
-Buen trabajo, pequeño – susurró, pasando sus dedos por los cabellos de Ethan quien se removió ligeramente
Sonriendo, Terry cerró cuidadosamente la puerta y accionó los seguros.
-Debería comprarle algo por si despierta – se dijo, pensando en lo que podría comer un niño de su edad
Consultó su reloj.
-Tal vez pueda conseguir algo en la cafetería
Rápidamente se encaminó hacia la cafetería vacía en donde las mujeres conversaban animosamente mientras acomodaban los alimentos en los aparadores. Sin decir palabra alguna, tomó algunos emparedados, gelatinas y jugos.
-¡Hey! – protestó una de las cocineras – No puede llevarse la comida como si nada
Ablandando la expresión, adoptó una mirada seductora hacia las mujeres que parecieron impactarse ante aquel esbelto rostro que les sonreía.
-Los necesito – habló
Sin saber cómo actuar, sonrieron y asintieron con nerviosismo.
-¡Yo un seductor! – se reprochó con fastidio - ¡Esto es bajo para mi!
Tratando de borrar aquel recuerdo, abrió nuevamente la portezuela de su deportivo y colocó los alimentos en el asiento libre.
Las clases pasaron en un abrir y cerrar de ojos, regresando Candy al teatro en donde Terry disfrutaba de una taza de café mientras leía sentado en una de las butacas.
-¿Ethan? – le llamó la rubia, adentrándose al lugar para buscar entre los asientos sin percatarse de la presencia del castaño quien continuaba con su lectura - ¡Ethan!
Un ligero pánico se apoderó de la rubia que inició una frenética búsqueda en las filas hasta que el castaño se incorporó haciendo el mayor ruido para captar la atención de Candy quien se sorprendió a muerte ante la presencia.
-Profesor – musitó asustada
-¿Buscas a tu hijo? – preguntó, acercándose un poco a ella quien instintivamente retrocedió
-Ah… yo… - balbuceó nerviosa
La oscuridad le dificultaba un poco el verla pero algo en él insistía en conocerla de alguna parte. Desviando ella la mirada, se encaminó hacia las gradas para salir del lugar.
-Está en mi auto – alzó la voz – Se quedó dormido terminada su primer clase de actuación
En seguida posó su mirada verde en la azul.
-Por favor, no se lo diga a nadie – rogó
-Me dijo lo mismo tu hijo, aunque fue él quien terminó por condicionarme – explicó - Me debes una, ¿lo sabías?
-Cla… claro, lo que sea – respondió nerviosa
-Después pensaré en la forma que podrás pagarme – dijo, adelantándose – Sígueme, te llevaré a donde él
Asintiendo tímidamente, se limitó a seguir al castaño.
-¿Por qué eres tan tímida conmigo? – preguntó repentinamente mientras recorrían el pasillo
-Lo siento – se disculpó, inclinando más el rostro
Resoplando ante la reacción de ella, hundió una mano en su bolsillo en busca de las llaves para abrirlo. Antes de abrir, notó que Ethan estaba despierto pero con lágrimas incesantes en sus ojos. Apresurándose y temiendo que estaba asustado por hallarse encerrado en un auto desconocido, Terry botó los seguros.
-Ethan – trató de sostenerlo entre sus brazos Candy pero se aferró éste al asiento de piel - ¿Qué sucede, pequeño?
Sollozando, miró nerviosamente a Terry quien le miraba con la misma consternación.
-Lo siento – se disculpó hipeando, frotando sus ojos
-¿Por qué te disculpas? – preguntó el castaño sin entender
Consternado, se lanzó a brazos de su madre quien lo sujetó firmemente.
-Estás temblando – musitó Candy, observando a Terry
No fue hasta que Terry posó su vista en el asiento cuando al fin supo la razón posible de su llanto: una enorme mancha en el antes inmaculado color crema. Cerrando los ojos con cierto alivio, giró al menor quien se hundió más en el seno de su madre.
-¿Es por eso que llorabas? – preguntó sin un ápice de molestia en la voz
Horrorizada, Candy notó la mancha en el asiento.
-Lo… lo siento mucho – se disculpó en seguida - ¡Pagaré por ello!
-Calma, es sólo una mancha – tranquilizó en seguida Terry – Sería una estupidez si armara un escándalo por algo tan superficial
-Pero…
-Sólo finjamos que nada de esto pasó, ¿de acuerdo? – pasó del rostro de Candy al de Ethan quien no se atrevía a verle a los ojos – Ethan, no estoy molesto contigo, ¿lo entiendes?
Dejando de temblar, se descubrió el rostro y posó sus asustados ojos en los calmos de Terry quien le esperaba con una sonrisa.
-Es bueno ver que te has comido lo que te traje – comentó para aliviar la tensión en el menor
Ethan sonrió con cierta timidez, no estando aún seguro de si debía hacerlo o no. Sintiendo la sinceridad en el rostro de Terry, se lanzó a brazos de éste quien lo estrechó sin protesta alguna.
-Ya está todo bien – murmuró el castaño, observando a Candy quien tenía una sonrisa dibujada en el rostro
-Es hora de irnos, Ethan – dijo ella, recuperando a su hijo – En verdad lamento todo, profesor
-Terry – le corrigió – Es más corto y agradable que profesor
Sonriendo, ella asintió.
-También voy de salida, puedo llevarte si gustas – ofreció
La mirada verduna se tornó nerviosa.
-Agradezco su ofrecimiento pero no puedo – se disculpó con nerviosismo
Enarcando las cejas, apoyó los brazos en el toldo del deportivo.
-¿Le desagrado acaso? – preguntó directamente
-¡No! – respondió en seguida
-En tal caso la llevaré a su casa
-Pero…
-Tienes un hijo pequeño y al parecer nadie vendrá por ti, ¿pretendes que te deje ir sola con un niño?
-Te lo agradezco en verdad pero no es una buena idea
-¿Tienes auto?
-No
-¿Alguien vendrá por ustedes?
-No
-¿Cuál es el impedimento? – insistió – No pretendo hacer algo indecente si es lo que te preocupas
-No pensaba eso – respondió ausente – Es sólo que…
-Por favor - sujetó una mano de ella – Si en verdad quieres saldar tu deuda conmigo, permíteme llevarte a casa para mayor tranquilidad mía
No pudiendo resistir aquella mirada color mar, asintió con cierta preocupación y resignación.
-Así que… ¿acabas de mudarte? – trató de romper el silencio entre ambos
-Sí, mi esposo y yo nos mudamos hace poco – respondió con un deje sombrío, acomodando entre sus brazos a su hijo dormido
-No es asunto mío pero…
-Su trabajo le impide cuidar de Ethan – se anticipó a responder – Hace bastante por nosotros y creo que… - suspiró mientras perdía su vista en las personas que transitaban en las calles
Posando fugazmente la mirada en Candy, pudo percibir una tristeza inmensa de la cual estaba seguro era a causa de su esposo, ¿acaso estaban pasando por dificultades maritales? Un silencio nuevamente les siguió hasta que al fin llegaron a la casa donde ella vivía.
-Muchas gracias – agradeció, descendiendo el deportivo con su hijo en brazos
-Sé que sonará extraño pero, ¿estarás bien? – se atrevió a preguntar con las manos aferradas al volante
La pregunta la tomó por sorpresa pero en seguida recobró la postura.
-Sí – se limitó a responder, apresurándose para ingresar a su casa
Apagando el potente motor de su auto, apoyó un brazo en el marco de la ventana, tratando de encontrar una lógica a los comportamientos de ambos. Primeramente, ella reaccionaba siempre de una forma temerosa cada que intentaba acercarse demasiado a ella; en segunda, el llanto horrorizado de Ethan ante aquella mancha, ¿acaso un niño tendía a reaccionar de esa forma?
-Sólo si conoce las graves consecuencias – se respondió – Y una mujer reacciona así sólo si ha tenido experiencias traumáticas con alguna otra persona – molesto, aferró el volante con impotencia - ¿Su esposo los maltrata?
Si lo pensaba, tenía mucha lógica aquella suposición. No queriendo soportar aquella rabia que le causaba el saber de un hombre que abusaba de una mujer, descendió del auto con la firma decisión de irrumpir en aquella casa y llevarse a Ethan y Candy con él a algún lugar seguro. Antes de subir los escalones y llamar violentamente a la puerta, se detuvo al pensar que todo era una locura, ¿qué derecho tenía de intervenir con tan sólo suposiciones? ¿Qué sucedería si estaba equivocado? Suponiendo que no tenía derecho a intervenir, regresó a su deportivo y encendió el motor para perderse entre las transitadas calles.
Viéndolo desde la ventana, observó con cierta melancolía cómo se alejaba a toda marcha en su deportivo. Suspirando, corrió las cortinas y dióse media vuelta.
-¿Quién era él? – preguntó una voz masculina a sus espaldas
Asaltándola un escalofrío que le recorrió la espina dorsal, encaró aquellos ojos encolerizados pese a que su pose aparentaba tranquilidad.
-¿Mami? – la llamó temeroso Ethan, aferrándose a la falda de ella y viendo de vez en cuando al hombre
-Ve a tu cuarto, Ethan – ordenó el hombre – Y no salgas
Con labios tembloroso, observó a su madre quien le suplicó son la mirada.
-Haz lo que dice tu padre – repuso ella con voz temblorosa
Sintiendo venir el llanto, se apresuró a subir las escaleras para encerrarse en su alcoba.
Es un movimiento desprevenido, la apresó rudamente contra la pared, sosteniendo con una mano las mejillas de ella.
-¿Quién era ese hombre, querida? – preguntó con voz fría
-Un profesor del la escuela – explicó con una mueca de dolor
-No me agrada que otros hombres se acerquen a ti – comentó, soltando levemente las mejillas enrojecidas por la presión de sus dedos – Eres sólo mía, ¿lo entiendes?
Ante el enmudecimiento de la rubia, la giró, sujetándola fuertemente del brazo lastimado, arrancando un gemido de su boca.
-Me lastimas – musitó con un nudo en la garganta
-Es bueno, eso te recordará lo que debes y no debes hacer
Rezando en silencio y cerrando los ojos, Candy se dejó a merced de aquel hombre que en un principio pensó y era la persona más humana que jamás conoció. Con lágrimas, rogó a Dios que Ethan no saliese de su habitación, ¡protegerlo era su máxima prioridad! Y sólo podría protegerlo si guardaba silencio y contenía los sollozos hasta que Richard, su esposo, se aburriese de torturarla y saliera de casa hasta regresar ahogado en alcoholo por la madrugada.
Continuará…
Bueno, jejeje ya sé lo que muchas deben de estar pensando "¡Acaba primero una historia antes de empezar otra! ¬¬" Y tienen toda la razón, lo sé, pero es que aunque no lo crean tengo más creatividad con dos historias a la vez jeje y es menos frustrante para mí porque si no tengo una idea para una historia, ¡tengo ideas para la otra! XD
Y bueno, a los que han estado siguiendo mi historia de La Promesa de un Hogar, ya tengo el próximo capítulo pero hay un fragmento que no termina de convencerme pfff ¡una disculpa!
Lo último que me queda por decirles, es que agradezco que lean esta historia y esperaré ansiosa sus comentarios, quejas, dudas y/o sugerencias jejeje XD
¡Un abrazo a todos y todas!
