Hola a todos. Me presento con esta segunda parte de este humilde trabajo.

Espero que les guste. Si lo haz leído la primera parte haré una breve síntesis.

Resumen primera parte:

Leonardo tiene un hijo de una mujer, la cual nadie de la familia sabe su origen, Splinter maltrata a ese niño en venganza a Leonardo quien no quiere dar el origen de su madre, Abril y Leonardo sienten un deseo apasionado muy profundo que lo confunden con amor, aunque el la ame en cierta manera, ella decide casarse con su prometido Donatello. Rafael tiene una pareja estable llamada Robin y ella tiene una hija de una relación pasada, la niña llamada mackenzie es la favorita de Splinter, dejando un profundo problema en Kensho, el hijo de Leonardo.

Por el bien de ambos Leo y Kensho se marchan a Centroamérica donde vivirán mejor.


El punto sin retorno parte dos: Deseosos de regresar.

Soundtrack: sadure dandstorm

Introducción.

El viento en la cara, el aire caliente, las gotas de los arboles, cayéndole lentamente mientras sentía la grave urgencia de… correr.

Cada pisada era un paso más ganado, intentando correr con todas sus fuerzas no recordaba un momento más horrible que el de ahora. Un depredador lo estaba persiguiendo, para matarlo, devorarlo, comerse cada fibra de su ser, sus ágiles músculos se tensaban con cada pisada que daba, estaba muerto.

Le habían advertido que tuviera cuidado, que si lo hacía tendría graves consecuencias… no les creyó… ahora corría por su vida a través de la selva. Como el niño que era, no se fijaba bien a donde ir, por lo tanto chocaba con cada rama, pisaba cada piedra que se le atravesaba en el camino.

Su respiración iba a mil por hora, trataba de pensar en las múltiples posibilidades de hacer algo, trepar no le serviría su depredador sabía escalar, correr; otra rama, debía pensar más rápido, otra roca, pensaba, pensaba…. Necesitaba refrescarse… necesitaba el río.

Si cruzaba el río se salvaría, estaría listo de irse a casa y hacer como si nada hubiera pasado, sonrió con ansias…. Escuchó los gruñidos de la bestia. Ahora si estaba asustado, no lo había sentido tan cerca, casi lo tenía en sus talones, veía su sombra proyectarse a sus pies…. Era grave.

Los gruñidos aumentaron con intensidad, dio un salto otra vez y ahora vio una de sus garras intentar atravesarlo, si lo tocaba estaba muerto, esas garras lo rasgarían como si se tratara de simple tela, no quería pensar en eso. El sonido a sus espaldas, él mirando hacia el frente… sudando frío… ojala hubiera hecho caso a…

Ruido de agua correr….

Con ese simple sonido sus fuerzas aumentaron a mil, le dieron la potencia para correr con todo lo que tenía, 15 metros, ya no lo regañarían, 10 metros, ya estaría contando esa experiencia como algo grandioso, cinco metros… vio el río y con una sonrisa se lanzo al agua, solo un metro más….

Estaba a salvo…

Estaba vivo.

Iba a caer directo al agua, iba a salvarse…. Hasta que una enorme sombra apareció por detrás, no lo había previsto. La sombra se abalanzó sobre él… lo tomó por el caparazón y lo dejó colgando, el niño estaba horrorizado, escuchaba gruñir a… su padre.

Sintiendo como él jadeaba con rabia cerró los ojos, no quería ver ese espectáculo. Pero sintió como el brazo se tensaba, como lo giraban lentamente, quedando frente a frente, casi encima de su rostro.

Abrió un ojo… rayos… Le temblaba el ojo derecho, estaba mal. Escuchaba el gruñido provenir de su garganta, muy mal, su rostro había cambiado de color…. Estaba muerto.

El grito se escucho por todo el lado oeste de la selva, pájaros salieron de sus nidos pensando que estaban en peligro… en realidad ellos no lo estaban, un pequeño niño sí.

Leonardo llevando en el hombro a su hijo caminaba exasperado, odiaba cuando su hijo se comportaba de esa manera. No podía creer que ahora tendría que perder el tiempo por su culpa, casi dos horas de una amonestación ridícula, solo porque… ¿Por qué era?

– Kenshō estas castigado, sin fútbol, sin ver a tus tías, sin ver a tus amigos… no podrás ir a nadar al río – siguió mientras escuchaba a su hijo hacer pucheros ridículos.

– No es mi culpa papá… ellos… él… mintió, lo que sea que fuera es mentira – pronunció mientras se sorbía los mocos.

Pero a su padre no le parecía mentira, apenas se enteró que tenía que hablar con el padre Francisco se giró a ver a su hijo, este ya no estaba.

– Tenia planificada toda la tarde y ahora perderé el tiempo por tu culpa… sabes que odio ir a misa, sabes que odio que me retenga el padre Francisco. – negó con la cabeza.

– Lo siento papa – volvió a pronunciar con pena el pequeño.

– No. Esto no lo acepto… ahora te quedarás afuera hasta que termine el consejo disciplinario – apenas pronunció esto Leonardo dejó la selva por completo, a plena luz del día, en el pueblito de San Carlos.

Era muy pequeño, no tenía más de cuatrocientos habitantes. Muchos o la gran mayoría eran granjeros… mejor dicho, todos. Eran bastantes religiosos, todos eran pequeñas familias, amigos, y parientes.

Las casas eran muy humildes; muchos no tenían electricidad, pero eso no los limitaba en su felicidad. Todos eran muy amables con ellos dos, desde el momento en que supieron de su regreso, se emocionaron, claramente sabían quién era Leonardo, y cuando vieron a su hijo, fue un hijo más de la familia.

Recordó….

Estaba mirando desde la iglesia, como todos miraban con atención hacia donde él estaba, sabían que estaba allí. El padre Francisco le pidió que bajara para darle las merecidas gracias, él no se dejó ver… había abandonado el lugar.

Fueron unos días después cuando unos bandidos aparecieron cerca del pueblo, esta vez no pudo ser tan precavido, un pequeño niño lo vio. Pensó que gritaría con fuerza, que correría llorando a ver a su madre, pero eso no pasó… nunca pasó.

Lo observaron, vieron quien era, lo analizaron, pero cuando vieron que los niños se acercaron para tocarle el caparazón, dejaron de tener miedo. El padre Francisco le dio la mano, y Leonardo no lo podía creer, que lo trataran como un ser completamente… humano.

– ¿Por qué? – simplemente preguntó. No hubo necesidad de explicar.

– Porque te conocemos. Y sabemos que eres bueno… gracias por todo –

Escuchó unos grititos, volviendo a la realidad pudo observar a un pequeño grupo de niños esperar en el centro del pequeño pueblo, todos cabizbajos, susurrando entre ellos, hasta que lo vieron aparecer.

Leonardo inspiraba respeto, pero esta vez inspiraba terror. Al pasar junto a ellos dejo a su hijo entre los demás y entro en la vieja y pequeña iglesia. Todos esperaron unos segundos antes de volver a hablar, todos expectantes, mirando a kenshō.

– Entonces no lo lograste – pronunció con ironía Juan Antonio, kenshō lo miró con fastidio.

– Eres muy inteligente Juan – los demás riéndose del comentario se sentaron en la banca de afuera.

Eran seis niños, cinco niños y una niña. Los hermanos Juan Antonio y Gabriel Federico, hijos del panadero, Catalina y Marco, hijos de la señora Ester, Felipe el mejor amigo de Kenshō, quien era hijo del señor Gerardo; y obviamente Kenshō…. Hijo del héroe Leonardo.

Todos estaban sentados, reflexionando el pequeño problema que estaban teniendo.

– Ya no podré ir con ustedes a jugar a las bolitas – dijo apesadumbrado Felipe, todos lo miraron con asombro.

– Eso no es nada – se levanto furiosa Catalina. – Nosotros no podremos salir a jugar con ustedes al patio – todos volvieron a soltar gritos de asombro.

– Pft… Gabriel y yo tendremos que ayudar a papa a cocinar sus panes – todos los miraron con suma compasión.

– No podré jugar con ustedes, no podré ir a jugar a la pelota, ni ver a las tías ni ir al río – todos enmudecieron al girarse hacia kenshō. Eso si que era una desgracia.

Pero todo era diferente adentro. Todos los adultos estaban sentados con fastidio, estaban cansados, eran las cinco de la tarde y seguían con ese problema del cual estaban tan enojados con su hijo.

Leonardo al entrar a la pequeña construcción de madera se dirigió hasta las bancas de al frente, donde estaban los padres sentados, todos mirando al padre Francisco.

– Gracias al cielo. Leonardo, ahora que estamos todos podemos comenzar. – pronunció el padre mientras se tomaba las manos. – Resulta que sus hijos... Están siendo… bueno… – haciendo una pausa melodramática espero a que los padres preguntaran, ellos no lo hicieron.

– Son herejes – pronunció con pena exagerada, al girarse los vio a todos, ni se movieron de sus asientos. – No quiero hacer mucho énfasis pero sé que son personas ocupadas, especialmente usted señor Leonardo, por lo tanto les dejare la prueba que necesitan…

– ¡Es él! – gritó Marco, todos los niños girando la cabeza pudieron verle…. Al traidor… Miguel… el judas.

– ¡Eres un judas traidor! – grito Juan, estaba por ir a golpearle cuando se pusieron en el camino Gabriel y Kenshō.

El niño ni siquiera los miró, he hizo el ademan de ignorarlos mientras caminaba hacia la puerta. Era un niño gordo y muy torpe, sus grandes mejillas parecían tomates. Era feo y un traidor.

– No sé de que se molestan. Ustedes saben que hicieron mal. – pronunció con desprecio.

– Eras nuestro amigo – dijo catalina, toda dolida por lo que estaban teniendo que pasar por él. … por su culpa.

– Lo siento Cata, abogare parta sacarte – estaba por irse cuando Kenshō se adelanto, con una sonrisa bastante maquiavélica.

– Oh Miguel… ojala San Mango te haga chocar con la puerta – todos los niños mirándose entre sí sonrieron cómplices.

– ¡AMÉN! – corearon atrás.

Y fue de esperarse, Miguel tratando de escapar de esa superchería se golpeo con la puerta al intentar abrirla. Todos se partieron de la risa al verle, y con toda la cara roja de vergüenza, el niño entró.

Leo intentando guardar la calma vio como los padres se levantaron de sus asientos para protestar contra el padre, lo que estaba haciendo era una completa estupidez. Se tomo las sienes que estaban a punto de reventar, la estupidez era algo que le provocaba migrañas, Miguel Ángel era su prueba viviente de eso.

– ¿Cómo me hace perder el tiempo de esa manera? Todos trabajamos Padre. – gritaba el panadero José mientras vociferaba malhumorado.

– Tengo hijos que atender Padre, lo que está proponiendo es una tontería. – repetía Ester.

Gerardo por su parte intentaba desesperadamente de hacer entrar en razón al padre diciendo que tenía que preparar la clase de mañana, siendo este un profesor muy ocupado… pero…

Leonardo no podía entender como el simple juego de alabar por todo una fruta era tan grave, ellos decían amén si pronunciaban a ese tal San Mango, no era nada grave, pero para el padre era toda una blasfemia.

Estaba harto de esto, definitivamente no tenía el tiempo para ese tipo de cosas. ¿Cómo dejó que su hijo lo metiera en eso? Odiaba estar ahí... odiaba ir a misa… odiaba ser amonestado.

No pudo más con eso y levantándose de su asiento miro sin ninguna expresión al tal Miguel, Kenshō le había dicho que no quería jugar con él porque era un chismoso… ahora le creía, era el fruto de todos sus males, algún día… tal vez... le diera una lección…

Se quedó mirando al grupo de hombres pelear, tosió un par de veces y todos se giraron para mirarle.

– Si puedo dar mi opinión padre usted tiene razón – el pobre hombre sonrió ante tal aclaración y todos cambiaron su mirada de sorpresa por enojo. – pero si puedo seguir… sé que es importante, pero creo que esto es innecesario, nuestros hijos no son vándalos, por ello deben ser disciplinados. Con una lección en el domingo por la tarde basta. – todos parecieron pensar la idea y fue lo bastante ingeniosa para tachar el problema.

– Sigo – volvió a hablar. – Nuestros niños recibirán los castigos que nosotros consideremos necesarios padre, pero si me disculpa tengo muchas cosas que hacer así que si me disculpa… – el padre asintiendo con rapidez.

– Si claro señor Leonardo, usted siempre con soluciones tan eficientes. Gracias por venir, espero que no haya sido una molestia – Leo sonriendo agradeció todo y se fue rápidamente.

Al abrir la puerta vio que todos los niños se alinearon, al verle, pudo apreciar a su hijo entre ellos, con una mirada apesadumbrada, eso le lastimo profundamente, su hijo no tenía la culpa de nada.

Haciendo el gesto con la cabeza invitó a su hijo a marcharse, cuando el niño llegó hasta su paso, giró la cabeza para mirar a sus amigos, todos le hacían una reverencia y movían la boca diciendo "que San Mango te ayude", Kenshō sonrió y se fue tras su padre.

Estaban caminando por la selva, en un silencio sepulcral, ellos habían escuchados gritos provenir desde adentro de la iglesia y tuvo miedo, de verdad no sentía que hiciera nada malo, era un simple juego en el fondo.

– ¿Estas enojado conmigo padre? – le hablo en japonés, siempre preguntaba primero, así sabía que si acababa con esto lo más rápido posible, sería más fácil de olvidar.

– ¿Enojado dices? No kenshō, resulta que tenías razón con respecto a Miguel, es un niño insoportable. Si hubiera sido mi hijo… mn… sería delgado en primer lugar – el niño riéndose a no más poder le tomó la mano a su padre.

Kenshō había pensado lo peor, agradecía tener un padre tan comprensivo, tan bueno, tan admirado por todo el pueblo y por él... que era su héroe.

– ¿Entonces puedo ir con las tías pasado mañana? – Leonardo asintiendo le guiño el ojo, mientras se dirigían adentro de una cueva que estaba cerca del río que alimentaba al pueblo, justo donde desembocaba una pequeña cascada.

– Listo pequeño, ve a tomarte un baño – el niño asintiendo con la cabeza se dirigió a una pequeña poza que se formaba al costado del pequeño rio que corría dentro de la cueva, lleno de agua limpia.

Pero Leonardo no estaba pendiente de eso, se dirigió hasta las cosas donde dormían, donde estaba su mochila, se arrodillo al lado de la cama improvisada, cerca de unas raíces, metió la mano dentro de uno de los bolsillos. Saco unos papeles con unos sobres, todos venían de Nueva York, todos daban los números de los vuelos, el más cercano era en dos días….

Era el cumpleaños de Kenshō… dentro de una semana era el cumpleaños de su hijo, iba a cumplir ocho años ya… pero ya lo tenía todo planeado, le celebrarían el cumpleaños mañana para tener a todos sus amigos cerca, no quería que su hijo sufriera los mismo de nuevo.

Pero era inevitable…. Esto en la vida siempre era inevitable.

TBC


Este es una no muy pequeña introducción, espero que esta historia sea de su agrado, no tardaré en seguirla.

Será de no más doce a trece capítulos, será bien intensa y habrá drama, que es lo que más me gusta.

Sus comentarios son bien aceptados

Nos leemos pronto