"LA PROFECÍA QUE NO SE CUMPLIÓ".

Resumen: Sobre como Draco Malfoy terminó viviendo rodeado de los Weasley y conviviendo días tras día con Harry Potter; y por ende, jamás nacieron cuatro niños que llevarían nombres tan… exóticos.

Disclaimer: Los personajes y el mundo de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling y de todos aquellos que le sacan algún tipo de lucro autorizado, obviamente y por desgracia, yo no voy incluida en el paquete; y por si no queda claro, escribo sin fines de lucro. Por otro lado, Harry es propiedad de Draco y viceversa.

Advertencias: En mi pequeño mundo algunos personajes no murieron, como Lupin, Snape y Fred. Esta historia contendrá relaciones amorosas entre chico y chico.

Capítulo I.

Inicios.

Habían pasado cinco meses desde que la guerra había terminado y el intento del Señor Tenebroso por llegar a obtener el poder y el control total sobre el Mundo Mágico, y también el Muggle, fracasó por completo cuando el niño-que-vivió (y ahora también venció-y-sigue-vivo) lanzó contra él un hechizo que enseñaban desde los primeros años de educación en Hogwarts, Merlín, quién lo diría, si tan solo Voldemort hubiera puesto más atención en esa clase y no hubiera menospreciado la utilidad de esos básicos tan básicos hechizos, probablemente seguiría vivo, pero para su mala suerte, la historia ya se había escrito.

Y durante este tiempo todo fue felicidad para la mayoría de los habitantes del Mundo Mágico, aunque había algunas personas que estaban lejos de sentir que esa chispa inundaba su vida, ya sea porque la batalla se había llevado con ella a algunos de sus seres más queridos o porque pertenecían al bando perdedor, y se encontraban en la lista de los más buscados.

Harry Potter, el Elegido, el niño-que-vivió, el Salvador del Mundo Mágico y todos sus demás derivados pertenecía al grupo que desbordaba felicidad por los poros, no que hubiera comenzado desde que la Guerra terminó – pero sí mejoró un poco, tomando en consideración que ahora ya no había nadie que intentara, con todas sus siete almas, privarlo de su vida – sino que por fin se sentía en libertad para poder actuar como lo que era, un adolescente que no había tenido una vida nada fácil. Y su felicidad comenzaba a crecer día con día porque parecía que por fin el Mundo Mágico se había cansado de mostrarle su adoración y agradecimiento; porque las invitaciones a todas partes, las entrevistas y reportajes, los regalos y las propuestas de unión mágica de sus obsesionadas fanáticas estaban llegando a su fin, gracias a Merlín.

Y las cosas no podrían estar mejor, porque después de vivir todos esos meses en esa horrible, deprimente y oscura casa ubicada en el número doce de Grimmauld Place, Harry por fin había decidido seguir el consejo de Remus y comenzar la remodelación de la misma, y mientras eso sucediera él se iría a vivir a La Madriguera deseando de todo corazón que la casa no terminara asesinando a Kreacher y a quienes participaran en tal acontecimiento.

Por eso, en este momento se encontraba en su habitación, en el tercer piso, llenando su baúl de todas las cosas que se llevaría mientras estuviera donde los Weasley, y antes de cerrar el baúl decidió echarle otra mirada a las cajoneras para ver si no olvidaba algo importante. "Nada" pensó Harry, entonces abrió el cajón de su mesa de noche y la encontró, podría decirse que palideció ligeramente al ver aquella caja negra de madera que tanto tiempo se había mantenido oculta en el fondo del cajón, "¿Cómo había podido olvidarla?" tomó la caja con delicadeza, como si pensara que un movimiento brusco podría romper o dañar su contenido, la abrió y ahí estaba, la varita que había no solamente salvado su vida, sino a todo el Mundo Mágico de paso, veinticinco centímetros de espino, la varita de Draco Malfoy.

"Malfoy", no había pensado en él desde hace un par de meses que lo vio a lo lejos vagando solo por el Callejón Diagon, a decir verdad, Harry pensó que en ese momento el rubio no se veía muy bien que digamos, lucía más delgado y pálido de lo que normalmente siempre había sido y tenía dos grandes bolsas oscuras que cubrían la parte inferior de sus ojos, no que Harry lo hubiera estado mirando minuciosamente un par de minutos enteros, no señor, eran esas pequeñeces que cualquiera que observara con un poco de cuidado habría notado.

Un par de horas y cuatro ranas de chocolate después, Harry, haciendo honor a su casa en Hogwarts, por fin se había armado de valor y se había prometido a sí mismo que al día siguiente se dirigiría a la Mansión Malfoy para devolver aquella varita a su dueño original. Así que tomando su baúl, otra pequeña maleta marrón y la jaula de su nueva lechuza, Witz, se dirigió a la chimenea para tomar un puño de polvos flu y marcharse a La Madriguera.

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Mientras tanto en Malfoy Manor, Draco se encontraba en su habitación mirando por la ventana los grandes y hermosos jardines que poco a poco se iban oscureciendo conforme comenzaba a caer la noche, cuando Bredny, la elfina encargada de mantener el correcto funcionamiento de todo dentro de la mansión mientras su madre no se encontrara, lo sacó de sus cavilaciones sobre lo poco interesante que se tornaba su vida en esos momentos y sobre - que tal vez - como jamás volvería a parecerse a la que alguna vez tuvo.

- Amo Draco, Bredny viene a informarle lo más rápido que pudo, que el ama Narcissa desea hablar con usted, y que se encuentra esperándolo en la chimenea del salón.

- Está bien, Bredny. Dile que en un momento estoy ahí. – Le respondió Draco a la pequeña criatura soltando un leve suspiro.

No era que a Draco no le emocionara hablar con su madre, ahora que ella se había ausentado algunos días de casa y del país, él se sentía más solo y cansado que nunca; las sensaciones de vacío, soledad y tristeza habían ido en aumento durante la última semana, pero Draco no creía que fuera algo para preocuparse, después de todo, cualquiera que hubiese pasado el último año y sobre todo los últimos meses igual que él, seguramente se sentiría de la misma forma o mucho peor, o eso era lo que Draco quería creer.

Suspirando de nuevo, se puso de pie para dirigirse a la planta baja y saber que era lo que su madre tenía que decirle, desde el día que se había marchado a Francia a lo que fuera que había ido a arreglar – Draco estaba seguro de que su madre se lo había comentado cuando pedía a Bredny que la ayudara a organizar el equipaje, pero por alguna razón no había puesto mucha atención a la conversación que habían mantenido antes de que ella partiera, y únicamente él se había mantenido asintiendo a cada frase que su madre le decía – se comunicaba con él todas las mañanas y todas las noches para preguntarle cómo se encontraba, qué había comido y si había salido de la Mansión a dar una vuelta por Hogsmeade. Narcissa después de tres días, sabría de antemano lo que su hijo respondería a su pobre intento de entablar una conversación: "Bien", "Lo que los elfos prepararon" y "No, madre".

Draco giró la cabeza, y vio frente a él a la pequeña criatura que aún permanecía dentro de su habitación, ésta movía un pie con algo de impaciencia y mantenía la cabeza baja, y por tercera vez en un muy breve periodo de tiempo, Draco volvió a suspirar.

- Ya puedes retirarte Bredny, en seguida bajo a hablar con mi madre.

- Amo Draco, Bredny también vino a informarle que su cena ya está lista. Bredny le ha preparado al amo los platillos que más le gustan, para que el amo se alimente como Merlín manda y el ama Narcissa no se preocupe porque la ropa del amo Draco es más grande que él.

Ante esta revelación, Draco no sabía si comenzar a reírse o empezar a preocuparse por el hecho de que su madre le confiara sus inquietudes a los elfos domésticos.

- De acuerdo Bredny, en cuanto termine con mi madre pasaré al comedor. – Dijo Draco y salió de la habitación junto con la elfina.

Al entrar en el salón y acercarse a la chimenea, Draco se inclinó hasta quedar hincado frente a las llamas verdes que rodeaban el conocido rostro de su madre.

- Buenas noches cariño.

- Buenas noches madre.

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Después de entablar su conversación diaria de no más de diez minutos con su madre, Draco pasó al comedor tal y como le había informado a la elfina que lo haría, y se pasó alrededor de una hora picando pequeñas porciones de los variados platillos que Bredny le había cocinado. Cuando consideró que el tiempo transcurrido había sido suficiente y que la comida se encontraba lo bastante revuelta, Draco decidió que era hora de levantarse y marcharse a su habitación.

Estuvo sentado frente a su ventana por largo tiempo, ya que no había podido conciliar el sueño y el sentarse ahí se había convertido en su pasatiempo favorito. Pensó en lo que le había dicho su madre, sobre que tal vez debería de intentar practicar un poco más con la nueva varita que ahora le pertenecía – veintisiete centímetros de olmo con un núcleo de pelo de unicornio – pero la idea no le entusiasmaba demasiado, había tenido ya los suficientes problemas para hacer a la varita cooperar y a esas alturas de la noche no se sentía con el suficiente humor como para soportar otro rechazo y nada más y nada menos que procedente de una tonta vara mágica.

Aunque bueno, la verdad era que si no quería terminar el resto de sus días sintiéndose no menos que un inútil squib debería ponerse manos a la obra, pero los resultados previos no habían sido muy alentadores y no ayudaba mucho a animarlo el hecho de que cuando los elfos domésticos se enteraban de que él estaba practicando con la varita nueva por toda la mansión éstos desaparecían por mera coincidencia, y sólo se cruzaban de nuevo en su camino cuando estaban bien seguros de que Draco ya no andaba armado por los pasillos.

En el fondo, Draco sabía que debía poner todo su esfuerzo en lograr canalizar su magia de la manera adecuada para que ésta lograra fluir de forma correcta – y no desastrosa –, y la verdad era que por el momento no le preocupaba realmente el que algunos hechizos más complicados no le dieran los resultados esperados, lo que realmente lo ponía al borde de la desesperación era que no podía mantener su mente ocupada preparando las numerosas pociones nuevas y más avanzadas que incluían algunos de los tomos que Severus le había regalado, porque en algún paso para la elaboración de las mismas siempre se necesitaba el uso de una varita, y bueno, él no deseaba arriesgarse a hacer volar alguna parte de la mansión y mucho menos terminar envenenando a alguien o a sí mismo por no poder hacer un uso correcto de su magia a través de la varita.

Bueno, podría intentar un par de hechizos ahora, ya era lo suficientemente tarde y los elfos ya estarían descansando así que no molestaría – o asustaría – a nadie. Así que Draco se acercó a su escritorio y tomó su varita, iría al salón en el que realizaban los eventos sociales ya que contaba con unos pocos muebles y no serían una gran pérdida si algo raro llegara a pasarles.

Cuando iba bajando las escaleras para llegar a su destino sintió una muy ligera vibración a su alrededor, fue casi imperceptible pero Draco estaba seguro de que la sintió, y eso sólo indicaba que las protecciones de la mansión habían detectado alguna presencia o habían tenido alguna modificación, pero eso no podía ser posible, los únicos que podían hacer eso eran sus padres y él, y definitivamente él no había hecho nada, su madre se encontraba en Francia y su padre, bueno su padre estaría ausente los próximos siete años cumpliendo su condena en la prisión de Azkaban. Por lo que lo más probable era que alguien – tal vez algún loco que aún sentía la obsesa necesidad de ir a gritarles que sus culpas no estaban pagadas del todo y que arderían en el infierno o alguna estupidez de esas – intentaba entrar en la mansión, pero un ruido proveniente del salón principal terminó con sus sospechas, no quería ingresar, ya estaba adentro.

Draco terminó de bajar cuidadosamente las escaleras, y con varita en mano se dirigió al salón de donde había provenido el ruido. Abrió la puerta con cautela, rogando para que en ese momento no se le ocurriera rechinar, y entró sigilosamente a la habitación con la varita levantada y apuntando hacia la nada. Todo se encontraba tranquilo y en orden a simple vista, miró hacia ambos lados y pudo notar que en la chimenea chisporroteaban pequeñas luces verdes, eso no era una buena señal. Así que, juntando todo su valor se introdujo por completo en la habitación con todos sus sentidos alertas por si escuchaba algo o veía algún movimiento.

- ¿Quién anda ahí? Está irrumpiendo en propiedad privada y eso es un delito. Si no quiere verse envuelto en serios problemas le recomiendo que salga de donde quiera que esté escondido y con las manos donde pueda verlas, o tendrá que…

- ¿Qué Malfoy? – Dijo una sombría voz de pronto, que le hizo pegar un brinco. - ¿Qué es lo que va a hacerme un pequeño y patético intento de mortífago como tú?

La voz provenía de alguna parte cercana a uno de los libreros que se encontraban al fondo del salón, pero por la distancia, Draco no podía percibir figura o movimiento alguno que le indicara que ahí se encontraba una persona. Así que con mucha lentitud fue acercándose hacia ese lugar y rogó porque alguno de los elfos se diera cuenta de que un extraño había logrado ingresar a la mansión.

- ¿A caso vas a atacarme o irás a acusarme con tú padre? Oh espera, tú padre no está aquí, perdona, pero ¿dónde es que se encuentra ahora? – Preguntó aquella voz que ahora se escuchaba burlona.

- Cierra la boca, no tienes derecho a hablar de mi padre, no tienes derecho a hablar de ningún miembro de mi familia.

- No te enfades pequeño mortífago, ahorra tus energías para lo que vendrá a continuación. – Dijo otra voz, pero ésta era de mujer, y sonó justo tras la espalda de Draco.

Maldición, habían logrado despistarlo, Draco no sabía que se trataba de dos personas, y ahora mismo no estaba muy seguro de que solamente fueran dos los intrusos, y él se había colocado justo donde ellos lo habían querido, o al menos eso parecía.

- Quédate quieto y no intentes hacer ninguna tontería, ¿qué tal si arrojas por ahí tú varita? – Le dijo la mujer, quien ahora clavaba la punta de la suya contra la espalda de Draco.

Draco hizo caso a los intrusos y arrojó su varita hacia un lado, aunque no muy lejos de su alcance, la mujer le dijo algo que sonó a "Siempre fuiste un niño muy obediente" y de entre las sombras junto al enorme librero salió un hombre, alto y corpulento que llevaba encima una larga túnica oscura con una capucha que ocultaba su rostro, en una mano sostenía su varita y en la otra llevaba una especie de pequeño paquete.

- No nos queda demasiado tiempo, las protecciones se levantarán pronto, tenemos que darnos prisa.

- ¿Qué es lo que quieren? Mi madre puede darles casi todo lo que deseen, ella volverá pronto. – Al no recibir respuesta alguna, a Draco comenzó a invadirlo la desesperación. – ¿De qué se trata todo esto? ¿Por qué no nos pueden dejar en paz?

- Se trata de venganza. – Y dicho esto, el hombre comenzó a acercarse hacia Draco y a su acompañante a grandes pasos, y en el camino comenzó a desenvolver el paquete que llevaba en las manos.

El pánico comenzaba a recorrer su cuerpo y ninguno de sus elfos se había percatado de que dos locos, envueltos en largas túnicas y con una especie de antifaz, habían logrado burlar las protecciones y estaban a punto de matarle o hacerle sólo Merlín sabía qué, bueno, en un instante lo sabría por que el enorme sujeto estaba ya casi junto a ellos, con aquella cosa que Draco no alcanzaba a distinguir que era; cuando de pronto la cosa esa resbaló de las manos de su atacante y cayó al suelo. En ese instante, la mujer que lo amenazaba maldijo la torpeza de su cómplice e hizo el intento de ir a ayudarlo, por lo que retiró su varita de la espalda de Draco por un momento.

Era ahora o nunca, así que Draco se lanzó contra la mujer y logró tirarla al suelo, y posteriormente se dirigió a toda velocidad hacia la puerta del salón, pero cuando iba a cruzarla ésta se selló con un Fermaportus lanzado por el hombre.

- ¿A dónde crees que vas Malfoy? – Preguntó el encapuchado.

- Todo esto es tú culpa, si no fueras tan idiota ya habríamos terminado con esto hace tiempo, ahora lo más probable es que los elfos hayan despertado al escuchar el portazo. Hazte a un lado inútil. Yo me encargo.

Mientras ellos discutían, Draco fue a ocultarse tras uno de los sillones que se encontraban alrededor, y con un Accio varita se encontraba armado de nuevo.

- Vamos Malfoy, sé un buen niño y coopera con nosotros o las cosas se pueden poner algo feas.

Draco no podía ver la ubicación de sus atacantes pero se guió por el sonido de la voz, salió de su escondite y lanzó un Desmaius que pasó cerca de la mujer, sabía que se trataba de ella porque era pequeña y delgada, con razón había podido derribarla tan fácilmente. El problema era que ahora se habían dado cuenta de su ubicación y él no había podido deshacerse de uno de ellos.

Rayos de diferentes colores comenzaron a cruzar por el salón, los sillones salían volando en diferentes direcciones, los libros caían de las estanterías y objetos eran destruidos y reducidos a pedazos inservibles cuando algún hechizo o maldición los alcanzaba.

Draco se dedicó a lanzar Desmaius, Expelliarmus y Confundus pero ninguno logró dar en el blanco, salían despedidos hacia otra dirección muy diferente de la que Draco apuntaba, estúpida y poco cooperadora varita.

- De acuerdo, ya me cansé, esto se acaba aquí y ahora. Crucio. – Gruñó la mujer y la maldición golpeó por completo a Draco. Éste pudo sentir como un dolor insoportable, y muy bien conocido, comenzaba a expandirse por todo su cuerpo, las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos y sus gritos bien se pudieron haber escuchado por toda la mansión.

- Suficiente. – Después de un momento, que a Draco se le hizo eterno el dolor se detuvo y se dio cuenta de que ahora el hombre lo estaba sujetando. – Ahora inyéctaselo, yo mantendré firme el brazo.

La mujer se acercó a Draco y pudo ver que lo que llevaba entre las manos era una especie de pequeño tubo transparente, que tenía al principio un gran filo de acero, y en su interior contenía un líquido blanco. Intentó moverse o por lo menos mostrar un poco de resistencia pero esa maldición lo había debilitado y el sujeto era demasiado fuerte para él, así que sólo sintió el dolor del filo de aquel objeto entrando en su brazo, para después contemplar como todo su cuerpo se relajaba de inmediato y comenzaba a caer en un sueño aparecido de la nada.

- Hora de irnos. – Y con aquellas palabras los invasores desaparecieron por la misma chimenea por la que habían logrado introducirse en la mansión.

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Narcissa Malfoy se encontraba durmiendo plácidamente, cuando escuchó un ruido procedente de la chimenea que se encontraba en su habitación. Y aún adormilada se puso de pie cuando escuchó una voz chillona que la llamaba desde ella.

- Ama Narcissa… Ama Narcissa, ¿se encuentra el Ama ahí?

- ¿Qué sucede Bredny?

- Bredny lamenta interrumpir al Ama cuando ésta se encuentra descansando, pero Bredny no sabía qué hacer, y Bredny no sabía a quién avisar.

- ¿Avisar qué? ¿Bredny, qué pasa? ¿Le pasa algo a mi hijo?

- Bredny tiene que informarle al Ama que esta noche atacaron la mansión y Bredny lamenta informarle al Ama que no podemos encontrar por ningún lado al joven Amo Draco.

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Gracias por tomarte unos minutos para leer. ^^

Dudas, quejas, comentarios o sugerencias siempre son bienvenidas; las amenazas de muerte únicamente las acepto y respondo vía e-mail… XD