Disclaimer: Para mi desgracia, mucho me temo que no poseo ni a Harry, ni a ninguno de los personajes de la siguiente historia. Más que nada porque son todos de Jotaká y porque si fueran míos sería rica xD. Pero la historia es mía. ¡Que la disfruteis!
I. Grimmauld Place
La luz chisporroteó durante unos instantes y se apagó. Harry levantó la vista del Profeta y miro al techo. Alzó la varita y la encendió, iluminando la cocina, y dejando el periódico encima de la mesa se puso en pie, alerta. Le pareció oír un ruido extraño procedente del pasillo, y sintió como los pelos se le ponían de punta en la nuca. ¿Lo habría encontrado algún mortífago fugitivo? Desde que derrotara a Voldemort, apenas unas semanas antes, vivía con el constante temor de que la historia aún no hubiera acabado, de que alguno de los seguidores del ya muerto Señor Tenebroso le encontrara, sediento de venganza, y aquel fuera el fin. Le parecía una idea absurda que después de todo lo que había pasado un mortífago pudiera encontrarlo y acabar con él, simplemente por haber bajado la guardia después del cumplimiento de la profecía. De modo que desde entonces, y a pesar de que siempre había pasado que después de derrotar a Voldemort la tranquilidad le llegaría, se mantenía cauto y alerta.
Se acercó lentamente a la puerta, empuñando la varita delante de sí, con el corazón acelerado y un sudor frío en el cuello. Empujó la puerta con una mano y apuntó al pasillo con decisión. Se oyó un débil chillido de sobresalto y Harry ahogó también un grito.
- ¡Kreacher! - exclamó, bajando la varita -. Me has dado un susto de muerte… ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en Hogwarts…
- Y lo estaba, Señor… Kreacher solo venía a ver que tal estaba el Amo. A Kreacher no le gusta dejar al Amo sólo en la casa, Kreacher preferiría cuidar del Amo y no de todos esos mocosos - gruño el elfo, después de hacer una reverencia. Harry le sonrío, volviendo a la cocina.
- Reparo - murmuró apuntando con la varita a la bombilla, que volvió a iluminar la estancia -. Ya lo se Kreacher, pero sabes que no paso mucho tiempo en esta casa y no quisiera que tú estuvieras aquí solo, encerrado - mintió Harry. Lo cierto es que sí pasaba mucho tiempo en Grimmauld Place, pero prefería estar solo, aún tenía demasiadas cosas en las que pensar. No sería una buena compañía para el elfo, y no quería condenarle a pasar más tiempo del que ya había pasado dando vueltas en la vieja casa de los Black -. En el colegio hay otros elfos y no tardarás en acostumbrarte, ya verás. ¿Cómo supiste que estaba aquí, por cierto?
- Kreacher oyó a la Profesora McGonagall decirle a uno de los retratos de su despacho que el Amo estaba descansando en la casa mientras limpiaba la chimenea, Señor - respondió el elfo, dirigiéndose resueltamente a los fogones y sacando una tetera -. ¿Quiere el Amo algo?
- ¿Eh? No, no, déjalo, no importa - le dijo Harry, distraído momentáneamente al pensar que McGonagall informaba a Dumbledore de sus movimientos.
- Sí importa, el Amo no puede estar sin los cuidados de Kreacher… A saber qué come el Amo, como se cuida. ¿Quiere un té? - pregunto Kreacher, que estaba ya preparándolo sin esperar la respuesta. Harry, al ver el empeño del elfo, se resignó. A ese paso, entre la Señora Weasley y Kreacher Harry pensó que acabaría prefiriendo las atenciones de la primera. Cuando se hubo bebido dos tazas y media de te bajo la atenta mirada de la criatura Harry se levantó de la mesa y se puso la capa.
- Kreacher, me voy de nuevo… ya te dije que no pasaba mucho tiempo aquí, estaba solo de paso, realmente - volvió a mentir, ya que ordenarle al elfo marcharse sería descortés y Harry no quería herir sus sentimientos haciéndole creer que no quería que se quedase -. Será mejor que vuelvas a Hogwarts, puede que pasen semanas hasta que regrese - añadió, pensando en ir a dar un paseo por un parque cercano que había y estar de vuelta en un par de horas. El elfo hundió los hombros y vació lo que quedaba en la tetera lentamente.
- ¿Avisará el Amo a Kreacher si le necesita? - pregunto, receloso.
- Por supuesto - se apresuró a asegurarle Harry, encaminándose a la puerta principal - Cuídate, Kreacher - le dijo, pasando una mano por la pequeña cabeza del elfo.
- Adiós, Amo - dijo él, haciéndole otra reverencia. Harry abrió la puerta y bajó los pocos escalones sin mirar atrás. Cuando cerró la verja negra tras su espalda escuchó un débil ¡crac! procedente del interior de la casa. Pensando en dar esa vuelta de todos modos, para asegurarse, Harry echó a andar hacia un parque que estaba a un par de manzanas de allí. Lo cierto es que desde que se enfrentara a Voldemort eran pocas las personas con las que había querido estar, aunque de repente eran muchas las que querían estar con él. Sin embargo, cuando se instaló en Grimmauld Place se dio cuenta de que no iba a tener que preocuparse por eso. Lo que en su día había sido el cuartel general de la Orden del Fénix ahora estaba vacío. Tanto Lupin como Tonks habían perdido la vida aquella terrible noche, Ojoloco tampoco se quedaría nunca más a cenar, y Sirius… Harry ya había aceptado que Sirius nunca volvería a pasear por la casa que antaño había sido suya. En cuanto a los Weasleys, estaban todos de viaje familiar en Rumanía, descansando, reponiéndose. La pérdida de Fred había supuesto un durísimo golpe para todos, un golpe que ni el regreso de Percy ni el recién anunciado embarazo de Fleur habían conseguido apagar. Harry apenas había podido mirar a la cara a los señores Weasley en el funeral, sintiéndose casi mareado por la culpa. Y sin duda, había sido mucho peor ver a Ted.
Cuando fue a la casa de los Tonks para darle el pésame a su madre, y vio al niño tumbado en su cuna, a Harry casi se le cayó el mundo. Tuvo que agarrarse con fuerza al brazo de Hermione, casi tambaleándose. Fue ver a Teddy, que ya empezaba a aprender a sonreír, y sentir cómo le escocían los ojos. No recordaba haber reaccionado así antes, pero en ese momento le golpeó como nunca que aquel niño crecería exactamente como había crecido él: echando de menos a unos padres que jamás conocería, que Voldemort le había arrebatado antes incluso de lo que podría recordar. Le habló al niño al oído, mientras éste le cogía las gafas y se entretenía jugueteando con ellas con sus deditos, y le prometió ser para él el padre que nunca tendría, mantener cada día el recuerdo de sus padres vivo, significar para él todo lo que Sirius había significado para Harry.
Mientras entraba en el parque y lo pensaba, Harry se dio cuenta de lo mucho que les había costado aquella victoria, de lo amarga que le sabía. Se sentó en uno de los bancos de piedra, mirando el cielo anaranjado y violáceo del anochecer. Se sentía al menos consolado porque todo hubiera terminado al fin, por saber que Voldemort no podría hacer ya más daño. Por eso y porque tanto Ron como Hermione hubieran salido ilesos de aquel viaje infernal, de aquella batalla. Si algo les hubiera pasado a alguno de los dos… sabía que eso era lo único que nunca hubiera podido aguantar. Había perdido a demasiada gente: sus padres, Sirius, Lupin, Dumbledore… la gente que más le había importado. Excepto Ron y Hermione. Sacudió la cabeza al pensar que ellos habían sido realmente su familia, sus razones para vivir, para luchar, para sonreír. Era en ellos en quienes pensaba cuando realizaba un patronus, en ellos cuando se dirigía, aterrado, al encuentro de la muerte en el Bosque Prohibido. Sin ellos, él no sería nadie, nada, y al pensarlo, en vez de sentirse mal, Harry sonrío.
Le sacó de sus pensamientos el sonido de un aleteo. Alzó de nuevo la vista para ver a un cárabo común dirigirse hacia él, portando un pequeño rollo de pergamino. Harry miró alrededor, asegurándose de que no había ningún muggle cerca, y desató la carta de la pata del ave, que se quedó quieta apoyada en el respaldo del banco. Desenrolló el pergamino y distinguió la suave caligrafía de Hermione, con una sonrisa.
Querido Harry:
¿Qué tal estás? Como sabes, yo he aprovechado estas semanas para ir a buscar de nuevo a mis padres y contarles todo. Al principio se enfadaron conmigo por haberles desmemorizado, pero cuando comprendieron que lo había hecho por ellos y que todo había pasado me perdonaron. De todas formas, le habían cogido cariño a Australia, y para descansar nos quedamos allí un tiempo más. Siento no haberte escrito antes, pero con toda la organización de la mudanza no he tenido tiempo. ¡Nos volvemos a Inglaterra! Ya tenía ganas de regresar, y además así podremos vernos, que desde que nos despedimos de Ron y de Ginny no he sabido casi nada de ti. Ron me escribió la semana pasada, parece ser que estar allí con Charlie está sentándoles bien después de lo de Fred… Es terrible. A veces se me hace raro pensar que ya no voy a volver a verle haciendo de las suyas con George. Entonces, ¿nos vemos cuando vuelva? Llego a Londres el lunes de la semana que viene, podemos vernos el martes. Si te viene bien, dime hora y lugar.
Un abrazo, Hermione.
Pd: Mis padres te envían muchos recuerdos.
Harry se palpó los bolsillos en busca de alguna pluma, pero no hubo suerte. Guardó el pergamino en el bolsillo y miró a la lechuza.
- Necesito que envíes la respuesta… - le dijo, ya que aún no había comprado una lechuza nueva. El recuerdo de Hedwig aún le dolía, y comprar otra lechuza le parecía casi una traición a su memoria. Se puso en pie y se apresuró hacia la salida del parque, al tiempo que el ave alzaba el vuelo y lo seguía desde el cielo. Cuando Harry entraba por la puerta del número 12 de Grimmauld Place, ya habían aparecido las primeras estrellas de la noche.
Subió rápidamente por las escaleras hasta el dormitorio de Sirius y descubrió al cárabo encaramado al armario de madera, mirándolo fijamente con sus ojos negros. Harry se sentó en el escritorio y sacando un trozo de pergamino, pluma y tinta escribió rápidamente la contestación para Hermione.
Querida Hermione:
Me alegra saber que estás bien, y también tus padres. Y es genial que volváis a Inglaterra, es cierto que hace mucho que no te veo. Me encantaría quedar el martes. ¿Te parece bien en el Caldero Chorreante a las 5? Yo estaré allí, si tienes algún problema con la hora o el lugar dímelo.
Hasta pronto, Harry.
Pd: Devuélveles los recuerdos a tus padres de mi parte.
Cuando la tuvo escrita, enrolló la carta y la ató con cuidado a la pata de la displicente lechuza, que seguía mirándole con fijeza.
- Mándasela de vuelta a Hermione, ¿de acuerdo? - le pidió Harry, y la lechuza alzó el vuelo y salió por la ventana abierta. Harry la estuvo mirando hasta que la negrura se la tragó. Se tumbó en la cama, alegre por la perspectiva de ver a su mejor amiga, y se relajó poco a poco. Lo cierto es que le apetecía mucho verla. Desde que acabaran con Voldemort no habían podido verse mucho, ni tampoco a Ron. Los tres pasaron toda la semana siguiente en la Madriguera, consumidos por el cansancio y el dolor, y también levemente por el alivio. Harry aprovechó para pasar tiempo con Ginny, a la que no había visto apenas en el último año, pero después de todo lo que había pasado era la compañía de Ron y Hermione la que más ansiaba. De todas formas, pasada esa primera semana la familia estaba tan hundida que cuando recibieron la invitación de Charlie para pasar una temporada en Rumanía con él la habían aceptado sin dudar. Por supuesto habían invitado a Harry y Hermione, pero ella tenía que ir a ver aún a sus padres, y Harry, por alguna razón, se sentía incómodo ante la perspectiva de hacer ese viaje con los Weasley. De algún modo, comprendió que era algo que debían vivir como familia y nada más. De modo que se quedó en Grimmauld Place, visitado de vez en cuando por Kingsley Shackelbolt, cuando sus deberes como nuevo ministro le dejaban algún rato libre, o por la madre de Tonks, Andrómeda, que iba a verle con el bebé. Se revolvió en la cama, llevándose una mano a la frente y acariciando la cicatriz. Había pensado en volver a Hogwarts, visitarlo, pasar allí unos días si podía. Ver a Hagrid. Llevaba todo el día dándole vueltas a la idea… Al fin y al cabo regresaría a Hogwarts tarde o temprano, tanto él como Ron, y por supuesto Hermione, habían estado de acuerdo en terminar su educación mágica y cursar el séptimo curso, siempre y cuando la profesora McGonagall no se lo impidiera. Harry, de todas formas, sabía que no lo haría. Pero hasta septiembre faltaban aún semanas, y Harry echaba de menos el castillo con cada fibra de su ser… ¿Pero qué sentido tendría ir al colegio sin Ron y Hermione? Podría soportar un Hogwarts sin Dumbledore, pero no sin ellos.
La impaciencia se apoderaba de él ahora que sabía que iba a encontrarse por lo menos con Hermione, y tampoco podía esperar a ver a Ron. El rostro de Ginny apareció en su mente de pronto y sonrío con cariño al oscuro techo. La había echado de menos durante su viaje en busca de los Horcruxes, pero cuando estuvo de nuevo con ella descubrió que no era por añorar su compañía, sino sobre todo por no saber si ella se encontraba bien o no. Se había preocupado mucho por cómo estaría, y sin embargo, durante aquellas semanas se dio cuenta de que podía vivir sin ella. A pesar de todo nunca la había necesitado realmente, algo que le alegraba porque eso la había puesto a salvo de Voldemort. Seguía queriéndola, y sin embargo a veces se sentía distanciado de ella. Suponía que se trataba del tiempo que habían pasado separados, de modo que no le preocupaba realmente. En cuanto los Weasley volvieran de Rumanía podrían recuperar el tiempo perdido y Harry intentaría ser feliz. Al cabo de un rato se quedó dormido, dándole vueltas a las cosas, pensando en Ron y en Hermione, en Ginny, en Fred, en el pequeño Teddy Lupin… y en Voldemort.
Bueno, este es el primer capítulo, pero mañana subiré el siguiente. Espero que os haya gustado. Si es así, ¡dejadme un review! Bueno, podéis dejármelo también si no os ha gustado xP. ¡Gracias por leer!
Nelletha
