Lo Aprendí de Ti


La princesa se giró sobre la tarima circular para que el vestido blanco se moviera, hermosas capas de fina tela blanca resplandecían por todas las pequeñas piedras brillantes en el, un listón decorado con piedras preciosas estaba atado a su cintura acentuándola y marcando el inicio de corsé con intrincados diseños de encaje, el largo velo en su cabeza completaba el atuendo. Mañana era el día de su boda, sería el mayor evento que jamás se hubiera visto en Hyrule, un gran banquete, la perfecta decoración y arreglos que ella había elegido minuciosamente, fuegos artificiales por la noche, celebraciones en la ciudadela; lo podía imaginar una y otra vez, todo sería perfecto, el día perfecto, con el novio perfecto; era el hombre más guapo de la corte, con ojos verdes y cabello azabache, elegante porte, educado, de finos modales y noble cuna, definitivamente lo tenía todo. Las demás chicas constantemente le decían la envidia que les provocaba.

Sonrió una vez a su reflejo en el espejo y se dirigió a su amiga que la acompañaba en la sala —No me has dicho que te parece Ashei, eres mi mejor amiga y tu opinión me importa— Zelda la miraba desde el espejo, mientras ella estaba recargada en un mueble con actitud indiferente y jugueteando con sus uñas.

—¿De verdad quieres saber mi opinión?, es la misma que te he dicho tantas veces, lo que estás haciendo es una completa locura, ¿de verdad amas a Ravio?, piénsalo muy bien Zelda, el matrimonio no es un juego— le dolía decirle eso a su amiga pero ¡por las diosas!, solo lo trató por un par de meses y ahora se iba a casar con él, además estaba el hecho que era mayor que ella por lo que Ashei no podía evitar pensar que se estaba aprovechando de la ingenuidad de su amiga.

Zelda se giró para poder conversar con su amiga –Ashei, se supone que debes apoyarme—

—¿Qué? No me veas así, lo estoy haciendo— Adoraba a su amiga pero tenía que admitir que podía llegar a comportarse muy inmadura y terca. Casarse con él parecía más un capricho que amor.

—Pues parece exactamente lo contrario—

—Solo digo que tú quieres una boda lujosa de la que todos hablen, un vestido enorme y brillante, con un novio según comentan las mujeres "perfecto" y una gran fiesta; pero realmente no estoy segura de que de verdad quieras unir tu vida a la de otra persona, es una decisión muy importante. Lo siento si soy sincera pero es la verdad, echarás a perder tu vida, aún eres muy joven puedes conocer a alguien más—

Zelda suspiró –Es que tú no lo entiendes ¿Quién puede ser mejor para mí que Ravio?. A todas las mujeres les gusta y todos hablan siempre muy bien de él—

Ashei rodó los ojos, ahí iba de nuevo su discurso sobre el perfecto Ravio —¿y te quieres casar con él o con su reputación?, sabes que yo ya me voy, es imposible hacerte entrar en razón—

Una vez que Ashei se fue continuó mirándose en el espejo con desgano, no quería aceptarlo, pero por alguna razón las palabras de su amiga la habían hecho dudar y una parte de ella sabía que tenía la razón, ¿le gustaba estar con Ravio?, si, ¿le gustaba la forma educada en que el la trataba? si, ¿era apuesto?, absolutamente, ¿lo amaba?… no lo sabía, al menos no estaba del todo segura, pero ¿exactamente cómo se debía sentir el amor?, ¿Cómo saber que estás con la persona adecuada?.

Sacudió la cabeza alejando esos pensamientos, no tenían sentido, su boda sería mañana ya todo estaba listo y no había lugar para las dudas. Además era lo que todos esperaban de ella, cuando raramente su padre tenía tiempo para platicar con ella se la pasaba describiendo hasta el cansancio que su comportamiento debía ser digno de una princesa, educada, recatada, responsable, un ejemplo de elegancia para todos los habitantes del reino. Ella siempre intentaba hacer lo mejor posible para cumplir las expectativas que tenían puestas en ella, no era la heredera del trono pero todavía era parte de la familia real, una princesa; solo quería hacer lo correcto, ganar la aprobación de su padre y su hermana. Si se casaba demostraría a los demás que era una mujer madura, capaz de tomar decisiones importantes y no una caprichosa e ingenua princesa como todos la tachaban.

Desde el espejo pudo ver que su hermana entraba, sonrió.

— ¿Estás feliz hermana?—

—Claro que si, tendré la boda perfecta—

Hilda solo miraba como su hermana menor jugueteaba con su vestido, la vio tomar el ramo de flores de uno de los jarrones y caminar dando dramáticos pasos valseados mientras tarareaba la marcha nupcial. Mientras la seguía con la mirada un sentimiento de tristeza la inundó, deseaba poder estar en su lugar, planeando su boda con él, el hombre de sus sueños, después de todo se iba a casar con el hombre que ella amaba. Cuán injusta le parecía la vida, ella había conocido a Ravio primero, habían sido amigos y siempre estuvo enamorada de él. En este momento viendo a su hermana lista para su boda sintió el más grande remordimiento por haberle presentado a quien ahora sería su futuro esposo.

Recordó cuando él le dijo que se casaría, —Me he enamorado—Con esas palabras había comenzado la que sería la más dolorosa conversación que con él tendría; estaban ellos solos platicando cómodamente como solían hacerlo desde que se conocieron, su corazón se aceleró solo de escuchar esas palabras, sintió la calidez en sus mejillas y de seguro estas habían adquirido un color profusamente rojo –Me he enamorado de la mujer más absolutamente perfecta que he conocido—ella solo lo miraba con los ojos llenos de anhelo, estaba sucediendo, lo que tanto había deseado y soñado estaba sucediendo —¿De quién?— lanzó la pregunta lista para escuchar su confesión de amor —De Zelda— su mundo idealizado se derrumbó en ese momento y su dolor creció más mientras él siguió hablando –Voy a pedirle que se case conmigo—, no sabía que tenía tanta fuerza de voluntad para soportar las palabras que él estaba diciendo, retuvo las lágrimas y se aferró a la esperanza de hacerlo desistir –Pero ella es muy joven—dijo el primer argumento que se le vino a la mente mientras pensaba en otro que sonara más convincente —Es joven pero no es tonta, y soy mayor que ella pero vamos, no es como si le ganara con veinte años; además ella me quiere yo lo sé—

—¿Te pasa algo Hilda?— la repentina pregunta de zelda la trajo de nuevo al presente.

—Estoy bien—

—Bueno, iré a quitarme el vestido no lo quiero arruinar—

De alguna u otra manera Zelda siempre obtenía lo mejor y lo que quería, a pesar de que ella era la mayor la atención siempre la ganaba su hermana, desde siempre había sido así. Pero en esta ocasión le costaba asumir que ella había perdido. Salió de la sala donde se encontraba su hermana con la más absoluta determinación que había tenido jamás, Zelda lo tendría para el resto de su vida, y si ella no podía tenerlo de esa manera al menos estaría con él, solo por una noche.

Esa misma noche y con cuidado de no ser vista, Hilda se dirigió a la recámara que había sido asignada para él. Lo estaba esperando, Ravio había salido con sus amigos a divertirse en su última noche de soltero, seguramente llegaría ebrio y entonces sería su oportunidad. Solo una vez se dijo a sí misma, solo una noche y estaría dispuesta a dejarlo ir, era lo mínimo que se merecía después de todo.

Cuánto más tiempo pasaba y más noche se hacia su determinación poco a poco se desvanecía ¿de verdad lo iba a hacer?, antes de que pudiera meditar más sus opciones los pasos detrás de la puerta le anunciaron que Ravio había llegado. Entró desorientado en la habitación, estaba borracho. Se levantó de la cama y se acercó a él quien al principio se sorprendió de encontrar a alguien ahí, sus ojos se entornaron intentando reconocerla, antes de que la descubriera comenzó a seducirlo, depositando pequeños besos en su cuello y subiendo poco a poco hasta que llegó a sus labios, se sorprendió de lo rápido que le correspondió, la abrazó fuertemente de la cintura y al fin pudo sentir su abrazo con pasión como ella siempre lo había deseado, la cargó en sus brazos hasta llevarla a la cama y ella sonrió, había sido más fácil de lo esperado.

Al día siguiente los primeros rayos del sol comenzaron a entrar por las cortinas de la habitación de Ravio, con desgano comenzó a abrir los ojos, la cabeza le daba vueltas, nunca debió hacerle caso a sus amigos, hoy era el día de su boda y necesitaba estar presentable lo más pronto posible. Cuando su vista se pudo enfocar lo primero que vio fue una bata de seda en su mesa de noche, poco a poco los recuerdos de la noche anterior comenzaron a llegar a su mente, sonrió, Zelda lo había sorprendido en la noche, pasó la noche con ella.

—¿Puedes prometerme algo?— sus brazos se aferraron a él abrazándolo por la espalda, podía escuchar su voz cerca de su oído.

—Sí, lo que quieras –

—Prométeme que harás muy feliz a Zelda— cuando escuchó esas palabras se sentó de golpe, a su lado estaba Hilda.

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Ese día se había levantado temprano, no podía esperar más, el vestido blanco en su habitación le decía que había llegado el gran día. Ahora estaba frente a su tocador, varias doncellas trabajaban a su alrededor, arreglando su rubio cabello en un elaborado moño, mientras otras se encargaban de las uñas y el maquillaje.

Ashei entró a su habitación con cara de desagrado evidente, se veía bastante incómoda en su vestido rojo.

— Ashei te ves muy bien—

—Calla, usar vestido es horrible, no sé cómo lo soportas— se levantó la falda hasta las rodillas para que se pudieran ver los zapatillas que usaba, —y mira estas porquerías, caminar con ellas es imposible—

Zelda solo rió de los comentarios de su amiga —Eso te pasa por usar botas todo el tiempo, las zapatillas son más lindas –

—Solo vine para saber si necesitabas algo, pero veo que no, te espero abajo en el salón—

—Muy bien—

Las doncellas que la ayudaron terminaron su trabajo y salieron de su habitación dejando a Zelda sola, miraba el arreglo de su cabello, pensó en uno de los recuerdos de su madre, una discreta pero hermosa tiara que había usado cuando se casó con su padre, la tenia Hilda, desde que su madre murió la guardaba como su mayor tesoro. Salió rumbo a su habitación aprovecharía también para hablar con su hermana antes de irse al templo del tiempo.

Hilda estaba en su habitación, creía estar lista para enfrentar la boda. Escuchó ruidos en su puerta y después esta se abrió –!Que sorpresa¡— exclamó con sarcasmo y se levantó para poder hablar con Ravio –No me digas, decidiste que me prefieres a mi—

—Cállate— la tomó de los brazos mientras la sacudía –prométeme que no le vas a decir nada a Zelda, ¡Prométemelo!—

—No le voy a decir nada, yo también quiero que sea feliz. Solo déjame decirte que anoche no parecía importante mucho mi hermana—

—Nunca vuelvas a decir eso— En un arrebato Hilda lo tomó de la cara con ambas manos y lo besó, no podía evitarlo ello lo amaba.

—¡Que están haciendo!— la voz de Zelda los tomó por sorpresa a ambos.

—Por favor Zelda cálmate y déjame explicarte— intervino Ravio angustiado

—Y que me vas a decir, ¡estabas besando a mi hermana!— Zelda salió corriendo, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos empañando su visión pero siguió corriendo, no llegó muy lejos, pronto la mano de Ravio la tomó del brazo.

—Por favor Zelda escúchame, lo que paso anoche fue un error, yo no sabía lo que estaba haciendo—

—¿Anoche?, ¿estuviste con mi hermana anoche?—

—Tienes que dejar que te explique por favor—

Ella sacudió frenéticamente los brazos tratando de librarse de su agarre —¡suéltame!¡suéltame!— una vez que la liberó tomó toda la distancia que pudo de él —¡Me engañaste con mi hermana!— el grito desgarrador de Zelda dejó a Ravio en silencio, consternado, sintiendo por primera vez la grandeza de su error, ella se quitó sin cuidado el velo de la cabeza y se lo aventó, salió corriendo por el pasillo rumbo a su habitación. Ravio se quedo ahí de pie, sosteniendo fuertemente el velo, abrazándolo a su pecho como si estuviera abrazando a Zelda.

Lo había arruinado todo.

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Necesitaba salir de ahí, rápidamente tomó un par de cosas indispensables de su habitación y se dirigió hacia los establos, vio al mozo saliendo llevando varios caballos de las riendas y alejándose con ellos, aprovechó esa oportunidad y se metió a las caballerizas, afortunadamente y como todos los demás su caballo estaba preparado, se montó con toda la facilidad que el vestido le permitía.

Desde la parte trasera del castillo donde se encontraba ahora podría escapar a campo abierto sin que nadie la viera. No sabía a dónde iba, nunca había salido más allá de las murallas del castillo y la ciudadela, pero la verdad era que ahora poco le importaba. Su mente no dejaba de recrear la escena una y otra vez: ¡por las diosas! ¡era su hermana! ¿Cómo le pudo hacer eso?, ellas eran familia, desde que su madre murió y su padre se volvió a casar prácticamente solo se tenían la una a la otra. Sentía un dolor enorme; ahora lo único que quería era alejarse, de algo estaba segura, no quería regresar.

Cuando menos lo esperó la tarde comenzó a caer, ni siquiera se dio cuenta cuando su caballo dejó de correr para simplemente caminar, la llevó hasta un pequeño riachuelo y sin esperar a que Zelda lo desmontara comenzó a beber agua.

—Lo siento Ly, te has esforzado mucho—Cuando se bajó del corcel se sentó a la orilla del río, los ojos le ardían y de seguro su cara estaba manchada por el maquillaje, su vestido blanco estaba sucio; su vestido de boda, pensó, una nueva ola de tristeza y enojo la atacó, comenzó a rasgarlo, quitó todas las capas de gasa que pudo hasta que solo quedo lo suficiente para cubrirse, así estaba mejor. Se lavó la cara, el agua helada se sentía bastante relajante en sus ojos hinchados.

Una vez que su caballo descansó continuó con su andanza, un par de horas más tarde llegó a un pequeño pueblo, en un letrero en lo alto de unos postes de madera se podía leer el nombre "Kakariko". Cubrió su cabeza con la capucha negra que había traído consigo y se adentró en el pueblo, había caído ya la noche, pero aún así se podía ver gente yendo de un lado a otro. Compró un vestido sencillo en una de las tiendas y un colorante para el cabello.

En la habitación de la posada donde se quedaría por la noche se dio un baño y después pintó su cabello, su rubia cabellera ahora era castaña, adoraba su cabello rubio, pero esto era lo mejor, así sería más difícil que alguien la reconociera. Bajó a la estancia de la posada necesitaba saber a dónde podía ir después. Amable la dueña del lugar le prestó un mapa que llevó consigo a su habitación y una vez ahí lo extendió sobre la cama, con la punta de su dedo trazó el camino desde el castillo hasta el pueblo de kakariko, era un lugar alejado, pero había otro lugar que lo estaba aún más, en el límite de las zonas pobladas, leyó el nombre en voz alta —Ordon—.

Ahora ya sabía dónde estaba y hacia donde debía ir, uno de los lugares más remotos de Hyrule donde sería imposible que la reconocieran; estaba lista para comenzar una nueva vida en Ordon.


¿Qué podrá encontrar Zelda en Ordon?...

Amm esto de las clasificaciones me confunde mucho XD, pero por si acaso lo puse en T.

Muchísimas gracias por leer espero y les guste =D los comentarios son bien recibidos y agradecidos :3