Pues eso. El 1x01 pero cambiando un poquito el final. Espero que os guste.
Parte 1
Se marchó meneando las caderas, dándome una vista impresionante de su trasero. Esa mujer me atraía. No sabía si era por su inteligencia, por su irresistible cuerpo o simplemente porque era la primera de muchas en años que me había rechazado, pero no tenía intención de dejarla ir. Me quedé allí, plantado, dándole unos minutos para que se alejase antes de volver a atacar, pensando como podría convencerla para que aceptase mi invitación. Pero no se me ocurría nada, era frustrante, yo, el gran Richard Castle sin saber que decirle a una mujer. Pero ella era tan distinta, no era la típica a la que me llevaba a la cama con un ¿te firmo en el pecho? Beckett era una mujer auténtica, una de esas que sabe lo que quiere y cuando lo quiere, alguien que no se deja impresionar por unos millones y una sonrisa de conquistador. Y por desgracia para mí una mujer que a pesar de llevar un peinado horrible derrochaba sensualidad por los cuatro costados. Se marchaba y yo tenía que actuar.
Lo supe en cuanto me fui y no hizo nada para detenerme. Un capricho, una más para su colección de líos de una noche del famoso Richard Castle, eso es lo que era para él. O eso es lo que yo hubiera querido. Porque justo en el momento en que iba a sentarme en mi coche él me sujetó por la muñeca y yo, instintivamente le hice una llave y lo dejé contra el vehículo, su brazo en su espalda. Cuando vi que era él lo solté, no parecía impresionado.
-¿Es tu forma de decir adiós? –preguntó. Le puse mi mejor mirada de no me toques los ovarios, pero no se dejó avasallar. Vaya, algo nuevo. Quizás el escritor no fuera tan niño como yo pensaba. De hecho, cuando me miró fijamente, noté como sus ojos se clavaban unos segundos en los míos, antes de bajar disimuladamente hacia mi escote y volver hacia arriba, sonriendo. Seductor. Y eso me excitó. ¿Qué mujer no se hubiera excitado con la mirada de ese hombre?
No habló, obviamente esperando a que yo continuase el juego. Y lo hice, pero a diferencia de él, no fui sutil. Me mordí el labio antes de bajar mi mirada hasta su entrepierna y me acerqué más a él, invadiendo su espacio personal. No podía escapar, estaba atrapado entre mi coche y mi cuerpo y parecía encantado con la idea. -¿No sabes lo que es un no, Castle? –susurré muy cerca de su rostro. Y él se rio, un sonido bajo, ronco, sexy.
-Sé lo que es un sí –respondí. Ella entrecerró los ojos, antes de volver a mirarme. Casi pude oír como su cerebro trabajaba, preguntando si merecería la pena. Aproveché su cercanía para ayudarla a decidirse, rozando su mano, aquella que tenía junto a su cadera, la cual también fue beneficiaria de la caricia. Ella miró el sencillo gesto y noté como la escasa piel que dejaba al descubierto aquella horrible camisa se erizaba.
Un detective pasó por nuestro lado y Beckett se apartó, mirando a otro lado, queriendo recuperar la normalidad o el control. Esperé, el paso ya estaba dado. Como conquistador durante años he aprendido que una sutil caricia puede ser tan o incluso más excitante que un beso u otras cosas. Y con ella funcionó. La dejó necesitada, deseosa de más, lo veía en sus ojos, en su boca, en su respiración.
-Nada serio –dije, sorprendiéndole. ¿Confuso? Bien Castle, muy bien. Yo no era ninguna adolescente, sabía muy bien lo que quería y sabía que no quería empezar nada. Pero deseaba a ese escritor. Y él había cruzado la línea. ¿Sería su conquista o él la mía? Que importaba. Éramos adultos y teníamos las cosas claras. Una buena noche. Una increíble noche y nada más. Queríamos disfrutar el uno del otro. Nuestros cuerpos lo pedían a gritos. Y una noche de sexo no hace daño a nadie. Y menos si es una gran noche. –Una noche –continué -. No quiero nada más.
-Eres una romántica.
-Soy una mujer que sabe lo que quiero –aclaré -. Nada de complicaciones, sólo diversión entre adultos. ¿Estamos de acuerdo?
-¿Sólo una noche? –repitió, como si no le hiciera gracia la idea. Asentí, no estaba dispuesta a dar mi brazo a torcer. Nada de compromisos y menos con hombres como éste que acabarían rompiéndome el corazón. –Está bien –cedió -. Una noche, a no ser…
-A no ser, ¿qué?
-Que cambies de idea. Y créeme, lo harás.
-Créeme, señor Castle. Yo sé muy bien lo que deseo. –Me acerqué a él, mirando antes a los lados, nadie nos prestaba atención. -¿Lo sabrás tú?
Me aparté, soltando el aire, sintiéndome incómodo gracias a una notable y reciente erección. Dejé que se metiese en el coche. Ladeó la cabeza justo para decirme una dirección de hotel y una hora. Se marchó y esta vez la dejé ir. Tenía una cita pendiente. Y tenía que prepararme para la ocasión. Para ella.
