Los personaje Saint Seiya no me pertenecen a mi si no a Masami Kurumada, esto es sin ningún fin de lucro.

Capitulo la nieve.

Intentaba beber aquella taza caliente de chocolate con cierto nerviosismo corriendo por sus venas en aquel gélido lugar. Observaba alrededor de aquella cafetería y solo veía a desconocidos con enormes abrigos, probando pasteles y café, todos con sus sonrisas enmarcadas, desde niños con miradas destellantes hasta románticos amantes que le recordaban a su amada. Y a pesar de estar en compañía de Aioros, Shura y Milo con sus alegres conversaciones, mientras otros tres dorados permanecían repartidos por toda la cafetería, el solo podía pensar en el rostro furioso de su amazona.

El no entendía como, un par de amazonas desconocidas al ver que eran del rango dorado, se acercaron a Milo y a él y se colgaron de su cuello, incitándolo a acariciarlas, eso días atrás mientras volvían de Rodorio al Santuario. Marín avanza por aquel sendero en busca de Shaina para entregarle un reporte de las nuevas amazonas de Occidente y para su suerte, observo como una de ellas le robaba un beso forzado a aquel hombre por el cual había pecado.

Para cuando Aioria se percato de la presencia de la pelirroja percibiendo su cosmos, era demasiado tarde, porque desde lejos nada es lo que parece.

Fastidiada, apretó sus puños y se dio la media vuelta, tratando de apaciguar la rabia que carcomía ardorosa.

Aioria se zafo del agarre de la "señorita" y le dejo de lado con fiereza, Milo se bastaba solo para ellas, pensó y se encamino a buscar a la amazona de fuego. Pero Marín era de las que se alejaba en la soledad mas recóndita cuando se sentía enojada o triste, y el lo sabia, seria difícil encontrarla por todo el Santuario. Sabia esconderse muy bien.

Y la espero en su cabaña, pero ella no apareció en toda la noche. Pregunto por ella con sus compañeras y nadie sabia nada; y a la mañana siguiente, se encontró en su Templo una invitación, casi orden, de Saory para visitar las tierras gélidas de Camus, a la cual asistirían todos sus demás compañeros y el no podría excusarse. Pronto escucho que algunos caballeros de plata habían recibido la invitación y entre ellos, Shaina y Marín.

Entonces decidió que esperaría a encontrársela ahí y aclarar su molestia, pues sentía que cada día sin ella era tortuoso y ahora que habían iniciado algo muy parecido al "amor" entre ellos, le hacia falta, como el agua al rio y le extrañaba, cada vez más.

Saory pidió que un grupo de seis caballeros se adelantaran a Siberia unas horas para ayudarle al santo de los hielos y que no sufriera con tantos preparativos de bienvenida. Y el se ofreció junto con otros, solo que no conto con que la blanca nieve les cerrara camino un par de horas y tuvieran que esperar a que la ventisca cediera un poco. Y ahora estaba estancado con su hermano y demás amigos en una cafetería de un pueblo de Rusia.

Estaba tan perdido en sus pensamientos, que no supo cuanto tiempo llevaba mirando al exterior de una ventana, donde la nieve se juntaba en el vidrio y solo se veía la ventisca cubriendo todo color mientras su respiración evaporizaba pequeñas gotitas sobre él.

— ¿Es cruda la nieve?—pregunto una aterciopelada voz, sacando al santo de sus pensamientos.

El león se reacomodo de nuevo el abrigo y le devolvió una suave mirada a su hermano—Lo se, espero que pronto lleguemos hasta la casa de Camus, me estoy hartando de ver blanco por todos lados.

Giro su mirada y sonrió al ver en una orilla de la barra a un tiritante Milo con cientos de suéteres y abrigos, dejando solo ver su carita como bola de nieve, discutiendo sobre lo frio de su café con una mesera rusa que no le entendía su idioma.

— ¿En que piensas?—pregunto Aioros dedicándole su total atención al santo.

Leo suspiro y esquivo su interrogatorio volviendo a la ventana—En muchas cosas.

De pronto, un murmullo ruidoso de varias voces penetraron a la cafetería llamando la atención de todos al interior. En el lugar, una mujer de cabello verde de gran abrigo gritaba mil y una maldiciones en italiano mientras dos rostros conocidos como Argol y Mysty le intentaban calmar y detrás de ellos, una presencia tímida femenina pasmaba al santo de Leo.

— ¡Perdieron el camino, lo perdieron, idiotas!—exclamo Shaina alterada hacia los dos plateados y al verse llamarada de todas las miradas, decidió respirar y apaciguarse. Pero su semblante cambio cuando se dio cuenta que algunas presencias conocidas estaban en aquel lugar como broma del destino.

— ¡Caballeros, creí que nunca lo diría, pero gracias a Athena que los encontramos!

Marín sondeo el lugar y se sorprendió al ver al caballero de Leo sentado en una butaca con su hermano Aioros. El santo se levanto de inmediato y ella no preciso nada mejor que salir de aquel lugar en un impulso.

¿Porque había tenido que salir de aquel lugar tan enojada? se pregunto y salió a su búsqueda a pesar de que sus huesos estaban entumidos.

La mujer hundió sus pasos en la nieve hasta un gran puente colgante a escasos metros que mostraba la nieve en sus ataduras y solo dejaba la acera de los vehículos descubierta. Frente al puente, un gran lago congelado se observaba a esplendor alrededor de un bosque, cautivando a cualquier mirada. La pelirroja se poso en él y se dedico a observar el rio. El santo no tardo mucho en alcanzarle y con incertidumbre, se allego hasta ella dándole unos metros de espacio.

—Marín, ya basta, por favor—hablo determinado—dime, ¿qué te pasa, porque actúas así conmigo, es por lo que viste la ultima vez?

La amazona no le devolvió la mirada, pero aclaro fría—El problema contigo Leo es que todo crees que es sobre ti. No todo el mundo...—ironizando sobre las amazonas—esta al pendiente de ti.

El ruido del viento era lo único que acompañaba a ambos en el silencio insondable.

Quiero estar sol, por favor.

El santo se irritaba ante la frialdad de la dama y comenzó a clamar, enojado—¡Marín, yo no tuve la culpa de eso, esas chicas ni siquiera las conozco, no entiendo porque la necedad de echármelo en cara!

La mujer sonría sarcástica, ya que el motivo de su enojo lo justificaba al pensar en la moción del porque Leo no había alejado de inmediato a la otra amazona y le había permitido llegar tan lejos, hasta sus labios que solo eran de ella. Sabia que el caballero despertaba las más bajas pasiones, pero aquello no era una situación con la que pudiera lidiar, su ira la estaba cegando. La amazona no lo pensó más y avanzo en dirección contraria al santo, dándole la espalda rumbo al bosque.

— ¡Marín, Marín escúchame!—gritaba aferrado Leo mientras ella caminaba hacia el bosque. Sintiendo el arder en su cuerpo, decidió dejarla ir. Tarde o temprano ella volvería.

Sin titubearlo más, Aioria volvió hacia la cafetería, dejándola que su soledad que tanto deseaba la envolviera. Enfadado cerró la puerta del lugar y se sentó en la mesa más alejada, mostrando en su semblante que cualquiera que se acercara si quiera a preguntarle algo, acabaría entre las luces de un Relámpago de Voltaje.

Al paso de una hora, la nieve comenzó a aglutinarse mas, mientras la gente murmuraba que se avecinaba una cruda ventisca toda la noche. Aquellas palabras le alarmaron de sobremanera. Tentando al destino, Milo y Aioros se aproximaron hacia Aioria , quien se había levantado violentamente de la mesa y estaba por salir.

— ¿Qué sucede, donde esta Marín?—pregunto Escorpio antes de que cruzará la puerta.

—No lo se...—musito en un murmullo mientras el alacrán y arquero compartían una mirada preocupada—Se fue rumbo al bosque, ayúdame a buscarla.

Ansioso, el arquero y felino salieron hacia la nieve mientras Milo hablaba con los demás caballeros para que se unieran a la búsqueda.

Leo corrió hacia donde la había dejado la última vez en el puente tratando de encontrar inútilmente las huellas que ya habían cubierto la ventisca. Y se maldecía, se maldecía si algo sucedía por su necedad, por no seguirle los pasos en aquel puente y verla partir en aquel invierno real. Comenzó a gritar su nombre desesperado, internándose al bosque seguido de su hermano mientras los demás les intentaban alcanzar.

— ¡Aioria, Aioria!—grito Aioros al felino angustiado que se internaba más y más en búsqueda de la amazona. Se estaba volviendo demente en su desesperación, pues a cualquier lado que observaba solo veía la nieve caer, comenzando a sentir un par de gotitas involuntarias inundando sus ojos.

Poco a poco se volvió demasiado ansioso, harto de sentir que solo daba vueltas en círculos y que ya había pasado los mismos arboles cientos de veces. Grito tan fuerte y tan alto que poco a poco sentía que ya no respiraba, pues el aire frio invadía sus pulmones y quemaba su pecho. Y cuando estaba por tirar toda esperanza y vencerse ante el incremente clima la vio. Acurrucada bajo pino, abrazando sus piernas mientras la nieve se amontonaba sobre sus pies.

Soltó todo el aire que contenía sus pulmones en un suspiro y avanzo rápidamente hasta ella.

—¡Marin,Marin!—escucho la amazona, alzando su mirada húmeda hacia la voz ,sin embargo estaba tan congelada que aunque quiso levantarse hacia él, no lo logro.

El castaño la atrapo de los brazos ansiosos, levantándola de la nieve y después posando sus fríos guantes en el rostro de la dama, dejando que su angustia hablara.

—¡Marin,mi Marín!, no sabes cuan preocupado estaba—reclamo mientras sostenía firme—¡¿Querías volverme loco, dónde estabas, porque desapareciste así?

—No sabia como regresar, no se que sucedió. Lo siento Aioria.

La amazona dejo resbalar alguna lagrimas que se apañaban por al aire en sus ojos tanto Aioria en un impulso el santo la abrazo hacia su cuerpo, sintiendo la tensión del águila.

—Perdóname Marín, soy un estúpido, perdóname—afirmaba el santo, buscando la mirada de la dama y en su ternura, le atrapo sus labios entre los suyos.

Al cabo de unos minutos, los demás santos se relajaron al ver al fondo del bosque las siluetas de Marín y Aioria caminando de regreso en un abrazo y regresaron a la cafetería. Mañana retomarían el camino a casa de Camus.

Fin del shot...

Lindos lectorcitos, ya saben como es uno que le gustan las historias bien dramáticas y de romance, espero les haya agradado este fic .