El teléfono celular vibró en el bolsillo de su jean y Santana lanzó un bufido de molestia antes de agarrar el aparato y ver quien llamaba. Tenía una vaga idea de quién podría ser a esas horas de la noche y no se encontraba con ánimos de hablar con nadie en ese momento.
Esperó a que el teléfono sonara un par de veces más hasta que se decidió a apretar el botón para corresponder la llamada entrante.
-Hey.
-¡Hola Santana!, ¿qué tal?, a mí también me da gusto oírte.
Santana frunció el ceño ante la voz alegre y cantarina de Quinn. La rubia la llamaba prácticamente todos los días y no supo descubrir el momento en que eso se volvió agobiante.
Ella y Quinn eran amigas desde la secundaria, habían compartido un departamento juntas y ahora vivían separadas pero continuaban en contacto. Era lógico que la rubia llamara seguido y demostrara preocupación por su amiga, pero la latina pensaba que no hacía falta que Quinn se molestara tanto por ella. Ya era grande y podía cuidarse sola. No hacía falta que llamara todos los benditos días. De igual forma, Santana nunca iba a admitir que consideraba a la rubia como una hermana, a pesar de que tenían personalidades tan parecidas que las llevaba a pelearse muy a menudo.
-¿Pasó algo, Q?. Me parece que no son horas para llamar.
-No, nada. Es que mañana comienzas con tu nuevo trabajo y supongo que estarás nerviosa.
"Debí suponerlo." Se lamentó la latina para sus adentros mientras se sentaba en la mesa de su cocina y descansaba su cabeza en el brazo con el cual no sostenía el celular.
-Un poco. Siempre es difícil empezar en un lugar nuevo, y más cuando éste está repleto de adolescentes que se piensan que porque eres una profesora joven pueden ponerte a prueba y burlarse de ti cuantas veces quieran. Y cuando hay otros profesores que se piensan que por ser más viejos tienen más experiencia y pueden mirarte por encima de su hombro mientras piensan que su materia es la única que vale la pena en el maldito universo.
-Wow, no pensé que estarías tan nerviosa.
-No lo estoy. Ya lidié con esta situación muchas veces… es sólo que sigue siendo igual de molesta todo el tiempo.
-Bueno, mañana quizás cambie.
-No lo creo. Pero bueno, Q. Tengo que irme. Mañana quiero levantarme temprano y llegar antes para ver con que me voy a tener que enfrentar. No te enojes.
-No tengo porqué. Mucha suerte mañana, San. Lo harás bien.
-Gracias Quinn. Nos vemos pronto, ¿ok?.
-Eso espero. Hasta pronto.
Santana cortó la llamada y dejó el celular encima de la mesa sin cuidado. Se levantó de la silla y entró en el baño, preparándose mentalmente para lo que iba a ser una noche muy larga.
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-¡Brittany, Brittany!. ¡Detente!, ¿te volviste sorda?, ¿no ves que te estoy llamando como loca desde hace como cinco minutos? –Murmuró una agitada Rachel después de haber corrido unos cuantos metros para alcanzar a la porrista.
-Lo siento, no iba escuchando –Y se sacó los auriculares en forma de disculpa. Apagó el iPod y lo dejó en su mochila.
-Como sea. Te dije que escucharas esa cosa más baja, algún día no escucharás nada de verdad.
Brittany revoleó los ojos ante las palabras de Rachel. La rubia estaba acostumbrada a que su amiga la regañara por cualquier cosa que hacía o decía.
-Ojalá, al menos me libraré de escuchar cuando me regañas por cualquier cosa.
-No te regaño, Britt. Te digo la verdad. Mejor prevenir que curar. –La respiración de la morena se había calmado y ahora caminaba junto a la porrista hacia lo que sería su primera clase del día y la cual compartían juntas.
-¿Escuchaste los rumores? –Preguntó Rachel para captar la atención de su amiga nuevamente y romper el silencio que se había creado entre ambas.
-¿Qué rumores?.
-Bueno, la profesora Montgomery anda de licencia y hoy llega nuestra maestra suplente. Por lo que escuché, es bastante joven.
-¿Y?
-¿No escuchaste lo que dije?, Dios, yo sabía que esa cosa te iba a afectar la audición…
-No, me refiero a los rumores. ¿Qué rumores?.
-Bueno, se dice por ahí que tuvo varios romances con sus alumnos con anterioridad. Al parecer es muy bonita.
-Uff. –Brittany suspiró de mala gana y entró al aula. Si había algo que le molestaba además de que su amiga chismoseara la vida ajena de los demás, era la forma en que se ponían los varones cuando una profesora bonita enseñaba una asignatura. No importaba que la mujer no fuera lo suficientemente linda; ellos se babeaban igual. Como si fuera la más linda del universo. Mientras tanto, ellas no corrían la misma suerte. Los profesores hombres del colegio eran bastante viejos y tenían tanto atractivo como las faldas que Rachel usaba para asistir a clase.
Pero el hecho de pensar en una relación entre alumno y profesor la ponía enferma. No le gustaba que un adulto abusara de su autoridad de esa forma.
-No deberías decir eso Rach. Es una acusación grave y todavía no la conocemos. No podemos juzgarla.
Rachel se mordió el labio y optó por callarse. Atravesaron el aula hasta sentarse en la primera fila de la clase y Brittany abrió su carpeta para terminar la tarea de una materia que tenían en las próximas horas. Para ayudarse, sacó también un libro de historia y lo dejó cerca suyo en el escritorio.
La porrista se concentró tanto en su tarea (¿para qué le iba a servir saber en que año fue la segunda guerra mundial cuando la estuvieran asaltando?, no tenía sentido. Las líneas de tiempo tampoco tenían sentido, tantos números y fechas la confundían mucho, ¿para qué necesitaba saberlos si al día siguiente los iba a olvidar?) que no escuchó como sus compañeros suspiraban pesadamente y una ola de murmullos comenzó a circular por la sala cuando la puerta se cerró fuertemente.
Después de un par de minutos, sintió el codo de Rachel golpeando contra una de sus costillas tan duramente que tuvo que volverse para mirarla con furia. Sin embargo, Rachel estaba mirando hacia adelante y con una expresión de miedo en sus ojos.
-La última vez que lo comprobé, la guerra fría no estaba en mi programa de Literatura.
Brittany giró el cuello con tanta rapidez que enseguida se arrepintió de hacerlo. Sabía que le iba a doler durante varios minutos más, pero la adrenalina corriendo por sus venas le impedía pensar en nada más que en ver a quien le pertenecía la extraña voz que le hablaba. Sus ojos azules se toparon con los marrones de una joven latina con el pelo negro y una figura esbelta que la miraba inquisitivamente.
Brittany no sabía que contestarle, se sentía entre intimidada y enfadada. Entonces Santana volvió a hablar con un tono duro y mordaz.
-Contésteme, ¿estamos en Historia o en Literatura?
-Literatura –Murmuró entre dientes la joven.
-Así es. Por eso esta vez la voy a dejar pasar. Pero no voy a tolerar que nadie en mi clase esté haciendo cosas de otra materia. Ni voy a tolerar que se duerman o me falten el respeto. ¿Quedó claro?. Ahora, señorita…
-Pierce –Susurró en voz baja Brittany.
-¿Cómo?, no la escuché.
-Brittany Pierce.
-Bien. Ahora, señorita… Pierce, quiero ver que guardes ese libro y saques los apuntes de esta clase. ¿De acuerdo?.
Brittany se apresuró a hacer lo que la nueva profesora la pedía mientras la clase se sumía en un silencio absoluto que duró las dos horas enteras sin interrupciones. Santana se presentó ante el salón como el protocolo lo indicaba, dio algunas instrucciones más de cómo era su manera de enseñar y a todos les quedó bien en claro que no era alguien que se tenía que tomar a la ligera.
La porrista sabía que no necesitaba tener más clases con esa mujer para saber que la misma no iba a ser de su agrado. Había algo en ella que a Brittany le caía muy mal sin necesidad de conocerla. Y era muy raro que a la rubia le cayera mal alguien, ya que nunca juzgaba a la gente y era amable con todo el mundo. Pero Santana tenía, al parecer, todo lo que a ella le molestaba en una persona. La latina tenía una forma de ser autoritaria, poco agradable y egoísta con la gente. Una mujer de pocas pulgas que no se detenía en las nimiedades.
Brittany pudo volver a respirar con tranquilidad después de dos horas, justo cuando la clase se había terminado y la latina se marchó por la puerta. Rachel la miró intrigada y decidió preguntar al respecto.
-¿Y, que te pareció?.
-¿Qué me pareció que cosa?
-La nueva profesora… Santana.
Brittany frunció el ceño ante el nombre de la mujer. No podía creer que esa persona le causara tanto rechazo.
-No me gusta –Contestó cortante.
-Es linda.
-No es mi tipo. Como te dije antes: no me gustó ni un poco.
Rachel la miró fugazmente pero decidió no acotar nada. Después de todo, Brittany había sido regañada por la latina, que la dejó mal parada frente a toda la clase así que tenía sus razones para que le cayera mal.
-Bueno, a mi me pareció muy bonita y agradable –Susurró Rachel sintiendo como sus mejillas iban tomando un color rosa que poco a poco se convertía en un rojo furioso.
-Pensé que no te gustaban las mujeres –Dijo una sorprendida Brittany, que todavía no podía creer lo que estaba escuchando. Había sido reprendida por la nueva profesora y su amiga le confesaba que tenía un flechazo con ella.
-¡Y es verdad!, ¡no me gustan! –Saltó defensivamente Rachel- Pero que no me gusten no quiere decir que no pueda reconocer que una mujer es linda cuando la veo. Sólo estoy diciendo la verdad. Toda la clase andaba babeándose por ella.
-Entonces todos tienen mal gusto.
-Como digas, Britt –Suspiró Rachel sabiendo que era una batalla perdida de ante mano. Cuando a la rubia no le caía alguien bien no había nada que la morocha pudiera decir para cambiarlo.
Dando la conversación por terminada, Brittany se dirigió a la siguiente clase que afortunadamente en ese momento, no compartía con su amiga.
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Santana caminaba dando grandes zancadas para llegar a la sala de profesores lo antes posible. Había terminado de dar su primera clase y se sentía satisfecha con el resultado final. Se había asegurado que los alumnos no iban a causarle ninguna clase de problemas, a pesar del leve incidente que sucedió al principio de la hora con la joven porrista.
La latina hizo una amarga mueca con la boca ante el recuerdo. Después de haberle dicho que se enfocara en su clase Santana se dedicó a observarla un par de veces para asegurarse de que no iba a volver a desconcentrarse. Mientras tanto, la rubia había adoptado una actitud desinteresada hacia sus explicaciones y lo único que hacía era mascar chicle exageradamente. No sabía por qué motivo decidió dejarlo pasar y no volver a reprenderla. Suponía que por hoy ya había sido suficiente. Pero no le gustaba ver que sus alumnos no escuchaban lo que ella decía.
Sin embargo lo dejó pasar y se enfocó en su siguiente objetivo, que era conocer a sus compañeros de trabajo y asegurarse de causar una buena impresión en ellos.
Cuando llegó la habitación ésta todavía se encontraba vacía, así que aprovechó para hacerse un café y sentarse en una mesa pequeña mientras sacaba algunos papeles de su maletín y revisaba el contenido que iba a enseñar en sus próximas clases.
Después de unos minutos la sala se comenzó a llenar y las conversaciones no se hicieron esperar. Intentó concentrarse en su trabajo pero terminó por dejarlo para después cuando sintió el peso de una persona sentarse cerca de ella.
-¡Hola!, ¿Cómo estás? –Saludó amablemente una voz masculina. Santaba levantó la cabeza para ver a un hombre con pelo rizado y unas cejas muy gruesas, que parecían no haberse depilado nunca y que la miraba esperando por su respuesta.
-Hm, hola… muy bien, ¿y tu?. –Contestó tímidamente ya que nunca había sido una persona muy sociable, a pesar de que mucha gente se le acercaba solamente por su aspecto físico.
-¡Bien!, así que… ¿nueva por estos lados?.
-Eso parece.
-Blaine Anderson. Profesor de Matemáticas. –Murmuró alegremente mientras le alcanzaba la mano y la latina la tomaba en respuesta.
-Santana López. Literatura.
-Lo sé, Montgomery es una especie de leyenda en este colegio. ¡19 enseñando lo mismo!. ¡Increíble!.
-Y eso que todavía no se jubiló –Agregó Santana sin poder evitar sonreír. La sonrisa del hombre era muy contagiosa, y no parecía mucho más grande que ella. Exceptuando sus cejas y la corbata de moño que llevaba, la latina pensó que le iba a caer muy bien.
-Bueno, no creo que le falte mucho, es mucho tiempo de todas formas.
Santana volvió a reír y pasó los minutos del almuerzo hablando con Blaine. A pesar de que no consiguió saber mucho más sobre su vida privada, logró enterarse de que el joven era gay y que estaba felizmente casado con un tal Kurt Hummel.
Por algún extraño motivo, a Santana eso no le sorprendió en lo absoluto. De hecho, ella era bisexual aunque a simple vista no lo pareciera. Sin embargo, intentaba ocultar esa parte de sí misma y sólo Quinn sabía de su existencia. La latina salió con muy pocas mujeres a lo largo de su vida y en cambio prefirió pasar más tiempo con hombres.
Y no pasaba un día sin que dejara de pensar en eso.
-Hey, ¿dije algo malo?.
La voz de Blaine la sacó de sus pensamientos y volvió a enfocarse en la conversación.
-Lo siento, no escuché. ¿Qué preguntaste?.
-Preguntaba como había sido tu primera clase. Generalmente los alumnos de esta escuela suelen dar problemas a los profesores… nuevos.
-De esta y de todas. Pero estuvo bien. No hubo ninguna broma. Sólo un pequeño inconveniente con una chica que al parecer no le gusta mi materia.
-¿Se puede saber quién?.
-Creo que es una tal Britney Spears. Bueno, su nombre sonó como eso. No sé, llevaba el uniforme rojo de las porristas.
-¡Ah!, ¡Brittany Pierce!, que raro. Britt no da problemas, aunque bueno, sus notas académicas tampoco son las más notables… pero igual no creo que no le guste tu materia. Brittany es así. Todos los profesores pasan por lo mismo con ella. Pero es buena.
-Puede ser.
Santana prefirió no decir más nada y terminar lo que le quedaba de café. Se levantó del asiento y saludó cordialmente a Blaine antes de irse a su siguiente clase.
El resto del día pasó velozmente y sin ninguna clase de inconvenientes. Sin embargo, Santana no volvió a pensar en Brittany ni Brittany en Santana. Al menos no por ese día.
Avisenme si quieren que lo siga… y si lo sigo, ¿qué edad les gustaría que tuvieran Santana y Brittany?
Let me know what you think!
