Pareja: Laviyuu, Yuvi

Desclaimer: Ningún personaje me pertenece, todo es de Katsura Hoshino.


Prólogo


¿Te irás?

Lavi desvió la mirada, - una que se encontraba postraba en la danza de los que estaban en su delante, aunque, en realidad estaba mirando a la nada, en sí, - y se encontró con la dueña de la voz hablante. Era Lenalee. Sentía los labios temblar, reacios a formar una sonrisa, - de esas grandes que dicen, "todo está bien,", aunque, puede, no lo estaba- tomó un sorbo de la bebida que traía en manos, y… no pudo sonreír, pero sí responder, con la misma voz ensayada.

¿Qué?

Si te irás, — ella dijo, con la misma voz de dulce, pero sus ojos violáceos estaban atentos a él, a su respuesta, como si fuese demasiado importante lo que diría. Lo era.

¿Ir, a dónde?

¿Te vas de la Orden Lavi?

Él miró a Allen, que apareció de improvisto, - o bueno, no, en realidad, él no estaba siendo muy receptivo a nada, - y la pregunta del albino le pareció estúpida, tan estúpida que estuvo a punto de reaccionar mal. Claro que se iba, tenía que irse, es más siquiera debería estar ahora ahí. Hizo una mueca sin poder evitarlo, y apretó la copa con más fuerza entre sus manos. Por buena suerte no perdió su tono amigable.

Sí, creo que ya es hora. Panda se enojaría si me quedo más tiempo, y aunque… ya no esté, igual me da miedo que aparezca como un espíritu, — aunque Lavi no creía en esas cosas, — y me dé su clásica patada en la cara, — rió, fue hueco, su risa fue tan falsa que era más que obvio, estaba mintiendo.

Rápidamente se dio cuenta de la fiereza en los ojos de Lenalee, la tristeza en los de Allen.

¿Había dicho algo que no debía? Revolvió los ojos, eso no le importaba, no, ya no.

La mueca de sus labios desapareció, y – por fin, - pudo formular una sonrisa, - falsa, muy falsa, - lo suficiente radiante para ser convincente. Y no le importaba, no debía importarle, se iba, tenía que irse, y no se quedaría porque ellos así lo quieran, si no se quedaba por Yu, sino lo hacía por él, demás esfuerzos no serían suficientes.

No premeditó que Lenalee le daría una bofetada.

Su rostro se giró al lado izquierdo, - y ardía, - por el impacto, y ya no estaba la simpática chica de la sonrisa más dulce que puedas encontrar, tampoco estaba "Lavi".

¿Cómo puedes hacer esto?, — recriminó.

Él la vio, y tampoco lo hizo. Y después sus ojos se desviaron a la figura de Allen, parado cerca de él, pero aún más cerca de Lenalee. Claro, tenía que suponerlo

¿Le contaste?, — preguntó, una sonrisa austera, muy poco propia de "Lavi", se prolongó por sus labios. Se sentía traicionado, pero sobre todo estúpido por creer que Allen guardaría este secreto, que no diría a nadie, cuan sucio y ruin resultó ser el payaso del pueblo.

Mas, Allen también hizo una mueca, ofendido.

Yo no dije nada, aunque debería haberlo hecho "Lavi", — el nuevo Bookman desvió la mirada, quiso ser Lavi de nuevo, y disculparse con bromas, para salir del aprieto, pero escuchó lo que seguía: — pero ella sí me contó.

Entonces lo captó, ambos habían sido muy obvios, - dormir todas las noches juntos, nunca sería visto como un acto de pura camaradería, - y para colmo Lenalee les vio, les vio como nadie más debería de verles. No pudo evitar reír, reír como nunca antes, haciendo que su risa sonase insultante a los oídos del par que estaba parado en su enfrente.

¿Entonces, todo se debe a eso?, — sus ojos se pusieron firme entre los dos, — no se preocupen, nunca fue nada serio.

Pero sobre todo esto no era algo en que se podían meter gente fuera del contexto. Esto era suyo, - lo único que podía ser suyo, - él y Yu, eran los únicos, que podían hablar de esto, - aunque nunca llegarían a hacerlo, - y nadie más debería inmiscuirse en sus asuntos. Por más que estos sean Lenalee y su alma maternal, y Allen, quien vive por otros antes que por él.

Pero…

No me voy a quedar, pero no quiero acabar mal con ustedes, entiéndanlo.

Lenalee lloró, sin poder contenerse, y Allen la abrazó, - fuerte, - intentando que ella no se derrumbara, - pero ella era más fuerte que todos juntos, nunca lo haría, - con miedo de un episodio no benigno, al darse cuenta que uno de sus amigos más preciados, - la persona que ella creía, representaba luz, y la buena nueva, de que había tiempo para ser felices, - resultó ser… no ser.

Lavi, estoy segura que te arrepentirás.

Bookman, - ya no Jr, ese término ya no era suyo, - sintió como sus labios temblaban, tenía certeza de que las palabras dadas por la china, se harían realidad. Pero ahora su peor arrepentimiento, era haberse dejado caer en la trampa mortífera, en la cual, él juró, jamás se dejaría embaucar.

-o-

Todos los seres humanos mueren.

Kanda pensó en eso, mientras miraba su jardín que perecería, - al menos por un tiempo, aquellas plantas que estaban acostumbradas a climas más cálidos, al menos - ahora que venía el invierno.

¿Él era humano?

A veces no se sentía de esa forma, muchas veces se encontró viéndose en el espejo, - no por vanidad, la apariencia le parecía un complemento banal, - tocando la piel de su rostro, y preguntándose si es que la muerte era algo que debía esperar. Él quería esperarla. Él quería morir. Él, quien no tiene nada más que dar en este mundo, - un simple experimento creado para la guerra, sin esta, ya no valía nada, - así mismo tampoco había nada que pudiese obtener, creía a la muerte un regalo, el descanso prometido. Y si el fin de la vida es lo suficiente benigno, si es que existe ese Dios nombrado, y adorado, - también odiado, despreciado, e ignorado, - por la Orden, puede que vea de nuevo a Alma, y ahí… ahí habría un consuelo, al menos uno para tanta mierda que pisaba cada vez que se movía hacia adelante.

Cuando creyó que ya había hecho suficiente ese día, para con su jardín, se levantó, - ya que estaba arrodilladlo, - y se dirigió dentro, donde vivía.

Nunca le gustaba regresar, cada día se le hacía más pesado ver el rostro de Lenalee, - sonriente, - y a Moyashi, y ver que ellos, podían, - querían, - seguir adelante. Y a pesar de que él lo hacía, no encajaba, - nunca encajó, - odiaba ver como poco a poco su cercanía era más factible, - más evidente, - y el hecho de esa felicidad compartida, de ver la dulzura, y el rosa, y las risas nerviosas, sonrisas alegres, y ojos rebosantes de tantos sentimientos, simplemente le asqueaba. Pero había algo peor que esa dulzura empalagosa compartida entre esos dos, y eso era:

.

— ¿Supiste algo de él?

— No, Tim, no encontró nada, parece un caso perdido, me hace recordar a cuando buscábamos a mi Maestro.

Un suspiro de Lenalee, Kanda estaba a nada de abrir la puerta, y sus sentidos desarrollados podían estar al día de la charla. Lo que más odiaba ahora, era que estos dos se inmiscuyan en su vida. Odiaba la lástima. Detestaba ser visto como un pobre ser que necesitaba ayuda. Hizo una mueca disgustado, y abrió la puerta antes de que Lenalee vuelva a hablar, a mencionarlo, - carajo, ya no quería escuchar ese nombre, nunca más ese nombre, ese nombre falso, - la puerta retumbó contra la pared, y ambos ojos se fijaron en él, atentos, a cada maldito movimiento que hiciera, ya no fingió no escuchar, - llegaron a la cúspide de su paciencia, - en cambio se dirigió donde Allen, lo levantó de las solapas y elevó del suelo. Lenalee gritó, el albino se movió entre sus manos, y parecía querer acertarle un golpe para ser soltado.

— No se metan en mi vida.

Lavi no regresaría, el jamás lo haría, - no, nunca jamás, - y no necesitaba la pena ajena, que solo le hacía recordar lo poco que equivalió en la vida de ese tipo, - del cual no sabía siquiera su jodido nombre.

Allen hizo una mueca, entre molesta, y dolida, - el niño bueno, que daría todo por otros, hasta por él, quién nunca pudo ser denominado su amigo, seguía ahí, a pesar de los años, - y la china aulló el nombre de Allen, y disculpas, y regaños, y… qué importa.

Dejó caer el cuerpo de Walker, y se dirigió directo a su cuarto, en un mutismo corto-punzante que dolía, y se entremetía en los oídos engendrando una herida que nunca cicatrizaría. Lenalee encontró que varias lágrimas salían por sus ojos.

.

.

.

Las noches eran oscuras, a pesar de haber luna, y estrellas que titilaban desinhibidas, Kanda no encontraba luz alguna. Solía acostarse en su cama, en lado derecho, dejando un espacio vacío, que nadie jamás ocuparía. Era algo diario recordarle, era frecuente maldecirse por hacerlo, era estúpido no poder evitarlo. El humor iba en un vórtice ascendente de ira comprimida, cada día aumentaba, en devastadora rapidez. El día que estalló todo este remolino de rabia, - y ganas, tantas ganas de romper la cara a alguien, hasta ver las manos manchadas con carmín, y por fin sentirse libre, - fue cuando Lavi entró por la puerta.


Por fin, para los que no están enterados, esta es la tercera parte de una serie de historias que tengo, - las anteriores son "Pluma y Tinta", "Tinta indeleble", - no sé si es necesario haber leído las otras dos, creo que no tanto, pero si quieren ubicarse mejor de hechos pasados pasen a leer, si quieren claro, jajaja.

En fin, esta es la última parte, como dije antes, pienso dar un final "feliz", pero como soy yo, la historia no será rosa, ya que eso no es lo mío, jajaja. Habrá un poco de violencia, - a manos de Kanda, - malas palabras, - otra vez Kanda, - y Lavi será el gran hijo de puta que es, - aunque no creo hacerlo a niveles que lo hagan muy despreciable, - angustia, y… eso.

Espero que les haya gustado el episodio, a pesar de que cambié mi estilo de narración para esta parte, - y esa narración fue la cosa más refrescante que logré hacer, - así mismo, si bien los episodios son más cortos, serán más, - ¿5?, ¿6?, - y las actualizaciones se darán dos veces cada mes, - o sea, una semana sí, otra no, - espero les siga gustando a los que les gustó, y a los nuevos lectores, les doy la bienvenida.

¿A alguien le gustó el episodio?