Capítulo uno: La noticia del bosque

Ahí estaba él, sentado a la orilla del lago como lo hacía todos los días desde hacía ya tanto tiempo. Se sentía triste y cansado... Cansado de la guerra. Cansado de perder amigos, familiares o simples conocidos. Cansado de ser él. Cansado de vivir...

¿Cuántos habían quedado ya en el camino? Había perdido la cuenta.

Quizá todo estuviera llegando ya a su final pero nada detendría lo que él estaba sintiendo. Miraba a su alrededor y maldecía. Esa no era la vida que él debería haber tenido. Le habían quitado todo: su familia, sus amigos, su vida... todo, y se lo seguían quitando. Le seguían quitando cada segundo que le pertenecía. ¿Quién se los devolvería? ¿Quién le regresaría ese tiempo que estaba perdiendo?

Pensaba en la vida que tenía, buscaba una solución, pero estaba cansado de pensar, de tener que razonar cada minuto sin descanso, de cargar con los problemas del mundo sobre sus jóvenes hombros. Quería paz, una que nunca conseguiría por el simple hecho de ser quien era, de llevar la marca que tenía, de cargar con la historia que le había tocado en suerte.

Levantó la cabeza y suspiró. El último merodeador en pie se debatía entre la vida y la muerte en ese preciso momento. Todos habían caído. Todos habían sido asesinados.

En la lejanía vio acercarse la figura de sus mejores amigos y no pudo evitar entristecerse más. A ellos no les había ido mejor que a él. Los padres de Hermione habían sido heridos gravemente pocos meses atrás por una banda de mortífagos. El padre de Ron había desaparecido en medio de una batalla y no se tenía noticias de él.

Harry sabía lo que le dirían antes de que pronunciasen una sola palabra y aún así no quiso callarlos.

-Lo siento Harry.- dijo Hermione con lágrimas desbordando de sus ojos castaños.

-Remus...- comenzó Ron.

-Lo sé- adelantó Harry. No quería que se lo dijeran, no quería escuchar que le anunciaran otra muerte, había oído ya tantas para sólo tener diecisiete años...

No quería oír, no quería ver, no quería pensar, no quería respirar, no quería vivir... al menos no así.

Sabía que el fin de la guerra se acercaba, que sólo se trataba de resistir, el problema era que también estaba cansado de ello. Eso era lo único que hacía desde que tenía un año de edad: resistir y sobrevivir y ya no quería hacerlo más.

-Vamos.- ordenó mientras se levantaba ante la desconcertada expresión de sus amigos –Tenemos cosas que hacer y aquí ya no nos necesitan.

La frialdad con la que pronunció esas palabras fue tal que impidió que sus acompañantes reaccionaran. Hermione fue más rápida en recuperarse y aún así titubeó mientras hablaba:

-Pe- pero Harry... ¿no vas ni siquiera a esperar a que lo entierren?

-No.- respondió rotundamente -¿Para qué? Ya está muerto, no podemos cambiar eso.

Ron se indignó ante lo dicho, a él le hubiera gustado tanto tener una tumba en la que llorar a su padre que, él estaba convencido, estaba muerto. Hermione, por su parte, se limitó a bajar la cabeza y asintió con resignación sin contradecirlo. Quizá porque lo entendía, quizá porque no valía la pena discutir.

Mientras se alejaban en silencio por los terrenos que hacía tan poco habían recorrido con alegría y que ahora sólo significaban el anuncio de otro caído escucharon un grito que sonaba como proveniente de alguien que estaba sufriendo una gran agonía. Si bien se preocuparon no se sorprendieron; muchos heridos iban hasta Hogwarts ahora para buscar a los únicos sanadores en servicio que se habían refugiado allí por estrictas órdenes de Harry.

El alarido parecía provenir del bosque prohibido que de prohibido ya no tenía nada pues ahora ya no lo habitaban los maravillosos especimenes de antes. Los únicos que quedaban allí eran los centauros que se negaban a abandonarlo y huir como los otros.

Se internaron en el bosque buscando la fuente de tan fuerte grito. Entre los árboles divisaron la que parecía ser la figura de un hombre tirado en el suelo retorciéndose de dolor. Harry corrió hasta él para socorrerlo. Los largos cabellos rojizos, sucios y enmarañados impedían verle la cara, pero eso no importaba en ese momento, lo único que interesaba era su antebrazo derecho. Hermione le rasgó la túnica ya de por sí raída en busca de la marca tenebrosa y al no hallarla declaró que era un aliado. Le lanzaron un simple hechizo levitatorio para transportarlo con más facilidad y lo llevaron hasta el castillo mientras el hombre gritaba y se retorcía en el aire.

Después de unos segundos de viaje el castillo seguía aún muy lejano y los gritos del hombre eran cada vez más fuertes así que decidieron bajarlo y atenderlo allí mismo pues parecía que el transportarlo le causaba más dolor. Ron lanzó un patronus hacia Hogwarts para llamar a McGonagall quien ahora era la líder de la Orden del Fénix. Mientras tanto, Hermione intentaba curarle lo más que podía las heridas al señor.

-Eh... Harry- dijo tímidamente en un momento.

-¿Qué?- preguntó él bruscamente sin mirarla.

-Este hombre no está herido.- sentenció –Es decir, sí está desnutrido y algo lastimado pero no tiene nada grave.

-Entonces, ¿por qué grita tanto?- quiso saber Ron.

-No lo sé, parece que algo lo estuviese torturando.

Tras un rato de silencio en el que Harry se puso a meditar y pensar, éste llegó a una conclusión.

-Apártale el cabello de la cara, viendo sus ojos sabremos si está bajo un maleficio.

Hermione no tuvo que escucharlo dos veces. Tomó su varita y con un simple hechizo le cortó elegantemente el cabello al hombre. Lo que siguió fue impresionante. No importaba que el hombre estuviese sucio y muy desnutrido, aún se podía distinguir su identidad sin mayores dificultades. Era evidente quién era, no había duda alguna, era... el Sr. Weasley.

-¡Papá!- exclamó Ron acercándosele.

El Sr. Weasley respondió con un grito fuerte. Harry, quien sabía lo que le estaba sucediendo, le lanzó un hechizo. Luego, el Sr. Weasley respiró hondo y miró alrededor desconcertado.

-¡Harry!- gritó y se aferró a sus brazos en un movimiento tan repentino que hizo que todos se asustaran -¡Él!... ¡él!

-Tranquilícese Sr. Weasley...- dijo Hermione en un tono comprensivo –Ahora está a salvo. Él ya no podrá atacarlo aquí.

-No... no... ustedes no entienden... ¡él!...- comenzó a decir el Sr. Weasley con desesperación, interrumpiéndose, al parecer, por algo que lo perturbaba, que era muy importante y no podía decir -... McGonagall... tengo que hablar con ella... ella debe saber...

-Tranquilo Sr. Weasley, la profesora McGonagall ya está viniendo para acá.- intentó tranquilizarlo inútilmente Hermione.

Harry comprendió en ese mismo segundo que lo que tuviera que decir el Sr. Weasley que recorría con la mirada desesperada cada rincón a su alrededor, no sólo era importante sino que tenía que saberse lo más rápido posible, así que lo tomó de los hombros y lo obligó a que lo mirara a los ojos.

-Sr. Weasley tiene que decirme lo que está pasando aquí. Yo tengo que saberlo.

-No, no... McGonagall...

-¡McGonagall no está aquí ahora Sr. Weasley!, ¡tiene que decirme lo que sabe!- le gritó Harry zarandeándolo de los hombros.

-¡Harry!, no seas tan brusco con él- lo retó Hermione quitándole al Sr. Weasley de las manos.

Harry lanzó un bufido de impaciencia y se agarró la cabeza con ambas manos, mientras Hermione intentaba consolar al Sr. Weasley entre sus brazos. ¿Qué podía saber aquél hombre que fuera tan importante como para sólo querer decírselo a McGonagall? ¿Qué podía ser que él no podía saberlo?

Tras unos segundos en los que el Sr. Weasley estuvo tranquilo mirando un punto incierto, pareció como si se hubiera dado cuenta al fin de algo muy importante.

-¡Tienen que impedirlo!- gritó de repente librándose de los brazos de Hermione, levantándose y sacudiendo a Harry -¡Él no puede ganar la guerra!... ¡ellos!... ¡no dejen que lo impida!

-¿A qué se refiere Sr. Weasley? ¡Explíquese! ¿Qué está pasando?

-Sr. Potter, me parece que me corresponde a mí encargarme de esto.

Harry volteó para ver a la dueña de la voz a sus espaldas aunque no lo necesitaba, identificaría ese timbre aún a cientos de kilómetros de distancia. McGonagall lo miraba de una manera acusadora, parecía que no le gustaba mucho la idea de que Harry saltara su autoridad queriendo obtener información antes que ella misma. El Sr. Weasley no tardó en abalanzarse sobre ella en un movimiento inesperado que hizo que ella se sorprendiera.

-Minerva tienes que impedirlo...

-¿Impedir qué Arthur? Explícate.- intentó hacerlo razonar McGonagall mientras lo sostenía de los hombros y lo miraba de forma compasiva.

-Él ya no está aquí... Sabía que perdía y se fue...

-¿Te refieres al Innombrable?- preguntó McGonagall como si estuviera asustada. El Sr. Weasley asintió con la cabeza, incapaz de decir palabra -¿A dónde Arthur? ¡Dime a dónde fue!- exigió la profesora.

El Sr. Weasley se acercó a McGonagall dejando su rostro a sólo centímetros de distancia y mirándola con un dejo de locura en sus celestes ojos:

-Veinte años en el pasado.

El trío se miró inquisitivamente. ¿Qué querría Voldemort veinte años en el pasado? ¿Qué podía haber allí para que él hubiera decidido escapar a esa época como un último recurso desesperado por no perder la guerra o, peor aún, para ganarla?

En el rostro de McGonagall se dibujó una expresión que nunca habían visto en ella. ¿Acaso era terror?

-¿Hace cuánto se fue? ¡Dímelo Arthur!- exigió la profesora McGonagall zarandeándolo con desesperación.

-Ellos me tenían lejos... me torturaron... querían que revelara lo que planeaba la Orden... me torturaron...- divagó el Sr. Weasley perdido en un punto incierto.

La profesora McGonagall, sin paciencia alguna, lo zarandeó nuevamente:

-¡Contesta a mi pregunta Arthur! ¿Hace cuánto se fue?- le gritó, pero el Sr. Weasley parecía estar en un mundo aparte, uno en el que se tomaba su tiempo para explicarse.

-Escuché que lo haría entonces intenté escapar... me tenían bajo el maleficio Imperius... fue difícil... el día que escapé, lo último que les escuché decir fue... que se había ido...

-¿Cuándo fue Arthur? ¡Dime una fecha!- pero el Sr. Weasley parecía anulado y no reaccionaba -¡Contesta Arthur!

-Profesora no conseguirá nada gritándole así.- dijo Hermione, indignada.

La profesora McGonagall la miró con furia. Harry, entonces, aprovechó la oportunidad para acercarse velozmente al Sr. Weasley y obligarlo a mirarlo a los ojos. Éste tembló como si estuviera asustado.

-Sr. Weasley, tiene que decirme cuándo se fue. Si usted no me lo dice yo no puedo detenerlo.

La última frase pareció hacerlo reaccionar y volvió a la misma actitud desesperada de un principio:

-¡No! ¡Tienes que impedirlo Harry! ¡Si no lo haces él te matará!

-Si se ha ido, él no puede hacerme daño.- intentó tranquilizarlo Harry.

-Él no necesita tocarte para hacerte daño. Ya aprendió que si te toca, pierde.

Olvidándose que intentaba sonsacarle el momento en el que Voldemort había viajado al pasado, Harry se acercó más al Sr. Weasley que ya no divagaba sino que hablaba claro y sin titubear.

-¿Qué intenta decir Sr. Weasley?

-Harry, ¿y si no necesitara lastimarte para hacerte daño? ¿Y si no necesitara hacerle daño a nadie para matarte?

-Explíquese Sr. Weasley.

Éste lo miró detenidamente a los ojos como preparándose para develarle un dato importante y, para sorpresa de Harry, dibujó una media sonrisa antes de continuar:

-¿Y si nunca hubieras nacido?