Disclaimer: Los personajes de esta historia, así como parte de la trama no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling y yo simplemente los uso para ir más allá de la imaginación.

CAPITULO 1

Sabía que no debía estar allí. Londres podía ser una tranquila ciudad cosmopolita iluminada por el sol, pero esconder miles de peligros a la vuelta de la esquina inundada por la oscuridad de la noche.

Caminaba sola y en silencio. El parque estaba solitario y únicamente se oían a las pequeñas aves nocturnas que pudiese haber allí. Se hizo paso a través de unos árboles y llegó a un pequeño claro, iluminado débilmente por una farola. Allí en medio, un banco de madera.

Acarició con suavidad el respaldo. Aquel banco era especial. Estaba lleno de multitud de iniciales, unas recientes, otras malgastadas con el paso de los años, otras tachadas y otras subrayadas y remarcadas. Ella se fijó en un par, trazadas con absoluta perfección, pero frías. Aún recordaba el día que las hizo.

"T&M"

Unas pequeñas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Había pasado mucho tiempo. Se sentó y cerró los ojos.

Una fría brisa inundó el claro. Pero no la asustó. Sabía de donde provenía. Una figura envuelta en una larga capa hizo su aparición, y fijo su mirada en la mujer. De repente, ella abrió sus ojos. Se miraron fijamente.

- No creí que vinieras – susurró ella.

- Yo tampoco – respondió la fría voz del hombre, y tras un silencio, añadió – Has cambiado.

- Han pasado casi cuarenta años – recordó ella.

- Treinta y ocho – precisó él.

La mujer le miró fijamente. Trataba de descubrir que había sido de aquel hombre, de aquel chico que ella conoció, en sus ahora rojos ojos.

- ¿Qué buscas Minerva? – interrumpió él.

Ella se levantó y le enfrentó.

- ¿Qué quieres que encuentre Tom?

El hombre se rió fríamente.

- Tom hace mucho que dejó de existir… ahora soy Lord Voldemort.

La bruja no retrocedió ante sus palabras. Le conocía demasiado.

- Entonces¿por qué has venido?

Voldemort la miró con un semblante nada propio del Señor Oscuro.

- Porque tú me has llamado – respondió sin dudar.

Minerva McGonagall tembló de rabia, de ira. Él se acercó a ella.

- Ahora – susurró – dime porque me has llamado. Después de tantos años dudo que lo hicieras simplemente por verme.

Los ojos de la bruja trataban de retener con orgullo las incipientes lágrimas que trataban de salir.

- Lo has vuelto a hacer – dijo ella.

Él sonrió siniestramente. Digna sonrisa de su posición. Rió levemente.

- ¿Te refieres a tu querido profesor Dumbledore¿O debería decir nuestro querido profesor?

- ¡Ya basta Tom¡Cállate! – estalló Minerva – Te has encargado de destruir mi vida, siempre lo has hecho. Nunca debí confiar en ti.

- El pasado es pasado. Y para mi desgracia, no se puede cambiar – se acercó a ella – Sino, muchas cosas, mi querida Nagini, serían muy distintas.

- No me llames así – se separó ella rápidamente – No vuelvas a hacerlo.

- ¿Sufres Minerva? Ya ves lo que causa el amor – se rió él.

- Tienes razón – asintió ella – Tom hace mucho que dejó de existir. Pero no cuando se convirtió en Voldemort, sino mucho antes, cuando se marchó. Me engañaste como a una tonta. Siempre lo has hecho.

Voldemort la miró fijamente. Su expresión se puso seria.

- Nunca sabrás realmente como soy. Nunca me conociste de verdad.

- Nunca me dejaste hacerlo – le reprochó ella.

- ¿Y ahora que¿Vas a matarme? – le preguntó él.

- No Tom, no voy a rebajarme a tu nivel. No soy como tú – dijo ella – Siempre que alguien se ha interpuesto en tu camino le has eliminado, y todo para conseguir lo que querías. Primero Edward, luego Dorea y Charlus… ahora Albus…

- No vas a conseguir que lamente mis acciones – la encaró el mago.

- Incluso a niños inocentes… a tu propia sangre – susurró ella.

- ¿Qué quieres decir con eso?

Minerva fijó su mirada en los ojos de Voldemort. Pero en ese momento, no vio al esquelético y blanco hombre, más muerto que vivo, que era… sino a un muchacho de cabellos castaños oscuros y ojos negros. Un muchacho con una preciosa sonrisa.


- ¡Vamos pequeña Min¡Llegaremos tarde!

Minerva se miró ante el espejo. Tenía once años, un precioso cabello castaño rojizo dispuesto en tirabuzones que resaltan sus ojos miel, herencia de su madre.

- ¡Cielo, date prisa¡¿No querrás llegar tarde tu primer año en Hogwarts?!

La niña bajó corriendo las escaleras con una gran sonrisa. Estaba ilusionada porque era una bruja e iba a ir al mejor colegio de magia y hechicería. Un hombre la esperaba frente a la puerta de la casa. Ella se abrazó a él con fuerza.

- ¡Oh papá¡Que emoción!

El hombre la levantó en el aire y ambos rieron.

- Mi pequeña bruja – se rió – Vas a ser la mejor – le dijo guiñando un ojo.

- Ya tengo ganas de conocer Hogwarts, el castillo, los fantasmas… - el padre se rió mas fuerte mientras la niña enumeraba todo aquello que deseaba conocer – Papá¿crees que mamá estaría orgullosa de mí?

Patrick Henderson miró a su hija. Asintió. Por supuesto que su mujer estaría orgullosa de la niña. Tal vez no fuese su vivo retrato, pero había heredado su carácter y esa manía de hablar incesantemente.

- Vamos pequeña Min, no debemos llegar tarde – sonrió Patrick.

Padre e hija se aparecieron en un pequeño callejón, al lado de la estación ferroviaria de King's Cross. Luego, salieron andando a la vía muggle arrastrando el baúl de la pequeña.

Una vez dentro de la estación, y con gran disimulo, se trasladaron hacia los recién construidos andenes nueve y diez. Desde hacía cuatro años, la plataforma del Expreso de Hogwarts se hallaba entre dichos andenes, recibiendo el nombre de andén nueve y tres cuartos.

Una vez dentro, miles de padres despedían a sus hijos, que subían al tren. Patrick tomó a su hija de los hombros y mirándola sonrió.

- Mucha suerte pequeña Min.

La niña se abrazó a su padre fuertemente.

- Esta misma noche te escribiré contándote que tal ha ido todo.

- Esta es mi chica.

Minerva se subió al tren rápidamente, y pronto estaba asomada a una de las ventanas.

- Promete que te portarás bien y obedecerás a tus profesores. No quiero recibir ninguna carta del profesor Dippet.

- Lo prometo papá – se rió la niña.

El reloj marcó las once y la máquina de vapor soltó un silbido. El tren se ponía en marcha.

- Adiós papá. Te quiero – se despedía la niña.

- Yo también te quiero cielo.

Finalmente se perdió de vista el andén, y Minerva se quedó sola en el compartimiento. Echaba ya de menos a su padre y solo hacía cinco minutos que se había separado de él. La verdad es que era lo único que tenía, pues su madre, Lily, había muerto cuando ella tenía cinco años.

Pero apenas tuvo tiempo de entristecerse, puesto que la puerta del vagón se abrió. Un chico alto, pero de primer año, la miraba en silencio.

- Puedes pasar si quieres – le indicó ella al ver que él no se movía.

El chico entró el compartimiento sin decir nada y se sentó frente a la niña.

- Me llamo Minerva – se presentó ella alargando su mano.

El niño la miró alargó su mano.

- Tom.

- ¿Tienes ganas de conocer Hogwarts? – preguntó Minerva. El chico no supo que responder – Yo sí. Siempre he querido ir, aunque ahora lamento dejar a mi padre solo en casa. No es muy grande la casa pero seguro que se siente solo. Pero se animara cuando le escriba mi primera carta¡oh! Y cuando sepa en que casa estoy. Yo preferiría Gryffindor, aunque no me importaría ir a Ravenclaw, donde estuvo mi madre. ¿Tu cual prefieres? Y además estoy ilusionada con recibir mi primera lección en Transformaciones. Mi padre dice que el profesor Dumbledore es uno de los mejores en la mat…

Tom le había puesto la mano sobre la boca a la niña. Luego la retiró en silencio. Minerva se calló. Que chico más extraño.

- Hablas demasiado – dijo entonces el niño, con una voz fría y como si siseara.

La niña no pudo evitar sonreír. Era un pequeño defecto heredado al parecer de su madre. Tom la miró, y se contagió de aquella sonrisa franca y divertida, que a la vez pedía disculpas.

El chico esbozó una sonrisa y a Minerva le parecía una sonrisa preciosa. Una sonrisa sincera. Su madre decía que se podía conocer a una persona por su sonrisa.

Horas después, el Expreso de Hogwarts llegó a la estación de Hogsmeade. Ambos niños, vestidos con el uniforme del colegio, bajaron del tren. Se hallaron perdidos al verse en medio de una gran multitud de alumnos que no paraban de hablar y abrazarse.

- ¡Primer año¡Primer año!

Un hombre alto gritaba con voz potente. Ambos niños acudieron a su llamada, y pronto se formó un grupo de cerca de cuarenta alumnos novatos.

Poco después, ambos niños atravesaban el Lago Negro en una barca acompañados de un niño llamado Hank Parrish y una niña de nombre Dorea Black. Todos nerviosos.

Cuando las puertas del Gran Comedor se abrieron, los niños se sintieron más intimidados aún. Atravesaron lentamente el largo pasillo formado por dos de las cuatro mesas y con la vista puesta en el techo del salón, que reproducía la noche exterior.

Una vez llegaron ante todo, el profesor pelirrojo que les había ido a buscar tras su travesía por el lago se subió al estrado y se puso al lado del taburete sosteniendo un ajado sombrero. Con una lista en la otra mano, comenzó a nombrar.

- Artinks, Joseph.

El niño, visiblemente nervioso, subió y se sentó en el taburete. Luego el profesor le puso el sombrero sobre la cabeza. Tras unos segundos, el sombrero exclamó.

- ¡Hufflepuff!

Una de las mesas estalló en aplausos mientras el niño bajaba y se dirigía a la mesa.

- Black, Dorea.

Mientras la niña subía, Minerva notó como una mesa de la esquina miraba ansiosa a la niña. Era Slytherin. Supuso que los Black era una familia que de normal pertenecía a dicha casa.

- ¡Gryffindor!

Mientras la mesa de los leones estallaba en aplausos, muchos se sorprendían. Los Slytherin aguardaban que la niña hubiese ido a su casa. Pero no tuvieron tiempo de sentirse decepcionados, porque pronto un niño pasó a ser miembro de su mesa. Finalmente, llegó su turno.

- Henderson, Minerva.

La niña subió visiblemente nerviosa y se sentó en el taburete. El sombrero seleccionador cayó sobre su cabeza y ella oyó como comenzaba a examinarla para decidir a que casa enviarla. Finalmente, gritó.

- ¡Gryffindor!

Minerva se levantó sonriendo y se dirigió entre aplausos a la casa de los leones. Se sentó junto a la niña con la que había compartido bote.

- Hola, me llamo Minerva – se presentó.

- Yo soy Dorea – saludó la niña alegremente. Tenía el pelo muy negro y los ojos azul oscuro.

Ambas niñas devolvieron su atención a la selección. Por fin, Minerva vio que le llegaba el turno a Tom, tras la elección de un niño llamada Charlus Potter para Gryffindor.

- Ryddle, Tom

El chico subió y se sentó en el taburete sin modificar su seria expresión en su rostro. Pero apenas el sombrero tocó la cabeza del chico, exclamó.

- ¡Slytherin!

La casa de las serpientes aplaudió y el chico se dirigió allí con pos tranquilo y sin mostrar en su rostro algún deje de alegría.

Mientras seleccionaban a los tres niños que quedaban, Minerva y Tom encontraron sus miradas en medio del Gran Comedor. Se quedaron quietos, observándose.

Únicamente la aparición de la cena les hizo apartar la mirada, ambos a la vez. A partir de ahí, comenzaba Hogwarts.


He aquí el primer capítulo de esta historia. Tal vez sorprenda a muchos la elección de la pareja Tom&Minerva, pero ya se sabe, cuando viene la inspiración, viene la inspiración.

Espero que esta historia guste a todos sus lectores, y en especial, a esos lectores que siguen mis historias, cuyos reviews son el mejor apoyo de todos. Ya sabéis quienes sois ¿no? ;-)

Bueno, espero ansiosa las críticas o los consejos… ya sabéis, haciendo clic en GO, eso que hay ahí abajo a la izquierda de la pantalla jejeje.

Un besazo enorme para todos.

PD: Un beso especial para esas personas que desde un principio me han apoyado en todo lo que he escrito: Koumal Lupin-Nott, keena89, y aunque no siempre, Lady Orapma (tu y yo sabemos porque)