¡Buenas! Si has terminado aquí, lo primero aclarar que, todo lo que está marcado en negrita y cursiva es parte de un flashback, mientras que el resto está ubicado en el tiempo presente en el que se desarrolla la historia principal.

Lo segundo, espero que disfrutéis tanto de la historia como lo estoy haciendo yo al escribirla. Cruella y Úrsula son dos personajes que me apasionan, de hecho actualmente son mi principal OTP y ya escribí un One-Shot sobre ambas que también tengo publicado. Lo dicho, espero que os guste y con cualquier duda/sugerencia/lo que sea, estaré encantada de leer vuestros reviews.


Se había ido. Ella ya no estaba. Su asiento en una de las ventanas para vigilar, la cama en el dormitorio que compartían…todo estaba vacío. Su vida estaba vacía y ni siquiera tenía la valentía, y sobre todo la sensatez de aceptarlo. La cabaña estaba en completo silencio, la oscuridad reinaba… ¿Dolía? Lo hacía, pero sus ojos fríos y claros no lo demostraban, lo que más le enfadaba es que la hubiese traicionado de esa manera, que la hubiese cambiado por su padre, o más bien, que hubiese conseguido su final feliz tan rápido y que ella no fuese parte de él. Nunca tuvieron los mismos ideales, y era algo que estaba claro, ambas tenían dos fines completamente distintos, unos en los que nunca hubiesen llegado a estar de acuerdo. Ambas eran villanas, ¿y? Pero una buscaba su propio bien y la otra su propio mal, era fácil distinguir quién de las dos era cada una…

-¿No puedes dormir? –Susurró la morena al escuchar chirriar el colchón, fruto de las vueltas que daba una y otra vez Cruella en el sitio, incluso se pudo escuchar como gruñó entre dientes.

-No te importa –Respondió con sequedad la mujer del pelo bicolor, puesta de costado, como si le estuviese dando la espalda, mas de forma inútil, pues estaban en plena penumbra y no se distinguía nada. Una ronca risa casi interrumpió esas tres palabras.

-¿Sigues enfadada porque has perdido la apuesta? –Para la maldad que se gastaba siempre, en momentos clave parecía una niña pequeña a la que le acababan de quitar su piruleta.- Ha sido justo, es decir…

-Oh, ¿así pretendes ayudarme? –Reprendió de nuevo, con tono irritante, cada vez iba dando un paso más en el hecho de sus bordarías.

-Cruella, es una semana, es una maldita bebida, después vas a poder seguir destrozándote el hígado con tu querida ginebra.

-Tú misma lo has dicho, ''querida ginebra'' –Emitió un rudo gruñido, y es que era lo único que le quedaba de aquel fatal día donde todo cambió.

-En la vida se pueden llegar a decir adiós a cosas más importantes. Y de forma permanente, deberías dejar de ser tan egoísta –Dijo con una máxima seriedad, puesto que sabía de que hablaba, pero también sabía que podía decirle lo que quisiera, que podía darle el mejor de los razonamientos que ella lo negaría, porque estaba ciega, parecía que tenía una venda en los ojos, una que le impedía ver las cosas maravillosas que tenía, con las que podía contar con un mínimo esfuerzo… Pero eso era demasiado difícil para la mujer de los abrigos, lo fue, lo era y lo sería siempre.

Parecía que ese momento se había quedado grabado a fuego en su memoria, pues fue el primero que le invadió al pisar la habitación, justamente de la conversación que tuvieron la noche anterior a su marcha…¿por qué la vida estaba cargada de ironías?

-No voy a decir adiós a nada, puesto que no me queda nada.

Mintió de la forma más despiadada, había perdido lo que más le había importado en todos esos años y ahora que se había dado cuenta, ya era demasiado tarde para unas lamentaciones que realmente nunca vendrían… La palabra arrepentimiento no entraba en su vocabulario, y llorar era de débiles. ¿Mas a partir de ahora? Sus planes no iban a desvanecerse porque tuviese la espina de la traición clavada, al contrario, eso la alimentaba, por así decirlo…le hacía más fuerte, le abría los ojos y le hacía ver que se habían acabado los juegos, que quizá sola trabajaría mejor y llegaría antes a un objetivo. Su único y claro objetivo.