Hola! Bueno pues aquí estoy con otra historia. La verdad es que era
una historia original en principio, pero la he adaptado para hacer un fanfinc
de mi querido Fairy Tail 3
Tengo muchas ideas, muchas historias
y poco a poco voy escribiendo más sobre ellas.
Estas es otra de esas ideas locas, que me gusta plasmar.
Espero que os gusté la historia, y si es así decírmelo para animarme!
Ahahaha
Disfrutad del capítulo.
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¿Orejas de conejo?
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No entres en la madriguera del conejo, eran las palabras que se repetían dentro de mi cabeza. Me fijé de nuevo en lo que me rodeaba. Grandes árboles llegaban hasta donde alcanzaba la vista y una ligera brisa soplaba en aquel lugar, agitando las ramas mientras pequeños ecos de pájaros sonaban. Pero todo eso no importaba. Mi vista estaba puesta en algo más de aquel lugar. Mis ojos se detuvieron entonces. Aquellas orejas de conejo eran tan extrañas…
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Un pequeño sonido empezó a retumbar en mis oídos, que cada vez se hacía más alto. Mis ojos siguieron cerrados, pero el sonido no se detuvo. Suspiré entonces, no quería salir de allí por nada del mundo.
- ¡Lucy! ¡Levántate de una vez!
Aquella voz me hizo abrir los ojos por fin. Miré entonces el reloj que se encontraba encima de la mesita. Marcaba las 8 y aún seguía sonando. Levanté la mano y lo apagué de un golpe, para luego darme la vuelta y mirar a mi madre, que se encontraba en el umbral de la puerta. Me miraba con el ceño fruncido y llevaba en una de sus manos elevadas un gran cucharon. Me levanté con pereza, pues sabía bien que si no lo hacía era capaz de usarlo.
- Estaba decidida a levantarme justo cuando has llegado. – le dije soltando un bostezo.
- Claro, porque eso el despertador lleva sonando 10 minutos. – me dijo cerrando los ojos con paciencia. – Vístete de una vez y baja a desayunar.
Dicho esto, se marchó. Y yo aproveché para volver a recostarme. Cerré los ojos, lo que más deseaba en aquel momento era poder volver a dormir. Y volver a ese sueño que estaba teniendo momentos antes de que mi oportuno despertador me lo arruinara.
Abrí los ojos de nuevo y pude ver como el sol se colaba entre las ventanas por la habitación. Al final, conseguí levantarme. Me estiré mientras iba hacia la ventana y la abrí. El aire fresco me golpeo con suavidad, haciendo que me espabilara un poco más. Me fijé entonces en el panorama. El sol acababa de salir y un color rojizo caracterizaba el cielo. Delante de mí, miles de casas se agrupaban, muchas de ellas con sus chimeneas encendidas. Admiré aquello. Era un barrio tranquilo, la mayoría de casas aún conservaban su estructura original, por lo que a veces podía imaginar que me encontraba en el siglo diecinueve, donde las chicas aún iban con vestidos largos y los hombres con sombrero, donde se celebraban miles de bailes y donde el vals era lo último de lo último. No es que fuera el mejor paisaje del mundo, pero a mí me gustaba. Incluso si te fijabas bien, a lo lejos podías ver la torre del reloj.
- ¡Luuuucy!
De nuevo aquella voz me hizo volver a la realidad. Me giré y suspiré por segunda o tercera vez.
- ¡Ya voy!
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Al bajar a la cocina el panorama me gustó mucho menos. Mi madre se encontraba fregando cacharros mientras mi padre leía el periódico. Ni si quiera reparó en mi presencia cuando me senté.
- Buenos días. – dije, en un intento de que se diera cuenta de que me encontraba allí.
- Ah, si. Buenos días Lucy. – me respondió sin apartar la vista del periódico que estaba leyendo.
Lo observé mientras apoyaba mi barbilla en una de mis manos. Mi padre nunca había sido muy sociable, ni siquiera con nosotros, que éramos su familia. Su vida consistía en ir a trabajar y traer dinero a casa, parece como si no le importara mucho más. Aun cuando apenas tenía cuarenta y poco, aparentaba más. Pequeñas canas habían aparecido ya en su pelo, y sus gafas parecían del siglo pasado. Entonces miré a mi madre, la cual aparentaba menos edad de la que tenía. Su pelo rubio estaba impoluto y aun cuando unas pequeñas arrugas de expresión se encontraban en su rostro, aun conversaba ese aire juvenil. Al compararlos a ambos, uno no podía evitar preguntarse cómo habían acabado casados y con una hija. Bueno, es un misterio que había dado por imposible de explicar.
Desayunamos los tres juntos, aunque solo hablamos lo necesario, de lo cual mi padre solo lo hacía cuando le preguntábamos algo directamente. Después de eso subí a mi habitación para vestirme. Abrí el armario, pero tampoco tenía donde elegir. Iba a un colegio privado, así que muy a mi pesar tenía que usar uniforme. Saqué la falda de cuadros y la camiseta blanca y me cambie.
Me quedé de pie delante del espejo y lo observé. Una chica delgada y de piel clara me devolvía la mirada. Tenía unas grandes ojeras que surcaban sus ojos y su pelo aun se encontraba enredado y sin peinar. Me miré durante un rato. No es que estuviera completamente contenta con mi imagen, pero sabía muy bien que la única opción era conformarme con lo que veía o aventurarme por el camino de la cirugía estética. ¿Os he dicho ya el miedo que me dan las agujas?
- ¡¿Estás lista?! ¡Hoy tengo que ir temprano a la oficina!
Puse los ojos en blanco. ¿Es qué acaso había algún día que no tuviera que ir temprano a la oficina? Mi madre era abogada, por lo cual también vivía mucho para trabajar, pero no tanto como mi padre. Aunque muchas noches se las pasaba en vela mirando carpetas e informes sobre sus casos. Terminé de arreglarme y bajé casi corriendo, pues oí como mi madre ponía el coche en marcha. Era capaz de dejarme en casa si no me daba prisa.
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Antes de las nueve ya estaba en el instituto. Claramente, no había todavía mucha gente. Me despedí de mi madre con la mano aunque ella apenas lo notó, en cuanto baje del coche dijo un adiós con prisas y pisó el acelerador. Suspiré y caminé sin muchas prisas hasta el instituto. Cualquiera pensaría que me dirigía a mi condena de muerte. Bueno, casi.
Antes de entrar por la puerta miré hacia arriba. La pequeña brisa aun soplaba y vi como estas movían la gran bandera del escudo del colegio. Estaba formada por un medio círculo y una águila en medio. Era también el símbolo que se encontraba en la parte izquierda de la camiseta del uniforme. Muchos estaban orgullosos de el, pues era la prueba de que iban a uno de los institutos más importante e influyentes del país. La lucían con orgullo, mientras yo era una de las pocas que pensaba que solo era un dibujo mal pintado de alguien que no tenía mucha de idea sobre dibujar.
Miré el reloj, aún faltaba tiempo para las nueve, pero decidí entrar de todas formas. El pasillo principal estaba casi vacío, exceptuando algunos pocos estudiantes. Avancé por el, intentando disminuir los nervios que sentía. Siempre era difícil ir al instituto, pero aquel día lo iba a ser aún más.
Hoy tocaba la clase especial de historia. Y digo especial porque hoy era día del trabajo en grupo. En realidad, no era nada malo. Era incluso una buena idea, si no hubiera sido porque me había tocado con Gray y Erza. Este último, aunque era un auténtico imbécil, podía haber pasado de él. Pero la segunda... De Erza, sin duda, no podría pasar; ella misma se encargaría de que no lo hiciera. Para que os hagáis una idea, si tengo que elegir del uno al diez lo bien que me cae, sería un menos veinticinco. Ajá, iba a ser un día horrible.
Llegué hasta mi taquilla, que se encontraba justo en medio del pasillo, y la abrí, y de ella salió un pequeña nota, que cayó suavemente al suelo. La recogí con curiosidad. No era de las que recibían notas, o era de mi admirador secreto o... Claro, de Juvia. Leí la nota con una pequeña sonrisa. Su letra era clara, había unos cuantos errores, pero por lo que vi ya estaba mejorando. Juvia era una chica francesa que había llegado hace unos meses a nuestro instituto. Era bastante callada, por lo que le fue difícil hacer muchos amigos. Yo la conocí un día en la cafetería, cuando tropecé con ella. Desde entonces, se puede decir que somos amigas. Le ofrecí ayuda con el idioma y ella aceptó encantada. Y desde entonces, de vez en cuando me deja notas, para probar que ha mejorado tanto hablando como escribiendo. No pude evitar sonreír.
- ¡Cuidado!
Mis ojos se movieron deprisa y por suerte fui rápida. Giré mi vista y vi como una pelota venia directa hacia mi cara. Fue un acto reflejo, subí mis manos y mis brazos para protegerme. Noté entonces como la pelota me daba justo donde había dejado los brazos. Cuando vi que ya había pasado el peligro, las quité y me encontré con alguien que sin duda, no tenía ningunas ganas de ver.
- Vaya, buenos reflejos. - me dijo Gray con una sonrisa de burla.
- Gracias. - le dije secamente y me volví a girar hacia mi taquilla, rogando porque captara la indirecta.
- Estarás impaciente por historia. - vaya, no eran de los que pillaban las indirectas. - Erza me ha dicho que está impaciente también.
Mejor, más que indirecta, se lo estamparía en la cara. Lo miré entonces, su sonrisa no había menguado. Su pelo oscuro, el cual siempre llevaba revuelto ese día tenía mejor aspecto. Durante unos segundos le observé. Muchas los consideraban bastante guapo, pero básicamente porque no le conocían. Me fije entonces como otros dos chicos se encontraban justo detrás de él. Mantenían una distancia prudencial, pero lo suficiente para poder oírnos y reírse a gusto.
- Qué bien. - contesté al final, de nuevo con sequedad.
- No parece que tengas muchos ánimos. ¿Qué pasa? ¿Asustada?
- Déjame en paz. Le tendría más miedo a una lombriz que a ti.- le respondí irritada, sin mirarle. Acto seguido cerré la taquilla de un portazo y me giré dispuesta a irme.
Ni siquiera vi si se había ido o continuaba el mismo lugar. Pero sí que pude oír las risas de los otros dos chicos. Imbéciles.
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Llegué a clase de matemáticas la primera. No me entretuve, fui directa a mi asiento y me senté. Solté un suspiro y me estiré sobre la mesa, mientras giraba mi vista hacia la ventana.
Estábamos en la planta baja, por lo que todo lo que podía ver desde allí era el patio interior del instituto. Al fondo también se podía ver el gimnasio y la sala de actos. A ambos lados había jardines enormes, con un césped precioso y flores por todas partes. Si pudiera ir hasta allí para tumbarme y olvidarme de todo... Suspiré como tantas veces anteriores aquel día y cerré los ojos, intentando imaginar que no estaba allí, que me encontraba en otro lugar. Cualquiera me valía, la verdad, es que me daba igual. No abrí los ojos, y poco a poco noté como me iba quedando dormida.
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Mis ojos se abrieron al fin. Notaba una suave brisa moviéndome el pelo, y se respiraba un aire fresco. Miré desconcertada a ambos lados. Estaba tumbada, pero ya no en la mesa. Me encontraba en el suelo. Debajo de mi un césped verde se extendía. Lo noté en el tacto de mis dedos y el olor me llegó hasta la nariz. Levante un poco la cabeza y me fijé entonces en el lugar, aparte del césped, muchísimos arboles me rodeaban, tan altos que tenía que alzar la cabeza para poder ver hasta donde llegaban.
Me levanté y oí algo detrás de mí. No me asusté, ni siquiera me sorprendí. Algo me decía que conocía ese sonido. Me giré con lentitud y me encontré con alguien conocido, bastante conocido. Vaya, las orejas de conejo me seguían resultando extrañas.
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Bueno y hasta aquí el capitulo. Se que ha sido cortito, y no han aparecido personajes.
Pero poco a poco! Esto ha sido una especie de introducción, espero que os haya gustado
y si me dejais comentarios y me animais mejor que mejor.
Cada comentario aumenta un 20% mi inspiración ê_ê
La verdad es que he tenido que cambiar un poco las personalidades, algunos de mis personajes
originales de esta historia no tienen mucho parecidos a los de fairy tai, asi que
he tenido que ir adaptando.
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