Hola! Lo primero, decir que esta historia es fruto de mis intentos de hacer un nuevo capi de Conversaciones, así que no me matéis por empezar algo más. Me senté frente al ordenador, con un par de ideas para ella, pero después del torbellino - huracán -terremoto - maremoto - volcán en erupción - que fue el capítulo 100, creo que me comprenderéis si digo que ya no era la misma. Todo me reconducía a él, y con los escasos spoileres sobre el final, todavía peor... Así que cada vez que empezaba a escribir, acababa con un "ensayo sobre la locura".

Ya sabéis, la definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente. Así que aunque soy una idealista, probé a seguir la corriente, y obtener el resultado que esperaba: Un fic sobre el final.

Pero que sepáis que en mi opinión, la sanidad de juicio está sobrevalorada. Y que los amantes son locos... (esto lo decia algún personaje importante...). De ahí el subtítulo de la historia.

Trataré de postear nuevos capis lo más próximos posibles, porque tengo escrito bastante. A ver si acabo antes que la Fox.

Leed, disfrutad, y si lo consideráis conveniente, dejad vuestras opiniones al final...

Gracias por la visita!

Bss!


La Probabilidad del Imposible

(Ensayo sobre la locura)

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Prólogo

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La mente de Brennan siempre ha sido preclara.

Las fórmulas, los problemas, las ecuaciones... siempre han sido resueltos de una manera casi automática por su privilegiado cerebro. Toda decisión siempre ha sido rápida en su vida. A pesar de considerar meticulosamente cada alternativa, opción y posibilidad, toda disyuntiva ha sido siempre resuelta enseguida, porque su tiempo es muy valioso, pero, sobre todo, porque necesita seguridad en su vida. Desde pequeña no soporta la incertidumbre, y esto sólo se vio agudizado cuando se quedó sola.

Los años de ausencia de un núcleo familiar estable han dejado una profunda huella, aunque ella lo ignore. Es cierto que la han hecho quién es. Independiente, fuerte, valiente y decidida. Una científica extraordinaria, una mujer brillante. Pero aislada.

Su corazón quedó tan lastimado tantas veces en su adolescencia, que simplemente se convenció de que había dejado de poder sentir. El ser humano es voluble y por eso las relaciones son efímeras e inestables. Dirigidas a una finalización, normalmente dolorosa.

La ciencia, sin embargo, es estable, es tangible.

La ciencia siempre le dará una respuesta, o es caso de no tenerla, los medios necesarios para conocer todos los factores que pueden estar implicados, y llevarla a una solución. Su ciencia no le falla, y por eso es su refugio. El no saber es su gran enemigo.

Esa es una de las razones por las que es tan buena científica. Por su necesidad de saber, pero también porque nunca se quiebra ante un rompecabezas.

Su búsqueda de la certeza, de la firmeza, de los hechos no tiene descanso.

En todas las áreas de su vida.

Su escasa vida personal se mide desde el mismo ángulo. Todo lo somete a un fugaz aunque extraordinariamente detallado análisis para adecuar su comportamiento a lo más conveniente en cada momento. Debe hacerlo para compensar su torpeza social. Analiza el medio, analiza los patrones de comportamiento esperados según la sociedad específica en que se halle, los condicionantes morales y la filosofía y ética de la misma y los compara con otros, generalmente aprendidos, para entender cuál sería la actitud correcta en el ámbito específico. En ocasiones, someterá su propio comportamiento a lo esperado. Otras, simplemente seguirá siendo una observadora imparcial.

Sin embargo, ese análisis es defectuoso, porque deja a un lado el elemento subjetivo que, a su pesar, condiciona el comportamiento humano.

A pesar de que como buena antropóloga, sólo pretende observar, sin interferir en el medio, esto no es aplicable cuando el medio estudiado es el que se refiere a ella misma, porque omite precisamente lo más importante, que es lo que hace al ser humano, humano. Los sentimientos.

Las decisiones sobre su vida, por tanto, no tienen en cuenta todos los condicionantes necesarios y pueden ser erróneas, ya que suprimen, en una voluntaria restricción que se ha convertido ya en su pauta de conducta habitual, las emociones.

Últimamente, el error en su razonamiento se le ha manifestado de forma bastante evidente.

Incluso para ella.

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Booth siempre ha sido un protector.

Desde que de pequeño ejerció la función de proteger a su madre y a su hermano de su padre maltratador, siempre ha tenido como su misión en la vida, el defender a los indefensos. Por eso se enroló en el ejército, se unió a los Rangers y por eso, a pesar de su férrea educación católica, se convirtió en francotirador.

Nunca le gustó ese trabajo. Se sentía más eficaz y sincero en el frente, donde podía luchar cuerpo a cuerpo con sus enemigos, viendo las caras furiosas de quienes pretendían matarlo a él, a sus compañeros y arruinar la libertad. Donde podía defenderse luchando, en condiciones de igualdad. Se sentía menos culpable ayudando a sus acompañantes en la batalla a escapar de una muerte inminente.

Alguien, sin embargo, debía asumir la tarea de evitar que los estrategas genocidas siguiesen matando indiscriminadamente. Él siempre destacó por su puntería y precisión, y sus superiores lo entrenaron para ello.

Aunque atormentado por las vidas que segaba, siempre le quedaba el consuelo de salvar a miles de otras. No le gusta pensar que el fin justifica los medios, porque entonces no habría justicia, pero a veces, hay demasiado en juego para permitirse ser tolerante. Sacrificó por tanto el favor de su Dios, para salvar vidas.

Tras romper repetidamente (hasta 50) el quinto mandamiento, no aspira ya a que su Dios lo perdone, sólo aspira a su misericordia. A que lo ha dejado de rezar por la redención de las almas de todas las vidas que ha quitado, y la salvación de aquéllas que ha visto acabarse. Demasiadas.

Ser bueno en lo que hacía, lo llevó a ascender con cierta rapidez, ayudado por sus evidentes dotes de liderazgo, a pesar del bagaje emocional que le acompañaba. Era un sargento decidido, preocupado, valeroso, al que su gente seguía y apreciaba y cuyos superiores halagaban.

La culpa lo alejó del ejército pero no dejó de combatir las injusticias. Al contrario. Como agente pretende atrapar a tantos criminales sea posible, y así poder redimirse él, en la medida de lo posible. Reconciliarse consigo mismo.

Su afán de amparar no tiene límites, incluso en contra de su propio bien.

La confianza que tiene en su función como defensor de la justicia, guardián, paladín, le falta, sin embargo, en su vida personal.

Por eso a veces se retira, y abandona la batalla. Su propia batalla. Porque aunque su gente cree en él, ven a través de él, ven su alma, él no se cree con derecho. Porque no cree en su virtud.

Pero su alma noble lo protege de su propio aislamiento.

Y él, él cree en el destino.

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Confusión es una palabra que se queda corta para definir lo que ambos sienten en este momento.

En realidad, no sólo en este momento.

Los últimos meses han sido confusos, cuando menos, a falta de palabras más adecuadas. A veces incluso raros, y muy a su pesar, otras veces, también incómodos.

La mayor parte del tiempo actúan como si nada hubiese pasado, como si su equilibrio no hubiese sido desafiado. Como si el pacto no verbal de silencio entre los dos no se hubiese roto.

Pero en todo momento, ambos son perfectamente conscientes de su situación.

Había un pacto, tenían un pacto...

No es como si lo hubiesen acordado expresamente. Pero existía.

Desde el momento en que Brennan había pedido, o mejor dicho exigido, para aceptar la propuesta e Booth y colaborar con el FBI en la investigación de Cleo Eller, "acceso total", y él había cedido, se convirtieron en una especie de compañeros. Esa definición - "sólo compañeros" - no vendría hasta más adelante, (como Mulder y Scully, había dicho Booth, en una referencia de cultura pop que en el momento ella había obviado, al desconocer su significado); lo importante es el momento marcado por ese caso.

Ambos parece que decidieran, en ese momento, en ese punto específico de Washington DC, mirándose a los ojos y (sí, ya entonces) diciéndose miles de cosas sin hablar, si bien no olvidar lo que había pasado entre ellos el año anterior, al menos sí dejarlo a un lado.

Los dos se atraían sexualmente, era evidente, eso no había cambiado en un año, pero es cierto que las reglas del FBI tampoco. Y las reglas no permiten confraternizar a los agentes con otros agentes. Ni asesores.

Una especie de acuerdo silencioso se forjó entonces entre los dos por el cual ninguno de los dos exploraría la posibilidad de algo. De todo. De cualquier cosa.

Han sido varias - muchas - las veces que han mencionado a través de los años la barrera de separación entre ellos, como si, de cuando en vez, fuera necesario para ellos recordarse la limitación que los aleja. Una línea trazada en arena, tan frágil, tan desdibujada... Pero que se mantiene separando sus vidas, como una fuerza magnética del mismo polo que la que cada uno desprende... Repeliéndolos.

Aunque sólo en el plano romántico, porque la han cruzado tantas veces y de tantas maneras, que resulta hasta ridículo (como efectivamente lo es para los observadores de su comportamiento) que permanezca.

La familia de ella, la de él, secuestros, muertes, infracciones de la ley... Booth mataría y moriría por Brennan, y, en realidad, ha hecho ya ambas cosas. Ella también ha matado por él y, sin dudarlo, moriría por protegerlo.

Entonces, ¿por qué no podían seguir las cosas como estaban?

Porque la entropía de un sistema aislado, siempre aumenta.

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A ver si entre esta noche y mañana va el capi 1.

Contadme vuestrasopiniones, penas, ideas, frustraciones... lo que queráis... O no... XD