DISCLAIMER: Nada de ésta historia me pertenece. Los personajes son de la oh, diosa, Cassandra Clare; mientras que la trama de es de kristiliz, quién escribió la historia originalmente en inglés y me dio permiso para traducirla al español. Lo único que yo hice fue traducirla y compartirla con ustedes.

Muchas gracias, kristiliz, por dejarme traducir la historia y subirla a mi cuenta, a pesar de qué tu también hablas español y, perfectamente, podrías haberla traducido tú misma. Queda de más mencionar que ésta historia me encanta, estoy completamente obsesionada con ella y es por eso que quise compartirla en español. ¡Amor eterno para ti! *le lanza un ramo de flores como agradecimiento*

No les molesto más, y aquí está ésta hermosisíma historia. ¡Disfruten!


Capítulo I. Mi vida torturada.

Estaba tratando muy, muy duro, pero su cara simplemente no me salía. Hay algo que aún necesito. Sus ojos deberían ser misteriosos; su cuerpo con diferentes sombras para definir sus músculos; y la V oculta bajo sus pantalones no lucía muy bien, sabes.

—Mierda —murmuré para mí misma. ¡No recuerdo como debería lucir! Ugh, esto es lo que consigues cuando estás tratando de dibujar algo que soñaste. Cielos, no es genial. Para nada.

¡No está funcionando!

Mi iPhone estaba conectado a los nuevos e increíbles parlantes, negro y azul, que Luke me había comprado hace tres días y yo, técnicamente, tenía un concierto en mi habitación.

Borré su rostro por veinteava vez y comencé a hacerlo todo de nuevo, por la veinteava-primera vez.

But I set fire-e-e! To the rain! —canté.

—¡Clare-bear! —escuché a alguien gritar. Tomé el control remoto de los parlantes y presioné pausa. Me giré a la puerta y allí estaba Luke, levantando ambas cejas.

—He estado tocando por como cinco minutos —dijo exasperado.

—Lo siento, estaba haciéndome la sorda —dije sonriendo. Luke puso los ojos en blanco y dio un paso fuera de mi habitación.

—Te necesito en la sala de estar. Tenemos invitados —dijo.

—Pero Lukeee —me quejé.

Ahora.

—Pero Luke, estaba tratando de…

Clarissa.

Oh, mierda. No el tono de Clarissa.

Suspiré y bajé mi cuaderno de dibujos. Salté de la cama y pasé al lado de Luke, murmurando bajo mi aliento.

—Estoy considerando odiarte pronto —dije con falsa ira. Creo que él dijo bajo su aliento "me odiarás mucho más ahora mismo".

—Te veo luego, Sr. Boom boxie —dije saliendo de mi habitación, extrañando mis parlantes. Luke hizo un sonido de disgusto hacia mi estupidez y cerró la puerta, separándome de mi I.N.C.R.E.Í.B.L.E cuarto. Luke se había comprado un nuevo apartamento, que era ridículamente increíble y mi cuarto era… *suspiro*.

Cuando caminé dentro de la gran sala de estar, pare en seco. Literalmente.

Herondales.

—¿Qué mierda? —respiré.

—Lenguaje, Clare-bear —dijo Luke, caminando dentro de la sala de estar.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué tienes a estas… personas aquí? —pregunté, lanzándoles una mirada asesina a los dos Herondales. Stephen, el padre, estaba mirándome serenamente. El chico dorado, el hijo de Stephen, lucía aburrido, pero tenía una mirada de disgusto en el rostro.

—Clary, ¿puedes sentarte y dejarme explicarte? —dijo Luke tratando de hacer que me sentara en uno de los sillones de cuero frente a los Herondale. A la mierda. Mi madre me ha dicho lo suficiente como para saber que los Herondale pudieron haber sido concebidos por el mismísimo Satán.

—Como el infierno que lo hare —dije, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—Clary, sientate ahora. —dijo Luke, luciendo serio. Demonios, el me asusta más que la mierda.

—¡Quiero saber que está pasando aquí! —grité.

—¿Podrías sentarte y callarte? Quiero saber de qué va todo esto —dijo el chico dorado. Jace Herondale. Le dirigí una mirada asesina.

—Nadie pidió por tu opinión, idiota —dije.

—Nadie pidió la tuya, enana —replicó con una sonrisa burlona. Oh, esto se acaba de volver personal.

—¡Oh, es mejor que cuides tu boca, Herondale! —dije dando dos pasos en su dirección.

—No puedo. Estoy concentrado en los lindos labios que tienes en la tuya —dijo él. Luke me agarró antes de que pudiera tocar uno sólo de sus cabellos dorados. Y él fue afortunado, porque iba a arrancar cada pequeño cabello, con su cabeza adjunta y todo, apuñalar sus ojos con un tenedor, y cocinarlos en la hoguera que voy a construir, para quemar su cuerpo adentro también.

—OK, niños. ¿Pueden sentarse y callarse de una buena vez? —exclamó Luke. Él estaba obviamente molesto. El chico dorado y yo nos dirigimos miradas asesinas el uno al otro mientras nos sentábamos en lados opuestos de la sala de estar. Padre e hijo lucían muy parecidos… como dios, realmente parecidos. Se sentaron uno al lado del otro, mirándome a mí y a Luke, quién finalmente decidió sentarse a mi lado. Después de darme una mirada de disculpa, habló.

—Stephen y yo llegamos a un acuerdo muy susceptible —dijo, alternando miradas hacia mí y hacia el chico dorado. Vi ansiedad en sus ojos.

—Los Fairchild y los Herondale han estado en guerra desde mucho antes que cualquiera de nosotros naciera.

—No me digas, Sherlock —murmuré. Luke suspiró.

—Necesitamos acabar con esto. Muy pronto. La Archangel Incorporation Body quiere poner a los Fairchild y a los Herondale como dueños de la compañía por el resto de la existencia. Ambas familias han mostrado que son eficientes, asi que The High Proceator quiere que ambas familias sean dueños de la compañía. Definitivamente no podemos hacer esto mientras las familias están en guerra. Eso provocaría el fin de la compañía.

—¿A dónde van con todo esto? —murmuró el chico dorado.

—Queremos unir a la familia. Y sólo hay una forma de hacerlo —mencionó Stephen, mirando directamente a Luke.

—Estamos planeando una boda —dijo Luke finalmente. Oh, wow…

Vi como los ojos del chico dorado se ampliaron.

—Um… no sabía que jugabas para el otro equipo, Luke —dije.

—Clary, tú y Jace se casarán en un mes —dijo Luke, girando su cabeza en mi dirección. Ambos, chico dorado y yo, nos pusimos de pie de un salto instantáneamente.

—¿QUÉ? —dijimos al unísono.

—¡Te estás volviendo completamente loco, Luke! —grité.

—¿Qué es todo esto, papa? ¡Estás loco! —gritó Jace, en dirección a su padre.

—Lo siento mucho, chicos, pero… no hay nada más que hacer al respecto —mencionó Luke, poniéndose de pie.

—Oh, créeme. Si hay algo más que hacer. —dije, girándome en mis zapatos de tacón.

—¿A dónde vas? —preguntó Luke, agarrándome del brazo y frunciéndome el ceño.

—¡Estoy escapando! —grité, y luché con él para que me dejara ir.

—¡Clarissa Fairchild, cállate y escúchame! Hay solo una manera de evitar que perdamos la compañía, quién está, de hecho, dándonos todo lo que poseemos ahora mismo, y lo sabes. Nunca les hemos pedido que sacrifiquen nada antes. Pero se los estamos pidiendo ahora. Ustedes chicos son los únicos quienes pueden salvar la compañía de caer en las manos del enemigo. Nosotros…

—¿Quieres que me case con ese maldito imbécil? ¿Quieres que pase el resto de mi vida atada a un mujeriego?

—No es ser un mujeriego, poodle. Se le dice ser popular —dijo Jace.

, ¡cállate! —grité, apuntándolo con el dedo, y luego volví a mirar a Luke—. Y . ¿En cuál rincón has estado fumando marihuana, huh? —pregunté exasperada.

—Clary, tienes que escucharme. ¡Por favor!

—¡No me voy a casar con ella, papá! ¡No con ella! —le decía Jace a su padre.

—Seré honesto con ustedes, chicos. No hay nada que puedan hacer. Es nuestra decisión y ustedes nos harán caso.

—¿Qué demonios? —dije con los ojos abiertos de par en par.

—Sí, Clarissa.

—¿Están ustedes usando algún tipo de droga? ¿Alucinantes, marihuana o crack? —dijo Jace.

—¿Acaso mamá sabe sobre esto? —pregunté.

—Ahí está el truco, Clary. Ninguna de sus madre puede saber sobre esto. Sí, sabrán que hay una proposición, pero ellas creerán que es porque ustedes se enamoraron. No pueden, repito, no pueden saber que esto es un matrimonio forzado o arreglado. ¿Me están entendiendo? —dijo con una voz alta y fuerte, amplios ojos mirándome a mí y a Jace.

—Y ahí se va mi vida —dijo Jace a si mismo.

—¿Por qué? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué yo… con él? —grité desesperada.

—Ustedes son los únicos descendientes de cada familia. Tenemos suerte de que sean un chico y una chica. —dijo Luke, más para sí mismo que para nosotros. En este punto, yo estaba hiperventilando.

—Van a quedarse juntos por un mes, hasta la boda, para que la historia sea más creíble —mencionó Stephen.

—Woah, woah, woah. ¿Qué exactamente quieres decir con "quedarse juntos", padre? —dijo Jace mirando a su padre con amplios e incrédulos ojos.

—Van a vivir juntos en el nuevo apartamento que les compré hace tres horas.

—¿QUÉ? —dijimos Jace y yo al unísono otra vez.

—Queda en AOL Time Warner Center, Columbus Circle. Les va a encantar —dijo Stephen, sonriendo a manera de disculpa.

—¡Créeme cuando digo que no me gustará! —dije gruñendo.

—Deberían empezar a empacar. Los llevaremos allá en tres horas más —dijo Luke.

—¿Qué? —dije, mi voz quebrándose.

—Clare-bear… lo siento. Pero no hay nada más que podamos hacer para cambiar esto. Tu madre estará aquí está noche y necesita escuchar la noticia sobre el compromiso de mi boca —dijo Luke, mirándome a los ojos. Ambos Herondale estaban mirándonos. Creo que vi a Jace cerrar las manos en puños a sus costados, tratando de controlar su respiración. Jalé mi brazo del agarre de Luke y retrocedí dos pasos.

—Es totalmente cierto lo que dijiste antes de que entráramos en esta habitación. Te odio mucho más ahora mismo —dije y luego salí caminando de la sala de estar.


No voy a llorar. Y no cuando ese maldito imbécil va a verme en menos de dos horas.

Pasé más de una hora sacando mis maletas Juicy Couture, de color turquesa y café, y arrojando ropa dentro. Cuando terminé con eso, seguí con los zapatos. Dejé el maletero para el final, para organizar mis perfumes, joyas y cosas personales.

Puse mis cosas de arte en un bolso de mano y luego me cambié en una camiseta roja y jeans ajustados. Me puse unas botas negras hasta la rodilla, y pasé mis manos por mi salvaje cabello de rizos rojos. Listo.

No conté hasta 10 cuando Luke tocó y abrió la puerta, mirando desde mi equipaje y a mí, luciendo moribunda en la cama.

—Vamos, Clare-bear —dijo, caminando hacia donde estaba mi equipaje.

—No me digas Clare-bear, Luke —dije. Luke se encogió. Tomé una maleta y mi bolso de mano y pasé a su lado hacia la sala de estar. Stephen y Jace estaban allí, pero se habían cambiado de ropa. Supuse que habían ido a su casa para que Jace pudiera empacar sus cosas.

—¿Todo listo? —preguntó Stephen. Jace estaba mirando el techo, como si le estuviera pidiendo a Dios que le diera tolerancia.

—Todo listo. ¿Llamaste los taxis? —preguntó Luke, caminando hacia la puerta de salida.

—Están abajo —respondió Stephen. Comencé a caminar hacia la salida.

—Espera, Clary, hay algo más —dijo Stephen. Me detuve, respiré profunda y lentamente y luego me volteé hacia él. Él buscó dentro de su abrigo y sacó una pequeña caja negra, luego la abrió.

Un anillo.

—Oh, demonios, hay un anillo —murmuró Jace, pasando una mano a través de su cabello dorado y dándonos la espalda.

Obviamente hay un anillo —mencionó Stephen. Miré al hermoso y brillante anillo.

Un jodido anillo. Voy a casarme, por la mierda.

—Ven aquí, Jace. Vamos, chico. Nadie va a comerte —dijo Stephen, volteándose hacia su hijos, quién tenía una mirada petrificada en el rostro.

—Soy delicioso, papá. ¿Por qué alguien no querría comerme? —dijo estrechando los ojos.

—Mueve tu trasero, Jonathan Christopher —dijo más serio. Demonios, eso da miedo. Jace dio un par de pasos y se detuvo al lado de su padre, dándole una mirada asesina.

—Aquí —dijo Stephen, dándole la caja a su hijo. Él la tomo, una mirada confundida en sus ojos.

—Vamos, tú puedes hacerlo —dijo Stephen. Alcé ambas cejas.

—¿¡Qué mierda, papá!? No sé nada sobre esta mierda, sabes —dijo Jace con ojos amplios.

—Oh, por el amor de dios. Arrodillate. No me mires así, Jace. Hazlo. Ahora.

—¡Demonios! ¡Ok, ok! —dijo Jace exasperado, bajando en una rodilla.

Espera, ¿qué? ¿Él me lo va a proponer? ¿Están hablando jodidamente en serio?

—Pregúntale —dijo Stephen con sus brazos cruzados sobre el pecho, mirando hacia abajo a su hijo.

De. Ninguna. Jodida. Manera.

—Hey, tú sabes, esto no es totalmente necesario —dije, tratando de alejarme.

¡Jonathan! —rugió Stephen.

¡Por dios! ¡No me apresures! Cristo Jesús. Tú, em, ¿quieres casarte conmigo? —me preguntó exasperado. Puse los ojos en blanco.

—Por dios, estoy muriendo de amor —dije con un tono aburrido.

—Obviamente tienes que decir que sí, así que no sé porque te estoy preguntando siquiera.

—Como si tuviera una opción —dije.

—Bueno, supongo que ese es un sí —mencionó Stephen.

—Como si me importara —murmuró Jace.

—El sentimiento es mutuo —le dije.

—¿Puedes poner el maldito anillo en su dedo y terminar con esto? —murmuró Stephen. Maldiciendo bajo su aliento, Jace sacó el anillo de la caja y técnicamente me arrancó la mano de mi lado, presionando el anillo en mi mano izquierda tan lejos como pudo ir, hiriéndome el dedo en el proceso. Lo maldije en voz baja y alejé mi mano de su mano, pasando al lado del padre y del hijo para salir del apartamento.


—Ok, aquí estamos —dijo Stephen, saliendo de su taxi junto al chico dorado. Demonios, el edificio era enorme. Y cuando digo enorme, lo digo en serio.

Ambos (sí, Jace y yo, desafortunadamente) miramos hacia arriba y no pudimos ver la punta del edificio.

—Entremos —dijo Stephen, ya en la puerta de la recepción. Después Stephen mandó al portero para que trajiera nuestro equipaje, y entró al elevador. Oh, y adivinen qué.

Stephen compró el maldito pent-house, muchas gracias.

—Tienes que estar bromeando —murmuré. La campana del elevador sonó cuando se detuvo en el piso dieciocho.

—Es bueno saber que si hay un ataque terrorista seremos los primeros en saber —murmuró Jace. Puse los ojos en blanco. Luke resopló. Stephen le lanzó una mirada asesina a su hijo. Cuando la puerta se abrió, mi mandíbula casi tocó el suelo.

El apartamento era… extraordinario.

La primera cosa que vi fue la hermosa y extensa vista de Nueva York. Tenía unas enormes ventanas de cristal en las paredes de la sala de estar, dónde podías sentarte y admirar la vista. El lugar era enorme por sí mismo. Los muebles eran una mezcla de blanco y negro. Blancas y acolchadas alfombras, negras mesas, blancos y cómodos sillones… era de ensueño.

Ugh, bueno, uno que tenía que compartir con un grano en el trasero.

Jace silbó.

—Dos habitaciones, cuatro baños, dos salas de estar, una cocina, un comedor y hay dos habitaciones, una para cada uno, diseñada especialmente para ustedes.

Respiré profundamente.

—Ok, así que… por favor, estoy rogandoles, chicos. Por favor, no se maten entre ustedes antes de la boda. —dijo Stephen, preocupación en sus ojos.

—Una oferta tentadora —dijo Jace.

—Así que… los vemos pronto, chicos —dijo Stephen Herondale, tocando el hombro de su hijo antes de pasar a nuestro lado y subirse al elevador. Sentí una mano en mi brazo y allí estaba Luke.

—Espero me perdones algún día —dijo. Luego, me atrajo hacia él y me abrazó. Puse mis brazos a su alrededor, sintiendo como si tuviera cinco años. Amaba la protección de los brazos de Luke.

—No importa que pase, voy a estar ahí para tí. Siempre, ¿de acuerdo? —dijo contra mi cabeza. Asentí.

—Te amo, Clare-bear —susurró, y después de darme un suave beso en la frente, se fue en el elevador con Stephen, y ambos desaparecieron. Suspiré silenciosamente, y me volteé hacia Jace.

—Voy a decirte esto solo una vez, y quiero que escuches con atención, Jonathan Christophen Herondale. Te quiero fuera de mi camino. No quiero que estés cerca de mí. Espero tengas todos tus planes hechos, porque no sere la suficientemente estúpida como para caer en tus enredadas espinas. Y espero que respetes esto que te estoy pidiendo —dije con la voz más mandona que pude manejar. Jace se atrevió a darme una sonrisa torcida. Maldito idiota.

—Y si no… ¿qué? ¿Qué podrías hacerme tú, pequeñita? —dijo sonriendo. Sus dientes estaban brillando.

Imbécil, maldita sea.

—No me conoces, Jace Herondale. Pero puedo prometerte que no se pondrá bonito si conoces a la verdadera yo —dije, tratando de matarlo con la mirada. Ahora él tenía el fantasma de una sonrisa. Caminó hacia mí y no di más de cinco pasos y ya estaba contra la blanca pared. Él se presionó contra mi cuerpo, poniendo sus palmas en cada lado de la pared, a cada lado de mi cabeza, bloqueándome. Podía sentir la temperatura de su cuerpo y el fuerte aroma de un perfume masculino llegó a mi nariz. Presionó su rostro cerca del mío, pero se volteó al último segundo, y finalmente sentí sus labios contra mi oído, calientes y suaves.

—Adelante —susurró.