I

En fin ¡hola! He dudado un montón en si poner o no este fic, sino que se lo digan a Kisa-chan. Y era por dos razones: la primera que es un AU un tanto extraño, no se si gustará y la segunda que no quiero dejarlo a medias por las vacaciones de Agosto.

Pero bueno, si va gustando y tal, espero acabarlo antes de las vacaciones. Eso es así, porqué el verdadero fic iba a ser otro, me explico, esto iba a ser la introducción de otro fic, pero se me fue un poco de las manos… ya lo veréis, así que espero acabarlo en escasos capítulos y si ha gustado, cuando vuelva de vacaciones pondré la historia que tenía en mente.

Nada más que muchas gracias, como siempre, por leerlo y por los comentarios.

Disclaimer: todos los personajes pertenecen a Tite Kubo, yo sólo los mal uso para potenciar el IchiRuki en el mundo.

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I. Sólo una aproximación.

Kuchiki Rukia paseaba sola, como siempre, por los jardines traseros del que era su hogar, durante unas semanas al año. Un lugar que le era ajeno, nada acogedor, por tiempo que hubiera estado en él. Ella no había nacido allí, aunque pertenecía a ese pueblo. Pero desde bien pequeña, había sido recluida, como un fantasma.

Su hermana Hisana, se convenció a sí misma que era la mejor manera aunar fuerzas con quien antaño fueron sus enemigos. Ellos, los shinigamis, herederos de una noble tradición, vivían escondidos en su ciudad principal: el Seretei, sin tener más contacto con el mundo exterior que breves relaciones comerciales. Así pues, el día que su madre tuvo una hija mestiza, con un humano normal, fue como si la deshonra cubriera para siempre el nombre de su familia, borrando su apellido de los libros de historia, y con ello casi su existencia.

Pero el prometido de Hisana, Kuchiki Byakuya, desistió de todas las maneras posibles a perderla, y decidió casarse con ella. Tras largas luchas con su Clan, resolvieron admitir a "la pobre y desdichada" muchacha. Pero jamás aceptarían a nadie más de su familia.

Cuando todo esto aconteció, Rukia contaba con pocos meses de vida, así que nada recuerda de todo aquello, y nada le contaron antaño acerca de su nacimiento y las consecuencias del mismo. Su madre, sumida en una profunda tristeza, decidió dejar al bebe con su hermana, a su suerte, sin saber qué ocurriría.

-Tu madre ha enloquecido si piensa que podemos hacernos cargo de ella –le dijo Byakuya, en ese momento ya marido de Hisana.

-Lo se, lo se… -la niña que tenía en brazos la miraba con los ojos muy abiertos, unos extraños ojos color violeta.

-Nadie la aceptará, por mucho que adopte el apellido Kuchiki, todos seguirán odiándola.

-¿Y qué debemos hacer? –suplicó más que otra cosa la mujer.

-No veo otra opción, Hisana –se sentó a su lado- debemos llevarla con su padre.

-¿Con los humanos? ¡Imposible! No quiero que se críe sin saber quien es su familia, y quienes son sus iguales.

-Hisana –dijo con paciencia- no tenemos otra opción.

Así, un joven Byakuya se puso manos a la obra para poder buscar al padre de la criatura. Pero todo fue en vano. La madre de su esposa había desaparecido, y como jamás dijo el nombre de esa persona, no pudieron encontrarlo. Fue entonces, en una de esas tantas noches en vela, que le causaba el asunto, cuando tuvo claro qué debía hacer.

Había un hombre, con el que mantenía buenas relaciones, era el Señor de pueblo situado en los lindes del Seretei. Sabía que él podría criar a Rukia, tenía un hijo de su edad, y sabía que este favor le vendría mejor a él, que al el propio Byakuya, pues se aseguraba buenas relaciones con su familia, duraderas. Sobre todo cuando él asumiera el cargo de jefe de su Clan.

Hisana se opuso, por supuesto, no quería separarse de su pequeña hermana, pero pronto supo que no había más opción para Rukia que huir de ese lugar. Donde jamás sería bien recibida.

Cuando Byakuya fue a entregar a Rukia, que contaba ya con un año de edad, Kurosaki Isshin le recibió con los brazos abiertos. No comprendía las extrañas normas de los shinigamis, más aún cuando se rumoreaba que él mismo podría pertenecer a esa raza, pero la había olvidado años atrás. Su mujer, Masaki, estaba embarazada de pocos meses, y un pequeño retoño suyo, llamado Ichigo, se asomaba curioso tras la puerta del salón donde se hacía el intercambio. Contaba de tan sólo cinco años, pero aún así pudo saber con seguridad lo que estaba pasando en esa habitación.

Lo que más llamó la atención al pequeño Ichigo de todo el ritual, fue aquella mujer de ojos llorosos que dejaba ir a una pequeña niña de su lado. Pensó que seguramente sería su madre, y no pudo imaginar a la suya propia desprendiéndose de él. Así que sintió compasión por la pequeña, cuando vio como torpemente decía adiós a los que acaban de abandonarla, sin saber qué había pasado.

Pronto, su madre le hizo una presentación oficial de la que sería parte de todas las personas que habitaban lo que era su hogar. Pues, no tan sólo vivían sus padres allí, sino que también lo hacían otras familias pudientes, como era normal entre sus allegados.

La pequeña niña lo miraba muy interesada, nada más que por el extraño color de su cabello, que no era raro en las mujeres, como era el caso de su madre, pero en un chico ese color naranja le llamaba la atención. Más aún cuando nacía tan rebelde como en la cabeza del pequeño Ichigo.

Aunque vivieran juntos en el mismo hogar, Rukia e Ichigo no jugaban juntos normalmente. Pues la crueldad que a veces es innata en los niños, hacía que ella fuera marginada por su extraño aspecto. Tan pálida y con esos ojos que parecían atravesarte.

Así que, la pequeña Rukia, se dedicaba a jugar con las dos hermanas pequeñas Ichigo, nacidas pocos meses después de su llegada, y para ella una bendición, pues ayudaba a Masaki en todo lo que podía, y así podía distraer su tiempo.

Cuando los niños tuvieron edad de estudiar, y por la proximidad de las guerras acaecidas por aquellos tiempos, los niños eran llevados lejos, para estudiar el noble arte de la guerra. Mientras las chicas, se quedaban en casa, donde también aprendían a defenderse, no era costumbre que tan sólo los varones pelearan, pero su educación era distinta.

Aún así, Hisana jamás se olvidó de Rukia, y en las temporadas invernales, cuando sabía que ella disfrutaba de más tiempo libre, pasaban unas semanas juntas en una pequeña casa situada en los lindes de la propiedad de los Kuchiki. Y aunque todo el Clan sabía de sus encuentros, jamás nadie pudo oponerse a ellos, pues Byakuya se había hecho el jefe del Clan, cuando la pequeña Rukia contaba con seis años. Momento en el que su hermana, pudo ir, por fin, a verla.

Jamás le contó nada acerca de sus padres, tan sólo que era la mejor opción para ella, sin poner jamás respuesta a las constantes preguntas que la acosaban.

Más de una docena de años habían pasado desde que Rukia viera a su hermana en ese lugar. Y en ese mismo día, se acaban las semanas que habían pasado juntas, ella tenía que despedirse, otra vez de Hisana, y caminaba sola por los jardines traseros de la bonita casa.

Para ella, esas semanas eran como un descanso a su vida normal, jamás fue verdaderamente aceptada, pero su hermana desconocía ese detalle. Además, que a causa de esas visitas, sólo podía ver fugazmente a los chicos que todavía estaban inmersos en sus estudios militares. Pues otra guerra estaba próxima, y sabían que debían preparase.

Pero los tiempos en los que Rukia había nacido, habían pasado, y ahora, shinigamis y humanos tenían una relación más estrecha. Sin ser todavía muy aceptado en ninguna de las dos culturas, alguien que fuera parte de los mundos.

-¿Rukia? –su hermana la despertó de sus pensamientos.- ¿Estás lista? Ya está todo preparado, vamos a cerrar la casa.

-¿Ha venido ya nii-sama? –era la manera que tenía ella de llamar a Byakuya, tal y como su hermana le había enseñado.

-Si –sonrió- debemos irnos.

Su hermana se iba con toda la pompa y ceremonia que conllevaba ser la mujer del cabeza de uno de los clanes más importantes del Seretei, mientras que ella, simplemente cogía su caballo y ponía rumbo a su casa. Había un abismo entre ellas, y para Rukia era tan fácil como echar un vistazo.

Llegar a la casa de los Kurosaki, le costaba largas horas de camino, pero no le importaba mucho, así podía organizar sus ideas libremente. Volver a encontrarse con toda esa fauna que, ahora, eran su familia, a veces le aterraba tanto como le apetecía. Todavía estaba algo marginada, pues jamás había probado su valía, no se le había dado ocasión, pero se había acostumbrado a la soledad, tanto, que le gustaba.

La noche ya había caído, cuando ella dejó a su caballo en el establo, pues los pocos sirvientes que mantenía la familia, en su gran mayoría la ignoraban y no la consideraban alguien a quien servir.

Se dirigió a la entrada principal, pronto tocaría cenar, y una costumbre que Isshin había dejado en su casa, es que todos cenaran juntos. Así que, sin mucha gana se dirigió al salón, cuando, para su sorpresa había más alboroto de lo normal.

-¡Rukia-chan! –gritó Isshin muy contento- ¡ya estás aquí! Te esperábamos antes, esta vez te lo has tomado con calma.

-Si, un poco, no creí que…

-Si, si, los chicos no se han ido –la cogió del hombro le dijo en tono confidente:- pronto habrá boda.

-¿Qué? ¿Cómo? –Rukia no podía ni imaginarse de quien estaba hablando.

-¡La pequeña Karin!

¡Diablos! ¿Karin? Era tan sólo tres años menor que ella, pero ¿con quien? ¿cómo? ¿Tanto había pasado en unas semanas?

-Si, estás sorprendida, como todos… -dijo su padre.- Yo tenía la esperanza en ese hijo testarudo que tengo, pero es imposible de entender –se encogió de hombros.

Rukia no podía articular palabra, tan sólo miraba el salón, donde la gente reía y había un aire de confraternidad que rara vez había visto ella en su presencia.

-Pero venga, entra, te estábamos esperando.

Al entrar, el espléndido salón estaba bien decorado, se notaba que era un acontecimiento importante. Los ventanales que daban a la zona principal de la casa estaban cerrados por el frío, pero Rukia pensó que dejarlos un poco entronados no sería tan mala idea, había demasiada gente.

Observó las caras de personas que hacía años que no veía, o al menos, si las había visto era de manera fugaz. No tenía relación alguna con esas personas. En cambio, observó caras conocidas y esperadas: Masaki estaba radiante, junto a Yuzu y Karin, se notaba que la noticia había llegado en buen momento. En cambio, una de sus mejores amigas, Inoue Orihime, no parecía tan integrada, y tan sólo los miraba a todos desde un rincón de la habitación.

Inoue había entrado a ser parte de esa familia sin lazos de sangre cinco años después de Rukia, tras la muerte de sus padres, y con su hermano fuera, la familia Kurosaki, haciendo gala de su gentileza, decidió aceptarla. Habían sido buenos amigos de su familia. A los años, su hermano también falleció, y fue un duro golpe que Orihime pasó gracias, entre otras, a Rukia.

Así que fue a ella a quien acudió cuando Isshin se dispersó con la gente.

-Inoue.

-¡Kuchiki-san! –respondió alegrada y agradecida de su llegada.- Hoy has tardado más de lo normal.

-Si.

-¿Te has enterado de la noticia?

-¿Quién se lo iba a imaginar, Inoue? ¿Karin?

-Desde luego.

-Siempre pensé que tu serías la primera –sonrió.

-Si es raro, si…

-¿Y con quien se casa?

-Con Sado-kun, tu no lo conoces mucho, no es de por aquí, pero siempre viene en vacaciones, pues muy amigo de Kurosaki-kun.

-Ah, claro.

Era cierto, cuando ella iba a ver a su hermana, los chicos volvían, y raras veces había coincidido con ellos.

-Entonces, ¿de qué se conocen?

-¿Recuerdas el año pasado? Cuando Masaki y las chicas fueron unos meses al campamento.

-Si, por algo de Ichigo.

-¡Exacto! Pues allí se conocieron y lo demás es historia ¿no crees? –respondió Inoue contenta.

-Me parece todo un poco raro.

-¡Dios mío! ¿Rukia? –las chicas se giraron a ver quien estaba hablando.- Tanto tiempo sin verte y no has crecido nada, sigues siendo una enana.

-Y tu un descerebrado, Ichigo –respondió la chica.

-Al menos no sigo pareciendo una niña pequeña.

-No, tú no, sólo un bravucón…

-Kuchiki-san, Kurosaki-kun… no es el momento de… -pero las súplicas de Inoue no sirvieron para nada.

-¿Y cuando te vas de nuevo, Ichigo?

-Mañana, pero tengo una buena noticia para ti, enana –dijo sonriente.- Volveré en una semana, ya he acabado con todo el entrenamiento.

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¿Y ahora qué? ¿Gustó o disgustó? Espero noticias vuestras, sobre todo para seguir o borrarlo XD. Es posible que en determinadas ocasiones parezca algo OCC, pero intentaré explicar bien el porqué de las actuaciones. Como ya os dije esto era una introducción… así que no pensaba profundizar nada en los personajes… En fin, ¡como me enrollo! ¿no?

En el siguiente capítulo… (espero)

II. Llegan noticias.

"-¿Es tu hermano, Rukia-chan? –le preguntó Karin algo asustada por el porte del noble.

-Si, no… -dijo algo obnubilada.

-¡Aclárate!

-Realmente es el marido de mi hermana.

-Ah ya ¿y a qué ha venido?..."