Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen a mi si no a Masami Kurumada, esto es sin ningún fin de lucro.
Viento y Fuego.
Aiolos antes de su muerte, decidió escribir una serie de cartas para Aiolia contándole sus más íntimos secretos formando su propia biografía de recuerdos. Amor, dolor, decepciones, amistad y familia estaban aguardando en esas cartas ocultas en un cofre en el Templo de Sagitario. ¿Qué tanto tenia por decirle su hermano al santo de Leo?
Biografía e historia de Aiolos de Sagitario y Aiolia de Leo.
(Esta historia está contada en varios tiempos y navega entre el pasado y presente: Uno, cuando Aiolia era un pequeño de cinco años, luego cuando termina la guerra del Santuario mientras Aiolia lee las cartas y finalmente en las cartas narradas por Aiolos (cursiva), en una historia alterna del pasado de los papás de Aiolos). Ojalá no se me confundan. ¡Gracias por leerme, disfrútenlo!)
Capítulo 1. Nuestra historia.
Trece años antes, en el Santuario de Athena.
En el interior del Templo de Sagitario, iluminados por un pequeño candil de cera, un alto santo de Athena discutía con otro más pequeño sobre una pequeña cama con las cobijas revueltas.
-Tienes que ir a dormir Aiolia, ¡vamos pequeño león inquieto!
- ¡Ya, ya está bien! -gritaba con fastidio entre risas el pequeño santo de Leo mientras su hermano le hacía cosquillas en su estómago sobre la cama. Tras algunos segundos de jugueteo, el santo de Sagitario alzo las cobijas para que su pequeño hermano se introdujera en la cama y le acaricio el flequillo a su hermano, despidiéndose para volver a sus propios deberes. -Buenas noches Aiolia.
-Buenas noches Aiolos…-soltaba tras un gran bostezo el pequeño Aiolia, echándose las cobijas sobre la cabeza y acomodándose en forma de bolita sobre la cama de su hermano, mientras este también cansado, caminaba hacia el escritorio de esa misma habitación, donde solo un pequeño candil iluminaba su sombra por la oscuridad y dejaba ver sobre aquel mueble esos escritos en griego que el santo Patriarca le había encomendado estudiar. Aquellos no eran otros que relatos de sus propios sucesores sobre las guerras santas pasadas y de sus errores cometidos y aunque le resultaba extraño recibir tales documentos de improviso, prefería mantenerse esperanzado a que el futuro junto a su hermano Aiolia y compañeros de orden seria prometedor…después de todo, tenía a su más grande aliado y confidente a su lado, Saga de Géminis y junto a él podría vencer al mundo entero si así lo deseará.
Tras sorber una fría taza de té que se había preparado para pasar gran parte de la noche en vela con aquellos documentos, de pronto Aiolos se quedó observando a la luz tenue del candil que le iluminaba y de pronto, un extraño sentimiento de nostalgia se apilo en su corazón provocándole hacerse una pregunta que jamás creyó plantearse:
¿Y si algún día dejo solo a Aiolia, si muero antes que él, quién le contestará todas sus preguntas en un futuro, en quién se apoyará? Aiolos negó con su cabeza ante sus divagaciones, "eso era imposible", se dijo mentalmente, sin embargo, algo en su corazón le inquietaba como desde hace unos días atrás cuando recibió tales escritos sobre su escritorio de manos del Patriarca. Improvisado, revolvió aquellos pergaminos antiguos y como una premonición, una palabra destaco de uno de ellos.
- "Traición… de aquellos los santos más leales y respetados"
Aiolos cerro aquellos pergaminos con ligero abrumo y tratando de despejar la mente, tomo una sencilla hoja en blanco, así como la pluma con tinta en su escritorio, escribiendo en el encabezado el precioso nombre de su hermano:
- "Aiolia, mi querido hermano".
Nostálgico, le regalo una suave sonrisa triste hacia la pequeña bolita de carne que dormía en su cama y tras observarle un instante, comenzó a escribir en el papel a su frente sin saber a ciencia cierta porqué. Quizás el futuro después descubriría el motivo que le había llevado a ello.
-x-
Tiempo Presente en la Actualidad, en el Santuario de Athena.
La batalla en el Santuario había terminado con el suicidio de Saga y sus compañeros de orden uno a uno comenzaban a aliviar los rencores pasados y a forjar lazos entre ellos para las futuras batallas que las constelaciones estaban por predecir.
Trece años había pasado desde la última vez que Aiolia había puesto un pie en aquel Templo de Sagitario. Sus más felices recuerdos de infancia, su inocencia y anhelos estaban ahí implícitos, por lo que cuando falleció Aiolos y creyó las mentiras dichas por el Santuario entero, jamás se atrevió a volver. Quizás por cobarde, quizás por miedoso, por estúpido engreído al creer que solo así podría olvidarse de la persona que más amo en el mundo, su hermano.
Al poner el primer pie dentro de aquel oscuro pasillo de la entrada de aquel Templo en su soledad no pudo evitar llenar sus ojos de pesadas lágrimas y en un acto de abatimiento, sin saber si podría continuar desvelando la verdad, se tomó de una columna de mármol y soltó un amargo llanto, uno que nadie jamás le vería emanar.
Aiolia se sentía culpable, nostálgico, hasta idiota por no haber hecho más por averiguar más sobre el sacrificio de Aiolos por salvar a Athena trece años atrás, por haber esperado tanto por volver ahí, a ese Templo donde a pesar del tiempo aún se mantenía la esencia de su hermano por los alrededores.
Leo se limpió las lágrimas toscamente y avanzo por los lúgubres pasillos, recordándose cuando de pequeño seguía su hermano por ellos, saltarín como un pequeño saltamontes, admirando su tamaño y fuerza y asegurándose que al crecer sería igual de espectacular que él. Tras algunos pasos, encontró el salón privado de Sagitario y nuevamente el nudo en su garganta apareció en él, obligándose a morder sus labios para contener su sentimiento. Aiolia inspeccionó los alrededores y noto como los recuerdos lo inundaban como rayo, todo seguía en su sitio, tal cual lo había dejado el de Sagitario.
Aiolia continúo avanzando por el lugar, mirando todo el sitio de arriba abajo y de pronto, observo aquella pared con el testamento de su hermano.
"A todos aquellos que han llegado hasta aquí con valor, les encomiendo la vida de Athena"
Aiolia volvió a romperse. No pudo contenerse más y derrotado cayó al suelo, esbozando con suma nostalgia: -Lo siento Aiolos, lo siento tanto…-pronuncio Aiolia apretando sus puños llenos de impotencia. -Si yo hubiera sabido…si yo…
El tiempo paso en largos minutos llenos de silencio y tristeza en Sagitario hasta que por fin Aiolia volvió a encontrar su valor y con el rostro aun húmedo, hizo camino hacia la habitación de su hermano. El olor a salitre y polvo lo inundo al abrir la puerta, sin embargo, todo continuaba en su sitio como si los años nunca hubiesen pasado.
Aquella vieja cama donde dormía de niño junto a Aiolos y aquel escritorio donde pasaba noches en vela su hermano estudiando enormes pergaminos aún continuaban intactos. Aiolia se recostó en la cama y mientras se recordaba a si mismo de niño, de pronto su mirada esmeralda y brillante se clavó en el librero frente a sí.
Ahí un pequeño cofre de oro llamo su atención, oculto entre algunos pergaminos y libros viejos.
Curioso, Aiolia se levantó de la cama y lo tomó llevándole nuevamente a la cama. Sin duda aquel singular objeto que cabía en las palmas de sus manos estaba en sus recuerdos, aunque no rememorizaba su significado. Tenía algunos signos en la cerradura, por lo que supo que solo se abriría sí unía los símbolos correctos. Aiolia se adentró a su memoria pretendiendo recordándolos y murmuro para si con el ceño fruncido.
- "El rey le da una rosa a la reina"-recordó aquella frase de su hermano, volviendo a cuando era un niño y Aiolos sujetando aquel cofre mientras le enseñaba que símbolos tenía que colocar en la cerradura para abrirlo. Aiolia giro la cerradura, buscando entre los grabados del cofre una corona de rey, una flor y una torre de reina y de pronto, aquel cofre de oro se abrió bruscamente ante sus ojos, sorprendiendo al santo.
De inmediato de aquel cofre brotaron algunas cartas, provocando que el felino abriera sus ojos desconcertado.
- "A mi querido hermano Aiolia"-leyó el santo en la portada de todas ellas, mientras sus ojos felinos se rozaban de sentimiento al reconocer la preciosa caligrafía de su hermano. Curioso, se limpió los ojos acuosos y se acomodó sobre la vieja cama como cuando era un niño, dispuesto a pasar a media luz el tiempo con aquellos documentos.
Aiolia tomó con sus anchos dedos la primera de ellas y la abrió lleno de asombro. La respuesta de las dudas de toda su vida estaba por desvelarse.
Carta número uno.
- "Aiolia, mi querido hermano…
Realmente no sé porque he decidido escribirte estas cartas, pero por alguna razón que no comprendo, siento que tengo que contarte muchas cosas ahora por medio de ellas, de ti, de mí, de nosotros, de nuestra historia. Sé que ahora esto quizás sea una sorpresa, que quizás aún seas pequeño para saber todo lo que voy a contarte por medio de ellas, pero creo que en algún día podrían necesitar de mí y si por alguna circunstancia no llego a estar a tu lado, quiero que leas una y otra vez de ellas y sepas que pase lo que pase jamás estarás solo, siempre estaré contigo mi querido hermano.
Aiolia apretó la carta en sus manos y se contuvo ante aquellas palabras de la carta, continuando su lectura:
- "Quiero empezar esta carta, la primera de ellas, con algo que siempre te ha causado curiosidad y que aún por tu edad no me he atrevido a contarte…Aiolia, quiero contarte de nuestros padres. Si, hasta hace poco yo mismo recordé la historia en una charla con el Patriarca y por ello quisiera comenzar con ello."
- "Empezare con nuestra madre. ¿Sabes Aiolia?, su nombre era Hebe. Ella era una mujer muy bella, de cabello largo y ondulado, castaño como el mío pero que tenía tus mismos ojos brillantes, quizás tu no la recuerdes pues aun eras un niño cuando ella murió, pero era una mujer preciosa, como ninguna otra. Siempre usaba aquella diadema de trenza con adornos de oro en su cabeza, y aquel peplo griego, pues era muy tradicionalista. Ella era una mujer muy dulce, aunque sin duda muy aguerrida y fuerte, justo como tú. Respecto a nuestro padre, él era un guerrero muy apreciado e imponente del Santuario, un caballero de plata, le decían "la reencarnación de Heracles" por su valor y fuerza, aunque su nombre no lo recuerdo y su imagen es muy vaga en mí ya que él siempre estaba lejos, luchando en misiones fuera del Santuario; aunque te diré que sí sé que me divertía mucho a su lado las pocas veces que lo veía tras regresar de batalla. Él fue el primero que me enseñó a sostener un arco y flecha cuando apenas era un niño."
- "Según cuenta el Papa Shion, nuestra madre un día apareció por los límites del Santuario, y en sus andanzas, de pronto observo a un par de guerreros arqueros practicar bajo el rayo de sol, destacando uno de entre ellos a plenitud. Mi madre se enamoró perdidamente de aquel guerrero al verle, cabello rubio, ojos cual cielo y piel de bronce justo como a nuestra según describe el Patriarca."
- "En aquel instante, mi padre termino de entrenar y al quedar solo y de pronto, nuestra madre salió a saludarle detrás de una columna. Mi padre al ver a aquella preciosa mujer, le sonrió y se acercó a hablarle, quedándose largas horas a su lado. Todo parece indicar que hubo fuego en sus miradas desde el primer momento y cada tarde se prometieron volverse a encontrar en aquel lugar. Con el tiempo, ellos dos se enamoraron refugiándose en las sombras de los Templos, lejos de las miradas de todos para amarse a plenitud. Naturalmente, mi madre se embarazo de mí, sin embargo, por algún motivo que el Patriarca no me ha dicho, ella al ser extranjera del Santuario, lo dejo todo por mi padre para radicar a su lado, así que por alguna razón deduzco que nuestra madre fue alguien importante en algún lugar del mundo."
-Hebe…-exclamo una voz grave en un enorme y precioso Templo griego. - ¿Piensas no volver al Olimpo por un humano, dejaras atrás tu condición de diosa de la Juventud por un mortal, no crees que tu jugueteo con los jóvenes mortales que te ofrendan en los Templos del Santuario ha ido demasiado lejos?
-Perdóname Padre Zeus, no planee enamorarme de un mortal con este cuerpo en el que he reencarnado, pero realmente le tengo afecto genuino. Solo sé que incluso si estoy en el mundo mortal y mi alma se extingue en él, seré feliz a su lado, yo le amo. -objeto la diosa abandonando aquel Templo griego ante la imponente estatua de Zeus.
- "Mi madre Aiolia se estableció en el Santuario junto a mi padre en su pequeña cabaña y aunque eso suponía un inconveniente ya que los santos como sabes no debemos tener hijos, el Patriarca al ver sus virtudes dentro de batalla y al ser el mejor guerrero con la armadura de plata, decidió ayudarlo, aunque no sería elemento activo dentro, si lo haría en misiones extranjeras fuera del Santuario. Con el paso del tiempo, eventualmente nací yo, un pequeño bebe a la sombra del Santuario."
- "Hebe, mira a este pequeño bebé, es hermoso"-soltaba Heracles sosteniendo al pequeño Aiolos envuelto en una mantilla mientras se acomodaba en la cama junto Hebe tras dar a luz. -Gracias por hacerme un hombre tan afortunado, Hebe, te amo, los amo a los dos. -soltó el santo de plata.
- ¿Y qué nombre le pondremos, Heracles? -pregunto la fatigada castaña.
-Aiolos…" el protector de los vientos". -exclamo el rubio santo depositando un beso en la frente de la castaña.
-Aiolos, mi pequeño bebé…-murmuro la dama mientras acurrucaba al niño en sus brazos junto a su amado.
- "Mi infancia siempre fue cálida Aiolia, el Patriarca cuenta que mi madre me arrullaba con una canción suave mientras esperaba cada tarde a mi padre en la ventana de la cabaña que ambos compartían diciéndome que era un bebé elegido por los dioses y que el Santuario era el mejor sitio para nacer. Ahora lo creo, he sido feliz aquí. Al crecer, con los años, mi padre jugaba más conmigo cuando estaba en el Santuario, enseñándome a montar a caballo, a usar un arco como entretenimiento, a cazar como arquero y enseñándome desde los altos riscos las más bellas postales del Santuario, esas mismas a las que te he llevado Aiolia y que hemos disfrutado juntos. Y al llegar la noche, el me acompañaba a la cama haciéndome sentir seguro. Era un gran padre y guerrero."
-Duerme pequeño arquero…yo estaré cuidando de ti. -soltaba Heracles, acariciando el flequillo de un pequeño Aiolos de cinco años.
- ¿Se ha dormido? -pregunto Hebe hacia su amado en la oscuridad de aquella cabaña.
-Si…-exclamo el santo de plata, alzándose de la cama para abrazarse de la cintura de Hebe mientras le besaba el cuello. -No sabes lo mucho que te he extrañado amor mío, mi hijo y tú lo son todo.
-Heracles…-murmuro la dama. -Quiero pedirte un deseo esta noche y espero que los dioses lo concedan.
-Dime Hebe, quiero escucharlo.
-Quiero que Aiolos tenga un compañero de vida, Heracles, tengamos otro hijo.
El rubio santo se sorprendió ante la propuesta de su amada, sin embargo, le miro solo con preocupación. -Al Patriarca no le gustará la idea.
-Por favor, estemos juntos esta noche y si es el destino que nazca un nuevo bebé, que así sea.
Tras aquellas palabras, un afianzado beso se hizo entre la pareja, quien se entregó piel a piel en la oscuridad.
- "Nuestra madre se embarazo de ti, y aunque no comprendía bien a mi corta edad como era que crecías dentro de la pancita de nuestra madre, comencé a emocionarme al saber que llegarías a nuestras vidas y que por fin tendría un hermano al quien cuidar. Pero un mal día mi padre tuvo que ir a una misión lejos del Santuario, justo algunos meses antes de tu nacimiento, yo recuerdo vagamente la última vez que beso mi frente, entregándome un pequeño arco y prometiéndome volver, aunque eventualmente ya no lo haría"
-Mamá…-pronunciaba el pequeño Aiolos al ver a su madre nostálgica frente a la ventana de su cabaña mientras se sobaba su vientre abultado. - ¿Mi padre ya no volverá?
-No cariño, papá se ha ido, y ahora solo estamos tú, tu hermanito que crece aquí y yo para cuidarnos.
- "Recuerdo haber llorado mucho ante ello Aiolia, al igual que mi madre, aunque con el tiempo y tu llegada a este mundo, toda esa tristeza, se disolvió"
-Mira Aiolos, él es tu hermano, Aiolia. -comentaba con dulzura Hebe tras dar a luz al pequeño santo de Leo.
En aquel momento, aquel instante, el pequeño Aiolos se acercó a su madre, observando al bebé en sus brazos y al intentar rozarle su mejilla, este sostuvo sus dedos con gran fuerza.
- ¡Auch, Aiolia, me lastimas! -exclamaba el pequeño Aiolos mientras el pequeño bebe gimoteaba con fuerza. -Qué manera de gritar...-Hebe sonrió ante lo dicho por su hijo. -Serás muy gritón, hermanito.
El pequeño bebé por alguna razón comenzó a emanar su llanto y fue así que Aiolos se atrevió a cargarlo en sus brazos, provocando la calma de Aiolia.
-Qué bonito eres Aiolia, seremos grandes amigos, ¿cierto? -decía el pequeño arquerito sosteniendo a su hermano con ternura. -Te protegeré siempre, no importa lo que pase.
-Que así sea Aiolos. -pronunció Hebe fatigada.
- "Tras tu nacimiento Aiolia, mi madre enferma a los pocos meses de una extraña fiebre y ella falleció en aquella cabaña frente a mis ojos"
- "Mami, mamá…"-soltaba entre lágrimas el pequeño Aiolos sujeto de la inerte y bella mujer sin vida mientras el Patriarca le tomaba de los hombros para abrazarle.
-Tienes que ser fuerte Aiolos, ahora tu hermano solo te tiene a ti, te necesita. - esbozo con su cálida voz Shion abrazándose al pequeño arquero mientras en el otro brazo, sostenía al pequeño Aiolia.
- "Desde aquel momento solo supe que tenía que protegerte Aiolia, que cuidaría de ti pasará lo que pasará Aiolia, que solo te tenia a ti en el mundo y creo que hasta ahora lo he hecho bien, ¿no crees?"
- "Bien, ha sido una larga historia para una carta, así que por hoy creo que ya ha sido suficiente, seguro tu cabeza debe estar revuelta en estos momentos con todo lo que te he narrado, por lo que te contare en otra carta otras tantas cosas que quizás necesitas saber hermano para que te acompañen el resto de tu vida.".
Te quiere con toda el alma…Aiolos de Sagitario."
Aiolia cerro aquella primera carta, comprendiendo en aquel momento aquella historia de su pasado y ansioso, tomó la siguiente carta para revelar más secretos por contar de su hermano.
Su vida entera y la de su hermano estaba en aquellas cartas y Aiolia estaba por desvelarla para siempre.
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Continuará…
Lindos lectores, tenía la inquietud de escribir sobre Aiolos, mi personaje favorito de toda la serie y al cual le tengo no solo admiración, si no un gran amor sincero por su alma noble, corazón lleno de justicia y lealtad, así como por Aiolia, este es el mayor homenaje que le puedo hacer a ellos dos.
Nota: ¿Quieren saber la verdad? ¡Sí!, en efecto, en esta historia Aiolia y Aiolos son hijos de la reencarnación de Hebe (la diosa de la juventud) que se volvió mortal y de Heracles, un guerrero de armadura de plata que si existe. En la mitología Hebe (Ganimedes, Juventus) y Heracles (Hércules) si se casaron cuando Zeus le reconoció como dios tras sus doce tareas olímpicas, aunque él era un semidiós y ella una diosa. Son mis personajes mitológicos favoritos y tienen las cualidades que buscaba para este fic, por eso los incluí.
Espero les haya gustado, yo seguiré escribiendo más sobre estos dos hermanitos en este fic con todo el cariño y respeto que les tengo. Viene romance, viene amistad, mas caballeritos dorados y más, esperen sorpresas.
¡Y si alguien se atrevió a llegar hasta aquí, muchas gracias por leer y su tiempo!
