ACONITAS EN EL CABELLO
By DARLA ASAKURA
CAPITULO 1:
Autoexilio de una Hyuuga
Tres chicos hacían acto de presencia frente a una hermosa mujer de cabellos castaños y ojos rojos; los tres tenían muy mala pinta, estaban cubiertos de polvo y sus ropas ninjas se encontraban en muy mal estado, y ni que decir de la apariencia que lucían, parecía como si acabaran de salir de un campo de batalla, y no precisamente victoriosos. Sin embargo tanto en el rostro de los jóvenes ninja, como en el de su sensei se lograba vislumbrar el rastro de una sonrisa.
-Los felicito por el éxito de la misión- exclamó la kunoichi, mirando a los muchachos, quienes apenas contaban con escasos dieciséis años, pero ya habían alcanzado un nivel superior en cuanto a sus habilidades ninja.
-Gracias Kurenai-sensei- dijeron a coro los chicos, agradecidos con su maestra.
-Sobre todo a ti, Hinata. Te has convertido en una excelente ninja, puedes estar orgullosa de ti misma.- dijo Kurenai, dirigiéndose a la única chica de su grupo, quien le miraba con algo de timidez.
-N no creo que… s se sea para tanto, Kurenai-sensei.- respondió la aludida, tartamudeando un poco y moviendo frenéticamente sus dedos índices, como solía hacer cuando estaba nerviosa.
-Deja la humildad a un lado, Hinata-chan- dijo Kiba, poniendo una mano sobre su hombro.
-Si no hubiera sido por ti, la misión habría sido un total desastre y ahora Shino, Akamaru y yo, estuviésemos bien muertitos.- Terminó de decir el chico, mirándole con cariño. Shino asintió levemente y Akamaru soltó un ladrido de felicidad, mientras la ojiblanco se sonrojaba.
Después de rendir el informe a la Hokage, quien también los alabó por su labor, los tres muchachos se dirigieron a sus respectivos hogares, puesto que se hallaban muy cansados debido al viaje y al esfuerzo en el cumplimiento de su deber como ninjas.
Al llegar a casa, Hinata se encontró a su primo Neji entrenando junto a Hanabi, su hermana pequeña, y no quiso interrumpirlos, por lo que sin hacer ruido subió directamente a su habitación para tomar un baño y recostarse un rato. Luego de dormir unas cuantas horas, Hinata decidió finalmente bajar, no era que no le gustara estar en casa, solo que aun le costaba trabajo asimilar que pertenecía a aquel clan y a aquella "familia", donde era duramente juzgada y en la que se sentía totalmente fuera de lugar.
Unas voces familiares llegaron a sus oídos, apenas hubo llegado a la planta baja de la mansión Hyuuga, la curiosidad le ganó a la chica al parecerle escuchar su nombre, por lo que se acercó tímidamente hasta la puerta entreabierta del salón donde solía entrenar su padre, y logró reconocer a los dueños de aquellas voces, que no eran otros más, que su maestra y su padre.
Aguzó el oído y prácticamente retuvo la respiración, al prestar toda la atención posible a la conversación que se llevaba a cabo, del otro lado de la puerta.
-Está bien, Kurenai… si es tan importante como dices, te escucharé. ¿De qué es lo que quieres hablar?- comenzó a decir Hiashi con voz acostumbrada a hacerse obedecer.
-Ya se lo dije, Hiashi-sama, es sobre su hija mayor, de quien deseo hablarle- le aclaró la kunoichi.
-Si, si… creo que ya lo habías mencionado antes. No habrá mucho que decir entonces. Adelante.- respondió el jefe del clan Hyuuga, restándole importancia al asunto.
La chica de ahora largos cabellos tan negros que parecían casi azules, sintió una leve punzada de dolor en el corazón¿de verdad su padre le consideraba tan poca cosa, que ni siquiera contemplaba la idea de que pudiera haber algo importante que hablar sobre ella?, la ojiblanco no pudo continuar con sus cavilaciones, pues la voz de su sensei se hizo escuchar, volviendo a atraer su atención hacia la realidad y hacia aquella plática.
-Me temo que se equivoca usted, Hiashi-sama, si hay muchas cosas que quisiera contarle acerca de Hinata.- las palabras de Kurenai, hicieron eco en el corazón de la chica, embargándolo de un sentimiento tan cálido, que le hizo sentirse sumamente agradecida con su sensei. Pero ella no fue la única en la que éstas tuvieron efecto.
-¿Ah si?- ahora su padre parecía mucho más interesado en el tema que abordarían.
-Sí, las habilidades ninjas de Hinata se han incrementado mucho, es una de las mejores kunoichis que tiene esta aldea.- sentenció la mujer de ojos rojos, dejando ver al Hyuuga el orgullo que sentía por los progresos de su hija. El hombre echó su cabeza hacia atrás por un breve instante, en el cual guardó silencio, pero luego se escuchó resonar en la estancia su amarga y cruel risa, aquella que lo caracterizaba y el dolor volvió al pecho de la chica que escuchaba a hurtadillas, con mayor intensidad. Las lágrimas afloraron a sus ojos sin poderlo evitar, en el momento en que la voz de su padre se elevó nuevamente, cuando éste pudo al fin controlar su risa.
-¿Eso era todo¿sólo eso has venido a decirme?- exclamó con firmeza Hiashi Hyuuga mirando fijamente a la morena, que lo miraba a su vez, horrorizada por su reacción.
- Hinata, jamás podrá ser considerada una de las mejores kunoichis de esta aldea… simplemente porque no tiene la capacidad suficiente para llegar a serlo. No sabes la vergüenza que me da saber que dentro de mi clan existe alguien tan débil como ella, mucho peor es saber que lleva mi sangre… que es mi hija- le aclaró el hombre a la mujer que no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban.
- Pero… pero Hiashi-sama¿cómo puede decir eso?- murmuró la mujer, reflejando la tristeza que sentía por aquella chica, porque nunca conoció a una chica que fuera tan bella y dulce como Hinata. ¿Cómo era posible que ese hombre no amara a su hija¿cómo era posible que no pudiera reconocer sus logros y alegrarse por ellos?.
-Mientras existan mujeres tan fuertes con Tsunade-sama, o sus discípulas Sakura y Shizune, e incluso como tú… una chica como Hinata tan frágil y débil, jamás podrá destacar… por lo menos, no lo suficiente para ser digna de pertenecer al clan Hyuuga.- Concluyó su padre y Hinata sintió que caía más y más en un abismo oscuro, del que no podría salir jamás.
No importaba cuanto se esforzara, cuan fuerte llegara a ser… su padre nunca reconocería su existencia, a menos que fuese solo para degradarla hasta el punto de que ella sintiera deseos de desaparecer de la faz de la tierra, sin dejar huella alguna. La chica bajó la cabeza, dirigiendo su vista empañada al suelo, observando como este se iba empapando poco a poco con las lágrimas que caían desde su rostro y se llevó una mano al pecho. Las palabras de su padre revoloteaban en su mente, torturándola, sentía las piernas flaquearle y tuvo que recostarse contra la pared, para no caer. Pero al parecer aun había más…
- Es una gran pérdida para mi clan que ella esté destinada a ser su heredera, de hecho su sola existencia, ya es de por sí… una gran pérdida.- ahora sí las piernas de la muchacha terminaron por no responderle y cayó pesadamente en el suelo, apoyándose con una mano en este y con la otra apretando fuertemente su pecho, el aire se le hizo excesivamente denso y empezó a marearse, la vista se le nubló y todo comenzaba a ponerse oscuro, cuando una voz masculina, algo ronca, la devolvió a la realidad de un solo golpe, a su realidad…
- Hinata-sama- la voz de su primo Neji sonaba preocupada y alertó también a los ocupantes de aquella habitación, quienes no perdieron tiempo y de inmediato salieron fuera, para encontrarse con una chica que se levantaba del suelo como impulsada por un resorte inexistente y para verla echarse a correr sin preocuparse por mirar a nadie, ni a aquel hombre que estaba tan arrepentido de haberle dado la vida, ni a la única mujer que le había dado un poco de aquel cariño de madre que tanto había necesitado, ni a aquel primo que un día la llegó a odiar, ni a su pequeña hermana, con la que justamente ahora se cruzaba en el camino a la salida de la mansión, y de la cual alcanzó a escuchar que le llamaba por su nombre.
Hinata corría y corría, sin parar… sentía el viento en su cara, golpearla con fuerza y también sabía que estaba empezando a oscurecer, puesto que al no llevar su inseparable abrigo, comenzaba a sentir algo de frío, pero no le importó. Nada podía hacerle más daño de lo que ya le habían hecho, aquellas palabras de desprecio que había escuchado de la voz de su propio padre. Esa tarde no había sido la primera que le escuchara decir algo como aquello, no era sorpresa para ella que su padre le consideraba débil y que le creyera una total inútil, pero algo muy adentro de su ser le hizo pensar, estúpidamente, al parecer, que si llegaba a convertirse en una ninja, en una verdadera ninja… podría cambiar esa opinión tan arraigada que su padre tenía de ella, que quizá algún día podría demostrarse a sí misma y a los demás, que era digna de ser parte del prestigioso clan Hyuuga. La kunoichi lloraba, lloraba y no paraba de llorar, no podía parar… porque el dolor era muy grande, demasiado intenso para pasarlo por alto; se había propuesto cambiar y lo había hecho, inspirada en él… en su amor platónico, porque lo amaba, sabía que lo amaba, Naruto era su inspiración, el solo recordar su voz le animaba y los pocos momentos de felicidad que había tenido en su vida, se los debía a él en su mayoría… si aquello no era amor, entonces ¿qué era?, debía ser amor, aun cuando jamás se atrevería a confesárselo, aunque ella fuera tan poco para aquel rubio de hermosos ojos azules, tan puros y de sonrisa sincera. Jamás podría tener el amor de Naruto-kun, así como jamás podría tener la aceptación de su padre, él jamás sentiría un poco de aprecio por ella, ni siquiera podía esperar una pizca de orgullo de su parte aun cuando fuera nombrada como Rokudaime. Se detuvo de repente, estaba parada justo en la salida de la aldea, los ninjas que vigilaban ésta, le miraban extrañados, pero a ella no le importaba… no sabía por cuanto tiempo estuvo corriendo, ni porque sus pies le habían llevado precisamente hasta allí, pero por una vez en su vida vio todo con la mayor claridad posible, con mayor claridad que cuando utilizaba su byakugan, finalmente lo entendió todo, finalmente sabía que era lo que tenía que hacer. Hinata observó nuevamente la salida de la aldea escondida entre las hojas, dio media vuelta y reemprendió el camino hacia la mansión, de la que momentos atrás había estado alejándose.
-Me voy- dijo apenas hubo abierto la puerta del despacho, donde sabía que a esas horas, solía encontrarse su "padre". Él no respondió enseguida, la observó un instante como asegurándose de que aquella voz que había irrumpido así de repente en aquel lugar, realmente le pertenecía a ella, a su tímida hija mayor, Hinata.
-¿te he pedido acaso, que me informes de tus insignificantes misioncitas?- soltó fríamente Hiashi, ella le miró, con tristeza, pero está vez sin ápice de nerviosismo.
- No lo entiende¿cierto?- Exclamó la chica, sin tartamudear en lo absoluto, para luego entrar sin pedir autorización y cerrar la puerta tras ella. Hiashi Hyuuga le miraba estupefacto, realmente aquella criatura que tenía en frente, mirándole directamente al rostro y sin sonrojarse, era su hija, la incapaz.
-¿Qué se supone que es lo que debo entender, Hinata?- le interrogó su padre.
- Que me voy de la aldea, y para siempre… Otousan.- agregó ella, con su voz dulce de siempre, solemnemente y sin dudar.
El día siguiente llegó, y para todos en la aldea, seguiría su giro normal, para todos excepto para una hermosa y tímida chica que deambulaba desde muy temprano, quizá mucho antes del amanecer, por las calles. Los ninjas entrenaban o se preparaban para realizar las misiones que se les habían asignado, los habitantes de Konoha se veían igual que siempre, alegres y hasta cierto punto ruidosos, supo entonces que aquel ruido no era más que el reflejo de su propia alegría, algo que hasta el momento ella desconocía. Hinata se detuvo frente al restaurante favorito de Naruto, aquel donde cada día iba a comer su ramen. Sonrió débilmente y se preguntó cuantas veces lo había visto dirigirse ahí, cuantas veces lo vio devorar aquellos tazones de comida, realizando una u otra payasada; el rubio si era su verdadera debilidad… se preguntó entonces como era posible que una persona a la que le habían negado amor y cuidados desde niño, alguien que había sido condenado a la soledad, podía comportarse así, ruidoso, alegre… y sinceramente no halló explicación. Naruto era único y por eso le amaba. Sintió oprimirse el corazón dentro de su pecho. Le amaba y se sentía incapaz de decirle nada, ni siquiera sabía si debía o no, despedirse de él. La noche anterior había convencido a su padre de que lo mejor para el clan, era omitir su existencia… lo que no había reconocido es que había llegado a la conclusión, de que eso era también lo mejor para ella, debía olvidarse completamente del clan, de que había nacido siendo una Hyuuga.
Flash back
-¿Irte?, ahora si enloqueciste.- fue la respuesta que Hiashi le dio a su hija, luego de haber escuchado la propuesta de ella.
-¿Por qué?- murmuró ella, sin atreverse a contradecirlo aun.
-¿cómo que por qué?, tienes una obligación con los Hyuuga¿o es que ya lo has olvidado?- se encargó de recordarle su padre, mirándole fijamente, como si le costara creer que su hija le hubiera pedido aquello.
- No¿cómo podría hacerlo?-exclamó la chica sin alzar la voz de su nivel normal.
- Pero ya lo ha dicho antes, padre… no sirvo para el papel que debo desempeñar en el clan. No se perdería nada y se ganaría mucho, si desapareciera.- terminó ella, sin quitarle la vista de encima al señor Hyuuga, quien se revolvió en su lugar, algo incomodo.
-Pero de ahí, a irte… es demasiado Hinata, no puedo permitirlo. ¿Qué tal si el secreto del byakugan, cae en manos enemigas?- acabó dejando ver su verdadera preocupación. Una sonrisa triste se dibujó en el rostro de porcelana, del que era poseedora la ojiblanco. Ahogó un suspiro y retomó la palabra, haciendo un esfuerzo para que no le temblara la voz.
-Vamos Otousan¿es eso lo que le preocupa?… usted es el especialista en sellos, sé que hallará uno perfecto para la ocasión.- indicó la kunoichi. Hiashi la miró por un segundo, antes de ponerse de pie y darle la espalda, parecía estar meditándolo.
-Tendría que discutirlo con el consejo de la familia.- Dijo al fin, sin voltearse a mirarla.
-Que así sea.- Fue lo último que le escuchó decir a su primogénita, antes de que ésta le dejara solo en aquel lugar.
Fin Flash back
Hinata suspiró, su padre no perdió tiempo… el consejo familiar de los Hyuuga fue reunido esa misma noche, y al parecer Hiashi había terminado por convencerlos, de que aquello que su hija le había propuesto unas horas atrás, era lo mejor para todos. El sello le sería impuesto al caer el sol, por lo que ese día, sería su último día en Konoha.
Kiba se encontraba en un claro verde, rodeado de grandes árboles desde donde su compañero se encontraba esperando el momento perfecto para atacar. Shino era muy sigiloso y lo sabía de sobra, no debía confiarse o sino Akamaru y él estarían en graves aprietos. Verlos luchar el uno contra el otro siempre le había parecido a Hinata un deleite, ellos eran tan especiales y diferentes. Kiba era sociable, hablador y algo hiperactivo, mientras que Shino era silencioso, analítico y desde cierto punto de vista, intrigante. Ese día la chica de ojos blancos, se había propuesto disfrutar a sus anchas de cada pequeño detalle, que hiciera parte de su vida en aquella aldea, para poder resguardarlos así en el fondo de su corazón; gran parte de la mañana se la pasó caminando y saludando a sus conocidos, brindándoles a todos una última sonrisa, aun cuando ellos lo ignoraran. Cuando por fin hubo aparecido en el campo de entrenamiento donde solía reunirse el antiguo equipo 8, se encontró con miradas preocupadas por parte de Kiba y su maestra Kurenai, y en el caso de Shino, con una mirada inquisitiva, la cual mantuvo fija en ella, alrededor de un minuto, que viniendo de él, se asemejaba más a una eternidad; saludó de la misma forma en que lo hacía día tras día, aun sabiendo de sobra que tendría que dar explicaciones sobre lo sucedido el día anterior en su "casa" y así lo hizo; Kiba se encogió de hombros, para hacerle ver que no debía ponerle tanta atención a las palabras de su padre, quien ante sus ojos, "estaba loco, siempre lo había estado y siempre lo estaría", luego le puso una mano en la cabeza, acariciándole los cabellos como de costumbre y dejó que Akamaru hiciera el resto llenándola de saliva, a lo que la chica rió entre divertida y agradecida. Kurenai le miró con amor y ella le correspondió de igual forma y sin hablar, sabía que si alguien comprendería lo que estaba a punto de hacer, esa era su sensei y protectora, pero lo que jamás olvidaría, pues nunca se esperó, fueron aquellas palabras que le dijera en tono impersonal, el más misterioso de sus amigos: "No esperes la aceptación de otros, si no te aceptas a ti misma… si no reconoces lo que vales, otros tampoco lo harán. Si no sabes por donde empezar, intenta aprendiendo a amarte, te darás cuenta de que es muy fácil". En ese momento no pudo evitar ponerse del color de un tomate maduro, pero ahora mientras los observaba entrenar, las palabras de Shino cobraban sentido… tal vez había empezado a aceptarse precisamente la noche anterior, cuando tomó esa decisión que todavía no compartía con el resto de su equipo.
La despedida fue peor de lo que Hinata había pensado, aunque había evitado adrede pensar mucho en eso, pues había tomado una decisión, y todo su ser le gritaba que esa era la decisión correcta; no se dedicó a explicarles las razones que desembocaron en aquello, sabía de sobra que Kurenai le entendería y apoyaría en lo fuese, que Shino respetaría su voluntad aun cuando estuviera en desacuerdo y que Kiba haría un gran escándalo, puesto que para él jamás habrían razones suficientes para que ella abandonara Konoha. Así, al finalizar lo que sería su último entrenamiento en compañía de sus amigos, su maestra se acercó y le dedicó una de esas miradas suyas, cargada de cariño y orgullo, le dio un abrazo y le deseó muy buena suerte, Kiba un poco más resignado, la abrazó fuertemente contra su pecho, haciendo que la chica se ruborizara a más no poder, mientras le susurraba al oído un: no me olvides. Y Shino por su parte, le dedicó otra mirada enigmática, que no decía nada en sí, pero que viniendo de él, lo decía todo… Hinata le sonrió dulcemente, antes de escucharle, justo cuando pasaba a su lado, otro de esos consejos que solo él sabía dar: De ahora en adelante, no te reprimas más.
"No te reprimas más", le dijo… y esas palabras extrañamente hicieron un clic en alguna parte desconocida de su cerebro, Shino siempre tenía razón y esta vez no era la excepción, quizá era eso, había vivido reprimida toda una vida, pero ya no más, se dijo a sí misma mentalmente. Sus pies se movieron solos, sin darle tiempo a meditar que hacía y lo siguiente que el Aburame sintió fueron unos brazos rodeándole la cintura, el cuerpo tibio de la muchacha junto al suyo y la sangre agolpársele en las mejillas.
La luz del sol se volvía más y más color naranja, con visos rosas y algunos dorados, y Hinata Hyuuga no hacía otra cosa más que mirar el atardecer, sentada sobre el pasto, rodeada de una infinidad de flores multicolores y de algunas mariposas que las sobrevolaban felices. El cielo azul pronto se tornaría poco a poco en negro, justo cuando recibiera la noche… Su último atardecer en Konoha; había que reconocerlo, de cierta forma extrañaría ese lugar, aquella aldea, a sus amigos y por supuesto, a él… nuevamente se encontró en la encrucijada, sobre que hacer, con respecto a Naruto y a sus sentimientos, pero ya no le quedaba mucho tiempo para pensar, ya no había marcha atrás, en poco menos de dos horas sería marcada como una excepción para su prestigioso clan y todo acabaría. Sonrió levemente al recordar la forma en qué se aferró a su amigo Shino anteriormente, se sonrojó al pensar que fueron sus propias palabras las que le animaron a hacerlo, y es que realmente hubiera lamentado marcharse sin un recuerdo tan bonito como ese; miró al cielo una vez más y le pareció que aun cuando le dolía en el alma tener que dejarlo todo, todavía podía llevarse consigo hermosos recuerdos… suspiró profundamente y se puso en pie de súbito, existía algo más que debía hacer y solo el pensarlo le hizo temblar visiblemente.
La mayor de las Hyuugas, alzó la vista al llegar a la mansión, esta vez evitó los caminos principales y fue tan sigilosa como un shinobi debe ser, su ritmo cardíaco se elevó desde el momento que decidió volver a su "hogar" y enfrentar por última vez a su padre y al resto de la familia, de la que dejaría de ser parte esa misma noche. Al entrar a los jardines de la mansión, se sorprendió al ver una silueta refugiada entre las sombras de la terraza y conforme se acercaba pudo comprobar que la persona que allí se hallaba, era nada más y nada menos que su hermana menor. ¿Qué estaría haciendo allí?, se interrogó Hinata mentalmente, luego lo meditó tranquilamente, conociendo a su hermana lo más probable era que estuviera practicando algún nuevo tipo de jutsu de su propia invención, como siempre.
-Te estaba esperando, Oni-chan.- Susurró su hermanita, apenas Hinata hubo puesto un pie en el recibidor, mientras salía de las sombras. La mayor de las hermanas frenó en seco, cuando fijó por completo sus ojos en la pequeña de once años, que tenía los suyos rojos y sumamente hinchados, como si se hubiese pasado el día entero entre lágrimas.
- Ha Hanabi, e e eto...- pero antes de que pudiera decir algo más, sintió a la niña abalanzarse sobre ella y romper en llanto otra vez. Ese dulce gesto por parte de su hermanita, le estremeció sobremanera pues nunca se lo había esperado.
-No te vayas, Nata.-le rogó sin romper el contacto, es más parecía no querer despegarse de su cuerpo para nada. Y esa última palabra… el haber escuchado su propio nombre, pronunciado de aquella forma, fue la gota que derramó el vaso… así solía llamarla su madre de pequeña y nadie nunca más había vuelto a hacerlo, luego de que ésta muriera. Lágrimas silenciosas acudieron a sus ojos blanco perla, pero Hinata aun no sabía si lloraba por tristeza o por felicidad, ella siempre tuvo la seguridad de que su hermana ni la odiaba, ni la menospreciaba, pero jamás se le ocurrió pensar que de verdad la quisiera, sólo concluyó que simplemente le tenía lástima.
-No llores, Hanabi. Tú eres el orgullo de Otousan, no debe verte llorar.- se las arregló para decirle en medio de su propio llanto, con voz bastante temblorosa.
-No me importa.- dijo la chica, en un hilito de voz.
-No digas eso, Hana. Porque sabes que no es verdad… a ade además no solo eres el orgullo de nuestro padre, sino… tam también el mío.- terminó la chica con suma dulzura, tras controlar finalmente su llanto, para después acercar las manos al rostro de su hermanita y limpiarle las lágrimas lentamente.
-Hanabi-sama…- una voz desde la entrada, hizo que la pequeña ahogara un gemido. Neji apareció de la nada, pero se quedó de una pieza al ver la manifestación de afecto por parte de su orgullosa primita, para con su hermana mayor.
Hinata posó su blanca mirada en su primo, que se mantenía allí de pie sin agregar nada más, y por un momento pudo jurar que vio un dejo de tristeza cruzar por su rostro, solo por una milésima de segundo.
-Me esperan¿cierto?- le preguntó sin soltar a la pequeña del todo, quien hacía vanos intentos por controlarse y no llorar más.
Neji asintió sin pronunciar palabra alguna y se apartó lentamente de la puerta. Hinata le miró una vez, antes de mirar hacia el interior de la mansión. Volvió la vista nuevamente a su hermanita y se agachó para ponerse a su nivel.
-Hana, estarás bien… tú no me necesitas, ni a mí, ni a nadie.- le aclaró la kunoichi.
-Pe... Pero yo no quiero que me dejes, no quiero estar sola, Nata-chan.- sollozó Hanabi, colgándose del cuello de su hermana.
-No… no estarás sola, Neji estará aquí.- declaró ella, mirando a su primo, por encima de la cabeza de su hermanita.
-Tú la cuidarás¿verdad, Neji-onisan?- se dirigió está vez al chico de largos cabellos castaños y ojos idénticos a los suyos, quien se limitó a asentir.
-Gracias- le dijo la chica, sin usar la voz. Hinata soltó los brazos de Hanabi de su cuello, con mucho cuidado.
-Quiero… quiero que sepas… quiero que sepas, que te quiero hermanita- Exclamó la chica en un susurro, para luego darle un beso en la mejilla a la pequeña y ponerse en pie, de inmediato. Ni Hanabi, ni Neji dijeron una sola palabra mientras la veían cruzar rápidamente el umbral de la puerta, como si este se fuera a desvanecer de un momento a otro; sin embargo, el chico sospechó que el verdadero motivo de la urgencia de Hinata, era no perder el impulso y con éste, el valor. Se quedaron los dos solos y en silencio, sentados allí, en el recibidor de la mansión Hyuuga, sabiendo a la perfección lo que estaba a punto de suceder en el interior de ésta.
El ritual de sellado se realizó sin ninguna clase de contratiempos y duró menos de 20 minutos, que a la chica le parecieron una eternidad. Al entrar a la casa, no le sorprendió hallarla llena de los miembros principales del clan Hyuuga; los saludó a todos de una manera muy formal, con una leve inclinación de cabeza y luego fijó la vista en el suelo, hasta que apareció su padre. Después de que le fuera impuesto uno de esos sellos malditos, por los que eran tan reconocidos los miembros del Souke, por parte de su propio padre, a Hinata se le explicaron sus propiedades, este era invisible, puesto que se le infligió principalmente a sus ojos y había sido usado en ella, únicamente para inutilizar el byakugan, además era tan efectivo que aun experimentando con su propio cuerpo luego de su muerte, el secreto de la técnica principal de los Hyuuga estaría seguro. A la chica eso no le importó, se despidió de su antiguo clan con una reverencia algo exagerada, a la que muchos hicieron una mueca de desagrado, pero a ella ya le daba igual todo eso, de ahora en adelante, no tendría que complacer a nadie, no debería buscar la aprobación de nadie, ahora solo seguiría los mandatos de su corazón, por fin podía tratar de hacer algo por y para ella misma.
Se retiró sin siquiera regalarle una última mirada a su padre¿para qué?, no le importaba antes¿por qué le iba a comenzar a importar ahora, si ni siquiera era miembro de su amado clan?... Se sentía mal por tener que dejar a su hermanita en manos de aquellos que le hicieron la vida imposible de vivir, pero recordó que Hanabi no era como ella, su pequeña hermana los llenaba de orgullo, mientras que ella siempre los llenó de decepción… Ahora Hinata se sentía libre, incluso de pensar todo aquello, ya no era una de ellos¿Por qué debía de importarle entonces?. Subió a la que fuera hasta ese día, su habitación en aquella mansión, por última vez, solo para recoger una mochila con algunas de sus cosas y por algo especial que quería regalarle a la pequeña Hyuuga, quién de ahora en adelante sería la digna sucesora que tanto habían querido su padre y el resto de la familia más antigua y prestigiosa de toda Konoha.
-Espero que puedas ser feliz de ahora en adelante, hermana.- susurró Hanabi, cuando vio a Hinata aparecer de nuevo en el recibidor de la mansión Hyuuga.
-Yo… también lo espero, Hana.- dijo cándidamente la muchacha que se disponía a dejar la casa. Hinata metió la mano en la mochila, y comenzó a buscar algo dentro, Hanabi y Neji la observaron, pero justo cuando la niña se disponía a decir algo, su hermana sacó la mano, tendiéndole una hermosa peineta de plata, brocada en zafiros.
Hanabi abrió la boca y volvió a cerrarla, con los blancos ojos fijos en la palma de la mano abierta de su hermana, donde aún reposaba la hermosa y fina peineta; sin atreverse a tomarla. Al ver la reacción de su hermanita, Hinata sonrió dulcemente y colocó entonces la peineta en sus cabellos negros.
-Hinata… de donde…- exclamó por fin Hanabi, observando como su hermana le adornaba con aquella pieza de joyería, que le maravillaba, pues nunca había visto algo igual.
-Era de mamá, me la regaló, hace mucho tiempo… y es, y es… lo único que tengo de ella.- le explicó a su hermana, que se tocaba el lugar en donde la lucía.
-Entonces…- empezaba nuevamente Hanabi, pero se vio interrumpida por la dulce y baja voz de su hermana.
-Ahora… eto… quiero que tú la tengas.- terminó Hinata, y pudo ver como una sonrisa iluminaba el rostro de su pequeña hermana por primera vez, en toda la noche.
-Te extrañaré, Hana-chan.- exclamó mirándola con ternura.
-Y yo a ti, Hinata-sama.- respondió su hermanita, luchando contra las lágrimas, que nuevamente amenazaban con salir de sus ojos blancos. Un silencio extraño reinó por unos segundos más, hasta que la puerta de la casa se abrió de par en par, dejando ver la figura del padre de ambas.
-Hanabi, es hora de entrar…- la voz de su padre, se hizo escuchar, como siempre.
Neji al verlo se puso rígido, había sido testigo de una escena entre las hermanas Hyuuga, que nunca creyó posible, ellas se entendían perfectamente, aunque en silencio y luego la presencia de su tío, hizo que la magia se esfumara.
-Hazle caso a Otousan, Hanabi… recuerda que ahora eres la heredera de los Hyuuga, sus esperanzas están puestas en ti… hermanita.- Murmuró la chica quedamente y clavó sus ojos blancos en su padre por una fracción de segundo, quien guardó un silencio sepulcral ante las palabras de su hija mayor, la que enseguida se dio media vuelta y comenzó el camino que la alejaría para siempre de aquel lugar. Neji no perdió de vista ninguno de los movimientos de su prima y luego se dirigió respetuosamente a su tío, pidiéndole permiso para acompañarla hasta la salida del pueblo.
-Si así lo quieres, hazlo.- declaró Hiashi fríamente, para luego guíar a su hija menor al interior de la casa, sin mirarlo.
Hinata se sobrecogió al sentir la presencia de Neji, lo miró por un instante, en el que él le miró de igual forma, mientras caminaba a su lado. Sabía que debía estar allí por cuenta propia, pues su padre jamás le ordenaría acompañar a una desertora, a menos que fuese para asegurarse de acabar con su existencia. Ese pensamiento le turbó y por un minuto, se vio a sí misma, acariciando inconscientemente el lugar donde guardaba los kunai, sin embargo la voz del genio de los Hyuuga, le obligó a regresar a la realidad tal como lo había hecho el día anterior y de paso le hizo sacudirse esa estúpida idea de la cabeza.
-Hasta aquí puedo acompañarte, Hinata-sama.- dijo él, deteniéndose. Hinata volteó a mirarlo, sus ojos tenían una expresión que nunca le había visto antes.
-Gracias… no… ¿tendrás problemas por esto, Neji-onisan?- se animó a preguntarle la chica de cabellos oscuros.
-Debía hacerlo.- se limitó a decirle él. Ella suspiró y dirigió sus ojos hacia las puertas de salida de Konoha.
- Ya no tienes ninguna… ninguna clase de obligación conmigo, primo.- susurró en un hilillo de voz, solo audible para los dos, sin dejar de mirar hacia la salida.
- Pe… pero, quería hacerlo.- terminó dubitativamente Neji. Hinata giró tan rápido la cabeza, que temió que se le zafara, el tono utilizado por Neji al decir aquello, fue una de las más grandes sorpresas que se llevara aquel día, y sí que había tenido sorpresas en ese día.
Neji miraba hacia otro lado, intentando ocultar el creciente sonrojo que sabía que mostraba su pálido rostro. La cantarina y dulce risa de Hinata, le obligó a mirarla… ¿se estaba burlando de él, acaso?.
- Yo también te quiero.- soltó repentinamente la chica, al mirar el rubor que parecía fuera de lugar en el rostro de su primo, sonrojándose a su vez. Él se tensó enseguida y se dio vuelta, antes de regresar sobre sus pasos.
-Buena suerte. Hinata…- agregó con voz firme, al reemprender el camino de vuelta.
Hinata Hyuuga se quedó mirando como la silueta de su primo desaparecía tras las sombras, aspiró profundamente como juntando todo el valor que tenía y del que en ese último par de días estaba haciendo gala, y salió de los límites de la aldea, regalándole un pequeña y tímida sonrisa a los shinobi que aquella noche hacían guardia. Siguió su camino luego, lentamente pero sin detenerse y sin mirar atrás, alejándose con cada paso, más y más de su aldea de origen, se llevó una mano al protector con el símbolo de la hoja, que pendía de su cuello, cuando finalmente se encontró dentro del espeso bosque que separaba los terrenos de Konoha del resto del país del Fuego, dirigió la vista a la ya, lejana aldea, con añoranza y algo de nostalgia… quizá no hubiese sido feliz jamás, pero todo lo que conocía estaba allí.
-Entonces… lo que me dijo Neji es verdad.- le escuchó decir a un chico detrás de ella. Eran ideas suyas, su mente le estaba jugando malas pasadas tan temprano… él no podía estar ahí¿por qué razón lo estaría?. La chica se dio la vuelta para buscar al dueño de aquella voz, que le hacía temblar las piernas como si fuesen de gelatina y lo encontró sentado en una de las ramas de un árbol cercano, sonriéndole como un pequeño niño travieso.
-Pensabas irte sin despedirte, Hinata-san.- terminó de decirle el chico, poniéndose de pie en la rama del árbol, sin quitarle la vista de encima.
Hinata se puso primero pálida como cera y luego como un semáforo en rojo, tras confirmar la identidad del muchacho.
- Na… Naruto-Kun.- alcanzó a decir la ojiblanco, antes de sentir como todo el mundo se le venía abajo y terminar por perder el conocimiento debido a la impresión.
El rubio de ojos azules, alcanzó a tomarla en brazos rápidamente, antes de que el cuerpo de Hinata fuera dar al duro suelo del bosque, Naruto se veía preocupado, pues no entendía la razón por la cual, la chica se había desmayado tan de repente. Aun así, se quedó a cuidarle mientras volvía en sí, de igual forma había ido hasta allí con el fin de despedirse de la muchacha Hyuuga, quien al parecer quería dejar la aldea escondida entre las hojas esa misma noche.
Hinata volvió en sí, sintiéndose un poco mareada y perdiendo la noción del tiempo y del espacio momentáneamente, se enderezó rápidamente al percatarse del sitio donde se hallaba y sacudió la cabeza al recordar la imagen del rubio de sus sueños, sonreírle sentado desde la rama de un árbol. Un suspiro salió de su ser sin poder evitarlo, estaba teniendo hermosos sueños con él… estaba enamorada¿qué más podía esperar?.
-Veo que ya regresaste de vuelta, Hinata-chan.- ahí estaba nuevamente esa voz, esa que tanto añoraba.
- Na… Naruto-Kun, yo…- la muchacha no sabía que decir, estaba ahí frente a ella, adornando aquel bosque con su sonrisa, tan radiante como siempre. Naruto se acercó a ella, mirándola a los ojos, y su sonrisa desapareció.
-No vayas a desmayarte de nuevo, por favor, Hinata-chan.- dijo casi sin voz, verdaderamente preocupado. Hinata se ruborizó de inmediato, puesto que él se había acercado mucho a su rostro al inspeccionarla. Cerró los ojos y tragó algo de saliva con dificultad¿cómo era posible que se mostrara tan débil frente a la persona que más admiraba?...
- ¿Estás bien?- preguntó nuevamente el chico, al verla cerrar los ojos.
-eh… sí.- Musitó ella, dubitativamente. Debía controlarse, aunque las manos no le paraban de temblar.
-¿segura?, estás temblando.- le informó Naruto tomando sus delicadas y temblorosas manos entre las suyas, para darle un poco de calor, pues las sentía heladas. La chica sintió la tibieza de aquel gesto, comenzar a ascender. Abrió los ojos para encontrarse con los azules de él, mirarle con dulzura y su corazón casi explotó de felicidad al encontrar un brillo de preocupación en ellos¿acaso eso significaba que él le quería?.
- ¿Hinata?- le llamó, puesto que la chica parecía estar perdida en sus pensamientos.
-¿Hai?- se apresuró a contestarle la chica, sin apartar sus ojos de él.
-¿Pretendías irte sin despedirte de mí?- se atrevió a preguntar el muchacho, sin apartar su azul mirada de la figura de la Hyuuga.
-Yo… etto, Naru… Naruto-Kun.- comenzó a balbucear sin saber que quería decirle exactamente.
-¿si?- le urgió el muchacho rubio, haciendo que la chica se sonrojara aun más.
- Pen… pensé, que… no te importaría.-dijo ella finalmente apartando la mirada, sin darse cuenta de cómo él ponía cierta distancia entre los dos.
- Eres una tonta. Dattebayo.- Dijo de pronto el chico, tomándole por sorpresa. Hinata sintió ganas de llorar, y al ver como su amor le daba la espalda, fijó sus blancos ojos al piso. Le dolía… y mucho.
- Na... Naru… yo, lo siento.- exclamó la chica mientras luchaba con las lágrimas, al levantarse rápidamente, tomando sus cosas para marcharse de ahí. Sin embargo, algo no le permitía moverse a gusto, y fue entonces que notó como el chico le había sujetado del brazo, para que no huyera.
- De… demo…- fue lo único que pudo decir, al voltear y observar la extraña situación.
-Siempre estás huyendo. Hinata-san… eso debe parar.- murmuró el rubio, mirando el vano intento de la chica Hyuuga por escapar de él.
- Yo…- Hinata calló, pues no supo que más decir… quería cambiar, era cierto, pero volvía a sus actitudes pasadas, justo cuando empezaba a convencerse de que lo estaba consiguiendo.
La chica llenó de aire sus pulmones¿qué era lo que le había dicho Shino-kun, esa tarde?… ah sí, "No te reprimas… no te reprimas más." Saboreó lentamente esas palabras¿Qué pasaría si dejara de reprimirse¿sería la misma, se convertiría en otra… o simplemente, sacaría a flote a esa Hinata, que ella sabía que llevaba en su interior, a la shinobi que no dudaba, a esa que podía reconocer y expresar fácilmente, sus deseos, sus sentimientos…?, no lo sabía… ¿cómo saberlo?.
-Sabía que te irías y que no te importaría irte sin decir adiós, por eso vine…- exclamó él y su voz cambió, aun no le daba la cara y ella, pues no sabía que pensar.
-Yo…- volvió a dudar la chica, y Naruto aprovechó ese instante de duda, para enfrentarla, pero aflojando un poco el agarre en el que le tenía.
-Por eso estoy aquí.- La voz alegre de Naruto volvió a quitarle violentamente los pensamientos de la cabeza, y a dejar su mente en blanco. Estaba feliz de verle allí y no lo negaría.
-¿No me vas a decir adiós?- volvió a hablar el chico soltándola por completo, pero sin dejar su expresión traviesa, esa que tanto le gustaba a ella.
Una vocecita extraña, a la que últimamente le hacía mucho caso, le retumbó en el cerebro, repitiéndole a la muchacha un: ya que insistes. Y en menos tiempo del que le hubiera costado pensar algo con claridad, había vuelto a obedecer uno de aquellos impulsos, que le hacían preguntarse si acaso poseía una doble personalidad. El asombro de Naruto era indescriptible, al sentir unos suaves labios presionándose contra los suyos, era un beso… Hinata le estaba dando un beso y¡que beso!. Al principio él no hizo nada, pues no había tenido tiempo ni de reaccionar, pero luego la boca de la ex heredera de los Hyuuga le hizo perderse en un remolino de emociones que jamás se creyó capaz de sentir, comenzó a corresponderle de igual forma y con la misma dulzura, justo cuando la chica se preparaba para cortar de lleno aquella situación provocada por ella, debido a la timidez, que al parecer ya estaba de vuelta.
Hinata se sintió en medio del paraíso, con angelitos y todo, cuando sintió los labios del chico de sus sueños, moverse sobre los de ella y atraerla más a su cuerpo al rodear su pequeña cintura con uno de sus brazos y apoyar el otro en su espalda, como si no quisiera romper el contacto entre los dos; ella estaba totalmente roja, pero aun así, le permitió a Naruto invadir el interior de su boca con su lengua. Aquello era mejor que cualquier sueño que hubiera tenido. O cualquier beso que le pudieran haber dado, porque se trataba de él… de su Naruto. La chica tembló levemente a causa de la pasión que el muchacho le demostraba, y él tomándolo como una señal, disminuyó la ferocidad que no supo en que momento aplicó a aquel beso, dándole paso a la dulzura de nuevo. Ninguno de los dos hubiera imaginado una despedida como aquella jamás, y cuando por fin se separaron estaban sin aliento, algo acalorados y un poco avergonzados… además, ambos con las mejillas luciendo un hermoso color escarlata, pero también un extraño brillo en los ojos.
Por un minuto el silencio fue tan intenso, que se podía escuchar tranquilamente el sonido de los grillos y cualquier otro insecto que rondara por el lugar, Naruto se pasó la mano por los rubios y alborotados cabellos en un genuino gesto de nerviosismo, para clavar luego su mirada en el piso, y la chica por su parte, no le quitaba la vista a sus pálidas manos, las cuales no paraba de estrujarse.
-Este… Hinata-san… yo… pues, jeje.- Comenzó a balbucear el chico, sin saber exactamente que decir.
-Gracias.- susurró ella a media voz, a lo que Naruto la miró extrañado.
- ¿por qué?- Le interrogó él a viva voz.
- Pues… dicen, etto…- comenzó la chica, recogiendo la mochila que antes había soltado, pero luego volvió a perder la confianza al ver esos hermosos ojos azules, que eran su adoración.
-¿qué dicen?- musitó Naruto quedamente. Hinata vaciló de nuevo¿qué debía decirle¿la verdad?… no. Naruto no debía saberlo, se moriría de la vergüenza… debía arreglarlo a como diera lugar.
- Bueno…- tragó en seco una vez más, antes de continuar.
- Dicen… que un beso es de buena suerte, antes… de emprender un viaje.- terminó ella dudando de sus propias palabras¿de dónde rayos había sacado aquella excusa tan rebuscada?, era imposible que alguien se la creyera.
-ehh sí, eso dicen. ¿Cierto?- exclamó el chico, sonriendo mientras se rascaba la nuca, en un gesto aun más nervioso.
Ella sonrió débilmente a su vez, sonrojada y avergonzada por su mentira.
-Etto…- Hinata tomó aire nuevamente, la hora de decir adiós había llegado y tal vez este adiós, sería para siempre.
-Sayo…- empezó la chica, pero un dedo índice colocado ávidamente sobre sus labios sellándolos, le impidió seguir hablando.
- No lo digas, sé que nos volveremos a ver, Hinata-san… y para entonces, yo seré Hokage.- dijo orgulloso, como si ya lo hubieran nombrado heredero del titulo. Ella le sonrió dulcemente, eso era lo que le gustaba de él.
- Lo serás.- se limitó a decirle en un hilillo de voz, despidiéndose con un movimiento de cabeza, gesto que él correspondió. Para luego alejarse lentamente del muchacho que le había robado el corazón años atrás, aun emocionada por haberle robado un beso, aunque se hubiera valido de una mentira piadosa para eso, cosa que le entristecía un poco.
- Nos volveremos a ver…- gritaba el chico a voz en cuello, mientras abanicaba el brazo en señal de despedida, mirando a la hermosa chica que ya se encontraba a algunos metros de él.
-¡Y GRACIAS POR REGALARME MI PRIMER BESO, HINATA-CHAAAAAAAN!- ultimó con ese detalle el muchacho de orbes azules. A Hinata el corazón le dio un vuelco al oír aquello¿había sido su primer beso¿cómo era eso posible?, pero si tenía dieciséis y Sakura... siempre creyó… se obligó a dejar de pensar en eso y a seguir caminando, mientras luchaba con las ganas de regresar… ¿era de verdad¿eso estaba sucediéndole a ella?... podía sentir los latidos aumentar su velocidad e intentó calmarse. "Míralo por el lado amable", se dijo a sí misma, "si fuiste tú, quien le dio su primer beso, por lo menos tienes la seguridad de que no te olvidará fácilmente", sonrió de felicidad tras ese pensamiento, sintiendo una paz extraña mientras se daba media vuelta para despedirse de su rubio con una mano, y luego continuar su camino con renovadas energías. De verdad estaba cambiando, y eso que aquello… sólo era el comienzo.
Bueno, este solo es el comienzo de la historia... espero que le guste a las personas que se tomen su tiempo, para leer este fic...
Muchas Gracias.
Darla Asakura
