Hola, hola, Luna de Acero reportándose. Bien, acá un nuevo fic, antes de que me incendien les diré que la historia está completa (en mi cabeza), ya tiene final y todo. Serán 3 capítulos largos, bien largos. Lean bien el summary y las advertencias, no me pidan info por reviews o por comentarios, no soltaré nada. La idea de una historia es que también nos sorprenda un poco, ¿no? Espero lo disfruten, es una semillita que llevaba dentro desde hace tiempo y ahora decidió nacer.


Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Isayama Hajime.

Advertencias: Palabras altisonantes, Lenguaje vulgar, Leve mención a Levi x Petra, por ahora nada más. Ah, si, muerte de personaje, no creo que afecte mucho, jaja, bye.


Dedicatoria: Un agradecimiento enorme para Yaoi´Blyff, que amablemente me ha beteado este capítulo y siempre está escuchando mis tonterías. También a Akamys que es un sol, que tuvo la paciencia de escuchar mis delirios, y para mi amorosa RivaiFem, te extraño hermosa, ojalá te hagas un tiempito para pasar por aquí.


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"Una vida aprovechada cometiendo errores no es sólo más honorable, sino que incluso más útil que vivirla haciendo nada"

George Bernard Shaw

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—¡Petra! Joder…

—Papá, papá, papá, papá, papá, papá, ¡PAPÁÁÁÁÁ!

Levi miró a Natasha sintiendo que ya no podía evitar que le fuera a explotar la vena de su frente. Tomó una profunda inhalación y le prestó mayor atención a la pequeña, que tenía todo el rostro fruncido. Idéntico al de él cuando se ponía de malas, como ahora.

—¿Qué quieres, tesoro? —largó mordaz, sin una pisca de paciencia en la voz.

—Revisa mi tarea, lo prometiste.

Tomó las hojas e hizo la revisión, miró fugazmente el reloj de la habitación, once de la noche, y ahora iba a perder al menos una media hora hasta que pudiera deshacerse de esa responsabilidad. Pero se tomó el tiempo, ya le ardían un poco los ojos, bostezó y luego tomó su lápiz para poner algunas tildes, comas y otras simples correcciones.

—Muy bien, aquí tienes —le devolvió la tarea con el semblante serio, Natasha lo miró expectante.

Levi se debatió entre decirle la verdad y no hacerlo, ¿qué sería mejor? Sólo tenía 8 años después de todo.

—Mira, está muy bien… podría ser mejor. Deberías revisar cómo resolviste el final, es algo apresurado y predecible.

—¿Predecible? —repitió mordiendo su labio inferior.

—Significa que es algo que uno sabe de antemano que va a suceder.

—Bien, me esforzaré.

—No hoy, vete a descansar. Mañana seguirás con eso, y luego yo te ayudaré, ahora no es momento y tengo que terminar este informe.

—Buenas noches, papá, gracias —Se acercó y le dejó un sutil beso en la mejilla antes de desaparecer escaleras arriba.

El hombre volvió al ordenador y comenzó a tipear con rapidez. Completamente concentrado, luego de los pasos sobre las escalas de madera ya no escuchó nada más que el ruido de su teclado.

—¿Puedes ser más frío?

Saltó en su silla ante la inesperada y acusadora voz. Se giró y miró con el ceño fruncido.

—Joder, casi me matas del susto —largó un suspiro—. Si vienes a discutir no es el momento, tengo que presentar esta mierda para mañana y ya llevo bastante retraso.

La mujer puso una taza de humeante té sobre el escritorio y se retiró en silencio. Apenas se quedó solo volvió a suspirar y se sacó los lentes para apretar el puente de su nariz. Ahora se sentía como una escoria. Últimamente todo era pelear, darse mordiscos de hirientes palabras mutuamente. Las cosas empeoraban paulatinamente. Extrañaba a su madre, a sus amigos con los cuales prácticamente había perdido el contacto. Extrañaba sentirse un ser humano y no una máquina de trabajo.

Se levantó, abrió la rendija que conectaba con el patio y prendió un cigarro. Odiaba esos minutos en los que lo único que hacía era reflexionar sobre cómo todo se estaba yendo a la mierda.

Terminó el trabajo cerca de las tres de la mañana. Se dio una ducha breve y cayó desplomado en la cama, de espaldas a su esposa. A Dios gracias no lo atacó el insomnio y pudo dormirse casi de inmediato.

—Levi, hey, Levi —sintió la suave voz y su mano zamarreándole el hombro—. La alarma sonó tres veces ya. El café está listo.

Abrió los ojos sintiéndose más cansado que cuando se fue a dormir, y se levantó a duras penas. Los pasos apresurados de Natasha por toda la casa le hicieron revolear sus ojos, ¿de dónde sacaba tanta energía una criatura? Bueno, él era igual cuando pequeño. Mientras terminaba de afeitarse, Petra abrió la puerta del baño y comenzó a preparar la tina.

—¿Puedes ayudarme? —luego de unos segundos sin respuesta, se puso de pie para salir.

—Lo haré, lo haré —terminó de acicalarse rápido, haciéndose dos pequeños cortes por la prisa. Se limpió y fue a la habitación.

Sofía lo recibió con una sonrisa hermosa, dulce, gigante. Esa que ablandaba icebergs. Se acercó y se sentó a su lado, le revolvió el cobrizo y largo cabello.

—Buenos días, calabacita —le soltó con una voz que no parecía la suya.

—Papi, buenos días —estiró sus brazos y él la abrazó con suavidad, si la apretaba muy fuerte iba a dolerle. Sintió sus besos como aleteos de mariposa sobre su mejilla aún húmeda—. Te lastimaste.

Su pequeño dedo picó en los pequeños cortes.

—No te preocupes, no me va a matar, los Ackerman-

—¡Somos fuertes como rotes!

—Robles, es "robles". Vamos, hay que bañarse, agarra fuerte que te levanto.

Sofía echó sus brazos a su cuello, aunque doliera un poco, lo abrazó lo más fuerte posible y sintió cómo la levantaba en el aire.

—No muy caliente —pidió despacito.

—No te preocupes, la regularé —caminó hasta el baño y probó varias veces el agua, antes de dejarla en el suelo, la niña solo asentó las puntas de sus pies, sin apoyar los talones—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor que la Cenicienta después del beso del príncipe que la despierta —Levi, sonrió.

—Esa es la Bella Durmiente, no la Cenicienta.

Sofía se rió bajito y dejó que le quitara la bata, luego dejó que la ayudara para entrar a la tina.

—¿Y bien?

—Está perfecta, tú siempre logras la temperatura justa.

—Levi, ¿puedes dejarme el auto hoy? Es jueves. Todavía estás a tiempo de tomar el autobús.

Jueves. Fisioterapia, clases de piano de Natasha y la maldita reunión de padres en el colegio.

—Si vas tú sola a la reunión… —se arriesgó, mientras mojaba la cabeza de Sofía.

—Levi —largó Petra con molestia, y luego soltó un suspiro—. No importa, yo me encargaré de todo, otra vez.

—Iré, ¿de acuerdo? No hace falta que hagas todo tu drama. Te dejo el auto. Calabacita, papá se va al trabajo, ¿OK? Pórtate bien —dijo dándole un beso en la frente.

—Buena suerte, papi ¡Espera! ¿Me alcanzas a Coco?

Levi miró al estante donde entre los champús y los acondicionares reposaban todas esas chucherías de las niñas. Tomó el cerdo verde y ella negó con la cabeza. ¡Ah, cierto, era el pony!

—¡Gracias!

Sonrió de vuelta y salió rápidamente para buscar el saco. Natasha ya estaba terminando su cereal en la cocina.

—Tu café —dijo la niña de cabello oscuro y ojos miel, igual que su hermanita.

Se lo tragó casi sin pensar, le produjo algo de escozor lo caliente que estaba y tosió un poco mientras anudaba su corbata y revisaba su maletín de cuero.

—¿Me llevas tú? Puedo ir sola, ¿sabes? —habló la niña con el semblante serio.

—No, Natasha, nada de ir sola. El mundo está lleno de malas personas, prefiero llegar tarde al trabajo que estar preocupado sin saber si llegaste bien.

—No soy una niña —lo largó con tanta naturalidad que Levi tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse, mientras a la vez intentaba masticar una tostada que tenía el borde quemado. Joder, tenía una habilidad especial para elegir el pan que se tostaba de más.

—¿Ah, no? ¿Y qué eres? ¿Un cascarudo?

La niña le lanzó una mirada herida, esto de vivir entre mujeres que se ofenden por todo era complicado, más él, que no sabía dominar muy bien su lengua.

—Ya soy grande, y responsable.

—Si ya terminaste, ve a lavar tus dientes que salimos en cinco.

Natasha se levantó, lavó el bowl y la cuchara y corrió a asearse. A la hora acordada se juntó con su progenitor en la puerta. Levi gritó hacia adentro de la casa.

—Te dejo las llaves en la mesada, nos vamos.

—¡Mi almuerzo! —expresó preocupada su hija que corrió a la cocina y lo sacó del refrigerador, al fin pudieron partir.

La parada de autobuses les quedaba a unas tres cuadras. Dos veces a la semana podían ir en el auto, el resto ya era un camino conocido. El cielo estaba claro en el horizonte, pronto saldría el sol. Levi iba repasando algunos puntos que consideraba flojos de su presentación. Natasha iba hundida en sus propios pensamientos también. Llevaba su cabello prolijamente atado en una cola de caballo. Iba a cumplir 9 en Mayo próximo. Levi la miró de reojo, físicamente eran como dos gotas de agua. Le dolía un poco lo seria que se había vuelto en el último tiempo. Ya casi no la veía jugar. Solo andar en bicicleta, ayudar en la casa y estar en algún rincón leyendo, como si evitara molestar.

—Sabes, ya me pagarán la quincena en unos días, podríamos ir al cine, ¿qué dices?

—No hay nada interesante para ver, además no podemos gastar dinero de más.

Levi carraspeó y miró a su alrededor, esa era una conversación incómoda, no le gustaba ventilar sus asuntos frente a gente desconocida. Menos cuando la esposa de su vecino, Nanaba, estaba en el lugar. No pudo evitar cruzar miradas con ella.

—Buenos días, Levi —saludó la mujer cortésmente.

—Nanaba.

—Oh, la pequeña Natasha, bueno, ya no tan pequeña. ¡Qué alta!

—Hola, señora Zacarius —respondió la niña con solemnidad—. Cumpliré nuevo el mes que viene.

—Que bien. Iré a saludarte, ¿qué día es?

—El quince.

—No hace falta, en serio —habló Levi, algo incómodo.

—¡Qué dices! Claro que es importante, le llevaré un presente apropiado. Oh, y haré ese budín de nueces que te gusta tanto —le dijo sonriendo con amabilidad.

—¡Gracias! —soltó de antemano la niña, mientras el bus aparcaba en la parada.

—De verdad, no es necesario —soltó el hombre, tomando de la mano a la niña para dirigirse al vehículo.

—No seas modesto, Levi. Sabes que queremos a las niñas, no es ninguna molestia.

Ya dentro de la unidad se separaron, Levi llevó al fondo a Sofía y se sentaron allí. No volvieron a decirse nada hasta bajar.

Levi tuvo un día intenso. Con su jefe Erwin estuvieron viendo los detalles de su presentación. Nuevamente el rubio lo instó a que se tomara aunque más no fuera una semana de vacaciones, lo veía en verdad agotado. Levi le dijo que era lo normal. Lo cierto es que no quería irse justo en ese momento, había un ascenso en puerta, y realmente lo necesitaba. Pero para ello sabía que debía cerrar trato con la firma Pidgeons. Hacía meses que estaba en tratativas.

James, uno de sus fastidiosos compañeros y competencia de primera mano, estaba por cerrar trato con los de Oxfords en esa semana. La única forma de destacarse y ganar era que al fin esa famosa cuenta aceptara su asesoramiento. Últimamente vivía con la soga al cuello.

Desde que le había diagnosticado esa horrible enfermedad a Sofía, Petra tuvo que dejar su trabajo como maestra, que no era la gran cosa, pero ayudaba a la economía de la casa. Los tratamientos eran costosos, la obra social les imponía condiciones más y más complicadas para poder cubrir los tratamientos. Era una lucha todo el tiempo. Había otros que sí o sí debían costear por aparte, eso les había minado casi todos los ahorros de los últimos dos años, y pensar que les quedaba un largo camino. Si al menos lograba ese ascenso no iba a estar penando por cada moneda gastada.

Comió el hot dog de mala muerte que siempre comía en el mismo lugar y encima llovía, para variar. Lo acompañó con un café. Estaba agotado, las tres horas y media que había dormido y no haber comido lo suficiente le pasaban factura. Mientras masticaba el último bocado debajo de un alero, le llegó un mensaje de Petra: "No te olvides, es a las 19hs". Rodó los ojos fastidiado, casi lo olvida, la dichosa reunión de padres en el colegio de Natasha. Seguramente para hablar de cosas sin importancia, mientras él solo quería descansar un maldito momento. Tiró la servilleta en el cesto y volvió a la oficina.

Erwin hizo una reunión de emergencia, nada importante, al menos para su sector, pero lo retrasó quince minutos. Tuvo que correr hasta la avenida para ver como el autobús no se detenía en la parada porque estaba lleno. Joder, qué día. Corrió hasta la estación de trenes, era su última oportunidad, tuvo que empujar un par de personas pero al menos pudo subir. Miró la hora, el tren lo dejaría en unos 15 minutos y de allí hasta el colegio tenía otros diez caminando a paso ligero, podía llegar cinco minutos antes.

Apenas llegó salió apurado, la lluvia del mediodía había dejado algunos charcos en las veredas, por lo cual se resbaló al chocar con una baldosa floja y casi se va de bruces, a tiempo un hombre fornido lo atajó del brazo, con lo cual solo se ensució una rodilla del traje.

—¡Joder! Gra-gracias —devolvió poniéndose de pie, el hombre le sonrió y le dijo que tuviera más cuidado, que los mosaicos del piso en ese sector eran algo resbalosos.

Al fin llegó dos minutos antes de que empezara la reunión. Petra le había reservado un lugar al final del salón. Por lo que se sentó entre ella y Natasha. No vio a Sofía, seguramente había quedado con sus suegros. Inspiró suavemente, ya adelantándose al odioso encuentro, apenas entraba en esa casa ellos lo miraban de manera desaprobadora. Incluso los había escuchado decirle a su mujer que había tomado una decisión incorrecta al elegirlo. No les recriminaba nada, probablemente tenían razón.

—Disculpen —Petra tenía la mano levantada y su voz le detuvo los pensamientos—. Yo no creo que sea más sano aceptar la oferta de la cafetería para los niños. No dudo de la integridad del colegio, pero el año pasado se encontraron dos ratas y cucarachas en los drenajes, fácilmente pueden meterse en las instalaciones. Puedo parecer paranoica, pero yo creo que sigue siendo mejor opción preparárselos en casa.

—Disculpa, Petra —la interrumpió Ofelia, la madre de Máximo—, pero no todos disponemos del tiempo suficiente en casa para realizar esas actividades. Algunos trabajamos todo el día. Yo sí estoy de acuerdo que los niños tomen aquí el almuerzo.

Levi puso una mano sobre el antebrazo de Petra que estaba muy molesta, ella lo miró de reojo, se acercó para hablarle.

—Ya, no te ofusques, deja que se quejen de lo que quieran. No es para tanto.

Pero escuchó a un padre delante de ellos cuchichear con otro: "¿Cien dólares mensuales solo por un almuerzo? Me parece mucho". Ni lo pensó, se puso de pie de inmediato. Todos se giraron a verlo.

—Oi, oi, oi, vamos a calmarnos todos. Yo trabajo todo el día también, sin embargo el fin de semana puedo cocinarles algo a mis hijos y freezar las porciones, o tener listo en la heladera frutas, verduras ya limpias y picadas en bolsas selladas, cereales, yogurt, huevos duros, licuados… vamos, gente, si ponemos un poco de empeño e imaginación podemos seguir haciéndonos cargo de esto. ¿O me van a decir que nadie tiene siquiera tres horas en tooooda una semana para dedicárselas a la nutrición de la familia? —Petra lo miró esperanzada—. Un litro de jugo puede rendir para cuatro botellas recargables en la semana. Es más económico, y como dijo mi mujer, es mucho más sano, incluso los más osados pueden exprimir unas naranjas sin que se les caigan los dedos —algunos hombres rieron ante la frase—. Ahora mismo estamos perdiendo valioso tiempo que podríamos dedicarles a nuestros hijos, con algo de empeño todo se puede, incluso si se organizan, media hora por día es más que suficiente. Vivimos delegando tareas en otros por nuestros malditos trabajos, casi la mayoría. ¿Qué niñeras, qué profesores particulares?, los mandamos a inglés, teatro, a aprender un instrumento… ¿y vamos a seguir delegando nuestras responsabilidades con algo tan simple como un almuerzo? ¿Qué les estamos enseñando a nuestros hijos? "Trabaja como mula para pagarles a otros que se harán cargo de ti", ¿ese mensaje queremos dejarles? Yo digo que no a los almuerzos fuera del hogar.

Cuando fue a sentarse, notó incómodo como la mayoría de los presentes en el salón lo aplaudían a rabiar. Al parecer su tacañería lo inspiraba en momentos de presión, se felicitó mentalmente. Pero lo que le llamó la atención fue la sonrisa de Petra al mirarlo. Joder, que linda sonrisa tenía, ya no recordaba cuándo había sido la última vez que la había visto. Tal vez con algo de suerte podrían follar esta noche, aunque más no fuera diez minutos. Tenía un estrés galopante, un poco de sexo siempre lo ayudaba a despejarse. Por lo que apretó la pequeña mano de su esposa, solo no tenía que cagarla hasta llegar a casa.

Se encargó de manejar hasta la casa de los padres de Petra, hizo tripas corazón y se bajó para ayudar a Sofía a llegar al coche. Como era de esperarse se encontró con la mirada seria de Gabriel, el padre de su esposa.

—Levi —fue todo lo que dijo el hombre.

—Gabriel, buenas noches. Hola, calabacita —se acercó y se dejó abrazar por la niña que caminaba en puntas de pie y le estiró los brazos—. ¿Lista para ir a casa?

—¡Sí!

Se despidieron y partieron. Levi quiso levantar a Sofía, pero Petra le dijo que la dejara caminar.

—Tanta sobreprotección también es mala, ella debe aprender a ser más independiente.

—De acuerdo —dijo reprimiendo sus ganas de ir detrás de sus pasos.

—Vaya, hoy estás muy dócil —notó Petra mirándolo de reojo con el semblante relajado. ¡Oh, sí, luz verde, mami!

—Tal vez.

Se detuvieron brevemente en una heladería. Natasha no quiso comer helado.

—Naty, a ti te encanta el de chocolate —exclamó Sofía con la boca llena de chocolate.

—Son gastos innecesarios —respondió parcamente mientras miraba afuera de la ventanilla del auto. Petra miró a Levi.

—Hey, cadete —le dijo su padre girándose para mirarla, la niña escondió sus ojos tras el flequillo—. Está bien que no vivimos en la abundancia como los vecinos, pero tampoco somos pobres, ¿OK? Un helado no va a desestabilizar la economía de la familia. Toma, compartamos éste —dijo alcanzándole su cucurucho. La niña lo aceptó tímidamente, aunque fuere de vainilla y coco.

Cuando llegaron Petra sacó una lasaña que tenía en el freezer y la colocó en el microondas mientras ayudaba a las niñas a cambiarse. Levi hizo lo mismo, aprovechó para darse una ducha rápida, tanto ajetreo lo había dejado algo sudado.

Cenaron y luego Levi acostó a Sofía y Petra a Natasha. Luego se reunieron para un té en la cocina.

—Lavaré esto —dijo tomando el traje que estaba en el cesto junto con algunas cosas más—. ¿Qué le sucedió a tu pantalón?

—Me resbalé, casi me parto la madre pero un tipo me atajó. Es que llegué a la parada y el autobús no se detuvo, venía lleno, así que corrí a la estación de trenes.

Petra sacó el cinto y revisó los bolsillos antes de meterlo en la lavadora. Encontró un billete chico, unas monedas, el comprobante del tren y un cupón de sorteo.

—¿Y esto?

—Oh —Levi se acercó—. En la oficina organizaron una rifa para reunir fondos para… ya no me acuerdo qué, una buena causa, seguro. Hay tres premios, el primero es un viaje con todo pago a Brasil para dos personas, el otro es un fin de semana de Spa o algo como eso, y el último es una cena en "La Maison". Yo quiero el viaje.

Petra sonrió melancólicamente.

—Nunca ganamos nada en estas cosas… ¡¿treinta dólares?!

—Bueno, todos debíamos colaborar, en verdad no me apetecía gastar esa cantidad, ¿pero qué iba a hacer? Sabes que estoy atrás del ascenso, el maldito de Erwin se fija en todos estos detalles. Así que con mi mejor cara de buena gente tuve que sacar la billetera y comprarlo.

—0737 —leyó el número del cartón—. Bueno, no está mal tener esperanzas, ¿no?

Caminó hasta el refrigerador y dejó el cartón sobre la heladera pegado con un imán. Levi se acercó por detrás y apoyó su mentón sutilmente sobre su hombro.

—Oi, ¿las niñas están dormidas, no? —Petra asintió—. ¿Quieres hacerlo?

—Deja que ponga la ropa primero —comentó animada, mientras terminaba de llenar la lavadora. Su marido suspiró a gusto y apuró el té, para lavar la taza luego.

Mientras el lavarropas hacía un ruido infernal, siempre había sido así, Petra estaba sentada sobre el mismo, desnuda de la cintura para abajo, Levi con el torso desnudo, embistiéndola con ganas. Mientras mordía su cuello pensaba en el maldito y perfecto de su vecino, Mike. Alto, fornido, con esos pantalones de algodón que se adherían a su cuerpo de manera casi indecente. Todo sudado cuando salía con esas enormes tijeras de podar a arreglar su cerco. Condenadamente caliente.

—¡Ah, Levi! —susurró mientras apretaba sus piernas sobre su cintura.

—¿E-estás cerca?

—S-sí… mmm… Un poco m-más, ya, casi… ah…

Acabaron casi al mismo tiempo, agitados y satisfechos, al menos de momento. Levi miró el reloj, casi doce minutos, era un buen polvo, el mejor de ese mes al menos. Salió delicadamente de su interior y le alcanzó unas toallitas húmedas mientras él tiraba el preservativo y luego se limpiaba en el lavadero.

—Ah, necesitaba esto —dijo Petra, y luego se fue a servir un vaso de vino tinto.

Levi abrió la ventana de la cocina y prendió un cigarrillo. Reflexionaba sobre cómo era posible haber acabado mientras pensaba en el apretado culo de su vecino. Hacía un tiempo venía teniendo pensamientos no muy decentes al respecto. Pero se decía que era en parte la envidia. Nanaba y Mike tenían una casa mejor, más grande, linda, llena de hermosos muebles, dos autos de lujo. Bueno, ambos trabajaban, tenían buenos puestos y no tenían hijos. Más de una vez Nanaba le había dicho a Petra que lo único que les faltaba para sentirse completos era ser bendecidos y tener descendencia. Malditos ricachones, no tenían idea lo estresante que era ser padre.

—¿En qué piensas? —preguntó Petra acercándose y mirando afuera, al jardín.

—En lo que debo hacer mañana. Tengo una reunión con algunos directivos de Pidgeons.

—Te irá bien, eres genial cuando te lo propones. Hoy estuviste brillante —lo halagó con sinceridad.

—Bueno, no sé, estaba inspirado. Ojalá mañana también.

—Lo harás bien, me voy a dormir —dijo dejándole un beso en la frente—. No te acuestes tarde.

El siguiente día fue igual de duro que el primero. Pero al menos llegó a un acuerdo con la firma para visitar la planta de distribución al día siguiente. Eso era un paso al frente. Cuando estaba almorzando recibió una llamada del Hospicio Sina. Su tío que acababa de fallecer. Su jefe le dio el resto del día, pero Levi decidió quedarse y tomarse mejor la mañana siguiente para hacer los trámites de la cremación.

Petra lo miraba seria. Pero esperó que las niñas se fueran a dormir.

—¿Ni siquiera le vas a hacer un velorio? —le dijo ya sin poder aguantarse.

—¿Para qué? Es una pérdida de tiempo, además mañana por la tarde tengo que llevar a los de-

—¡Levi! Era tu única familia —miró a su esposa y enarcó una ceja, ¿por qué estaba tan molesta?

—Los funerales son aburridos, además, aparte de nosotros, ¿quién más crees que vaya? Nadie. No puedo postergar esa visita.

—¿Cómo puedes ser tan frío? No solo lo dejaste en un hospicio a su suerte, jamás lo visitabas y ahora ni siquiera le vas a dar una sepultura digna.

—No te metas en ese terreno, Petra, no intentes hacerme sentir culpable, tuvo lo que merecía. Tú no sabes lo que yo he pasado al lado de ese hombre, así que no hables de él como si fuera un santo.

—No estoy diciendo que lo fuera —dijo elevando la voz, ya algo encabronada—, pero al menos se hizo cargo de ti, gracias a él pudiste terminar la secundaria.

—Hay muchas cosas que tú no sabes, y no me pondré a contarte el calvario que fue vivir con él. Y nadie dijo que no fuera a tener una cristiana sepultura, sólo no haremos velatorio. Además no quiero que las niñas presencien todo eso.

—¡No las uses de excusa! ¿Acaso tienes un témpano de hielo por corazón?

—No me jodas los cojones —respondió ya molesto del todo.

—Eres un maldito idiota.

—¡Bueno, este idiota mantiene esta casa, ¿sabes?!

—¡¿Qué quieres decir, eh?!

—¡Nada! —dijo girando para irse escaleras arriba.

—¡No, no es nada! Sé lo que intentas decir, que yo soy la inútil que se queda en casa, ¿verdad?

—Lo dejo a tu libre interpretación.

—¡Yo no elegí esto! —gritó ya enfurecida—. ¡¿Tú crees que es muy fácil quedarse aquí todo el día, verdad?! Me la paso de médico en médico, limpiando, fregando y atendiendo a todos los detalles de los que tú no te haces cargo.

—¡¿Y qué crees que hago yo?! ¿Crees que yo la tengo fácil? ¿Por qué no buscas un trabajo para mantener todo y yo me quedo en casa, eh? ¿Qué te parece eso?

—¡Eres un idiota! —Petra comenzó a llorar completamente herida, sus manos y barbilla temblando.

—¡Bien, bien, vamos, haz todo tu teatro de mujer ofendida! ¡Bravo, bravo!

Petra se llevó la mano a la boca al percatarse que Natasha estaba parada en el dintel de la puerta de la cocina. Se secó las lágrimas rápidamente con una servilleta y se acercó mientras Levi cruzaba los brazos y se apoyaba en la mesada.

—¿Qué sucede, cariño?

—Solo tenía sed —dijo con voz diminuta. Petra se acercó a sacar un vaso y servirle del bidón—. ¿Estaban peleando?

—Sí —habló Levi—, a veces los padres peleamos, pero no es nada grave, no te preocupes.

—Los padres de Gastón también peleaban así y luego… luego su papá se fue de casa.

—Cariño —Petra la abrazó con ternura y trató de sonreírle—. No pienses en eso, no es nuestro caso. Vamos, te acompañaré a tu cama, ¿quieres que durmamos juntas? —Natasha asintió y se aferró a su camisón con fuerza, intentando no llorar.

Petra le lanzó una mirada acusadora a Levi y se fue con la pequeña. El hombre suspiró y prendió un cigarrillo cuando estuvo al fin solo. Sentía que llevaba el peso de cinco elefantes blancos encima. Su vida era como una cárcel donde iba tachando los días a la espera de morirse y al fin estar en paz. No había un puto minuto de su tiempo para poder pensar en él mismo, ni siquiera cuando follaba con su mujer, porque estaba mortificado tratando de complacerla también.

Se mordió el labio, tal vez era cierto que se había vuelto insensible con el tiempo. No, siempre lo fue. Ni siquiera había llorado en el funeral de su madre cuando tenía ocho años. Y no es como si no sintiera nada tampoco, porque sí que lo hacía. Era solo que no tenía ganas de que los demás vieran su lado más vulnerable. Tal vez la convivencia con Kenny lo había anestesiado un poco, tanto repetirle que sea un hombre y no muestre sus debilidades, se le había marcado a fuego. ¿De qué servían las lágrimas de todos modos? Pero cuando convives con tres mujeres es imposible salir librado de ellas. Qué drama. Terminó el cigarro y se fue a dormir.

Algo bueno quedó de la muerte del viejo Kenny, un seguro de vida por una buena cantidad de billetes. Pusieron el 90% en una cuenta de ahorro en el banco y el resto fue para renovar algunas prendas para el invierno que se acercaba y salir todos a cenar a McDonalds.

Si se esforzaba un poco, y por qué no, soñaba con el ascenso, podrían comprar un auto nuevo y tal vez irse a unas merecidas vacaciones a alguna playa. Recordó el cupón con el viaje a Brasil, joder, realmente quería ganarlo, aunque su mente le dijera que era imposible, que las posibilidades eran prácticamente nulas, dentro de su corazón no abandonaba la esperanza de que al fin sucediera algo bueno en su estropeada vida.

—Quisiera cambiar de fisioterapeuta —la voz de Petra lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué sucedió?

—Bueno, la doctora Rina es algo bruta con Sofía. Hoy la hizo llorar con los estiramientos.

—La obra social acaba de aprobar la carpeta anual, Petra, no podemos hacer un cambio justo ahora. Si lo hacemos no cubrirán las nuevas sesiones. Si quieres iré a hablar con ella.

—Ya lo hice yo, ella dice que es necesario, pero es que… me parte el corazón —explicó mientras se le llenaban los ojos de lágrimas, Levi rodó los ojos, estaba cansado, no quería lidiar con lágrimas.

—Oi, es necesario, es por su bien y lo sabes.

—Tú no vas a las sesiones, no me hables como si conocieras todo.

Levantó las manos para evitar una pelea y se retiró de la cocina.

—Sí, vete, cobarde —la escuchó reprocharle, pero estaba demasiado cansado para discutir.

Tal vez podrían usar el dinero ahorrado, pensó, pero eso significaba retrasar y sacrificar muchas más cosas. Siempre era así, cuando algo parecía cercano se alejaba indefectiblemente. Se acostó en la obscuridad de su cuarto y el tic tac del reloj lo distrajo. Joder, no podía dormir.

Dos semanas más pasaron, Petra se enfermó de bronquitis debido a lo que acarreaba la condición de Sofía. Distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad incurable que avanzaba con el paso del tiempo, ablandando los músculos y debilitando al paciente. Sus defensas eran bajas y las enfermedades respiratorias eran todo un tema. Por lo cual Levi tuvo que cambiar horarios, pedir permisos y tragarse el orgullo para permitir que sus suegros colaboraran. Petra se fue con Natasha unos días a su casa y Nicole, la madre de Petra, se instaló con él por esos días.

Poder cumplir con todas las obligaciones fue un condenado infierno. Había días que dormía vestido, porque ni fuerzas le quedaban para cambiarse siquiera. Se quedó dormido en el ascensor de su trabajo y tuvo que sobrevivir a base de varias tazas de café para no caer rendido por completo. Notó también que Petra tenía razón, la fisioterapeuta no era muy suave que digamos. Tuvo algún que otro cruce de palabras con la misma y terminó teniendo una reunión con el pediatra de Sofía, el doctor Grisha Jaeger, cabeza del centro de rehabilitación al que asistía. El doctor fue amable y cordial y se comprometió a hablar con la profesional para que las cosas se encaminaran.

Petra regresó, lo cual fue un alivio, pero antes de que pudiera decir que las cosas volvían a su cauce normal, ese lunes cuando llegó al trabajo se desayunó una nefasta sorpresa. El box de James Macullen estaba vacío, y la oficina adornada con un par de globos y otras cosas.

—Hola, José —dijo saludando a uno de sus compañeros que parecía esquivarle la mirada.

—Ah… hola, Levi.

—¿Qué sucede con todo el arreglo? —preguntó señalando los mismos.

—Eh, ah, ¿no te enteraste aún? —Levi lo miró seriamente.

—Por algo pregunto.

—Ah, bueno, le dieron el ascenso a James —el chico estrujó unos papeles entre sus manos y luego lo miró apenado y le susurró—. Lo siento mucho, Levi, sé que trabajaste muchísimo por esto.

—Ya, cosas que pasan. No te preocupes, la vida sigue —dijo como si nada mientras acomodaba su maletín y evitaba tener una crisis nerviosa. Respiró pausadamente varias veces antes de irse directo al despacho de Erwin.

La hermosa secretaria Nifa lo recibió cordialmente y lo anunció antes de dejarlo pasar. Erwin lo recibió con una espléndida sonrisa y Levi tuvo que apelar a todo su profesionalismo para no llenarlo de insultos.

—Levi, te estaba esperando, toma asiento, por favor. Supongo que vienes a preguntar por la novedad, ¿cierto?

"¿Tú qué crees, cabrón?", pensó.

—En efecto.

—Bueno, mira —dijo tomando asiento y hablando pausadamente—. No dudo de tu capacidad, en serio. Eres de mi más absoluta confianza. Un trabajador incansable, no me has fallado en ninguna presentación, tu legajo es impecable-

—Erwin, vamos al grano, no necesito esto, en serio —lo cortó en seco.

—De acuerdo. No te pongas tenso, amigo. Sólo trato de poner todas las cartas en la mesa.

—¿Por qué elegiste a James, en qué te fallé?

—No es que me hayas fallado, en absoluto. Pero, Levi, te he visto muy presionado estos últimos días, has hecho muchos cambios de horarios, has pedido permisos-

—Se murió un familiar, y Petra… Mira, no voy a darte excusas, pero en seis años que trabajo aquí, sabes que jamás he pedido cambios o permisos.

—Lo sé, no estoy diciendo que me haya basado en eso solamente. Pero mira tu semblante, estás agotado, Levi. Necesito una persona incondicional, con… ¡diez sentidos puestos en esto!, si pongo más presión sobre tus hombros siento que te haré explotar. Seamos honestos, sabes que te aprecio demasiado. Sé la historia de tu familia, y tus ojeras no han parado de crecer. Me preocupas, te dije que te tomaras unas vacaciones, realmente las necesitas.

Levi bajó la mirada, sintiendo una enorme impotencia. Lo que decía Erwin era cierto, pero dos años de esfuerzo se habían ido al caño justo en el último momento. Se sentía devastado.

—Escucha, dentro de tres meses se jubila el viejo Pixis —Levi levantó la mirada—, está como supervisor del área de administración. Siempre te gustó esa área, ¿no? —el hombre asintió—. Bien, cuando se jubile prometo que haré una evaluación y una búsqueda interna, eres el primero de la lista en consideración. Se gana muy bien allí.

—Gracias por la oportunidad —respondió casi como un zombie mientras se ponía de pie—. Volveré a mi puesto.

Sentía que se estaba desintegrando, como un montículo de arena atacado con las olas de la costa. Desparramándolo, destruyéndolo, dejándolo completamente disgregado. Llegó y estuvo en su puesto al menos media hora perdido mirando la pantalla de su computadora.

—Lo siento, Le —le dijo una compañera poniendo una mano sobre su hombro.

—No me traten como si alguien hubiera muerto, nada ha sucedido —respondió toscamente y la mujer se alejó con la cabeza gacha para pedirles al resto que no se gastaran en ir a consolarlo.

—¡Hey, Levi! —apretó los dientes al ver al imbécil de James con esa sonrisa de publicidad. Se puso de pie para felicitarlo, y como era lo esperable y el tipo lo estrechó en un abrazo innecesario, tuvo que cerrar los ojos para no rajarle una buena trompada—. ¿Ya lo sabes?

—Sí, qué bien, cuánto me alegro, felicitaciones —logró decir mientras lo empujaba lejos de él.

—Voy a hacer un gran fiestón en casa este viernes, ven con tu señora —Levi lo observó con una mirada de muerte, el otro carraspeó.

—Gracias por la invitación, pero tenemos otros planes, cosas de… familia.

—Ah, bueno, ya será otro día, y oye, sigue trabajando así, pronto te tocará a ti.

—Claro.

Que ganas de comprar un revolver y volarse la tapa de los sesos. Brevemente pensó en que si contrataba otros dos seguros de vida más, tal vez Petra y las niñas podrían vivir sin tener que preocuparse. Joder, ¿qué estaba pensando? ¿De verdad? En toda su puta vida, jamás consideró la muerte como una salida. Él estaba acostumbrado a luchar.

Ese día fue a tomarse el break a la terraza, casi nunca iba allí, pero hoy necesitaba algo de aire. Fumó un cigarrillo mientras pensaba en cómo comunicar la noticia en su casa, seguramente iba a discutir otra vez con Petra. Su relación pendía de un hilo, y ya no estaban conteniéndose en absoluto. Necesitaba un respiro, unos días al menos, irse lejos, a la Antártida, a donde nadie le pidiera nada. Necesitaba paz, por todos los demonios, necesitaba sentirse humano. ¿Acaso no había nada, absolutamente nada que le saliera bien?

Ese día pasó por un bar, nunca era de hacer esas cosas, pero realmente lo necesitaba. Se detuvo y bebió tres latas de cerveza. Miró la hora, los buses transitaban hasta las 22hs, aún tenía tiempo, y procedió a pedirse un whisky seco. Su celular comenzó a sonar, atendió sin fijarse.

—¡¿Se puede saber dónde carajos estás?!

Afiló la mirada para ver el cartel verde al lado del trébol de cuatro hojas.

—Dice, mmm, "The Temple Bar".

—¡¿Estás en un bar, Levi?! —la chillona voz le aguijoneó el tímpano e hizo una mueca.

—¿Qué comes, que adivinas?

—¡No es gracioso!

—Ya, ya, qué escandalosa. Ya voy.

Pagó al bartender y se colocó el saco. El aire frío de afuera lo despabiló un poco. Se abrazó a sí mismo y se fue a la parada de autobuses. Se congeló el trasero unos diez minutos antes de que pudiera abordar el transporte público. Para cuando entró en su casa todo estaba en silencio.

Sigilosamente sacó su pijama, se bañó y, envuelto en una frazada, durmió en el sillón del living, cerca de la estufa. No estaba tan mal.

Petra no le habló por tres días, y él no tenía ganas de dar mayores explicaciones al respecto. Finalmente para el jueves, apenas llegó a la oficina, lo abordó José, su compañero de box.

—¡Levi, Levi, ¿te enteraste?!

—¿Eh? Buenos días, primero. Y no, no sé de qué me hablas.

—Ven, ven —el joven lo arrastró de la muñeca hasta el tablón de novedades, un pizarrón de corcho en una pared del piso, y señaló una de las notas—. ¡MIRA, MIRA!

"Ganadores de la XIII rifa solidaria de empresas Walls"

"Primer lugar: cupón 0737, Ackerman, Levi"

El hombre estaba con la boca abierta, sin poder entender, aturdido, casi mareado, ¿eso era real? ¿No era una broma, cierto? Varios de sus compañeros fueron a palmearlo en la espalda y entonces cayó en cuenta que era de verdad.

Se pasó el resto del día sin poder concentrarse del todo en sus tareas. La noticia corrió como reguero de pólvora. Tanto que Erwin lo llamó a su despacho. Le dijo que aprovechara ese golpe de buena suerte y que se tomara al menos una semana de vacaciones (lo que duraba el viaje), no solo eso, dijo que le adelantaría el bono trimestral para que pudiera tener para sus gastos.

—Aprovecha para relajarte, Levi. Viaja con tu mujer, dense un tiempo juntos, te hará bien. Sé que vendrás con mucha energía para seguir tus labores.

—De acuerdo, Erwin, seguiré tu consejo.

—¡Excelente! Mándame un email solicitando la semana de vacaciones así lo elevo a recursos humanos, ¿cuándo irás?

—Creo que es mejor la última semana del mes, así dejo todo listo y me voy tranquilo.

—Fantástico —Erwin se acercó y puso su pesada mano sobre su fiel empleado—. Estoy muy feliz por ti, Levi. Vas a amar Bahía, es un lugar hermoso. ¿Ya conocías el mar?

—No, nunca había ido a la playa antes.

—Entonces vas a matar dos pájaros de un tiro. Tengo contactos allá, así que cualquier cosa que necesites, no dudes en avisarme.

—Gracias, Erwin, vuelvo a mis tareas, ahora te mando el email.

Ese día Levi salió casi corriendo de la oficina, no veía las horas de llegar a casa y contarle a Petra. Estaba muy emocionado. Sus vacaciones familiares siempre se reducían a visitar una cabaña en unas montañas cercanas que eran de la familia de Petra. No estaba mal, pero por un tema de economía no podían darse el lujo de gastar en otras cosas. Esto era un regalo del cielo.

Apenas llegó saludó a las niñas y a Petra, que le dio un beso en la mejilla, las niñas lo miraron asombradas, y su mujer también. Además había traído helado de postre.

Natasha le mostró las modificaciones de su nuevo cuento, le había hecho caso a las correcciones y estaba cambiando paulatinamente el final.

—Bien, esto está mucho, mucho mejor —dijo su padre revisando todo concienzudamente—. ¿Lo ves? Sabía que tenías potencial —a la niña se le iluminó la cara con ese halago—. Este fin de semana tendré unas horas libres, ¿será que me dejarás llevarte al cine?

—Sí —respondió de inmediato mientras le daba un abrazo.

—Ahora a dormir que es tarde.

—Gracias, papá, te quiero.

Esa noche Petra acostó a Sofía y Levi a Natasha. Y al fin pudieron reunirse en la cocina.

—Muy bien, ahora cuenta, larga toda la sopa, ¿qué te ha pasado? —preguntó cautelosa.

—No lo vas a creer, ¿adivina quiénes ganaron un viaje a Bahía con todo pago? —los ojos de Levi brillaban con entusiasmo.

—¿En serio, es de v-verdad?

—¡Joder, sí! ¡Sí! —la abrazó con fuerza mientras una sonrisa encendía sus labios.

—Levi, eso es mucho, mucho dinero. ¿Qué haremos con él?

—¿Ah? —el hombre se alejó y frunció un poco el ceño, como si no comprendiera.

Petra caminó hasta el refrigerador y tomó el cartón.

—Aquí dice, en caso de que el ganador no deseara alguno de los premios puede canjearlos por su equivalente en efectivo. Primer premio: Cuatro mil dólares, segundo premio: Mil quinientos dólares y tercer premio: Setecientos dólares. ¡Son cuatro mil dólares! Podríamos pagar una nueva fisioterapeuta, e incluso así nos sobraría para-

—Espera, espera, momento, no te estaría siguiendo, ¿qué?

—El dinero —dijo señalando el cartón.

—Petra, cálmate, no todo en la vida es sobre responsabilidades y sacrificios. Yo pensé, pensé que podríamos viajar, ya sabes, tú y yo —la mujer abrió grande sus ojos—. Nos merecemos esto, todo el años nos gastamos el lomo haciendo un millón de cosas, y por una vez que aparece algo como esto, ¿por qué desaprovecharlo?

—¿Hablas en serio? Levi, son cuatro mil dólares, son dos de tus salarios, incluso podríamos comprar un pequeño auto.

El hombre sintió que le acaban de apuñalar los sueños con un cuchillo gigante. Se quedó en silencio, apoyado en la mesada de la cocina, con una mano en la cintura y un rictus de malhumor.

—No —dijo al fin y la de cabellos cobrizos levantó la mirada—. Dije que no, quiero ir. Quiero descansar, quiero playa, quiero mar, quiero por una puta vez darme un maldito gusto.

—¡¿Y las niñas qué?! —preguntó su esposa cruzándose de brazos y mirándolo molesta.

—Pueden quedarse en casa de tus padres, son solo siete malditos días.

—¡No dejaré a las niñas solas tanto tiempo! Sofía tiene rehabilitación y Natasha tiene colegio, no puedo dejarles toda esa responsabilidad a ellos.

—Podemos dejarles dinero para movilidad y comida, ¡por Dios, Petra! ¿Acaso no lo entiendes?

—No, tú eres el que no lo entiende, Levi. ¿Es muy fácil para ti dejarlas tiradas en cualquier lugar, eh?

—No digas eso ni en broma, no es así. Mira, podemos sacar de la cuenta de ahorro y llevarlas con nosotros. ¿Eso quieres?, perfecto, viajaremos los cuatro.

—¿Estás loco? Son otros cuatro mil dólares, en la cuenta hay solo seis mil ¡No permitiré que gastemos una barbaridad en un viaje innecesario sólo porque tú eres un egoísta que prefiere desperdiciar el dinero en una semana de playa!

—¿Sabes, Petra? Vete a la mierda.

Se fue a pasos fuertes de la cocina, sintiendo que le explotaba la vena de la frente. ¿Egoísta? ¿Él? Después de trabajar como mula de carga por horas y horas, hacer malabares con la economía… ni siquiera recordaba la última vez que había comprado un par de zapatos para trabajar. Se fue al patio luego de colocarse una campera y se sentó en las banquetas de plástico que estaban llenas de rocío casi congelado. Prendió un cigarro. Poco a poco se fue aplacando su malestar. Le mandó un mensaje a su amigo Farlan, hacía rato que no lo veía, al menos los últimos seis meses. Era algo tarde pero le contestó. Le propuso que almorzaran al día siguiente en una cafetería cercana al trabajo, y su amigo aceptó.

Petra miró a su marido desde la ventana del cuarto, se enjugó las lágrimas y se fue a acostar con un hondo pesar en el corazón. ¿Por qué no podía entenderlo? Bueno, era hombre, era normal que los hombres fueran un poco egoístas. Aún lo amaba, aunque todos estos años su amor se fuera desgastando, aún su corazón latía con sus besos. Esto era demasiado triste.

Levi durmió en el sillón durante esos días. Las niñas notaban la tensión en la casa.

—Nat —le decía Sofía mientras le cambiaba el vestido a su muñeca, su hermana estaba sentada leyendo en un rincón—, ¿papá y mamá están peleados?

—No te preocupes por esas cosas, son temas de adultos —respondió la otra tratando de sonar lo más calmada posible.

—No quiero que peleen —dijo la de cabellos cobrizos con semblante triste.

—Bueno, eso no se puede evitar. Los adultos son imbéciles a veces.

—¡Nat!— exclamó asustada mirándola con los ojos abiertos de par en par—. No digas groserías.

—¿Por qué no? Cuando ellos están en la cocina dicen cosas peores, yo los escuché.

Su hermana se arrastró donde ella y la miró suplicante.

—¿Pelean por mi culpa, no? Muchos doctores y gastos…

Natasha dejó el libro a un costado y la abrazó acariciando su largo y bonito cabello.

—No, pelean por cosas de adultos, no te preocupes. Ya se van a arreglar, siempre lo hacen —Le dijo mientras ella misma trataba de creer sus palabras—. Ya lo verás, todo mejorará, calabacita.

Era la tercera vez que se encontraba con Farlan en esos días.

—¿Y bien? ¿No cancelaste el viaje, no?

—No.

—¿Qué harás? Iría contigo sino fuera que Hitch está por dar a luz en estos días —se lamentó su amigo y Levi sonrió.

—Oh, sí, ahora quiero verte disfrutar de todas las cosas bellas de la paternidad, noches sin dormir, vómitos inesperados, pañales cagados, gritos, llantos, alergias, enfermedades, adiós siestas, salidas, sexo desenfrenado-

—Ya, ya lo entendí, Dios, dame un respiro. Que Hitch anda con toda clase de antojos y me tiene de patitas en la calle cual mandadero. Como sea. Mira, yo no estoy a favor de que rompas tu matrimonio, pero ustedes hace rato que están mal, Levi, se nota a leguas. Si ella no quiere viajar, ella se lo pierde, ve tú, descansa, disfruta ¿Cuántas oportunidades así se te presentarán en la vida?

—No lo sé, Far. Tal vez Petra tiene razón, estuve pensando y dándole vueltas al asunto, es mucho dinero, y un auto nuevo nos vendría más que bien.

—Usen el dinero del ahorro, que para algo sirva haber aguantado a tu infame tío tantos años.

—Se lo dije, pero no hay manera de hacerla cambiar de opinión. Antes era tan osada, se largaba a cualquier aventura que le propusiera, ahora siento que la vida nos ha ido marchitando.

—¿Y el sexo? —Levi rodó los ojos.

—Cada muerte de obispo y siempre, ya sabes, a las apuradas, esperando a que las niñas estén dormidas. Es malísimo.

—Joder.

—Hey, no te ofusques, que eso nos pase a nosotros no significa que le pase a todo el mundo. No sé, tal vez tantos años…

—¿Y qué tal una amante? —Levi lo miró desconcertado—. Oh, vamos, no estoy hablando de la tercera guerra mundial, pero ya sabes, un buen polvo de vez en cuando te haría bien.

—¿Acaso tienes una? —Farlan bebió de su taza de café evitando a su amigo—. ¡¿Es en serio?!

—En mi defensa diré que solo fue una vez, ¿OK? Yo estaba en ese lugar, y tal vez tomé un poco demás, y me sentía solo…

—¡Farlan! OK, OK, no voy a juzgarte, ya eres todo un adulto. ¿Y qué tal fue?

—Espectacular, fue como... fuegos artificiales por todo el cielo, ¡uuufff! Increíble.

—¿Fuegos artificiales? ¿Qué?—los dos acabaron riendo un buen rato—. Nunca lo hubiera creído de ti. Yo no estoy para jugar a los amantes, no es lo mío.

—Nunca digas "De esta agua no beberé".

Por un momento sus pensamientos lo llevaron a un Mike desnudo, bronceado y tirado en una cama con sábanas rojas. Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y Farlan le sonrió con picardía.

—¿Qué estabas imaginando, eh? —ese tipo lo conocía mejor que la palma de su mano, Levi rodó sus ojos.

—Joder, son la siete, tengo que ir a buscar a Sofía de su clase de piano.

—Muy bien, ¿el viernes vamos a tomar una cerveza?

—Hecho —dijo poniéndose de pie y tomando su bolso.

Ese sábado Levi puso los tickets de viaje sobre la mesa. Petra estaba cociendo un par de pantalones de las niñas, poniéndoles parches en las rodillas para que resistieran mejor. Lo miró de reojo, pero no dijo nada.

—El avión sale mañana a las nueve de la noche.

—No puedo creer que hayas tomado los pasajes —dijo inspirando y tratando de evitar que el nudo en la garganta le llegara hasta los ojos.

—Quiero ir contigo, quiero tener un tiempo a solas con mi esposa, y no creo que eso sea egoísta. Petra, por favor —intentó tomar su mano, pero ella lo esquivó.

—Iré a casa de mis padres con las niñas —avisó mientras se ponía de pie.

—Saqué entradas para ir al cine, se lo prometí a Natasha.

—Pues ve con las niñas y luego me las llevas allá. Que se diviertan.

—¡Petra, carajo! No seas infantil.

—¿Yo? ¿Yo soy la infantil? No me hagas hablar, egoísta de mierda —fue lo último que dijo antes de ir a preparar un bolso para pasar la noche con sus padres.

Levi guardó los pasajes y fue a preparar a las niñas para salir.

—¿Mami no vendrá? —preguntó Sofía, mientras se dejaba trenzar el cabello.

—Está cansada, irá a casa de tus abuelos, luego nos reuniremos con ella. Ya está, ¿lista para la diversión con palomitas y refresco de cola?

—¡Sí! —la niña contestó emocionada.

Los tres fueron al cine. Levi cumplió, excepto con Natasha que quería nachos con queso cheddar. Aguantó estoicamente la película de La Era del Hielo un millón, pero bastaba ver las risas y la felicidad de sus hijas para saber que había sido una buena elección.

Comieron hamburguesas, tomaron helado, pasaron por la plaza, y al fin, con una Sofía completamente dormida, condujo hasta la casa de sus suegros. Petra lo esperó en el dintel de la puerta, su padre ni siquiera lo saludó y recibió a Sofía que estaba dormida. Natasha le dio un fuerte abrazo y le susurró que lo quería mucho y la había pasado genial, luego se fue adentro. Petra cerró la puerta, Levi le dejó la llave del auto.

—Escucha —le dijo ella mirándolo angustiada—. Reflexiona, por favor. Y mañana cuando vayamos a casa, espero que hayas elegido correctamente.

Eso fue todo antes de girarse y dejarlo solo. Levi suspiró y volvió a su casa. Era tarde, a Dios gracias consiguió montar el último autobús. Hacía mucho que no tenía un tiempo a solas en su casa. No tenía hambre ya que habían comido bastante con las niñas. Decidió abrir un vino blanco dulce y buscó la notebook, la llevó a la mesa de la cocina, trajo el paquete de toallitas húmedas y cerró las persianas por cualquier inconveniente.

Se conectó y comenzó a buscar páginas porno, ninguna le atraía en particular, excepto "esa" que evitaba a toda costa, ¿pero a quién quería engañar? En verdad quería echar un vistazo. Justo cuando la estaba eligiendo sintió un ruido en el lavadero que casi le lleva el corazón a la boca. Se acercó cauteloso agarrando lo primero que tenía a mano que era un cucharón de acero.

Se escuchaba como si rascaran en un rincón, por lo que cauteloso prendió la luz y levantó el artefacto en alto. Era un gato, un gato conocido para ser honesto. Un gato blanco, persa, de ojos verdes que estaba masticando un pájaro en la obscuridad. Seguramente se le había metido por el ventiluz que cerró de inmediato. Era el gato de los vecinos.

Se acercó y lo levantó, el minino se quejó de tener que dejar su presa a medio comer, pero era dócil y amigable, enseguida comenzó a ronronear.

—Vamos, te llevaré a casa —dijo yendo a la puerta y cogiendo la llave. Caminó hasta sus vecinos y tocó la puerta.

Mike le abrió, llevaba una remera blanca que parecía adherirse a toda su perfecta anatomía y ese pantalón de algodón que le ponía los ratones a rodar. Le costó encontrar su voz.

—¡Fru-fru! —largó el grandote y el animalito prácticamente saltó a sus brazos, maldito gato afortunado, pensó Levi.

—Hola, Mike, lamento molestar a estas horas, pero se metió a mi casa y preferí traértelo.

—Muchas gracias, vecino —dijo el otro con su vozarrón de sargento del ejército—. ¿Y las niñas?

—Con su madre, quiero decir… fueron a pasar la noche a casa de mis suegros, con Petra.

—Oh, tienes la casa para ti solo, igual que yo. Nanaba se fue a una despedida de soltera de una de sus amigas, ¿ya cenaste?

—N-no —¿qué estaba diciendo?

—Pasa, pasa, acabo de poner unas chuletas de cerdo en el horno que son una delicia, ¿o tienes planes?

—No, ninguno. Pero, no quisiera molestar.

—Pasa, pasa —insistió empujándolo hacia adentro, esa mano enorme contra su espalda le hizo erizar los bellos de su brazo. Si de adelante estaba bueno, de atrás era una locura.

Levi intentaba calmarse, porque de verdad ni si quiera él sabía que le pasaba cuando tenía a su vecino cerca. Era un hombre lindo, no había duda, pero justamente ese era el problema, ¡era hombre, joder!

La casa era magnífica. Se sentaron frente al televisor de 50 pulgadas donde disfrutaron de un torneo de boxeo. Cervezas de la mejor calidad y una cena de ensueño completaron el cuadro. Levi nunca se sintió más a gusto. Intercambiaron comentarios acerca de boxeadores y en general pasó un rato muy ameno. Mike lo abrazó un par de veces festejando la victoria de Mayweather, que no era santo de su devoción, pero si al rubio lo ponía contento, ¿por qué no? A cada rato le rozaba el hombro, y su colonia era una delicia. Finalmente volvió a su casa, prometiendo que debían repetir el encuentro.

Corrió a su cocina y sin ningún remordimiento buscó esa página que tanto recelo le producía. Una de porno gay. Se masturbó con ganas, como hacía mucho tiempo que no podía y se vino dos veces mientras miraba esos videos y se imagina el delicioso cuerpo de Mike siendo babeado por su boca.

No se dejó avasallar por la culpa esta vez. En verdad necesitaba liberar un poco de estrés. Limpió todo, se fue a bañar y durmió plácidamente estirado a sus anchas en la cama matrimonial.

Se levantó cerca de la doce, renovado como nunca. Salió a buscar el diario que estaba en la puerta y pudo deleitarse con un sonriente vecino que estaba podando la cerca. Qué buen fin de semana, había hecho de todo menos reflexionar como le había pedido Petra. ¡Petra! Fue a revisar su celular que yacía moribundo en la cocina. Un mensaje de Farlan preguntando qué tal su día y unos doce de Petra, los últimos insultándolo por no responder. Le preguntaba a eso de las diez si planeaba ir para almorzar, y el resto era historia.

"¡Muérete!"

Era el último, y aunque fuera en vano contestó que estaba bien pero que se había acostado apenas llegó y no escuchó el celular, que si quería iba a ahora. Pero aunque leyó su réplica, no hubo respuesta. Esperó una hora más y al fin invitó a Farlan a la tarde.

Se la pasaron tomando tereré mientras miraban la trilogía de Matrix.

—Hey, Levi, son las siete —le dijo su amigo.

—Ah, ¿y?

—¿Y no era que a las nueve salía tu avión?

El hombre saltó en el sofá, ¡era cierto! Pero luego se volvió a hundir en el mueble.

—No, no voy a ir, ni siquiera hice la valija.

—¿Y te lo vas a perder, mamón?

—Petra me crucificaría de por vida, no, gracias.

—Lo mismo te lo va a reprochar… si canjeaste los pasajes, ¿cómo te lo vas a perder? Es un hotel cuatro estrellas, cabrón. Ya te pediste las vacaciones, te dieron el bono adelantado, ¿qué más te hace falta? Te presto dinero si necesitas, pero no te lo pierdas.

Levi se sentó más erguido, por un momento su corazón latió apresurado, con ganas de largarse a vivir una aventura sin precedentes, mientras que su lado responsable y racional le tiraba dardos envenados de lo mal padre y persona que era. Miró a Farlan.

—Vamos, te llevo al aeropuerto, no se diga más.

Levi marcó al teléfono fijo de sus suegros, sabía que Petra no iba a atenderlo. Gabriel lo atendió parcamente y le pidió que espere mientras la iba a buscar. Finalmente y con suspiro de por medio ella dijo un seco "hola".

—Petra, estoy por salir al aeropuerto, me voy a Bahía, ¿vas a venir o no conmigo?

—¿Me estás haciendo una broma?

—No, para nada. Es la última vez que te pregunto, ¿te busco o no? No te preocupes de la ropa, saco de aquí de la casa antes de buscarte.

A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas, así que eso era, Levi elegía el viaje antes que su familia. Apenas podía hablar de la tristeza.

—Levi, si te llegas a ir, no pretendas que al regresar volvamos a ser la misma familia de antes.

—Eres tú la que está decidiendo eso. Es solo un viaje, no te estoy pidiendo que desaparezcamos de la faz de la tierra. Petra, por favor…

—Adiós, Levi. Creí que tu familia era más importante.

Y le colgó. Farlan miró a su amigo, ya estaban en el auto.

—Bueno, listo, vamos de una vez antes de que te arrepientas. No estás haciendo nada malo, por una vez estás haciendo algo que de verdad querías.

Y arrancó antes de que el otro pudiera decir "agua va". Farlan estaba más feliz que perro con dos colas.

—Escúchame, si te follas una minina o un minino, quiero saber, ¿eh? —dijo guiñándole un ojo y Levi lo miró abriendo la boca—. Yo sé. Yo sé, no aclares nada, quiero que vayas y te liberes de todos los prejuicios, lo que pase en Bahía se queda en Bahía, pero cuéntame, ¿ok?

Le dio un fuerte abrazo y le puso doscientos dólares en uno de sus bolsillos sin que el otro lo notara.

Hasta que no estuvo sentado y con el cinturón puesto, Levi no cayó en cuenta… ¡Se iba a Bahía, al fin!

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By Luna de Acero... intrigada...