El pasado de una pobre colegiala confundida.
Querida señora Richards:
Sé que a usted esto quizá no le importe, aunque claro, para conocer mejor cada historia siempre debemos conocerla desde el inicio. Yo soy ahora la persona de la que quizá usted quiera aprender más en estos momentos y estoy dispuesta a contarle hasta el detalle más oscuro de mi realidad. La vida no siempre resulta como uno la planea. Nuestros padres siempre esperan vernos triunfar y normalmente, cuando eres una chica, desean que encuentres al hombre ideal con el cual puedas formar una familia y ser feliz por siempre, tal como los cuentos que nos relatan por las noches antes de ir a dormir. Es una pena que los planes a largo plazo, por lo general, suelen tener cambios en los caminos que uno debe seguir para llegar a la meta.
Siempre fui conocida como la hija prometida, la ideal, el ejemplo a seguir por los demás y jamás me quejé a pesar de la enorme presión que esto ponía sobre mis hombros. Me esforcé en forma sobrehumana para siempre sobresalir en mis notas, en ser la chica más popular de la escuela y en entrar a la misma universidad en la que mis padres se conocieron.
-No sé cómo lo haces Vi, yo me hubiera vuelto loca, es como si fuera natural en ti ser buena en todo.
-Vamos Laura, haces que me sonroje.
-Es que es la verdad, eres novia del chico más popular del colegio, tienes las mejores notas y todas las chicas quieren ser como tú.
-Cambiemos el tema, cuando hablas así me haces sentir como que me odias.
Y así era. Todas las chicas del colegio me odiaban pero, a la vez, morían por ser mis amigas, me hablaban como si fuera de la realeza y yo decidí aprovechar esa hipocresía que derrochaban con cada palabra con la que intentaban endulzar mi oído para conseguir lo que querían, como si la popularidad fuese a darte todo en la vida. Me aburría infinitamente de vivir así, pero claro, debía mostrar todo lo contrario, supongo que por eso amaba las artes dramáticas, llevaba actuando toda mi vida. Incluso mi novio, Caleb, me aburría más que mirar la pintura fresca de una pared en su proceso de secado.
-Vamos nena, todo mundo lo hace, ¿Acaso no soy lo suficientemente bueno para ti?
Argh, que palabras tan molestas. Era un chico en definición guapo, para las chicas del colegio era como si una estatua griega hubiese tomado forma humana y hubiese decidido honrarnos con su presencia. Tenía cabello rubio, a la altura de las cejas, lacio y siempre bien acomodado, como si estuviera programado para verse bien todo el tiempo. Sus ojos color miel eran cautivantes, según la opinión popular, aunque para mi gusto, sus pestañas eran demasiado largas. Sus labios delgados siempre sabían cómo sonreírle a una chica pero cuando hablaban sobre besar, la historia era totalmente diferente. Era como si buscara saciar una sed incontrolable, sus labios no tenían ritmo alguno y su lengua siempre entraba en un frenesí desagradable.
-Cariño, no digas eso, me haces sentir mal.-No, no lo hacía.
-Es que, tenemos 3 años saliendo y jamás hemos dado el siguiente paso, ya casi vamos a la universidad y no lo sé, quiero ser alguien especial en tu vida.
-Ya lo eres.-No, no lo era.
-Si pero, uno siempre recuerda a la persona con quien fue su primera vez y tú eres mi primer y único amor, el amor de mi vida, no puedo imaginarme haciéndolo con alguien más.
Ah, los hombres y sus teorías sobre conquista. No, me equivoco, los niños y sus intentos de hablar como los adultos de esas películas románticas que vuelve locas y hormonales a las adolescentes. Tenía que pensar algo y pronto, antes de que me irritara tanto que tuviera que responderle de una manera que me haría arrepentirme el resto de mi vida. Coloqué mis manos sobre su nuca, mirando sus ojos fijamente y sonriendo como aquellas chicas a las que él pretendía impresionar.
-Amor, te amo, te lo digo y te lo demuestro todos los días. No es mi culpa que no quedáramos en la misma universidad, me pasé 4 meses enteros estudiando contigo hasta el amanecer para los exámenes de admisión y es una pena que en Western Campus no cuenten con más becas para futbolistas.-Acaricié su nuca y él se acercó más a mí, acorralándome finalmente contra la pared.-No quiero sentirme presionada para hacer esto, quiero hacerlo porque me nazca, porque sea una muestra real de amor entre los dos. Por favor, respeta mi decisión.
Lo miré a los ojos con súplica y tras un suspiro, asintió con la cabeza y me besó como si fuera la última vez que nos veríamos. Intenté mejorar el ritmo de aquel beso, como había intentado desde hace 3 años, pero eso lo motivó a poner sus manos en mi cintura y atraerme más a él. Puse mis manos en su pecho y me separé poco a poco de él.
-Ahora señor cariñoso.-odiaba llamarlo así.-Debemos irnos, sabes que las fiestas de Laura no comienzan si no aparecemos nosotros.
Y así era, la gente siempre esperaba a que la pareja estelar de Willbury High hiciera su aparición, si demorábamos más de una hora, la fiesta en cuestión comenzaba a morir y eso era algo que ningún anfitrión podía permitirse. Aquella era la última fiesta del año y, por lo tanto, la más importante para todos. Era la última oportunidad que muchos tenían de causar una impresión en los demás, de no pasar desapercibidos en el anuario y de crear los recuerdos más importantes de sus vidas. Llegamos tomados de la mano como si se tratara de una alfombra roja y en automático, los presentes comenzaron a saludarnos, pedirnos fotografías para sus redes sociales y preguntarnos si seguiríamos siendo amigos por siempre aún después de la graduación.
Entré a la cocina, donde solían ocurrir todas las reuniones importantes dentro de la misma fiesta, en busca de Laura y su sequito de hipócritas profesionales. Sonreí como si fuera parte del protocolo de la fiesta y las saludé a cada una como si verlas hubiese sido la mejor parte de mi día.
-Vi, te ves espectacular, ¡Ese vestido está de muerte! ¿Cómo consigues ropa que aún no está en los estantes?
-Pues, mi madre trabaja para Ralph Lauren, suelen darle este tipo de cosas para ver el impacto que tienen en nosotros antes de lanzarlos al mercado, mi madre estará muy contenta con este comentario Laura, muchas gracias.
-Dime Vi, sin ser entrometida claro, sabes que me parece de muy mal gusto, pero… ¿Caleb y tu seguirán juntos después de la graduación?
-No te preocupes Nina, no te entrometes, son mis amigas después de todo.-Si claro, hay que darles pasteles a los pobres.-Aún no lo hemos discutido pero, estudiaremos en lados opuestos, será muy difícil continuar así.
Pude notar una pequeña sonrisa dibujada en los labios de todas, aunque claro, creían que yo jamás lo notaría. La noche continuó como todas las demás y después de un par de horas, había llegado la hora de volver a casa. Por fin, un pequeño descanso de aquel papel interminable que debía interpretar día a día. No podía esperar para llamar a Lizzy, la única amiga de verdad que jamás he conocido.
-Vi… son las dos de la mañana… ¿No podías esperar a mañana?
¿Ve la gran amiga que es Lizzy? Siempre ha respondido mi llamada, sin importar que tan dormida, ocupada o enojada esté, así es ella.
-Todo salió como siempre, predecible, del asco. No puedo creer que mañana seré libre de todo esto y que iremos al fin al otro lado del país.
La escuché bostezar con claridad, sin embargo, hizo un esfuerzo sobrehumano para escuchar todo lo que tenía que decir, me hubiera encantado ser como ella o tener su vida.
-Sabes, Caleb volvió a pedirme que me acueste con él.
-Es obstinado, eso debes reconocérselo. ¿Piensas hacerlo?
-Ni loca, esto es algo mío y no permitiré que nadie me diga qué hacer con mi virginidad. Además, si lo hace como besa, el chico tiene mucho que aprender y no quiero ser su conejillo de indias.
-Vi, ¿No crees que realmente quiere hacerlo contigo porque te ama? Caleb no es un mal chico y ha sido tu novio desde que tenemos memoria.
-Oficialmente solo hemos salido 3 años y estoy segura de que quiere hacerlo porque todo el equipo ya lo hizo. A veces siento que no me ama, solo está conmigo porque es lo que todo el mundo espera de nosotros.
-Claro, como Barbie y Ken.
-Y Barbie se separó finalmente de él.
-Aunque tuvieron que volver a juntarlos porque las muñecas ya no se vendían tan bien como antes.
Después de 2 horas enteras de conversación, ambas nos quedamos dormidas al teléfono. Esa noche estuvo llena de sueños que a la fecha creo que eran una advertencia sobre lo que venía a mi vida. Peligro, emoción, quebrar las reglas y vivir al extremo. Aún recuerdo que desperté sintiendo la adrenalina en la sangre y esa punzada en los labios que me animaba a seguir por el camino que menos conocía. Tomé un baño, arreglé mi cabello como lo hacía en ocasiones especiales y coloqué solo un poco de maquillaje sobre mi rostro. Siempre he amado la forma en la que mi cabello negro ayuda a resaltar el azul de mis ojos, creo que eso es lo que las personas siempre notan en mí, y el maquillaje siempre me ayudó a jamás pasar desapercibida.
Mis padres eran los más orgullosos de todo el auditorio, podía notarlo en sus rostros, esa sonrisa triunfadora que los distinguía por sobre todos los demás. Se notaba la envidia en el aire, incluso después de ser nombrada la más sobresaliente en la generación, y eso hacía que la sonrisa de mis padres se ensanchara un poco más. Tomaron fotografías, recibieron elogios y felicitaciones e incluso hablaron con la directora, todo esto mientras yo debía entablar una conversación paralela con los padres de Caleb.
En un día normal, me habría sentido ansiosa por salir de ahí, por llegar a casa o escapar con Lizzy por ahí para poder tomar un respiro y volver a ser yo misma. Pero la libertad estaba tan cerca que estaba dispuesta a hacer cualquier sacrificio por ella. Lizzy había ido en una escuela para chicas durante toda su vida y por más que le supliqué a mis padres, jamás pudimos ser compañeras de clases. Tuvimos que conformarnos con ser vecinas y que nuestras madres fueran las mejores amigas de la historia, según decían ellas, para poder pasar tiempo juntas. Aun así, había obtenido permiso de ir a mi fiesta de graduación y aquello era solo el inicio de esta libertad que deseaba desde que había descubierto que podía pensar por mí misma.
Había elegido un vestido rojo, corte sirena y strapless, con un escote en la pierna que llegaba quince centímetros arriba de la rodilla. Mi cuello lo adorné con un hermoso collar de diamantes que mi padre me había obsequiado como uno de mis regalos de graduación, junto con unos hermosos aretes largos que formaban parte de aquel juego de joyería, que además estaba montado en oro blanco para acentuar el brillo de las lujosas gemas que se encargaban de demostrar el orgullo que sentía mi padre. Decidí peinar mi cabello en un moño estilo donut, para asegurarme que los diamantes no perdieran su brillo y mi rostro resaltara por sobre todos los demás. Era mi última oportunidad de demostrarle a todos quien era yo y que jamás olvidaran que por más que decidieron adularme con falsedad y engañarme nunca pudieron llegar a mí nivel.
Sé que suena pretencioso, narcisista y un poco pedante, pero usted y yo sabemos que mis palabras son verdad y que de haber estado usted en mi lugar, hubiese hecho lo mismo. Coloqué delineador líquido negro, dibujando una fina línea sobre mi párpado y lo acompañe con un hermoso lápiz labial rojo que resaltaba con el manicure francés que me había hecho al inicio del día. Todo estaba en su lugar y yo estaba más que lista para vivir la única noche que había planeado por mi cuenta.
Al bajar por las escaleras, pude ver que Lizzy me esperaba sentada en la sala. Llevaba puesto un hermoso vestido rosa pálido que la hacía ver más joven de lo que era. Su rubio cabello rizado bajaba por su espalda como una hermosa cascada dorada y solo lo había adornado con una sencilla flor del mismo color que su vestido. Parecía que había saltado directamente de un cuento de Disney, que diferentes éramos. Mi madre se emocionó al vernos juntas y pronto se puso a tomar fotografías a diestra y siniestra y en todas las poses que pudo imaginar, lo único que pudo salvarnos fue el sonido del timbre que anunciaba la llegada de nuestras parejas para el baile.
Ahí estaba Caleb, usando un hermoso traje negro Armani y una corbata roja del mismo color que mi vestido. Cliché. Junto a él estaba Max, el adorable novio de Lizzy. Durante años, creíamos que él estaba enamorado de mí, siempre buscaba excusas para hablar conmigo, me miraba innecesariamente y me llamaba por teléfono casi todos los días. El día que me decidí a rechazarlo porque Lizzy estaba loca por él me encontré con la sorpresa de que solo lo hacía porque quería acercarse a ella, no a mí, y sabía que yo era la forma más efectiva de hacerlo. Llevaban saliendo 5 años, aunque como Caleb y yo, se conocían probablemente desde que empezaron a caminar. Usaba un traje gris con una corbata del mismo color que ayudaba a resaltar aún más el vestido de Lizzy, eso era original, no como la estrategia de revista que nos habían obligado a utilizar a Caleb y a mí. Después de un centenar de fotografías más, logramos salir de ahí, atrasados como era nuestra costumbre.
El gimnasio de la escuela se veía hermoso, el tema de este año eran "sueños en cristal" por lo que todo había sido decorado como si viviéramos dentro de la zapatilla de la Cenicienta. Brillo por todos lados, glamour y un montón de adolescentes haciendo lo posible por destacar sobre el resto. Tomamos la tradicional foto del inicio y caminamos hacia la mesa que nos había sido asignada. Laura ya estaba sentada, esperándonos, con ese aire aburrido que siempre la rodeaba aunque ella no se diera cuenta. Usaba un vestido azul rey bastante común y lo había acompañado con accesorios tan grandes que parecía la parodia de uno de esos muñecos Troll que se habían puesto de moda en los 90's. Su cita era Zack, un chico sin cerebro que solo brillaba por el tamaño de sus músculos y lo bien que se veía en uniforme de football americano.
-¡Al fin llegan! ¡Todos hemos estado en espera del rey y la reina de este año! ¡Vi qué vestido! No podíamos esperar menos de ti.
Como siempre, ignoró a Lizzy, a lo que ella respondió con una cálida sonrisa y un saludo cordial, como si aquella grosería jamás hubiera ocurrido. Laura odiaba a Lizzy por distintas razones, las dos principales eran que era mi mejor amiga y que era la novia de Max, en pocas palabras, todo lo que Laura quería y jamás había podido obtener. Conversamos de cosas triviales como la universidad a la cual iríamos y cuales eran nuestros planes a partir de ahora. Gracias al universo, el DJ me salvó poniendo canciones que Caleb amaba y decidió que era hora de bailar. Pasando tres canciones, la música paró y la directora se paró frente al escenario para nombrar al rey y la reina de la generación. Qué sorpresa, Caleb y yo resultamos ser los elegidos. El gimnasio se llenó de aplausos y yo salté de emoción como si no lo esperara, besando a Caleb de forma fugaz y aceptando la corona con lágrimas en los ojos. Mi mejor actuación hasta el momento, creo que ahí fue donde aprendí como actuar frente a usted.
Tuvimos el baile tradicional, mientras todos los demás nos observaban y comentaban lo mágico que resultaba todo, en cierto punto tenían razón. Terminando el baile, Caleb me tomó de la mano y me llevó detrás de una enorme columna que había sido puesta a modo de decoración, asegurándose que nadie nos estuviera viendo. Me tomó por la cintura y comenzó a besarme acercando su cuerpo peligrosamente al mío.
-Te ves tan hermosa… eres perfecta y no puedo creer que seas mía.-Decía entre besos.
-Solo tuya.-Respondí. Siempre odié que se refiriera a mí como su propiedad cuando no estaba remotamente cerca de poseerme.
-Salgamos de aquí, alquilé una habitación en el Moetz.
-Espera… ¿Qué dices?- Me separé de inmediato de él.
-Vamos Vi, es la noche de la graduación, es la última noche que pasaremos juntos, mañana tú te irás y no sé cuándo volveré a verte. Por favor, hagamos que esta noche sea tan mágica como siempre soñamos.
-Caleb, me prometiste que esperarías y que respetarías mi decisión, esto no hace más que presionarme y obligarme a hacer algo que no quiero.
-¿Y cómo sabes que no quieres si jamás lo has hecho?
-Porque simplemente no quiero y ya, ahora déjame pasar, quiero irme de aquí.
-Espera, Violeta.
Puso su brazo frente a mí a modo de barricada intentando impedir mi paso. Un movimiento patético si me lo pregunta. Lo aparté de mi camino, fui hacia mi mesa y tomé mi bolso. Miré a Lizzy y ella comprendió la súplica de mi mirada, pidiéndole a Max que nos llevara a casa. No miré atrás, no me despedí de nadie y no me quedé a firmar ningún anuario, simplemente salí de ahí.
Al día siguiente, Lizzy y yo estábamos más que listas para dejarlo todo atrás y embarcarnos en nuestra nueva aventura. Guardamos tanto equipaje como pudimos en la nueva camioneta que mi padre me había dado como segunda parte del regalo de graduación y después de besos, lágrimas y abrazos, nos subimos al auto para no mirar atrás.
-No sé porque no podemos irnos mañana con Max, no entiendo tu apuro.
-Lizzy, quiero largarme de aquí, no soporto este papel un día más, ahora sube la radio y canta conmigo, esto apenas comienza.
El viaje me pareció más corto de lo que realmente había sido y cuando nos dimos cuenta, nos encontrábamos desempacando ya las maletas y acomodando todo en nuestro nuevo dormitorio en el edificio Delta. La universidad era más hermosa que en los folletos, los jardines brillaban con la luz del sol, los viejos edificios se veían como si hubiesen sido construidos el día anterior y nuestro dormitorio era como un pequeño apartamento. Después de terminar de desempacar la última caja, revisé mi teléfono celular. 25 mensajes de texto y 16 llamadas perdidas, todas de Caleb.
-Ya contéstale, el pobre me ha llamado ya 6 veces para preguntarme si lo odias y si han terminado.
-No tengo ganas de arruinar mi primer día, vamos, ayúdame a colocar mis libros en esta repisa.
Llegó la noche y, por supuesto, no estábamos listas para dormir, por lo que decidimos salir a conocer Blitz, el bar-karaoke al que iban todos los estudiantes o al menos eso nos habían dicho. Me puse un vestido negro de piel sintética, entallado y con escote en la espalda, acompañado por una chamarra de piel con estoperoles en los hombros y unas zapatillas de negras con estoperoles en el tacón.
-No entiendo porque siempre debes vestirte como si quisieras matar a alguien, ¿No podrías ser más sencilla?
-¿Estás loca? Quiero causar una impresión, es mi primera noche de libertad, aquí puedo ser quien yo quiera y no pienso desperdiciar la oportunidad.
Llegamos al bar y se veía mejor que como lo había imaginado. Luces de colores, espejos y asientos tipo lounge que le daban un toque moderno que jamás había visto. Nos acercamos a la barra y pedimos una ronda de Martini de manzana que juro por los dioses despertó todas mis papilas gustativas. Y ahí fue donde lo conocí a él. Chamarra de piel negra, camisa blanca percudida, jeans rotos en una rodilla, cabello castaño corto y peinado hacia arriba y los ojos azules más hermosos que he visto jamás. En cuanto me volteo a ver, me cautivó aún más, sus labios, delgados en el labio superior y carnosos en el labio inferior, escondían una sonrisa que no me iba a esperar en descubrir y por primera vez en mi vida, tenía un deseo inexplicable por besarlo ahí mismo y conocer lo que era un beso de verdad.
Para mi sorpresa, se acercó a nosotras, con una sonrisa cálida pero fría a la vez, y yo le sonreí de la manera más misteriosa que pude lograr. ¡Qué tonta me habré visto! Se sentó en el taburete que estaba libre a mi lado y me miró como si estudiara mis expresiones y mi persona.
-Hola, debes ser nueva aquí porque jamás te he visto.- Su voz no reflejaba nada, no sabía si quería coquetear o simplemente resolver una duda.
-¿Y cómo sabes que no me has visto?- Respondí como si no me interesara lo que me estaba diciendo.
-Quizá si te he visto pero no te recuerdo.- Se encogió en hombros.-Soy Demian, ¿Son alumnas de Western?
-Si así es, soy Vi y ella es Lizzy, llegamos hoy.-Sonreí.-Parece que tú no eres nuevo, ¿Te importaría mostrarnos el lugar?
Dudó por un momento, miró fijamente mi rostro y tras una sonrisa despreocupada se limitó a decir.-Lo siento, pero mi tiempo se acabó.
Puso dinero en la mesa, claramente más de lo que cuesta una cerveza y le indicó al bartender que él pagaría por nuestras bebidas, hizo un gesto con la cabeza y se limitó a salir. Jamás había sentido algo así, una mezcla de deseo, rabia y curiosidad se habían apoderado de mí. Tenía que conocer a ese chico, tenía que saber quién era y sobre todo, tenía que verlo otra vez. Pasó el fin de semana y Max pasaba todo el tiempo en nuestro cuarto, abrazando a Lizzy y conversando con ambas, formábamos parte de una hermosa familia funcional donde yo era la hija rebelde que ningún padre merece. Caleb seguía llamando y yo seguía ignorándolo, estaba demasiado ocupada pensando en el chico del bar, en su hermosa voz y en esos ojos que no mostraban ningún sentimiento.
El edificio de Literatura quedaba convenientemente cerca de mi dormitorio, por lo que tenía tiempo suficiente para buscar el aula que me correspondía. "Seminario de géneros y creación de la nóvela, Aula 9-B. 9:30 am". Me había demorado demasiado eligiendo lo que usaría y era una pena que Lizzy y yo no estudiáramos lo mismo, me habría sido muy práctico tenerla a ella para guiarme en mi primer día. 9:28 y aún no me encontraba cerca de mi destino cuando me topé de frente con un chico que claramente era mayor que yo. Caminamos por un largo pasillo hasta que encontramos mi destino y con una sonrisa de agradecimiento, desaparecí tras la puerta. El profesor había llegado y pude ver que había escrito su nombre en la pizarra, aunque lo tapaba con su cuerpo ya que estaba escribiendo algo más.
Aproveché la oportunidad para pasar inadvertida y me colé en un asiento en la primera fila, las desventajas de haber perdido mis anteojos. Se giró, dejando su nombre al descubierto y por poco dejo escapar un grito de sorpresa.
-Buenos días a todos, mi nombre es Demian Richards y seré su profesor este semestre.
Nuestras miradas se cruzaron y fue como si no me conociera, una más del montón, pero para mí, él era el único. Así fue como conocí la identidad de su esposo, mi nuevo profesor.
