Le gustaba mantenerse al tanto de los asuntos económicos que afectaban al mundo. No era un experto pero tras unos cuantos años leyendo, viendo y oyendo prensa de este género creía tener los suficientes conocimientos como para haberse formado su propio criterio. El Wall Street Journal era su periódico de cabecera. No había mañana en que no lo leyera mientras se tomaba el primer café del día sentado en el sillón más cómodo de su barbería. Lo revisaba de arriba abajo, desde las páginas locales pasando por las internacionales y las que se centraban en otro tipo de noticias o artículos de opinión. Todas las semanas recortaba los de uno de los columnista en concreto, los metía en una carpeta y los guardaba en la oficina privada que tenía en la trastienda.

Sin embargo, ese día su ritual se vio interrumpido tan solo con leer la portada. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral mientras sus ojos se quedaban clavados en el titular; "FALLECE NUESTRO COMPAÑERO, DAVID K. WEBSTER"Una silenciosa lágrima se deslizó por su mejilla.

Siguió leyendo. El obituario decía que su embarcación había aparecido abandonada en alta mar con algunos de los aparejos que llevaba manchados de sangre. Contaba que había salido a continuar con su investigación a cerca de los tiburones. Hacía tiempo que Joe le envió una carta preguntándole por esa, para él, inexplicable afición. David le respondió con una larga diatriba sobre el valor, la independencia, la ferocidad y el arrojo de esos fieros animales. Lo último que añadió es que le gustaban porque en cierta manera le recordaban mucho a su jodido amigo Lieb... es decir, se parecían mucho al propio tipo que le estaba preguntando. También y, a modo de conclusión, le recriminaba que estar cerca de ellos era la única manera que había encontrado de seguir al lado de ese estúpido judío al que tanto quería y que se negaba a tratar con aquellos que hubieran dado la vida por él. Y sobretodo, a tratar con él.

Dejó el periódico a un lado recordando una escena del pasado. Un campo de batalla, con el sargento Randelman desaparecido y la afirmación de Bill Guarnere de que mientras no hubiera cuerpo nadie daría al estúpido y jodido paleto por muerto. Se secó las lágrimas al mismo tiempo que se ponía en pie murmurando para sí; No hay cuerpo, así que no estás muerto... no tienes derecho a abandonarme de esta manera...


Cuando se detuvo delante de su mesa seguía repitiéndose la misma pregunta; ¿por qué acudía a él?Sí, era cierto que le respetaba muchísimo, además esperaba que las mismas cualidades que el teniente mostró en Europa le hubieran servido para convertirle ahora en un buen detective de la policía de Los Ángeles. Joe pensaba que alguien dedicado a eso le vendría de perlas para llevar a cabo lo que quería hacer.

Vio como Buck Compton le miraba como si delante de él se hubiera aparecido un fantasma. Indiferente a esto se encogió de hombros mientras ponía el ejemplar del Wall Street frente a su antiguo oficial. Se percató como a este le comenzaban a temblar las manos a medida que iba leyendo. Finalmente el rubio habló con un tenue susurro;

- No es justo que haya tenido este final...
- No creo que lo sea... - habló por fin Joe.
- ¿Cómo?... Lieb, no creas que no me alegro de verte tras tantos años sin saber de ti pero dos cosas; primero, hubiera querido que vinieras a visitarme con mejores noticias y, segundo, no entiendo qué quieres decir...

- No hay cuerpo, por tanto David no ha muerto.
- Y eso lo sabes, ¿por?
- Vosotros me enseñasteis a creer en ello. Repito, sino hay cadáver no hay muerte... Web no ha aparecido así que me niego a creer que ya no le vayamos a ver de nuevo. Como tu dices no es justo que acabe así, así que no terminará de esa manera... no lo voy a permitir. - Buck seguía mirándole pero ahora con el ceño fruncido.
- ¿No crees que es un poco tarde para mostrar que David realmente te importa? - Lieb apretó los puños ante aquella afirmación pero se vio refrenado porque su ex oficial siguió hablando. - Joe, vamos a tomar un café a un sitio más tranquilo y me cuentas qué es exactamente lo que necesitas de mi...