Capítulo 1 - Reencuentro
Tras su regreso a la era feudal después de haber terminado sus exámenes finales, Kagome no hacía más que meditar sobre su futuro. Varios años pasaron desde la primera vez que, a través del pozo situado en el templo de su abuelo, viajó a través del tiempo y conoció a Inuyasha, Miroku, Sango y Shippo. Sin embargo ahora que había terminado sus estudios, no tenía motivos para volver a la era moderna, exceptuando las visitas que hacía a su familia esporádicamente, cada vez menos frecuentes. La principal preocupación de Kagome era el hecho de qué iba entre Inuyasha y ella, si iba a convertirla en su pareja para toda la vida o si optaría por dejarla ir sin hacer nada.
En los últimos meses antes de acabar con Naraku, Inuyasha no fue a buscar a Kikyo como solía hacer, muy al contrario se quedaba siempre a su lado e incluso más de una vez Kagome le sorprendió mirándola mientras dormía, a veces incluso demasiado cerca. Sango era partidaria de la idea de que Inuyasha finalmente se había decidido por Kagome, pero no tenía el valor necesario para afrontar sus verdaderos sentimientos y reclamar a Kagome como su pareja. Miroku, siempre que encontraba una oportunidad, lanzaba algún comentario a Inuyasha sobre sus sentimientos hacia Kagome, pero el hanyou se incomodaba y cambiaba de tema, o incluso desaparecía entre los árboles durante horas. La situación se estaba volviendo un tanto incómoda para el grupo, más aún con las frecuentes visitas de Koga, el joven líder de la tribu de los lobos, que parecía cada vez más decidido en convertir a Kagome en su pareja, por lo que el grupo no solo tenía que aguantar las actitudes extrañas de Inuyasha, sino que también sus ataques de celos y constantes peleas con Koga, que no se daba por vencido.
Kagome, por su parte, estaba enamorada de Inuyasha desde hacía años y había pensado en más de una ocasión que quizás debería dar ella el primer paso, pero desde que Inuyasha la dejara y fuera en búsqueda de Kikyo en más de una ocasión en el pasado, sin tener en cuenta sus sentimientos, se generó en ella una inseguridad que hoy en día perduraba e impedía cualquier tipo de avance por su parte, sin importar lo que Sango y Miroku le afirmaban una y otra vez sobre Inuyasha y lo mucho que la quería a pesar de sus actitudes.
Por todo esto es por lo que Kagome meditaba en la oscuridad de la noche, mientras miraba a las estrellas y la luna, que con su resplandor iluminaba el campamento que habían levantado horas antes de que anocheciera. No podía esperar por siempre a Inuyasha, él tendría una vida larga e incluso inmortal por tener sangre de youkai, pero al fin y al cabo ella era una simple humana, y si Inuyasha no se decidía pronto, no tendría más opción que volver a la era moderna y retomar su vida, incluso podría darle una oportunidad a Hojo que, según le había contado su madre, todavía de vez en cuando llamaba y preguntaba por ella.
- ¿Qué haces despierta Kagome? Duérmete ya – dijo Inuyasha, interrumpiendo sus reflexiones.
- Eso intento.
- ¿Ocurre algo que te impida dormir? No percibo el olor de esos días al mes en los que te cuesta dormir.
- ¡No Inuyasha! No estoy en esos días del mes y no es asunto tuyo lo que me pase. Me voy al baño, ¡y no me sigas!
- Cualquiera diría que estás en esos días, con ese temperamento – dijo Inuyasha un poco confundido por la actitud de Kagome, que le lanzó una mirada amenazadora antes de adentrarse en la espesura del bosque.
Agotada emocionalmente pero a la vez queriendo retomar sus reflexiones, Kagome se recostó en un árbol antiguo un poco alejado del campamento, con la tranquilidad de la noche como compañera. Sin embargo, a los pocos minutos una presencia bastante distante y maligna la alertó inmediatamente. Kagome estaba orgullosa de que a lo largo de los años y gracias al entrenamiento recibido, su percepción y poderes espirituales habían aumentado considerablemente, ya que si hubiera ocurrido lo mismo tres años atrás, probablemente ni hubiera notado aquella presencia demoníaca. La presencia le resultaba familiar, pero no lograba discernir de quien se podía tratar. La curiosidad pudo con ella, y se dirigió hacia el lugar desde el que emanaba aquel campo de energía demoníaca. Por suerte, había sido precavida y había cogido su arco y flechas, por lo que se dispuso a adentrarse más aún en el bosque. Una energía demoníaca tan fuerte solo podía provenir de un youkai muy fuerte, posiblemente un daiyoukai, algo que le hizo percatarse de que quizás no había sido una buena idea dejar que la curiosidad la dominara y la llevara hasta allí, pero ya era demasiado tarde. Fuera quien fuera, seguramente ya había sido detectada por aquella presencia.
Kagome escuchó ruidos y gruñidos. No cabía duda, había al menos dos youkais y parecía que se estaban enfrentando entre ellos. Un poco asustada, se escondió detrás de un árbol cercano y allí lo vio, en un claro del bosque, luchando contra otro inu youkai. Por eso le resultaba familiar aquella presencia, se trataba del hermano de Inuyasha, Sesshomaru. Se encontraba solo, sin ninguno de sus acompañantes, y luchando ferozmente contra otro inu youkai. Observando la situación más detenidamente, Kagome se percató de que en el claro había también una mujer sentada observando a Sesshomaru y su oponente con mirada aburrida, definitivamente esperando el desenlace del enfrentamiento, y lo más llamativo es que se trataba también de una inu youkai. El final no se hizo esperar, se escuchó al poco tiempo un ruido seco, el inu youkai que había osado enfrentarse a Sesshomaru había caído. La mujer se levantó y se acercó a Sesshomaru, que la miraba fríamente.
- No había necesidad de esto Sesshomaru, todavía no soy tu pareja como para que actúes de esta manera.
- Pronto lo serás, y tu deber es respetarme.
- No tengo por qué hacerlo hasta que sea tu pareja, no puedes controlarme, no lo olvides. Me divertiré todo lo que me plazca, hasta que llegue el día.
- Me respetarás o morirás, Kasumi. Es mi última advertencia.
- No me das miedo Sesshomaru, sé que jamás me matarías. No encontrarás a nadie mejor para engendrar un heredero que te suceda en las tierras del oeste.
Sesshomaru, con Bakusaiga en la mano, acercó la espada al cuello de la inu youkai.
- No me subestimes - Kasumi, con un poco de miedo, miró con recelo a Sesshomaru y desapareció entre la espesura de los árboles y la oscuridad de la noche.
- ¿Eres la humana de Inuyasha, verdad? Será mejor que te marches inmediatamente – dijo Sesshomaru con indiferencia, mientras guardaba su Bakusaiga y comenzaba a caminar en dirección opuesta. Kagome, que había pasado en un segundo de la perplejidad de la situación que había visto, al miedo de que Sesshomaru la matara al instante por haber visto aquello, había perdido la capacidad de hablar por un instante. Finalmente, antes de que Sesshomaru desapareciera, dijo un poco asustada:
- Lo siento mucho Sesshomaru, no pretendía espiarte ni nada parecido, estaba por aquí porque sentí una presencia maligna pero… - Sesshomaru repentinamente dejó de caminar y se dio la vuelta. En cuestión de segundos, se había posicionado delante de Kagome, que ahora mismo se encontraba verdaderamente aterrorizada.
- Vuelve con Inuyasha y no vuelvas a adentrarte en mis tierras. La próxima vez puede que no salgas con vida.- dijo Sesshomaru mientras la miraba con indiferencia. Nuevamente, en cuestión de segundos, desapareció de la vista de Kagome, que inevitablemente estaba temblando.
Siempre había tenido cierto miedo al hermano de Inuyasha, miedo que había disminuido con el paso del tiempo al ver que en el fondo Sesshomaru sí tenía sentimientos y compasión, sobre todo al observar su actitud con Rin, a la que cuidaba y protegía como si fuera su propia hija. Sin embargo esa noche, el temor que anteriormente se había disipado casi por completo, volvió con todas sus fuerzas. Bajo aquella apariencia indiferente y estoica que tanto lo caracterizaba, la mirada de Sesshomaru transmitía peligro, por encima de todo. Kagome echó a correr sin mirar atrás, había sido muy tonta e ingenua al aventurarse sola, en medio de la noche, dentro del bosque que ahora sabía que era del dominio del Señor de las tierras del oeste, Sesshomaru.
A unos kilómetros de allí, Sesshomaru meditaba sentado, debajo de un árbol, antes de volver al campamento en el que se encontraban sus seguidores. No estaba de humor como para aguantar las bienvenidas de Jaken. Le preocupaba el futuro de las tierras que había heredado de su padre, ya que Kasumi no estaba resultando ser la mujer apropiada para ocupar el cargo de señora de las tierras del oeste. No se podía negar la sangre de daiyoukai que llevaba en sus venas, que sería perfecta a la hora de concebir un heredero de sangre pura, tan fuerte como él e Inu No Taisho.
Kasumi era hija de un poderoso inu youkai que murió un siglo después que su padre y desde su nacimiento, sus padres habían decidido que debían casarse por el bien del reino y la continuidad de un poderoso linaje. Sin embargo, Sesshomaru comenzaba a considerar que debería buscar a una candidata mucho más apropiada, menos caprichosa, y que no fuera tan irresponsable, indisciplinada e irrespetuosa como Kasumi. Por otra parte, Sesshomaru no se sentía atraído físicamente por ella. No se podía negar que poseía belleza suficiente como para atraer y seducir a cualquier demonio, pero con él no surtía efecto. Conocidos y abundantes eran los pretendientes de Kasumi, algunos incluso eran tan buen partido como él, sin embargo, por motivos desconocidos para él, Kasumi seguía empeñada en convertirse en su pareja.
Por unos segundos, la imagen de la humana de su medio hermano se cruzó por su mente, algo que intentó hacer desaparecer inmediatamente. Por desgracia, esa mujer, por muy humana que fuera, representaba lo que él consideraba verdaderamente atractivo en el sexo opuesto. Kasumi era muy bella, delgada y fuerte, y como la mayoría de las youkais, su piel era dura e incluso un poco áspera. Por otra parte, la humana tenía curvas, pechos abundantes de los que Kasumi carecía, que invitaban a cogerlos y acariciarlos durante el apareamiento, además de unas caderas lo suficientemente anchas como para que los cachorros pudieran salir sin problemas durante el parto. La humana también tenía un trasero que en ocasiones con el viento y sus atuendos, tan poco apropiados e indecentes, se apreciaba demasiado bien e incitaba a actos impuros que deberían estar prohibidos con una humana. Por otra parte su piel, a diferencia de la de Kasumi, aparentaba ser suave y delicada, incitando a ser acariciada. Sesshomaru siempre había evitado a las mujeres humanas, le parecían seres inferiores en todos los sentidos y además no quería caer en desgracia como su padre. Nunca se había fijado detenidamente en ellas, pero en la lucha contra Naraku y con la presencia constante de esta humana que había llamado ligeramente su atención, por la osadía y el poder que tenía además de su trato cálido con Rin, no había podido evitar fijarse alguna vez en ella. Era la primera vez que observaba con atención a una mujer humana. Desgraciadamente, a su bestia no le disgustó para nada la visión, por lo que desde aquel descubrimiento, evitó mirarla o tratar con ella todo lo posible.
Tras la derrota reciente de Naraku, se había librado de su presencia, hasta aquella noche. Un mal momento, porque estaba cerca la fase de luna llena en la que su bestia reclamaba una pareja, pero por suerte para él, controlaba a su bestia y no volvería a encontrarse con la mujer de Inuyasha nunca más. De eso estaba seguro porque el temor que desprendía aquella mujer tras su previa amenaza, y como echó a correr posteriormente, aseguraba que jamás volvería a adentrarse en sus tierras.
