Los amigos no se plagian

Resumen: AJ está furioso con Chester y piensa que es momento de tener una pequeña charla.


Mientras recorría el camino de tierra hacia el trailer de su "ex amigo", AJ se lamentaba por no tener un buen repertorio de insultos en su vocabulario. Aunque quizá ni siquiera necesitara usar palabras, se limitaría a arrastrar a aquél rubio embustero hacia la puerta de su casa y lo obligaría a tocar el timbre, para que el sistema de seguridad que sus padres habían instalado hiciera todo el trabajo.

Al detenerse ante la entrada de la vivienda, la aporreó con un puño. Era obvio que no tenía mucha fuerza en los músculos, pero la continuidad de sus golpes sería suficiente para adivinar su agitación.

A los pocos segundos Chester apareció, manteniéndose cruzado de brazos tras el mosquitero, mirándolo desdeñosamente.

—¿Qué es lo que quieres?

AJ nunca había tenido un ataque de rabia, aunque estaba seguro de que estaba a punto de sufrir uno.

—¿Cómo que qué es lo que quiero?—replicó indignado, abandonando su dejo generalmente amable—. ¡Me plagiaste la tarea de ciencias y por tu culpa me dieron una "F"!

—A los dos nos la dieron—le recordó el rubio con acritud—. Además, nos castigaron, y tú no te presentaste. ¿Qué, acaso eres demasiado bueno para recibir un miserable castigo?

"¡Por supuesto que lo soy!" le hubiera gustado contestar, pero se contuvo a tiempo. De nada le servía mostrarse presumido y la mancha en su registro era lo de menos, pues ya se había encargado de pedirle al Presidente de los EE.UU. que se encargara de borrarlo, como favor por haber colaborado en la clonación humana. No, lo que más le indignaba era que…

—¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Los amigos no plagian a sus amigos!

—¿Qué sabes tú de lo que hacen los amigos?—escupió Chester mordazmente—. Creo que eres el menos indicado para darme sermones.

—¿De qué estás hablando?—espetó AJ, sintiendo curiosidad pese al enfado.

El otro giró los ojos con fastidio y levantó las manos para empezar a contar con los dedos.

—Hablo de la vez que prometiste acompañarnos a mí y a Timmy…

—A Timmy y a mí.

—A la heladería y lo único que nos llegó fue un loco pretendiéndose ninja diciendo que no ibas a asistir.

Eso no había sido su culpa. Había estado desmintiendo la existencia de un dragón en los límites de China. No podía decirle eso o el emperador se encargaría de cortarle la cabeza, así que se quedó callado.

Un segundo dedo del rubio se alzó.

—Hablo de cuando dijiste que me ayudarías con mi tarea de matemáticas y ni siquiera avisaste de que faltarías.

En esa ocasión había estado descubriendo la Atlántida. Nuevamente, se mordió los labios.

—Y claro—siguió Chester levantando un tercero—, me refiero cuando te olvidaste del cumpleaños de Timmy y todo lo que enviaste fue un correo electrónico.

Esa acusación AJ ya no podía dejarla pasar.

—¡Había estado en una cita con Valerie! ¡Nunca había tenido una cita con una chica!

—¡Exacto! ¡Desde que entramos a la secundaria y comenzaste a ver a las… chicas—se estremeció asqueado—, nos has ignorado!

—Eso no es…—a media frase, AJ se detuvo, al advertir algo extraño.

Probablemente a otro se le habría escapado, pero el FBI le había entrenado para reconocer expresiones faciales y matices en la voz, por simple capricho suyo. En Chester, ahora, entre el coraje, la furia y la decepción, notó un brillo familiar. El mismo brillo que había vislumbrado en malhechores que habían cometido los llamados "crímenes pasionales".

—¿Estás…—inquirió, un tanto inseguro—celoso?

—¡Tú…!—Chester no pudo continuar, temblando de cólera, mientras su mejillas se encendían velozmente—. ¡Idiota!—soltó finalmente, azotando la puerta.

AJ permaneció quieto, por primera vez en su vida con la sensación de que se había perdido mucho.


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