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Londres, 1877

--- ¿Esperas a alguien? --- Una voz masculina se abrió paso a través de los tenues rumores del jardín. El acento ruso, suave y gutural, fue como una agradable caricia en los oídos de Sakura. Con una sonrisa irónica en los labios, se volvió para ver salir de entre las sombras al príncipe Sasuke Uchiha.

Con esa piel dorada, los reflejos de la noche en el pelo y una impredecible crueldad, Sasuke parecía más un tigre que un ser humano. Sakura nunca había visto una combinación tan perfecta de belleza y amenaza en ningún otro hombre. Sabía por experiencia que había buenas razones para tenerle miedo, pero era toda una experta en el arte de manejar a criaturas peligrosas. Si mostraba temor podía dar por hecho que recibiría algún zarpazo.

Sakura aflojó la tensión en su espalda y se acomodó en el banco de piedra, situado en el rincón más apartado de aquel gran jardín.

--- A ti no, ciertamente --- replicó sin inmutarse ---. ¿Qué te trae por aquí?

Él sonrió, y sus blancos dientes brillaron en la oscuridad.

--- Me apetecía dar un paseo.

--- Pues te agradecería que fueras a pasear a otra parte. Tengo una cita privada con alguien.

--- ¿Con quién? --- preguntó él, al tiempo que deslizaba las manos en los bolsillos y se acercaba a ella.

--- Vete, Sasuke.

--- Dímelo.

--- ¡Vete!

--- No creas que puedes darme órdenes en mi propiedad, niña. --- Sasuke se detuvo frente a ella. Era alto, uno de los pocos hombres en Londres a los que Sakura no podía mirar desde arriba. Tenía las manos y los pies grandes, y una constitución muy robusta. Las sombras oscurecían sus rasgos, salvo el penetrante resplandor de aquellos ojos.

--- No soy una niña. Soy una mujer hecha y derecha.

--- Lo eres, desde luego.

Sasuke la recorrió con la mirada, y sus ojos tomaron nota de la esbelta figura envuelta en un sencillo vestido blanco. El rostro de Sakura, como siempre, no llevaba maquillaje alguno. Se había recogido los cabellos en un apretado moño, pero unos cuantos mechones escapaban de él para enmarcarle la cara y el cuello.

--- Estás muy hermosa esta noche --- le dijo.

Sakura rió.

--- No me adules. A lo máximo que puedo aspirar es a ser atractiva, lo sé muy bien. ¿Para qué voy a llenarme la cabeza con horquillas y aplastarme las costillas con corsés tan ceñidos que me impiden respirar? Prefiero ir por el mundo con botas y pantalones de montar y estar cómoda, como un hombre. Si una no puede ser hermosa, no debería intentar serlo.

Sasuke no quiso discutírselo, aunque tenía su propia opinión al respecto. El atractivo de Sakura siempre lo había fascinado, precisamente porque era único. Fuerte y llena de energía, tenía toda la gracia de un navío de altos mástiles. Su rostro era una composición de pómulos ligeramente marcados, labios carnosos y una recta nariz. Esbelta y de largas piernas, pasaba el metro setenta, incluso cuando calzaba zapatillas sin tacón. Sasuke apenas le sacaba unos centímetros. Había imaginado a menudo lo bien que el cuerpo de Sakura se adaptaría al suyo, con esas piernas y esos brazos rodeándolo.

Estaban hechos el uno para el otro. A Sasuke le extrañaba que nadie más fuese capaz de verlo, pero él lo tenía muy claro desde el día en que la había conocido, y de eso ya hacía unos cuantos años. De niña Sakura había sido un auténtico diablillo, un explosivo hatillo de miembros desgarbados e indómita melena pelirrosa. Ahora era una joven de veinte años, con una implacable honestidad que hacía de ella el complemento perfecto para la naturaleza reservada y distante de Sasuke. Le recordaba a las mujeres que había conocido en Rusia, con fuego en el alma, tan distintas de las insulsas criaturas europeas a las que había conocido durante los últimos siete años…

Consciente de la inspección que la estaba sometiendo, Sakura le hizo una mueca.

--- Me da igual ser tan poco agraciada --- dijo ---. Por lo que he podido ver, la belleza sólo sirve para crearte problemas. Y ahora tienes que irte, Sasuke. Ningún hombre se atreverá a acercarse contigo rondando por aquí.

--- No sé a quién puedes estar esperando, pero no durará más que los otros.

Sakura frunció el ceño en un súbito desafío.

--- Éste sí.

--- Nunca duran --- continuó él, como si no ha hubiera oído ---. A todos los rechazas de plano, en el mismo orden en que van llegando a ti. ¿A qué es debido?

Un rubor que podía rivalizar con el rosa de sus cabellos se extendió por las mejillas de Sakura. Apretó los labios. La flecha lanzada por Sasuke había encontrado el blanco. De su presentación en sociedad hacía ya tres temporadas, de manera que si no se casaba pronto, el mercado matrimonial la consideraría un fracaso. De ahí a ser considerada una solterona sólo había un paso.

--- No veo para qué necesito a un esposo --- dijo ---. No me gusta la idea de ser propiedad de nadie. Seguro que piensas que eso me hace poco femenina, ¿no?

--- Yo te considero toda una mujer.

Las cejas de Sakura se alzaron.

--- ¿Eso es un cumplido o una burla? Contigo es difícil saberlo.

--- Yo nunca me burlo de ti, Sakura. De otras personas, sí. De ti, no.

Ella soltó un bufido de incredulidad.

Sasuke dio un paso adelante y entró en la tenue claridad derramada por una linterna de jardín.

--- Y ahora me acompañarás adentro. Como anfitrión y primo lejano tuyo, no puedo permitir que estés sola aquí a estas horas sin carabina.

--- No intentes recurrir a ese supuesto parentesco que existe entre nosotros. Sólo eres pariente de mi madrastra, así que no nos une ningún vínculo familiar.

--- Somos primos por matrimonio --- insistió él.

Sakura sonrió al oírle decir eso, porque sabía que, en tanto que primos, podían mantener una relación mucho mas informal, llamarse por el nombre de pila y hablar en privado sin necesidad de que la acompañara carabina alguna.

--- Lo que diga vuestra alteza.

--- Quizá te gustaría visitar mi colección de arte --- sugirió Sasuke ---. Tengo una colección de íconos que podrían interesarte. Muchos son del taller de Novgorod, del siglo XIII.

--- El arte no me dice nada, y ciertamente no quiero ver ningún viejo ícono. --- Sakura lo miró escépticamente ---. ¿Por qué los conservas? Eres la última persona de la que pensaría que colecciona pinturas religiosas.

--- Los íconos son las ventanas del alma rusa.

Sakura curvó los labios en una mueca desdeñosa.

--- ¿Alma? Nunca me ha parecido que tuvieras una.

--- Quizá no has mirado lo bastante cerca. --- Dio un paso adelante, y luego otro más, hasta casi tocar con los zapatos las puntas del vestido blanco.

--- ¿Qué haces? --- preguntó ella.

--- Levántate.

Por un momento Sakura no se movió. Sasuke nunca le había hablado de aquella manera. Parecía muy relajado, y sus manos desenguantadas permanecían caídas a sus costados, pero Sakura ya había visto esa calculada inmovilidad antes: era la de un gato que se disponía a atacar. Obedeció, inquieta, y se irguió de modo que su nariz casi tocaba la de Sasuke.

--- ¿Qué quieres?

--- Quiero saber más cosas sobre ese amigo tuyo. ¿Te toma en sus brazos? ¿Te susurra palabras de amor? ¿Te besa? --- Cerró los dedos sobre los brazos de Sakura, y el calor de las palmas de sus manos enseguida atravesó las frágiles mangas de seda.

Sakura dio un respingo y dejó escapar un gemido ahogado. El corazón empezó a latirle con fuerza. Ni en sueños hubiese podido imaginar que iba a sentir las manos de aquel hombre sobre su cuerpo, que lo tendría tan cerca que sus senos rozarían el pecho de Sasuke Uchiha. Intentó apartarse, pero él la sujetó todavía más fuerte.

--- Si has acabado de divertirte, Sasuke, ten la amabilidad de apartar tus reales zarpas. Me temo que no sé apreciar tu sentido del humor.

--- No es ninguna broma, ruyshka. --- La rodeó con los brazos, dejándola atrapada contra su cuerpo. Sakura lo miró con cara de asombro, y él añadió ---: Significa "pequeña pelirrosa".

--- ¡No soy pequeña! --- dijo ella al tiempo que se debatía entre sus brazos. Él contuvo sus intentos sin ningún esfuerzo. Aunque eran casi de la misma estatura, Sasuke pesaba el doble que ella, su cuerpo era musculoso y de recia osamenta, y sus hombros anchos.

Continuó hablando en voz baja, sin hacer caso de las protestas que murmuraba ella.

--- Podrías pasar fácilmente por una eslava, ¿sabes? Con esta melena pelirrosa, esta piel tan blanca… Tus ojos tienen el color del Jade, el verde más precioso que he visto nunca.

Sakura pensó en pedir ayuda. ¿Qué podía impulsarlo a comportarse así? ¿Qué quería de ella? Se acordó de todos los rumores que había oído sobre Sasuke. Su pasado estaba lleno de vilezas, asesinatos y traiciones. Lo habían exiliado permanentemente de Rusia por crímenes contra el gobierno imperial. Muchas mujeres encontraban excitante su aura de peligro, pero Sakura no formaba parte de ellas.

--- ¡Suéltame! --- jadeó con voz entrecortada ---. No me gustan tus juegos.

--- Podrían llegar a gustarte.

La retenía tan fácilmente como si fuese una muñeca, o una gatita. Sakura notó que disfrutaba de su poder sobre ella, que quería hacerle saber lo mucho más fuerte que era. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. En cualquier momento sentiría la boca de él sobre la suya. Contuvo la respiración y esperó, esperó…

Él apartó un brazo y subió la mano hacia el cuello de Sakura para acariciárselo ligeramente. Resiguió con el pulgar el pulso que palpitaba bajo la mandíbula de Sakura. La inesperada suavidad de aquel contacto la hizo estremecer. Sakura levantó sus temblorosas pestañas y lo miró. El rostro de Sasuke estaba muy próximo al suyo.

--- Algún día te besaré --- dijo él ----. Pero no esta noche.

Sakura se apresuró a apartarse con una mueca de indignación. Retrocedió unos metros y cruzó sus largos brazos sobre el pecho.

--- ¿Por qué no vuelves con tus invitados y te dedicas a hacer de anfitrión? --- le espetó ---. Estoy segura de que ahí dentro habrá muchísimas mujeres que se mueren de ganas de tenerte cerca.

Sasuke permaneció inmóvil en el círculo de luz, con una sonrisa en los labios y los reflejos azulados en su pelo. A pesar de lo enfadada que estaba, Sakura no pudo evitar reparar en lo apuesto que era.

--- Muy bien, prima. Que lo pases bien en los brazos de tu… amigo.

--- Lo haré.

Sakura no se movió hasta que estuvo segura de que se había ido. Entonces fue hacia el banco, se sentó y estiró sus largas piernas. Sasuke la había dejado alterada… y extrañamente decepcionada.

"Algún día te besaré…" No había sido más que otra de sus burlas, claro. Sakura sabía que no era de esas mujeres que hacían enloquecer a los hombres. Se acordó de todas aquellas fiestas en las que los niños con la cara llena de granos solían reírse de ella porque no había nadie tan alto; y de su puesta de largo, cuando todos los solteros la habían ignorado en beneficio de la primera chica más bajita que pasara por allí. A los diecisiete años Sakura ya se había quedado al margen de la fiesta, y eso que tenía el atractivo de una gran fortuna familiar tras ella.

Pero ahora al fin tenía su propio pretendiente. Se había enamorado de Naruto Uzumaki. Hacía meses que la cortejaba en secreto, desde el inicio de la temporada. Pensar en él bastó para que el corazón empezara a palpitarle de impaciencia. Naruto ya debería haber llegado. ¿Por qué se retrasaba?